Alimentos como la quinoa (o quinua) y el amaranto se consumen desde hace siglos en regiones de los Andes. Un ejemplo de esto es que en tumbas de más de cuatro mil años de antigüedad se encontraron restos de estos productos con lo cual se demuestra su consumo por culturas como los Mayas, Aztecas e Incas, dejando de esta manera un importante legado alimentario ligado al consumo de los mismos. En países como Bolivia, Colombia, Argentina, México y Perú su consumo es algo muy común y arraigado a la dieta básica.
El consumo de quinoa y amaranto se inició en Europa hace relativamente pocos años, atraídos por la biodiversidad existente en otras regiones para proveer productos con un alto aporte nutricional. Francia tiene un consumo elevado de quinoa, mientras que en España todavía no se ha extendido mucho. Uno de los colectivos que mayor consumo de estos productos tiene, son los celíacos debido a que no contienen gluten y por ende se usan como sustitutos del trigo. En Europa y Estados Unidos se consumen en forma de granos integrales, copos, harinas generales, harinas integrales de amaranto tostado, amaranto reventado al estilo rosetas, polvos pregel de amaranto, aceites de amaranto, barras de cereal, panes de amaranto, tortillas de amaranto y maíz, entre otros.
La quinoa está reconocida por la Organización Mundial de la Salud como una gran fuente de nutrientes. Tanto que el año 2013 fue declarado el Año Internacional de la quinoa. Como ejemplos de sus diferentes usos y bondades, basta decir que la NASA aprovisiona a sus tripulantes con quinoa para misiones espaciales extendidas, debido a que es un alimento muy nutritivo. O que, además de su uso para alimentación humana, sirve como forraje para alimentación animal, debido a su valor nutritivo.
¿Sabías que uno de sus principales nutrientes son las proteínas?
Las proteínas son moléculas formadas por aminoácidos que son necesarias para el crecimiento del organismo y realizan funciones biorreguladoras (forman enzimas), de defensa del organismo (los anticuerpos son proteínas), homeostáticas (colaboran a regular el pH del organismo), entre otras.
¿Y dónde se pueden encontrar?
Las fuentes dietéticas que incluyen proteínas son la carne, huevos, legumbres, frutos secos, verduras y productos lácteos. ¿Sabías que nuestro organismo no es capaz de sintetizar todos los aminoácidos necesarios para su correcto funcionamiento?
Estos aminoácidos se conocen como “aminoácidos esenciales” y son diez; valina, leucina, isoleucina, fenilalanina, triptófano, metionina, treonina, histidina (esencial para el lactante), lisina, arginina (semiesencial).
Para que una proteína se considere completa debe contener todos los aminoácidos esenciales. Por eso, los alimentos que consumimos deben contenerlos, pero la mayoría de los alimentos contienen algunos de estos, siendo necesario por ello recurrir a realizar mezclas de alimentos, que en su conjunto cubran el aporte diario de estos aminoácidos.
Los alimentos que podemos mencionar cuyas proteínas son completas son la carne, el pescado, la soja, la espirulina, la quinoa y el amaranto, entre otros.
Ya existe una variedad muy amplia de productos que contienen quinoa y amaranto, y creemos que esta se puede ampliar mucho más si confiamos en las capacidades de centros de investigación como CARTIF que están en continua búsqueda de metodologías alternativas que ayuden a paliar distintos problemas, entre ellos la búsqueda de nuevas aplicaciones para productos tradicionales o la obtención de productos de alto valor añadido de materias primas y residuos agroalimentarios.
Existe un restaurante en Japón que obliga a sus clientes a pagar una multa en caso de dejar un solo grano de arroz en el plato. Se trata del restaurante Hachikyo, especializado en mariscos, que ofrece un plato, el tsukko meshi, consistente en huevas de salmón sobre una cama de arroz blanco. El restaurante informa a quiénes pidan este plato: “Las condiciones de trabajo de los pescadores son duras y peligrosas. Para mostrar nuestra gratitud y aprecio por la comida que ofrecen, está prohibido dejar un solo grano de arroz en el plato. Los clientes que no terminan su tsukko meshi deben dar su donación”
Este tipo de medidas tomadas por algunos restaurantes en diferentes partes del mundo, pretenden hacernos conscientes del desperdicio alimentarioen el sector de la restauración, donde en el caso de España se llegan a tirar 63.000 toneladas de comida al año, un desperdicio que cuesta 255 millones de euros.
