Desde el comienzo de los tiempos existen muy pocas cosas que sepamos que van a ocurrir con total seguridad. El mundo está plagado de acontecimientos y eventos aleatorios muy difíciles de predecir, incluso para nuestra compañera la inteligencia artificial que muchas veces parece que es una especie de panacea que todo puede solucionar.
Sin embargo, existe algo que os garantizo que va a ocurrir, y de cierta manera, está ocurriendo en este mismo momento. Nos hacemos mayores. Dentro de nuestro ciclo de vida, el tiempo va pasando a medida que vivimos experiencias, cumplimos etapas y alcanzamos objetivos. Este tiempo, aunque no lo queramos, poco a poco nos conduce a una disminución de habilidades tanto físicas como psicológicas, hasta el punto de que el hecho de realizar las tareas cotidianas dentro del hogar supone un verdadero reto, y a veces incluso algo peligroso. En este momento surge la duda, ¿busco una persona que me ayude o, por el contrario, busco un centro residencial donde vivir?
Para muchas personas, su hogar es su símbolo de independencia. Su casa es ese sitio donde puede imponer sus propias reglas y donde no tiene que rendir cuentas a nadie. Según un estudio realizado en 2020, existen en España alrededor de 4.849.900 personas que viven solas, y dentro de esta cifra, más de 2 millones tienen 65 años o más. Esto supone un 43,6% del total. Sin embargo, lo curioso de esta estadística no es sólo el importante número de gente mayor que vive sola, sino que este porcentaje ha aumentado un 6,1% con respecto al año anterior. Por lo tanto, se entiende que la tendencia de la sociedad es la de vivir en solitario una vez que se superan los 65 años.
Sin embargo, tal y como comencé explicando al principio de este post, llega un momento en el que acordarse de ciertas tareas sencillas, como puede ser tomar las medicinas en el horario correspondiente, puede resultar algo difícil e incluso frustrante, y el hecho de no acordarse puede suponer una situación de peligro. Con todo esto, sería interesante contar con una persona o un sistema que nos recordase tomar las medicinas a tiempo si no lo hemos hecho, o recordarnos que tenemos que comer si se nos ha pasado la hora, pero sin que nos «moleste» mucho en nuestro día a día. Para esto podría entrar en juego un tema que está muy de moda hoy en día, la domótica.
Podríamos decir que comenzamos a hablar de domótica en la década de los 70, con distintas pruebas piloto de automatización de edificios, pero no fue hasta la década de los 80 cuando se inició el desarrollo a nivel comercial para distribuirlos por hogares urbanos. A día de hoy, sin entrar mucho en temas de estándares y aspectos tecnológicos, se puede hacer el siguiente desglose dentro de una rama tan grande como es la domótica:
Sensorización y recogida de datos (Si ocurre esto): Se trata de la primera etapa a tener en cuenta dentro de nuestro sistema domótico. Lo que queremos hacer es recoger datos y eventos dentro de nuestro hogar. Queremos saber si se ha abierto la puerta de la calle para saber si nos han entrado a robar, la temperatura de nuestra casa por si hay que encender la calefacción o la presencia en una determinada estancia para que se encienda la luz de forma automática. Todo esto se puede conseguir gracias a la tecnología, que monitoriza los estados de nuestra casa a través de una red de sensores que miden parámetros físicos, como la temperatura, la humedad o la luminosidad.
Actuadores y ejecutores de acción (Entonces haz esto): Una vez que ya sabemos lo que ha ocurrido dentro de casa, entraría en juego esta segunda etapa, le indicamos a un enchufe que encienda un electrodoméstico, por ejemplo, o a un motorcillo que nos abra una puerta o ventana.
