La comida está intrínsecamente ligada a nuestra salud y a nuestra calidad de vida hasta el punto de que los momentos de comida juegan un papel crucial en la satisfacción de nuestras necesidades tanto a nivel biológico (los nutrientes que nos aportan los alimentos que ingerimos) como a nivel psicosocial. Entre estos momentos, se encuentran aquellos asociados a los descansos, pausas, ocio o momentos de distracción típicamente asociados al consumo de los denominados snacks.
El concepto de snack engloba un amplio rango de productos y se asocia con alimentos listos para consumir, que encontramos apetecibles, que no tienen un coste muy elevado, que son fáciles de llevar a cualquier sitio y que satisfacen nuestros deseos de consumo en el momento en el que los necesitamos.
La pandemia causada por la Covid exarcebó el consumo de estos productos, por diferentes razones, como el estrés asociado a la soledad, a la situación per se que hemos vivido o al cuidado de nuestros seres queridos en las condiciones de pandemia, convirtiéndolos en productos de auténtico autopremio e indulgencia y, aún más, de inseparables acompañantes de la cerveza y el vino que aminoraban la sensación asocial que nos asedió en muchos casos.
No cabe duda de que nuestras elecciones en el consumo de alimentos están asociadas a multitud de factores, y que el estrés es uno de ellos. Las personas, estamos sufriendo actualmente más estrés que nunca y hay estudios que indican que, específicamente, el año 2020 ha sido «el peor y más estresante año que hemos vivido» (Gallup, 2021)1.
En la postpandemia, se ha mantenido un escenario híbrido de consumo donde seguimos comiendo snacks dentro de casa, pero volvemos a las ocasiones del ocio, a nuestros sitios de trabajo convirtiendo los descansos y los tiempos de comida en ocasiones para este picoteo.
Este «picoteo», o el consumo de snacks y alimentos o bebidas calóricas entre comidas es un factor relacionado con la salud mental y física y, se ha vinculado específicamente, con la obesidad y, por ende, con las enfermedades relacionadas con ésta. De hecho, este tipo de productos se han definido como una categoría de productos obesogénicos.
Aquí es donde podemos discernir entre un consumo de snacks saludables (frutas, verduras, alimentos elaborados bien formulados desde el punto de vista nutricional) y los snacks sobre los que debería caer todo el peso de la ley (ricos en grasas, azúcar, y elevado contenido en sal).
Los snacks, del tipo que sean, son parte de nuestra dieta e, incluso, hay personas que prefieren esta forma de alimentarse a través de comer en pequeñas cantidades como parte de su ritmo de vida, en lugar de comidas más grandes que pueden englobar el concepto de sentarse a la mesa. Ya hace algún tiempo que hablamos de la snackificación como una tendencia y aquí, en CARTIF, seguimos buscando las mejores formas de satisfacer esta nueva forma de alimentarnos o esta tendencia a comer entre horas para que sea de una forma más saludable.
«El snack es un alimento que, generalmente, supone una pequeña porción que se consume entre las comidas principales. Los snacks forman parte de la dieta diaria. La cuestión que nos planteamos es ¿qué es lo que buscamos en ese snack?
¿Cómo está el mercado actual? ¿Qué queremos comer como snack?
Los snacks siguen en absoluto auge en todas sus variopintas formas. No en vano, el mercado de snacks es uno de los más grandes y su previsión de crecimiento hasta 2025 es del 6,2% anual. Este crecimiento viene marcado por una serie de factores como el estilo de vida, factores económicos y, especialmente, el hecho de que volvemos a comer más fuera de casa, lo que ha incrementado la demanda de productos de este tipo, envasados en porciones y listos para consumir.
Con todo esto, los hábitos de consumo de snacks se han convertido en objeto de estudio tanto para la industria de alimentos como para los expertos en nutrición, especialmente desde el momento en que los consumidores ponemos más atención en maximizar los momentos de bienestar, indulgencia o desconexión de la larga lista de actividades que nos esperan cada día.
Por otra parte, cada vez somos más conscientes de lo que comemos y de la importancia que tiene una dieta saludable. Con todo esto, queremos snacks, son parte de nuestra dieta, pero muchas veces no hacemos la mejor elección (incluso sabiendo que no elegimos bien) o no tenemos a nuestro alcance los mejores productos.
Esta dicotomía en la selección del snack que vamos a degustar, hace muy compleja la determinación de las pautas que usamos para elegirlo y que permita hacer un análisis de qué realmente demanda el consumidor.