Un 21% del desperdicio en un restaurante se debe al deterioro de los productos, un 45% a la fase de preparación de la comida y un 34% se queda en los platos de los comensales (WRAP. 2013. “Overview of Waste in the UK Hospitality and Food Service Sector”).
Un restaurante que desee disminuir la cantidad de alimentos que tira a la basura tendrá, en primer lugar, que identificar en qué puntos se está desperdiciando. Una mala gestión de las compras o el mal almacenamiento y conservación de los productos, pueden derivar en grandes pérdidas de producto, económicas y de recursos (coste de la mano de obra que prepara comida que luego va a tirarse, energía desperdiciada en la preparación, conservación, etc).
Las prácticas de elaboración en el restaurante pueden ser un punto de mejora para disminuir la cantidad de alimentos que se tiran a la basura. Pelar, trocear, limpiar, cortar… son procesos de elaboración en los que la cantidad de producto que se tira puede ser muy importante si no se hace de manera eficiente utilizando los utensilios adecuados.
En cuanto al desperdicio asociado a las sobras que los clientes dejan en el plato, son el signo más evidente del despilfarro alimentario. Raciones demasiado grandes, guarniciones que no son consumidas deben ser una señal para que el restaurante tome la iniciativa y presente al cliente algunos cambios que, por otro lado, pueden ser muy atrayentes para un cliente concienciado, como por ejemplo:
Presentar en la carta diferentes tamaños de raciones, (ración entera, media ración, miniplatos, raciones para niños, etc)
Informar a los clientes del tamaño de las raciones antes de su elección.
Acompañar la carta del restaurante de fotos de los platos para que el cliente se haga idea del tamaño de las raciones.
Las guarniciones son un punto importante en el desperdicio. Se puede estudiar qué guarniciones son las que más dejan los clientes para proponer cambios. Un restaurante puede estar poniendo el mismo tipo de guarnición en diferentes platos, que al final un cliente va a dejar. O en el caso de guarniciones demasiado “elaboradas” en las que el cliente no sabe si son parte del plato o se han puesto como decoración. Una opción podría ser servir la guarnición aparte y que el cliente se sirviera la cantidad que fuera a consumir o prescindir de ella.
En muchas ocasiones el cliente prescinde del postre a sabiendas de que no va a terminarlo, cuando posiblemente le apetecería probar una pequeña porción. Una solución podría ser ofrecer “minipostres” o “miniraciones”.
Uno de los alimentos que más se desperdicia en los restaurantes es el pan. En muchas ocasiones el servicio de pan incluye una ración individualizada, cuando el consumo de pan varía mucho de un cliente a otro, o del plato que se consuma. Se puede servir el pan en un cestillo en porciones pequeñas que el cliente consumirá en función de su apetito.
En los restaurantes tipo buffet el desperdicio por parte del cliente es mucho mayor, pues el cliente tiene acceso a un consumo ilimitado de comida, que fomenta el despilfarro de manera importante. En este tipo de establecimiento también se pueden llevar a cabo medidas que disminuyan el desperdicio como:
Utilizar platos y utensilios más pequeños en el momento de que el cliente se sirva, para que las raciones sean más pequeñas. No se limita la cantidad que el cliente puede consumir, pero los platos grandes fomentan que el cliente se sirva mucha comida en un principio que luego acabará en la basura.
No utilizar bandejas, porque incentivan a que el cliente se sirva gran cantidad de comida y diferentes platos que en muchos casos no terminará de consumir.
En algunos restaurantes ya hay carteles de sensibilización frente al problema del despilfarro, en los que se aconseja servirse la cantidad de comida que se vaya a consumir.
En otros países, para disminuir este despilfarro muchos restaurantes ofrecen a sus clientes un recipiente conocido como “doggy bag” en el que se pueden llevar las sobras del plato. En España esta costumbre hasta ahora no ha tenido mucha aceptación por la vergüenza de los clientes a pedir las sobras, pero esta tendencia está cambiando gracias a clientes concienciados y preocupados por el desperdicio alimentario, y cada vez son más los restaurantes que ofrecen su propio doggy bag. La compañía cervecera San Miguel lanzó en 2012, en colaboración con restaurantes de Madrid y Barcelona la campaña “No lo tiro”, en la que animaban a los consumidores a pedir las sobras del plato.
Incluso existen restaurantes cuyo menú está elaborado únicamente con sobras, utilizando alimentos perecederos de supermercados o excedentes de granjas y huertas cercanas.