Con todo esto, se entiende que una persona realiza sus tareas diarias siguiendo unos patrones más o menos establecidos. Por ejemplo, una persona que entra en su cuarto de baño, cierra la puerta y acto seguido la humedad dentro de esa estancia comienza a elevarse a unos niveles por encima de lo normal, se puede deducir que se está duchando. Otro ejemplo puede ser que sea la hora de comer y que la temperatura en la zona donde se encuentra la vitrocerámica comienza a aumentar, al mismo tiempo que se abre el frigorífico y los cajones donde se encuentran las especias. Entonces se puede deducir que la persona está cocinando. Por lo tanto, es posible realizar el seguimiento de las tareas que realiza una persona mayor que vive sola utilizando una red domótica que recoja los eventos que van ocurriendo por la casa y una inteligencia artificial (como puede ser una red neuronal) que se encargue de procesar estos datos. Una vez que se ha cumplido la etapa de adquisición de datos, sería interesante la integración de esta información con los distintos sistemas de teleasistencia de la región. De esta manera, en función de las actividades diarias que se van detectando (o que, en su defecto, no se han detectado), el sistema de teleasistencia puede brindar sugerencias a la persona o, si se detecta una situación de peligro como puede ser una caída, intervenir de forma presencial.
Desde el área de Bienestar y Salud del Centro Tecnológico CARTIF buscamos ofrecer soluciones para que las personas mayores puedan vivir de una forma plena y autónoma el mayor tiempo posible. Por esta razón, una de nuestras líneas de investigación se está centrando en el contenido de este post para que las personas mayores puedan permanecer en su casa de una forma totalmente operativa y segura. El tema que se ha tratado respecto a la domótica servirá para prestar un apoyo frente a la disminución de habilidades tanto físicas como sensoriales. Sin embargo, también estamos trabajando en soluciones para mejorar la autonomía en los hogares frente al deterioro físico mediante el desarrollo de asistentes tecnológicos para el uso de inodoro y andadores inteligentes.
En resumen, quiero enfatizar que es muy importante cuidar el bienestar de nuestros mayores y proporcionar soluciones que les permitan estar plenamente activos y que gocen de una mente sana. Queramos o no, el tiempo pasa para todos.
Aunque parezca mentira, la vejez es un fenómeno relativamente nuevo en la sociedad occidental. Es a partir del siglo XIX cuando, gracias a los avances del desarrollo industrial y científico, aumenta el número de ancianos y su esperanza de vida, pero a la vez se incrementa el desprestigio de la vejez. Al aumentar considerablemente el número de ancianos en la sociedad, estos alcanzan un nivel de representatividad mayor social que les hace cobrar significado público y político. Y un punto importante es que, si tenemos suerte, ´ y os la deseo a todos los que lean el post` , vamos a vivir una larga vejez.
La sociedad en la que vivimos actualmente presiona y margina socialmente a personas con una buena condición física e intelectual basándose en la edad numérica, y sin embargo ensalza a la juventud. Por un lado, exige a los ancianos ser dinámicos, pero al mismo tiempo les demanda un código moral y obligaciones en la vestimenta, la apariencia y represión en el ámbito sexual.
Se han elaborado unos modelos de vida para los ancianos que estos no han asumido por completo y que además no se ha contado con su participación en el momento de diseñarlos.
A pesar de lo que se vive en la sociedad actual a nivel mundial, existen zonas en el planeta en las que ser una persona mayor está considerado como una fuente de sabiduría y el que puede aportar valor a la sociedad. En estas partes del mundo, las personas viven durante más tiempo de forma sencilla, realizando actividades físicas agradables como caminar o cultivar un huerto, despertándose con sentido del propósito vital cada día, eligiendo sabiamente la comida que se llevan a la boca y manteniendo una sólida y estrecha relación tanto con familiares como con amigos. A estas regiones del planeta se las denomina «Zonas Azules», estas regiones fueron identificadas por los científicos y demógrafos que han encontrado que las características específicas locales y las prácticas dan lugar a una alta incidencia de casos de longevidad1.
Las cinco regiones identificadas por cumplir con estos requisitos son:
Cerdeña, Italia (específicamente la provincia de Nuoro y Ogliastra).
La isla de Okinawa, Japón.
Loma Linda, California. Investigadores estudiaron a un grupo de adventistas del séptimo día, que se encuentran entre las más longevas de los Estados Unidos.
Península de Nicoya, Costa Rica.
Icaria, isla de Grecia cerca de la costa turca.