«Estamos cada vez más comprometidos con nuestra alimentación como consecuencia de un mejor conocimiento de la relación salud y alimentación y los snacks no escapan a esta tendencia»
Más allá de la percepción personal de lo que significa el bienestar y la salud, y de la importancia que ésta percepción tiene en las elecciones que realizamos a la hora de consumir estos productos, sí existen algunos aspectos establecidos que, además, son los que claramente marcan la tendencia de mercado; queremos consumir menos azúcar, menos sal, menos alimentos ultraprocesados, sin aditivos, menos grasas trans y más frutas y verduras.
Ante el auge en el consumo, aunque es indudable que el mejor snack está en la parte baja de la pirámide nutricional (frutas y verduras), Industria de Alimentos e investigadores ponemos nuestro empeño en promover y crear productos de snack de calidad que contribuyan a una alimentación más equilibrada a través de una composición nutricionalmente equilibrada. Por ejemplo, que contengan, carbohidratos complejos de absorción lenta, proteínas, micronutrientes relevantes y grasas más saludables de manera que, en conjunto, se pueda considerar un alimento que aporta una energía con una duración adecuada y nutrientes con beneficios asociadas a la salud.
Y, ¿qué otros factores intervienen en nuestras decisiones?
Entre los factores que se pueden incluir en nuestra conducta alimentaria están los denominados ambientes alimentarios, o lo que constituyen las oportunidades de obtener alimentos donde se consideran factores como la disponibilidad y accesibilidad a alimentos. Lo que nos facilita u obstaculiza la elección y el consumo de alimentos.
Si queremos cuidarnos, pero no queremos renunciar al picoteo, y con las constricciones del ambiente alimentario en el que nos movemos, nuestras elecciones particulares y el consumo de alimentos pueden ser una gran oportunidad para dirigir nuestra atención hacia snacks más sanos.
En este sentido, el vending (o la venta de productos por medio de máquinas automáticas) constituye una buena oportunidad donde institutos, colegios, centros de trabajos u otras instituciones permitan disponer de snacks más adecuados a nuestro alcance, facilitando una mejor elección.
¿No sería increíble poder decir que los snacks han llegado a relacionarse con beneficios en la salud de los consumidores?
Podemos pensar en formular este tipo de productos desde una perspectiva holística en el que dicho producto sea parte de una dieta saludable y sostenible a través de su participación en la creación de un ambiente alimentario positivo y teniendo en cuenta los citados factores psicosociales. Bajo este prisma, podemos empezar a pensar en los ingredientes necesarios.
Es más que conocido el creciente interés en el consumo de determinados ingredientes o nutrientes por las propiedades funcionales que estos imprimen en el producto y su relación con el mantenimiento o mejora de la salud o por su efecto en la reducción de padecer determinados tipos de enfermedades relacionadas con la salud. Algunas opciones son la incorporación en la formulación para enriquecer con proteínas provenientes de cereales o leguminosas, harinas de semillas y granos germinados, incluir ingredientes procedentes de la valorización de subproductos, eliminar cualquier aditivo y procesar lo mínimo.
El concepto plant-based o alimentos elaborados a base de ingredientes vegetales ha entrado con fuerza en este sector y es percibido como productos saludables. Buscamos snacks que promuevan nuestra «salud mental» o una disminución de la fatiga en forma de snack que nos ofrezcan energía para mantener nuestra atención. Sustitutos de desayuno en forma de snack, pero con todos los nutrientes que necesitamos, pero también queremos saber que son productos sostenibles, productos de cercanía y snacks que nos aporten un beneficio al sistema inmune. ¡Una larga lista de deseos!
En el Área de Alimentación de CARTIF, seguimos trabajando en línea con los requisitos nutricionales en la investigación del uso de nuevas fuentes de ingredientes para el desarrollo de snacks saludables y sostenibles y con buena aceptación sensorial. Se trata de un auténtico reto para la industria de alimentos, conscientes de la prioridad de disponer de productos que mejoren el bienestar, aporten una buena calidad nutricional y algún beneficio sobre la salud.
Esta historia comienza una tarde de domingo cualquiera, documental de la 2 de fondo. Con el ojo entreabierto vislumbro una escena en la que un escarabajo localiza excrementos frescos y les da forma de bola perfecta (¡andaaa! ¡de ahí lo de escarabajo «pelotero»!). Con música de tambores y platillos, ese escarabajo sale triunfante con su bola, enfrentando todo tipo de peligros, y cuando encuentra el sitio perfecto, la entierra. Entonces, siendo fiel al refrán «la basura de unos puede ser un tesoro para otros», esta masa de excrementos se convierte en el lugar ideal para sus «encuentros íntimos» y en la vivienda y alimento de sus bebés (larvas) hasta que, finalmente, abandonan el hogar como escarabajos adultos.