El sector de la hostelería presenta muchas oportunidades de mejora en este sentido, y entre gestores de restaurantes y clientes se puede conseguir de una manera importante reducir el desperdicio alimentario.
Más allá de pintar tu fábrica o tus productos de color verde
En la anterior entrada mencionamos dos iniciativas (una de IKEA y otra de Google) respecto a sus programas de sostenibilidad corporativa. Aunque estas dos empresas son casos únicos, no fácilmente extrapolables a otros sectores más relacionados con la “fabricación tradicional”, siguen siendo buenos ejemplos honestos de la tendencia que empieza a extenderse respecto a la preocupación medioambiental.
En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, las preocupaciones medioambientales de los ciudadanos por el futuro de nuestro planeta no siempre son consideradas una prioridad por los legisladores. Afortunadamente, hoy los consumidores empiezan a demandar a las empresas un mayor compromiso con el medio ambiente. Los consumidores rechazan los productos o servicios más contaminantes e, incluso, están dispuestos a pagar más por los menos contaminantes. Ante este nuevo escenario, las compañías se están preocupando por mostrarse ante la comunidad lo más “verdes” posible. Pero no siempre se corresponde con la realidad, sino que se produce lo que los anglosajones llaman “greenwashing” y nosotros deberíamos traducir por “publicidad verde engañosa”.
Según la Wikipedia, el greenwashing es “un término que describe el uso engañoso de marketing verde para promover una percepción errónea de que las políticas o los productos de una compañía son adecuados desde el punto de vista medioambiental”.
Se puede decir que se está ante un caso de greenwashing cuando una compañía o una organización gasta más tiempo y dinero proclamando ser “verde” a través de la publicidad y el marketing que implementando prácticas y cambios de negocio que minimicen su impacto ambiental.
Vale, es otro tipo más de publicidad engañosa, ¿por qué éste representa un problema mayor?
Últimamente parece que todo se ha vuelto “ecológico”: los coches, las aerolíneas, las compañías, los comercios, los restaurantes… Afortunadamente, en la mayoría de los casos, es una buena noticia. Sin embargo, es malo si es una práctica de greenwashing, y es malo para el medio ambiente, para los consumidores e incluso para el propio negocio que realiza la práctica.
Medio Ambiente: En el peor de los casos, esta práctica puede hacer que los consumidores en masa consuman productos o servicios completamente perjudiciales para el medio ambiente. En el mejor de los casos, esta práctica desplazará las ventas hacia referencias que no son ni mejores ni peores que otras para el medio ambiente.
Consumidores: A nadie le gusta que se aprovechen de uno, especialmente en temas económicos. La última cosa que desean los consumidores es gastar dinero extra en un producto o servicio pensando que es lo correcto para el medio ambiente, pero en realidad no lo es (o al menos no lo es tanto como la publicidad quiere hacerles creer).
Negocio/Mercado: Las compañías más avanzadas están descubriendo que hacer lo correcto respecto al medio ambiente aumenta su rentabilidad en muchos casos. Es una pena, que a pesar de haber multitud de opciones para reducir el impacto medioambiental o mejorar sus productos y procesos, muchas empresas no hagan nada para ello. Incluso en los casos peores, algunas empresas simplemente emplean sus recursos en disfrazarse como empresas verdes. Sin embargo, a medida que aumenta el “entrenamiento” de los consumidores, estos empiezan a distinguir a las compañías honestas de las tramposas.
Tarde o temprano, la práctica del greenwashing les explotará en las manos, destrozando la reputación de la compañía y consecuentemente también sus ventas.
Vale, problemática entendida, ¿qué podemos hacer para erradicar esta práctica?
En 2008, la Universidad de Oregón creó el sistema GREENWASHING INDEX, en que cualquiera que lo desee puede enviar y valorar los reclamos publicitarios ecológicos . Los usuarios evalúan de forma justificada la veracidad de los anuncios en una escala de 1 a 5 donde el 1 significa sincero y el 5 significa falso.
En ese mismo año, la asociación británica Carbon Trust, lanzó su certificación Carbon Trust Standard, en la cual se incluyen protocolos de medida de reducción de impacto ambiental que impiden la tentación del greenwashing.
En España, no existen iniciativas similares. Algunas compañías voluntariamente están realizando Declaraciones Ambientales de Producto (o Environmental Product Declaration, EPD) de sus productos bajo la certificación ISO 14025, que obliga a utilizar metodologías certificadas y a publicar los resultados haciendo un verdadero ejercicio de transparencia medioambiental. Desafortunadamente, son casos meramente testimoniales.