Los investigadores que han estado estudiando estas zonas han resumido en dos los factores que determinan su existencia:
La salud: Los habitantes de estas zonas practican ejercicio moderado con regularidad, se alimentan con una alta cantidad de productos a base de plantas, beben alcohol, pero no excesivamente, y practican el Hara Hachi Bu, concepto japonés que implica comer hasta estar un 80% saciado.
El ámbito social: Los habitantes de las zonas azules realizan rituales para reducir el estrés, rezar, siestas, ceremonias del té. Tienen razones para levantarse cada mañana, participan en actividades colectivas con entornos que propician los hábitos saludables. También, construyen y mantienen vínculos sanos con personas de su entorno familiar y comunitario y desarrollan prácticas colectivas espirituales o religiosas.
Dentro del área de Bienestar y Salud del centro tecnológico de CARTIF, nuestro propósito está en la línea de contribuir a que las personas mayores puedan optar por vivir de una manera plena y autónoma el mayor tiempo posible mientras puedan seguir aportando valor a la comunidad. De esta manera, se pueda dejar de pensar que las personas mayores son una carga, y posibilitar nuevos conceptos en los que las personas mayores sean un activo social. De este propósito surge en CARTIF la participación activa en diferentes entidades en las que trabajamos alineados en estos objetivos, como es la participación en el Clúster de Soluciones Innovadoras para la Vida Independiente (Clúster SIVI), el Clúster de Salud de Castilla y León (Clúster Biotecyl) y la participación activa en el Digital Innovation Hub en Silver Economy de Zamora (DIHSE) que se va a presentar como candidato a formar parte de la red europea de European Digital Innovations Hubs.
Esta iniciativa es importante porque el Centro de Innovación Digital Silver Economy –DIHSE– busca ser la «ventanilla única» a través de la cual, pymes, start-ups y otras entidades públicas y privadas puedan acceder a la información, los servicios e instalaciones que precisen para abordar con éxito sus procesos de Transformación Digital dirigidos a incentivar una economía Silver (ciudadanía en edad superior a 50 años) eficiente.
La misión de DIHSE es ayudar a las PYMEs del sector asistencial, Turismo Silver y agroalimentario, así como a las administraciones públicas locales, de nuestra comunidad castellano-leonesa; en sus procesos de digitalización y brindar acceso a los últimos conocimientos y tecnologías, siendo además un nexo de unión, una puerta a la colaboración entre distintas regiones para la innovación digital.
Somos conscientes de que actualmente las necesidades biológicas básicas de las personas mayores están en su gran mayoría satisfechas gracias a los avances en la ciencia y la medicina y con esta labor podemos estar ciertamente orgullosos, pero para dar sentido a la vida las necesidades biológicas no son suficiente.
Ayudar a la proliferación de las zonas azules a otras partes del planeta debe de ser uno de los objetivos a tener en cuenta por la sociedad, a investigación básica y la investigación aplicada pueden aportar su granito de arena a este propósito.
Desde CARTIF estamos trabajando en desarrollar soluciones que aporten valor en la calidad de vida de las personas a la vez que se integran en los procesos socio- sanitarios en los que intervienen los profesionales. Un nuevo desarrollo tecnológico que no está integrado en los procesos de una manera funcional o que interopera digitalmente con otras soluciones es una isla que aporta un valor reducido o no es sostenible en el tiempo.
Por concretar un poquito más, el área de Bienestar y Salud, cuenta con dos líneas de investigación que persiguen mejorar diferentes aspectos de la calidad en el soporte a la decisión clínica y otras líneas que se centran en robótica con diferentes finalidades:
Soporte a la decisión Socio-Asistencial de los profesionales y de los usuarios mediante (Procesamiento de señales biomédicas, Machine Learning así como Soporte a la decisión de Gestión (interoperabilidad basada en estándares, modelado discreto de procesos o Gemelo Digital) con proyectos como ISA (estudio de un marco de interoperabilidad socio-asistencial), IDEALNET (Red transfronteriza de innovación en diagnóstico precoz de Leucemia para un envejecimiento saludable).