En medio de esta emocionante aventura, mi mente abandonó este mundo trasladándose a otro en el que me veo contemplando horrorizada cómo salen miles de larvas de escarabajo de mi comida. Unos segundo después, sentí una fuerte sacudida y desperté sobresaltada. En ese momento, respiré aliviada pero poco después…en cierto modo, el sueño se hizo realidad.
El pasado 5 de enero se publicó la autorización de la comercialización de las larvas del Alphitobius diaperinus (escarabajo del estiércol), más conocido como escarabajo pelotero. Con este, ya son cuatro las especies de insectos autorizadas bajo el Reglamento (UE) 2015/2283: (1) las larvas del gusano de la harina (Tenebrio molitor), la langosta migratoria (locusta migratoria), el grillo doméstico (Acheta domesticus) y las larvas del escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperinus). A continuación, os detallo más información de cada uno de ellos:
Conocedores de las ventajas tanto nutricionales como ambientales de los insectos, en CARTIF contamos con una importante línea de investigación destinada al desarrollo de alimentos que incorporan insectos como ingredientes. Con las principales investigadoras de esta línea María Ysabel Piñero (marpin@cartif.es) y María Luisa Mussons (marmus@cartif.es) debatimos a menudo en el área de Alimentación, sobre las ventajas, los retos y desafíos de esta prometedora industria. A las investigadoras que comer insectos nos produce cierto rechazo, María Ysabel nos anima a que seamos capaces de mirar los insectos desde otra perspectiva. Nos dice que no nos enfoquemos en el insecto, sino que simplemente lo veamos como una buena fuente de proteína o lo que es lo mismo, como una secuencia de aminoácidos…
Me vais a perdonar pero no puedo evitar pensar en lo que comen estos escarabajos y en la famosa frase «somos los que comemos» del filósofo y antropólogo alemán Ludwig Feuerbach. Entonces, siguiendo las indicaciones de mi colega, cierro los ojos y me esfuerzo en visualizar una larga secuencia de aminoácidos.
Ahora sí ¡Camarerooo! ¡Una de escarabajos peloteros!
Las crisis económicas, los conflictos, la desigualdad y las subsecuentes subidas de precio de los alimentos dificultan el acceso a una alimentación adecuada y la falta de disponibilidad crea aún más desigualdad. Todas estas situaciones están afectando a la seguridad alimentaria impidiendo seguir un camino hacia el fin del hambre y la malnutrición y al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2; Hambre cero, finalizar con todas las formas de malnutrición y asegurar el acceso de todas las personas a una dieta saludable, nutritiva y suficiente. La realidad ahora mismo es que 3.000 millones de personas no pueden permitirse ni siquiera una dieta saludable barata.
Inseguridad Alimentaria según la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES)1
De acuerdo con el seguimiento que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hace de los principales indicadores de seguridad alimentaria y nutrición, hay tres grandes factores que suponen un importante peso; los conflictos, la variabilidad y las condiciones del clima y las desaceleraciones y debilitamientos de la economía, agravados por las causas que subyacen a la pobreza, niveles de desigualdad elevados y persistentes (por ejemplo, en cuanto a ingresos), capacidad productiva, bienes, tecnología, educación y salud (FAO, 2021)2.
No podemos ignorar la gravedad de la situación y la necesidad de tomar parte de la acción para hacer frente a la situación mundial de inseguridad alimentaria y nutrición. No cabe duda de que los sistemas alimentarios son el motor para terminar con la inseguridad alimentaria y la prevalencia de la malnutrición. Son varios los factores que afectan al coste de los alimentos y, por ende, al aseguramiento de la alimentación a través de los sistemas alimentarios, la producción de alimentos, la cadena de suministro y los entornos de la cadena de alimentación, así como la demanda de los consumidores y las políticas. Por otra parte, no se puede pensar de manera aislada en cada uno de los factores que están afectando, que se encuentran tanto en los sistemas alimentarios, como en los eventos externos que están marcando la situación actual.