En España, como ciudadanos-consumidores, aún no parece que estemos concienciados de que nuestro mayor poder para cambiar el mundo no es nuestro voto, sino nuestra cartera.
Otro posible ejemplo o indicador de dichas diferencias de mentalidad es la comparación de los efectos que el “Dieselgate” ha producido sobre las ventas de vehículos Volkswagen en España y en el Reino Unido.
Y tú, ¿conoces algún caso de greenwashing? ¿Qué porcentaje de sobrecoste estarías dispuesto a pagar por un producto o servicio más respetuoso con el medio ambiente?
¿Has pensado alguna vez quién decide cuándo hay que reparar una carretera o un túnel? Lo más habitual es que un operario, a pie, vaya anotando en un cuaderno los deterioros que ve y utilice estas anotaciones para determinar el estado de la infraestructura. En muchas ocasiones los operarios caminan por el arcén, mientras el tráfico circula normalmente a su alrededor, con el consiguiente peligro tanto para ellos como para los usuarios de la vía. Esta tarea resulta realmente monótona y repetitiva, provocando fatiga visual en los operarios, lo que hace difícil que obtengan unos grados de fiabilidad aceptables. Además, aunque la inspección visual cuando es realizada por operarios se adapta muy bien a nuevas situaciones, tiene un alto grado de subjetividad, lo que provoca que ante una misma situación dos operarios distintos, o el mismo operario en distintas ocasiones, ofrezcan resultados diferentes.
La aplicación de nuevas tecnologías para realizar estas inspecciones permite reducir estos riesgos, obtener resultados objetivos, incrementar la velocidad de inspección, y disponer de estos datos digitalizados. En definitiva, mejora las condiciones de trabajo de los operarios y la calidad de los resultados.
Entre las distintas variables que se necesita medir en las infraestructuras viarias, está el deterioro superficial. Para medir este deterioro, es preciso analizar la apariencia visual de la superficie. La tecnología que nos permite obtener está información son las cámaras. Pero debemos tener en cuenta que este tipo de superficies tiene unas peculiaridades que no nos permiten obtener los resultados deseados utilizando cámaras convencionales.
Este tipo de superficies se caracterizan por tener un ancho acotado y una longitud indeterminada, pero mucho mayor que su anchura, por lo que podríamos considerarlas superficies continuas. Las imágenes de estas superficies deben capturarse en movimiento y a la mayor velocidad posible para conseguir realizar la adquisición de forma eficiente. Para ello, aunque sería posible utilizar cámaras matriciales, es mucho más recomendable utilizar cámaras lineales. Una cámara lineal construye la imagen capturándola línea a línea, y por lo tanto construyendo una imagen continua en la dirección de avance. La cámara consta de un sensor lineal, que suele oscilar entre los 512 y los 12.000 píxeles, y para realizar la captura del objeto, éste debe desplazarse con respecto a la cámara, o bien la cámara debe desplazarse respecto al objeto.
La principal ventaja de utilizar una cámara lineal es que solo es necesario iluminar una delgada línea del objeto a inspeccionar. Gracias a ello, se reduce drásticamente la cantidad de energía necesaria y es más sencillo conseguir iluminar de forma homogénea la zona a inspeccionar. La iluminación de una línea se realiza fundamentalmente mediante fuentes de iluminación led que concentran la luz mediante ópticas en una línea del ancho deseado. Para conseguirlo, el sistema de iluminación debe encontrarse a la distancia adecuada del objeto a inspeccionar y debe alinearse con el sensor de la cámara con gran precisión. También son muy efectivas las fuentes de iluminación láser, con la ventaja de que concentran la luz a cualquier distancia. Por último, para sincronizar la adquisición de cada imagen con el desplazamiento de la superficie a inspeccionar respecto a la cámara, se utilizan codificadores incrementales, que generan un pulso cada vez que el vehículo de inspección se desplaza una distancia determinada, indicando a la cámara el instante exacto en el que debe adquirirse la línea de la imagen.
Detección de fisuras en túneles
Disponer de las imágenes de la superficie a inspeccionar, es por sí mismo de una gran utilidad para el gestor de la infraestructura. Sin embargo, lo que realmente le da un valor añadido al sistema de inspección, es la interpretación automática de las imágenes. Recordemos que el objetivo último es detectar la presencia de deterioros en la superficie y catalogarlos según su tipo. En muchas ocasiones resulta difícil separar automáticamente los defectos de la zona sin deterioro y además deterioros de un mismo tipo tienen una apariencia visual muy dispar.