Robótica Interacción Social, en proyectos como el AIROSO y UNO MÁS que están en ejecución. Estamos trabajando en el desarrollo de la robótica de compañía. En interacción de fuerzas hombre-robot (rehabilitación, tonificación) con proyectos como THERMES (estudio de tecnologías para desarrollar robots de rehabilitación). SHAREM (desarrollo de soluciones mecatrónicas modulares de coste accesible para rehabilitación y tonificación) e IDET (desarrollo de un entorno de desarrollo de terapias para profesionales terapeutas sin un alto conocimiento de desarrollo de software).
Desarrollo de soluciones técnicas que permitan mejorar las capacidades de autonomía de las personas en su domicilio. En el proyecto PROCURA desarrollamos un Andador Inteligente y un asistente tecnológico para el uso del inodoro.
Nuestro compromiso es firme y esperamos en algún momento conseguir replicar las zonas azules para el bienestar de nuestros ancianos.
Las nuevas tecnologías traen cambios importantes en todos los sentidos de la vida de la humanidad. Concretamente la inteligencia artificial (IA), va a cambiar el propio sentido del concepto de “ser humano” e incluso el del trabajo, que siempre ha estado tan vinculado a nosotros.
La episteme es un término reformulado por Michel Focault en siglo XX y consiste en el conocimiento vinculado a “una verdad” temporal, impuesta por el poder propio de la época en la que se genera. Por tanto, las personas que se encuentran fuera de este marco temporal de conocimiento, tendrán serias dificultades para entenderlo o concebirlo.
El concepto de humanidad que se tenía en la visión teocéntrica del mundo durante la gran parte de la Edad Media, en la que todo giraba en torno a Dios, era totalmente diferente al antropocentrismo surgido a partir del humanismo renacentista del siglo XV. En el primer caso, el hombre es una herramienta para la gloria de Dios que es la medida de todo en el universo, pero a partir del humanismo el hombre va a ser el centro del todo y va a ser a partir de él desde el que va a clasificar, medir y evaluar el universo. Desde entonces todos los fenómenos y elementos que aparecen y dejan de aparecer guardan relación con nosotros.
Pongámonos en la tesitura de la existencia de una raza alienígena. Si esta raza se hubiera manifestado ante nosotros en la Edad Media, hubiéramos relacionado su existencia con algún designio divino, los hubiéramos incluido en la categoría de ángeles o demonios. Actualmente, el mismo hecho sería interpretado por y para nosotros. ¿Qué beneficios aportaría la llegada de estos vecinos estelares a la tierra? ¿Qué amenaza supondría para nosotros? ¿Se parecerían a nosotros? ¿Podríamos aprovecharnos de ellos o establecer relaciones de paz? Siendo nosotros la cúspide de la pirámide intelectual, ¿repetirán nuestro comportamiento y nos someterán en caso de contar con una tecnología superior?
Con el concepto de “trabajo” pasa algo parecido. El trabajo ha pasado de ser “el castigo de Dios al hombre por el pecado original”, a “una forma de honrar a Dios “, y actualmente el trabajo se vincula teóricamente con términos como “pasión o vocación”.
Actualmente, vemos como muchas actividades legales humanas remuneradas cuesta que sean considerada como trabajo, creador de contenidos en YouTube, Social media manager, influencer, etc. Y ni que decir de los debates éticos y morales surgidos con respecto a la consideración de un clon como ser humano o no. La episteme está cambiando, pero como ya ha pasado a lo largo de la historia, nos estamos resistiendo a la evidencia, dos conceptos que para nosotros llevan siendo fundamentales hace ya unos cuantos siglos, y que empiezan su declive. La humanidad ya no es solo la inteligencia superior, cuatro extremidades y un cerebro, un clon también puede tener cuatro extremidades, y la inteligencia, tal y como la medimos actualmente, es muy superada por un ordenador.
Con el trabajo pasa más de lo mismo, no solo debe estar en sintonía con unos valores de las personas, sino que además debe existir una motivación continua, con incentivos que van mucho más allá de la mera retribución económica, todo apunta a que el nuevo concepto de trabajo no va a estar vinculado a un lugar concreto, sino más bien a unos objetivos a cumplir. Hasta ahora el desafío del mundo laboral consiste en que las personas mediante una serie de pasos formativos, (bachillerato, grados, cursos, masters, etc.) se intenten amoldar a lo que ofrece el mercado laboral, ¿pero y si en el futuro la personas se forman para ellos mismos mediante sus talentos naturales genera riqueza? ¿Quién sabe? No pasarán muchos años antes de que veamos la nueva episteme del trabajo.