El ritmo de crecimiento de la inseguridad alimentaria y la prevalencia de todas las formas de malnutrición existentes indican una tendencia muy alejada del objetivo 2030. Más aún, teniendo en cuenta las complicaciones derivadas de la situación política y económica actual y de los efectos duraderos de la pandemia de la Covid-19. Las actuaciones son más que necesarias para alcanzar la resiliencia ante los factores desestabilizantes y que los sistemas alimentarios puedan suministrar dietas asequibles, saludables, inclusivas y sostenibles.
Es necesario poner nuestro foco en que el desarrollo, la innovación y el crecimiento económico llegue a todos y #nodejarandieatrás. Este es el lema con el que la FAO quiere sensibilizar en este día Mundial de la Alimentación (16 de octubre) el grave problema mundial de la inseguridad alimentaria y la malnutrición y la necesidad de trabajar todos juntos para crear un futuro mejor y más sostenible para todos.
Para ser parte de esta acción, podemos, por ejemplo, redescubrirnos como parte de un proceso y de un sistema, aprendiendo qué implica una dieta sostenible, cambiando la forma en la que nos alimentamos, convirtiéndonos en parte de la transformación del sistema alimentario que es más que necesaria para lograr un futuro sostenible. Los desafíos a los que nos enfrentamos y el análisis realizado de las causas e interconexiones nos permite comprender mejor las actuaciones a nivel global para establecer nuevas formas de hacer las cosas, y una oportunidad única de aprendizaje ante futuras situaciones. Tenemos un camino que seguir en el que no podemos dejar a nadie atrás y establecer mecanismos innovadores que hagan frente a la variabilidad de factores que azotan el funcionamiento de los mismos. Impulsado por políticas orientadas a favorecer y proteger el entorno alimentario y natural que impulsen el cambio de comportamiento en la cadena y en el consumidor como parte de ella.
Nosotros, en CARTIF, ya somos parte de este cambio aportando nuestro granito de arena a la transición de los sistemas alimentarios en 12 ciudades paneuropeas a través del proyecto FUSILLI.
El #DíaMundialdelaAlimentación2022, uno de los días más celebrados en el calendario de las actividades de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pretende sensibilizar la necesidad de aunar esfuerzos para crear un mejor futuro y más sostenibles para todos.
1 The state of food security and nutrition in the world (2021). Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO). Retrieved from: https://www.fao.org/publications/sofi/2021/en/
2Voices of hungry (2021). Escala de experiencia en inseguridad alimentaria. Food insecurity experience scale. Recuperado de: https://www.fao.org/in-action/voices-of-the-hungry/food-insecurity-experience-scale/es/
La preocupación y concienciación medioambiental ligada al crecimiento esperado de la población, y con ello el incremento de la demanda de alimentos y la necesidad de asegurar la sostenibilidad de los recursos mediante procesos más eficientes ha generado un cambio en las tendencias de consumo.
Los consumidores, cada vez más preocupados por la salud y la necesidad de buscar alimentos más naturales, se inclinan por dietas con menor consumo de carne, e incluso, dietas veggie (vegana, flexitariana y vegetariana), lo que al final se traduce en un aumento en la búsqueda de proteínas alternativas de origen vegetal y en la generación de nuevos alimentos denominados plant-based.
España cuenta con 5,1 millones de veggies, pasando del 8% en 2017 al 13% en 2021, lo que supone un crecimiento de la población veggie del 34% tan solo en cuatro años. Por otra parte, un 56% de los consumidores indican haber comprado al menos alguna marca veggie por el mero hecho de la curiosidad ante el aumento de estos productos.
Cada vez es más común encontrarnos en los lineales productos alternativos elaborados a partir de proteínas vegetales. Los productos «plant-based» engloban desde alternativas vegetales a la leche, las ya conocidas bebidas vegetales, las cuales encabezan la lista de los productos más demandados, seguidas de los análogos cárnicos, pero también alternativas al huevo, al queso, al pescado, así como sus respectivos productos derivados.
Para entender mejor como se obtienen estos productos hagamos un recorrido por las materias primas más utilizadas actualmente que son, entre otras: insectos, algas, microproteínas, proteínas vegetales (legumbres y cereales), carne cultivada, que pueden someterse a diferentes procesos como la fermentación, extrusión o impresión 3D y con las que se pretende reemplazar la proteína de origen animal.
Las materias primas más extendidas y aceptadas son las proteínas vegetales, procedentes de legumbres y/o cereales. Con estas proteínas vegetales se elaboran las ya conocidas alternativas a los productos cárnicos o carne-sin carne. Todos estos términos hacen referencia a productos alimentarios con unas características sensoriales, sabor, textura, apariencia y valor nutricional similar a la de los productos cárnicos tradicionales.