Para lograr el correcto procesamiento de las imágenes se han desarrollado complejas técnicas de procesamiento de imágenes que caracterizan las anomalías en el dominio espacio-frecuencial.
En CARTIF, en colaboración con empresas del sector de la construcción, se ha abordado la inspección de estas superficies en diversos proyectos de investigación. En uno de ellos, por ejemplo, se ha desarrollado un vehículo de inspección para detectar deterioros en la superficie de la carretera. Por otro lado, se ha desarrollado una plataforma de inspección del recubrimiento de la superficie de túneles.
Los resultados obtenidos en la inspección son mostrados al usuario final, de tal manera que le permita tomar las decisiones oportunas y, fundamentalmente, determinar cuándo debe ser reparada la infraestructura.
En el año 2800, según nos contó la mágica Pixar®, el robot de limpieza WALL-E lleva cientos de solitarios años haciendo aquello para lo que fue construido: limpiar la Tierra de basura y recolectar cosas inservibles, en un planeta devastado y sin vida. Lo que no sabemos es si WALL-E conocía las bondades del reciclaje, la importancia de poder otorgar un segundo ciclo de vida a las cosas y, sobre todo, si sabía que el plástico que recogía en su día a día debía llevarlo al contenedor amarillo. Y es que, quizás, alguien debería haberle contado a WALL-E que los plásticos son materiales valiosos y se caracterizan por tener un interesante potencial para ser reciclados, muchas veces sin perder valor ni propiedades funcionales.
La producción masiva de plásticos se generalizó en los años 50 y ha aumentado exponencialmente en los últimos años (Plastics Europe, 2015). Además, y según la web de AEMA, cerca de un tercio de la producción actual se debe a envases desechables que se abandonan al cabo de un año aproximadamente.
«Una Europa que utilice eficazmente los recursos» es una de las siete iniciativas emblemáticas que forman parte de la estrategia Europa 2020. Y utilizar eficazmente los recursos plásticos post-consumo implica poder reciclarlos, bien sea:
Químicamente, rompiendo las moléculas de los residuos plásticos para dar origen nuevamente a materia prima básica que puede ser utilizada para fabricar nuevos plásticos vírgenes, o
Mecánicamente, a través de diferentes procesos físicos en los que los residuos plásticos se vuelven a poner en circulación para su reutilización, tras una serie de etapas que pueden comprender acopio, lavado, separación, molido, aglutinado etc …
¿Y por qué es tan importante hacerlo? Echad un vistazo a los siguientes datos, extraídos del nuevo informe del World Economic Forum publicado el pasado mes de enero, sobre el futuro de los plásticos:
Se estima que actualmente existen en el mar 150 millones de toneladas de plástico.
La producción de plástico se ha multiplicado por 20 en los últimos 50 años y se triplicará en los próximos 30 años, pudiendo alcanzar las 1.124 toneladas.
Los residuos plásticos representan más del 12 % del total de residuos sólidos urbanos, en comparación con el 1 % de 1960.
El 95 % del valor material de los embalajes plásticos se pierde después de un solo uso.
Si los componentes de los productos que se fabrican se reutilizaran y no acabasen siendo residuos, se ahorrarían 625 M€.
Si se pusieran en fila todas las botellas de agua que se consumen en EE.UU en una sola semana, darían cinco vueltas al planeta.
Mientras caminamos hacia un escenario futuro en el que disminuya progresivamente la necesidad de plástico virgen, debemos trabajar en investigar, desarrollar y optimizar nuevas técnicas de reciclado, mejorando sus tasas de eficacia.
En entradas anteriores ya os hemos hablado de la importancia de la concienciación y de la responsabilidad individual, así que aprender a reciclar y reutilizar desde nuestros hogares puede ser un buen punto de partida para ello. Y qué mejor manera de comenzar que con los más pequeños.
Con esta intención y en colaboración con el Ayuntamiento de Valladolid, hemos organizado el próximo domingo 24 de abril un evento dirigido al público infantil, en el marco del proyecto LIFE COLRECEPS, con el objetivo de concienciar sobre el reciclado del poliestireno expandido, más conocido como corcho blanco.