Las ideas cambian según la época de las personas que las elaboran, así que cabe preguntarse si vamos a participar en esos cambios que eventualmente terminaran imponiéndose, o si por el contrario nos quedaremos observando como meros espectadores viendo como el mundo sigue su curso mientras nos aferramos a la nostalgia del pasado, de cuando la humanidad y el trabajo nos definían como personas.
Es curioso cómo, en el momento en el que nos encontramos, nuestro sentido del tiempo se ha visto tan trastocado debido al confinamiento al que se ve sometida toda la población.
La humanidad ha ideado todo tipo de herramientas que le permitan sentir que tiene todo bajo control. Es por ello que lo más común para corroborar el transcurso del tiempo sea el uso del reloj. Pero en estos momentos, ¿es realmente tan fiable el reloj? Y, si es así ¿porque parece que el tiempo pasa tan despacio? ¿Y si el reloj no es más que otra de las ilusiones inventadas por la humanidad para aparentar control sobre algo tan intangible como el tiempo?
El tiempo es mucho más que un número, el tiempo se debe vivir y sentir para poder experimentar su paso. Nuestra percepción del tiempo es muy subjetiva y mantiene una relación estrecha con la situación emocional que ahora soportamos. La mayoría de las personas hemos notado en algún momento de nuestras vidas cómo la celeridad del tiempo es un factor variable vinculado a nuestras emociones. En situaciones agradables, se nos pasa volando, cuando realizamos alguna actividad placentera o nueva, cuando nos encontramos motivados o cuando estamos hasta arriba de tareas. Pasa todo lo contrario con el tiempo cuando lo estamos pasando mal, cuando somos impacientes o en cualquier situación incómoda, como pueden ser estar en peligro o cuando nos aburrimos. También, mención especial a la lentitud del tiempo cuando le estamos prestando atención, es decir, cuando estamos pendientes del transcurso de los minutos, por ejemplo, al hacer deportes o acudir al gimnasio.
Las observaciones anteriores nos llevan a entender la importancia que tiene el cómo la valoración subjetiva que hacemos de la percepción del tiempo influye esto en nuestras vidas. Ramón Bayés (El reloj emocional; Barcelona: Alienta Ed. 2007), nos anima a examinar los elementos que influyen en esa percepción, dado que resulta importante para nuestra salud mental, ‘gestionar el tiempo interior, es decir, el que apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para conseguir bienestar’. Estamos en constante guerra con el tiempo, unas veces deseando que vaya más deprisa y otras más lento. Lo que nos tenemos que plantear en estos casos es qué factores subjetivos nos motivan a tener una expectativa sobre cómo debería transcurrir el tiempo. Es decir, preguntarnos ¿cuáles son las emociones que nos llevan a pensar que el tiempo está pasando muy lento o muy rápido?, y una vez inidentificadas, centrarnos en estas porque es lo que poseemos, el tiempo nunca va a estar en nuestras manos. Así además ayudamos a controlar las alarmas emocionales del cerebro que nos pueden generar un estado de estrés que puede perjudicar gravemente a nuestra salud. Recordemos que el estrés libera hormonas como el cortisol y una de las consecuencias de esto es la depresión del sistema inmunológico, un sistema que hoy más que nunca nos conviene mantener todo lo saludable posible.
El 7 de abril es el día Mundial de la Salud. Resulta paradójico que este año lo vayamos a celebrar confinados debido a una pandemia mundial. Sin embargo, aunque #yomequedoencasa, la vida sigue y no podemos bajar la guardia en lo que a la salud se refiere.
Cada uno de nosotros asociamos el hecho de estar en casa con unos hábitos diferentes: unos a tranquilidad y descanso, otros a tareas domésticas, otros a familia. Sea cual sea tu situación, no hay excusas para hacerlo de una forma saludable y activa.