A pesar del incremento de la oferta en productos análogos cárnicos, existen aún limitaciones para su uso extendido, siendo la principal aquella relacionada con las propiedades sensoriales. Para asegurar el éxito de estos productos, no basta con la utilización de proteínas de origen vegetal ya que el consumidor no está dispuesto a sacrificar la experiencia sensorial. Es por ello que, la industria alimentaria trabaja constantemente para mejorar la elaboración de estos productos, desarrollando y optimizando tecnologías y procesos en favor de altas cualidades organolépticas y nutricionales. En este sentido la tecnología de extrusión para la obtención de estructuras proteicas alternativas a la carne se presenta como una de las líneas tecnológicas de mayor potencial.
La extrusión es una tecnología muy versátil que se basa en la aplicación de alta temperatura y tiempos cortos, donde los ingredientes se tratan de forma continua y se fuerzan a través de una matriz que los forma y texturiza, produciéndose varios cambios de manera simultánea en la estructura y composición química de los ingredientes por medio de la aplicación de energía térmica y mecánica, lo que permite la obtención de una amplia gama de productos.
Para conocer un poco más acerca de este proceso y como actúa sobre las proteínas vegetales, es necesario diferenciar los dos tipos de vías que la tecnología de extrusión ofrece para obtener análogos cárnicos. Por un lado, la extrusión de alta humedad (también conocida como HME, high moisture extrusion), permite obtener productos fibrosos no expandidos que imitan la textura y sensación en boca de los productos cárnicos. Por tanto, serán la base proteica a la hora de elaborar un análogo cárnico. Por otro lado, la extrusión en seco origina los denominados texturizados vegetales proteicos (TVP, textured vegetable protein), característicos por su expansión y que requieren una hidratación posterior previa a su utilización.
Puesto que la extrusión de alta humedad permite crear un producto con una estructura similar a la de la carne, veamos que ocurre realmente con las proteínas vegetales durante este proceso denominado texturización:
Se podría explicar como un proceso en dos fases; en primer lugar la proteína se encuentra en su estado nativo, con una estructura compleja y sin acceso a su funcionalidad, al aplicar calor y fuerzas de cizalla durante el cocinado tiene lugar una desnaturalización de la proteína perdiendo su estructura nativa y dejando accesibles los sitios de unión para nuevos enlaces lo que facilita que en la segunda etapa de enfriamiento, la proteína se reorganice formando nuevos enlaces, dando lugar a un producto de naturaleza fibrosa.
El gran desafío de estos procesos está en la innovación en el uso de la tecnología de extrusión-texturización combinada con distintas mezclas de proteínas vegetales para obtener texturas mejoradas.
Esta tecnología implica un doble reto: por un lado, la elección de las materias primas, es un parámetro clave, siendo necesario elegir la fuente de proteína vegetal adecuada capaz de proporcionar las mejores características al producto final con un buen comportamiento durante el procesado y, por otro lado, lograr y optimizar las condiciones del proceso ajustando las variables de cada uno de los parámetros para llegar a la textura deseada. Por tanto, para lograr una mejor textura en análogos cárnicos hay que tener en cuenta: la elección de las materias primas, cuál es la fuente proteica, el contenido de proteína-aislado, concentrado, harina y la elección de las condiciones para los parámetros del proceso.
En definitiva, conseguir obtener productos similares a los de origen animal incorporando fuentes alternativas de proteínas como los cereales o leguminosas, e incluso algas, insectos o microproteinas, es uno de los retos a los que se enfrenta la industria de alimentación. Aunque la tecnología de extrusión permite obtener nuevos productos plant-based, es necesario continuar desarrollando esta tecnología para lograr el análogo «perfecto» que cumpla todos los requisitos en cuanto a textura, sabor y propiedades nutricionales.
En CARTIF trabajamos para integrar y optimizar el proceso de texturización con distintos ingredientes y sus mezclas, con el fin de conseguir análogos cárnico con las mejores propiedades. Un ejemplo de ello es el proyecto Meating Plants, donde se investiga el uso de proteínas de leguminosa para mejorar la calidad en la obtención de análogos cárnicos.