En el evento se creará una escultura de poliestireno sostenible, en forma de mosaico, a partir de unos trozos de corcho pintados para la ocasión por los niños que participen… ¡y habrá premio! El objetivo es demostrar que, gracias a tecnologías como la que se está desarrollando en este proyecto, los plásticos pueden tener infinitas vidas y no tienen por qué estar condenados a terminar en un vertedero.
Síguenos en nuestras redes sociales para conocer más detalles al respecto… ¡allí nos vemos!
En un tiempo en que las tecnologías están presentes en todos los ámbitos de la vida de una persona, la accesibilidad TIC es imprescindible para asegurar la igualdad de oportunidades para todas las personas en el uso y acceso de recursos, productos y servicios.
En España, según el informe sobre Estrategia Española de la Discapacidad, un 8,5% de la población declara tener alguna discapacidad.
Teniendo en cuenta esta cifra, la tendencia a crear normativas y estándares para que las empresas ofrezcan productos accesibles, puede convertir el producto, no sólo en un bien social, sino también en una oportunidad de mercado.
Las grandes empresas, se pronuncian al respecto y empiezan a dirigir sus proyectos hacia la discapacidad. En este mes de marzo, Microsoft ha liderado una jornada informativa centrada en el “Estándar Europeo de Accesibilidad y su impacto en la industria TIC”.
En esta jornada se han reunido expertos nacionales de asociaciones y entidades públicas y privadas con Alex Li, experto en accesibilidad y analista de estándares de Microsoft. Juntos, han analizado las implicaciones de este estándar, su implementación en las administraciones españolas y la creación de mecanismos para garantizar su cumplimiento.
El Estándar Europeo de Accesibilidad se aprobó en febrero de 2014 y ha sido adaptado en España a partir de la norma europea EN 301 549: “Requisitos de accesibilidad adecuados para la contratación pública de productos y servicios TIC en Europa”.
Con este estándar se establecen los requisitos funcionales para garantizar que los productos y servicios TIC sean accesibles para todas las personas. Además, la norma europea describe los procedimientos de ensayo y la metodología de evaluación de cada uno de ellos.
Aun siendo conscientes de la importancia de la norma y de su aportación a derechos fundamentales, no es de obligado cumplimiento, por lo que se insta tanto a la administración como a las empresas privadas a responsabilizarse de su implantación en la industria TIC.
La implicación de la administración pasa por incluir la accesibilidad en las licitaciones y en sus criterios de contratación y la garantía de su cumplimiento. La de las empresas privadas por ofertar productos con accesibilidad integrada desde el principio del diseño.
Los puntos más destacables de las conclusiones de las jornadas se pueden resumir en los siguientes:
• “El estándar acercará la tecnología a un mayor número de personas“ (Alex Li – Microsoft) • “El diseño para todos deber ser incorporado de serie”. (Miguel Ángel Valero -CEAPAT) • “La norma establece unos mínimos. La responsabilidad de su implementación es de todos”. (Loïc Marínez – Equipo redactor de la norma) • “La integración de la accesibilidad es también una obligación moral” (Miguel Ángel Valero – CEAPAT) • “El diseño accesible es una oportunidad de mercado que las empresas deben aprovechar” (Jesús Hernández – Fundación ONCE)
En cuánto a los debates abiertos, cabe destacar el referente a la garantía y certificación de la accesibilidad del producto. Por un lado, están aquellos que creen que debe existir una certificación externa para garantizar la accesibilidad de los productos. Por otro, aquellos que creen que cada empresa debe auto certificar su producto.
La segunda opción puede resultar mucho más práctica y fácil de aplicar, ya que cada empresa conoce mejor que nadie su producto. Sin embargo, asociaciones relacionadas con la discapacidad parten de la desconfianza de la no aplicación de otras normas por empresas que dicen hacerlo, como ocurre en muchas ocasiones con la accesibilidad web.
Otro debate abierto, es el que se refiere a la vigilancia por parte de la administración del cumplimiento de la norma. Li, apoya la idea de medidas por incumplimiento de contrato. Para ello, el contrato o licitación debe llevar claramente incluidas las condiciones de accesibilidad del producto o servicio.
Por otra parte, si entre los criterios para la contratación pública se incluyen pautas de accesibilidad, las empresas que lo ofrezcan tendrán una ventaja competitiva sobre el resto, y la administración tiene en su mano garantizar la accesibilidad del producto.
Tenemos a la vista la posibilidad de evitar futuras sanciones, la oportunidad de mercado y la satisfacción de crear y vender productos socialmente inclusivos.