Pongámonos en situación con algunos datos procedentes del perfil sanitario de 2019 en España publicado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos):
España es el país de la UE con mayor esperanza de vida: 83,4 años en 2017, lo que supone 2,5 años por encima de la media de la UE. Los españoles hoy en día pueden esperar vivir unos 21,5 años más una vez alcanzada la edad de 65 años, 1,5 años más que la media de la UE. Este aumento de la esperanza de vida se produjo principalmente por una considerable reducción de las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, aunque la mortalidad por la enfermedad de Alzheimer se incrementó como consecuencia del aumento de la esperanza de vida.
España cuenta con unas de las tasas de mortalidad más bajas por causas evitables y tratables, lo que indica que las intervenciones de salud pública y asistencia sanitaria son, en algunos casos, eficaces. Sin embargo, aún queda mucho por hacer ya que las estimaciones sugieren que más de un tercio de las muertes en España pueden atribuirse a factores de riesgo asociado a hábitos de comportamiento, entre los que se incluyen el consumo de tabaco, una mala alimentación, el consumo de alcohol y la vida sedentaria (ver figura).
Figura: Porcentajes de muertes en España y en la UE atribuidos a factores de riesgo por comportamiento. Fuente: IHME (2018), Global Health Data Exchange (las estimaciones corresponden a 2017)
En el caso del tabaquismo, en 2005 se adoptó una ley antitabaco que se reforzó en 2010. La ley de 2010 fortalecía las normas relativas a la venta al por menor y a la publicidad de productos del tabaco; aumentaba la protección de los menores y de los no fumadores mediante la ampliación de las zonas sin humo a todos los lugares públicos; y promovía la aplicación de programas para dejar de fumar, especialmente en atención primaria. Al mismo tiempo, se incrementaron los impuestos sobre los cigarrillos, en un 3 % por paquete de cigarrillos en 2013 y en un 2,5 % más en 2017, junto con un 6,8 % de aumento en los impuestos sobre el tabaco para liar. Todas estas medidas han contribuido a que las tasas de tabaquismo hayan disminuido en los últimos quince años. Sin embargo, más de uno de cada cinco adultos españoles (22 %) seguía fumando a diario en 2017, lo que representa una proporción superior a la media de la UE (19 %).
En cuanto al sobrepeso y la obesidad, los datos son aún más alarmantes. En 2005, la Estrategia NAOS, gestionada por la Agencia española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, tuvo por objeto frenar el aumento de la obesidad en la población española. Ésta se reforzó mediante la Ley de seguridad alimentaria y nutrición adoptada en 2011, también con el objetivo de reducir el sobrepeso y la obesidad en los niños, prohibiendo en las escuelas los alimentos y bebidas con un alto contenido de ácidos grasos saturados, sal y azúcar, y, de forma más amplia, endureciendo la normativa sobre menús infantiles. Recientemente se ha trabajado para establecer un conjunto de indicadores que permitan evaluar el progreso en su aplicación y para la ejecución de actividades de promoción de la salud en materia de nutrición, actividad física y prevención de la obesidad (AECOSAN, 2019). En 2018, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social anunció nuevas medidas para reforzar la Estrategia NAOS y, entre ellas, una iniciativa sobre un nuevo etiquetado en la parte frontal de los paquetes utilizando el modelo Nutriscore. Mediante el uso de un código de colores fácil de entender (basado en un enfoque «semafórico»), esta iniciativa pretende ofrecer a los ciudadanos información más precisa sobre la calidad nutricional de los alimentos, si bien esta medida todavía no se ha aplicado. A comienzos de 2019, el Ministerio firmó también un acuerdo con casi cuatrocientas empresas alimentarias que se comprometieron a reducir el contenido de ácidos grasos saturados, sal y azúcares añadidos en sus productos. Sin embargo, los efectos hasta ahora parecen modestos. De hecho, la tasa de obesidad ha aumentado entre los adultos, lo que puede entorpecer los avances en la reducción de la mortalidad cardiovascular y otras causas de muerte relacionadas con ella: uno de cada seis españoles sufría obesidad en 2017 (17%), un incremento con respecto a la cifra de uno de cada ocho en 2001, también por encima de la media de la UE (15 %). Este aumento está relacionado con la escasa actividad física entre los adultos, así como con hábitos nutricionales poco sanos: únicamente alrededor del 35 % de los adultos afirmaba comer al menos una verdura al día. Lo misma situación nos encontramos en la población infanto-juvenil. Según el estudio PASOS (2019) un 14,2 % de la población infanto-juvenil padece sobrepeso y obesidad medida según el IMC y un 24,5 % presenta obesidad abdominal. La prevalencia de obesidad infantil ha crecido en las dos últimas décadas: un 1,6 % según IMC y un 8,3 % según obesidad abdominal.
No podemos hacer caso omiso a los datos. Un estilo de vida saludable y activo contribuye a que nuestra esperanza de vida sea de calidad. Algunas recomendaciones básicas:
Muévete, lleva una vida activa: sube por las escaleras, ve a trabajar andando o en bici siempre que sea posible, elige juegos que impliquen movimiento para hacer con tus hijos, baila, etc.
Come tranquilo: sigue tu sensación de saciedad y no tus emociones (evita comer por aburrimiento, ansiedad, etc.). Limita los ultraprocesados (puedes leer más al respecto en el post Realfooding, ¿una moda pasajera o ha llegado para quedarse?). Incluye frutas y verduras en todas tus ingestas. Dale prioridad a los hidratos de carbono integrales frente a los refinados. Varía los alimentos cada día. Come tranquilo y si puede ser, en compañía.
Hidrátate de forma regular durante todo el día.
Haz ejercicio diariamente: dedícale al menos 30 minutos al día a la actividad física que más te guste y varíala.
Descansa y duerme entre 6 y 8 horas diarias.
Dedícale tiempo a actividades que te gusten: leer, caminar, escribir, bailar, pintar, la fotografía, el cine, meditar, hablar con alguien que te inspire, etc.
Mantener unos hábitos de vida saludables debería ser un lema siempre presente en nuestras vidas, pero se convierte en esencial en situaciones difíciles como la que estamos viviendo. Es en estos momentos cuando iniciativas como #AlimentActivos de FIAB (Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas) cobran una especial relevancia. Se trata de una web en la que nos dan trucos e ideas, nos plantean retos y nos facilitan datos e información científica para llevar un estilo de vida saludable y activo.
No olvides que, a través de las redes sociales puedes seguir multitud de perfiles que nos inspiran en materia de alimentación y cocina saludable, ejercicio físico en casa, cómo mantener una buena salud mental, así como mantenernos positivos y relajados.
#HambreCero es el lema del Día Mundial de la Alimentación que se celebra el 16 de octubre liderado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a nivel mundial. El #HambreCero también forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Lograr el #HambreCero no se trata solo de alimentar a las personas que padecen hambre, sino también de hacerlo de una manera saludable y sostenible. La seguridad alimentaria en nuestro tiempo no es solo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Las dietas poco saludables se han convertido en el primer factor de riesgo de enfermedad y muerte en todo el mundo y es por eso que necesitamos llegar a toda la población con una variedad suficiente de alimentos seguros, nutritivos y asequibles, cuidando la salud del planeta del que todos dependemos. El Día Mundial de la Alimentación nos pide que actuemos en todos los sectores para alcanzar el #HambreCero, 100% nutrición.
Pero, ¿qué es una dieta sana y sostenible? La propia FAO determina que una dieta saludable es aquella que proporciona las necesidades nutricionales para mantener una vida activa y reducir el riesgo de contraer enfermedades mediante el consumo de alimentos inocuos, nutritivos y diversos. Y una dieta sostenible respalda soluciones arraigadas para la producción de alimentos con un bajo nivel de emisiones de gases de efecto invernadero y un uso moderado de recursos naturales como el suelo y el agua, al tiempo que aumenta la diversidad alimentaria para el futuro.
¿Cuál es la situación actual?
El alto consumo de platos ricos en azúcares, almidones refinados, grasas y sal se han convertido en la base de la alimentación de los países desarrollados, limitando el consumo de platos tradicionales elaborados con verduras, legumbres, cereales integrales, etc. Cocinamos menos, nos movemos menos y consumimos platos más preparados. El resultado es que estamos desnutridos. ¿Lo encuentra alarmante? ¿No crees que es por tanto? Veamos algunas cifras:
Actualmente, ya hay más personas con obesidad y sobrepeso en el mundo que las que tienen hambre: casi 800 millones de personas (672 adultos y 124 niños) en el mundo padecen obesidad y otros 40 millones de niños tienen sobrepeso. Sin embargo, se estima que hay alrededor de 820 millones de personas que padecen hambre (aproximadamente una de cada nueve).
Las dietas poco saludables junto con los estilos de vida sedentarios han superado al tabaquismo como el principal factor de riesgo de discapacidad y muerte en el mundo.
Aproximadamente 2.000 millones de euros se gastan cada año para tratar problemas de salud relacionados con la obesidad.
Estas son algunas de las conclusiones a las que llega la FAO en relación con el hambre y la malnutrición pero no son las únicas. Nuestra forma de alimentarnos también está teniendo consecuencias ambientales:
El daño ambiental causado por el sistema alimentario podría aumentar del 50 al 90%, debido al mayor consumo de alimentos procesados, carnes y otros productos de origen animal en los países de ingresos bajos y medios.
De unas 6.000 especies de plantas cultivadas para la alimentación a lo largo de la historia de la humanidad, hoy solo tres especies (trigo, maíz y arroz) suministran casi el 50 por ciento de nuestras calorías diarias. Necesitamos consumir una amplia variedad de alimentos nutritivos.
El cambio climático amenaza con reducir tanto la calidad como la cantidad de cultivos, reduciendo los cultivos. El aumento de las temperaturas también está agravando la escasez de agua, cambiando la relación entre plagas, plantas y patógenos y reduciendo los recursos marinos.
El sistema alimentario actual, que incluye la agricultura, la ganadería, el procesamiento, el envasado y el transporte, es responsable del 37% del total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) generadas anualmente, y las pérdidas y el desperdicio de alimentos también colabora con el 8-10% del total. suma. Belén Blanco nos cuenta con más detalle en el post «Dime lo que comes … y te diré si es bueno para el planeta».
Por todo esto, porque son realidades, todos juntos debemos concienciar sobre el problema del hambre, la desnutrición, el desperdicio de alimentos, el cambio climático, etc. La FAO hace un llamado a todas las personas a involucrarse en la implementación de alguna medida para lograr el #HambreCero.
¿Quiénes son los actores involucrados en este cambio que se está produciendo? La respuesta es todo. Modificar la forma de producir, suministrar y consumir alimentos. La participación de la industria en la limitación de grasas saturadas y trans, azúcares añadidos y sal. Eliminar la publicidad y promoción en alimentos poco saludables y especialmente aquellos dirigidos a niños y adolescentes. Implementar programas educativos sobre nutrición y salud. Son necesarias acciones de todos los niveles.
Y yo, como consumidor, ¿qué puedo hacer? Como consumidor, como ciudadano, como ser humano en este planeta, puede hacerlo. Piensa en cómo consumes, cómo comes y actúas por tu cuenta, a nivel individual y con las personas que te rodean. Aquí tienes una serie de medidas que pueden guiarte:
El Día Mundial de la Alimentación no es el único foro en el que se esfuerza por mejorar la seguridad alimentaria, pero la FAO también participa con la OMS y otras agencias en la implementación del Decenio de las Naciones Unidas para la Acción Nutricional (2016-2025). Su objetivo es fortalecer la acción conjunta para reducir el hambre y mejorar la nutrición en todo el mundo y ayudar a todos los países en sus compromisos específicos. El informe SOFI se publica anualmente para proporcionar información sobre los avances realizados para erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición. El último fue publicado el 15 de julio de 2019.
En el Día Mundial de la Alimentación, la FAO lanza un mensaje contundente: podemos acabar con el hambre y todas las formas de malnutrición para convertirnos en la generación #HambreCero. Pero esto supondrá la acción conjunta de todos, desde el compromiso de cada uno de nosotros en el cambio en la forma en que nos alimentamos, hasta la cooperación entre países para una transferencia eficiente de tecnología, por ejemplo, a través de la correcta toma de decisiones de gobiernos o por la participación de empresas privadas y medios de comunicación.