Voy de camino al trabajo y escucho en la radio el anuncio de una bebida refrescante; durante mi descanso veo que mi cantante favorito me anima a probarla en redes sociales, me dice que está buenísima; por la tarde voy al supermercado y me encuentro con una promoción de dicha bebida refrescante en la que me permiten probarla gratis y además hay una promoción 3X2; por la noche estoy viendo una serie con mi familia y veo cómo el protagonista se toma esa misma bebida refrescante con la marca bien visible y muestra una satisfacción increíble después de bebérsela…¿dónde está el limite entre la publicidad y la influencia?
Yo soy una persona adulta y con sentido crítico que puede tomar la decisión de consumir un producto o no, pero… ¿y un niño o niña? ¿Podemos considerar que teniendo en cuenta todo el ambiente de publicidad que nos rodea, la población infantil es libre para tomar elecciones saludables?
En España un 40,6% de los niños y niñas entre 6 y 9 años padecen sobrepeso y obesidad1, cifras alarmantes y similares a las de otros países como Estados Unidos o México. La prevalencia de obesidad infantil en España se sitúa entre las más altas de Europa según la OMS.
El estilo de vida actual ha cambiado drásticamente en las últimas décadas y se cree que es el responsable del aumento del sobrepeso y la obesidad en todos los grupos de edad y especialmente en la infancia: los niños consumen ahora más comida rápida y bebidas azucaradas, comen fuera de casa con más frecuencia y pasan menos tiempo comiendo en familia que las generaciones anteriores. Además, los alimentos preparados y procesados son más accesibles que nunca y están disponibles en porciones más grandes. Por otra parte, el uso de la televisión e Internet han conducido a un estilo de vida más inactivo y sedentario, así como a una mayor exposición a la comercialización de productos con alto contenido en grasa, azúcar y/o sal (conocidos como HFSS, por sus siglas en inglés).
Está claro que para revertir esa alta prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños, no existe una única solución sino que debe ser un conjunto de acciones dirigidas a reducir el sedentarismo y aumentar el gasto energético sumado a mejorar las decisiones de consumo hacia productos más saludables, pero, vuelvo a hacer la pregunta de antes, ¿podemos pretender que un niño o niña tome decisiones de consumo saludable cuando en su vida diaria tiene tantos impactos de productos insanos específicamente dirigidos al público infantil? Según un estudio de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) nueve de cada diez anuncios de alimentos dirigidos a niños son de productos con un perfil nutricional poco saludable: galletas, cereales de desayuno, bollería industrial, chocolates, bebidas energéticas2. Y muchos de ellos, publicitados por personajes influyentes o dibujos animados, acompañados de regalos promocionales o cromos coleccionables que instan a una compra recurrente y que captan el interés de los más pequeños, o avalados por ciertas asociaciones sanitarias.
En materia de publicidad, existen ciertos consensos que indican que hasta los cinco años los menores son incapaces de percibir las diferencias entre programación y anuncios o que hasta los ocho años aproximadamente no comienzan a identificar en la publicidad un interés en persuadir. Ni siquiera a partir de los ocho años está garantizado que los menores puedan identificar los mensajes como tendenciosos, en cuanto que, como sabemos los adultos, suelen enfatizar los aspectos positivos y obvian los negativos del producto.
En España, en 2005 se firmó el Código PAOS con el fin de establecer un conjunto de reglas que regularan las acciones publicitarias y promocionales dirigidas al público infantil y guiaran a las compañías adheridas a cumplirlo. Sin embargo, la realidad muestra que los niños continúan siendo objetivo de una marea de publicidad de alimentos no saludables y las cifras de sobrepeso y obesidad continúan siendo alarmantes.
Por ello, el Ministerio de Consumo pretende aprobar un Real Decreto que regule la emisión de publicidad de alimentos y bebidas no saludables cuando se dirija al público infantil y adolescente hasta 16 años.
La regulación que se empezará a aplicar en este año 2022 afectará a cinco categorías de productos que no podrán hacer publicidad a menores de 16 años independientemente del contenido de nutrientes: productos de confitería de chocolate y azúcar, barritas energéticas y coberturas dulces y postres; productos de pastelería y galletería; zumos; bebidas energéticas y helados. Para el resto de categorías de productos, se establece un límite de contenido en nutrientes por cada 100 gramos. En este caso, se podrán anunciar siempre y cuando las grasas totales y saturadas, el azúcar total y añadido y los niveles de sal se mantengan por debajo de los límites establecidos para cada producto. Estos límites se corresponden con los perfiles nutricionales fijados por la Organización Mundial de la Salud.
Se regulará la publicidad en televisión, radio, salas de cine e internet, redes sociales, webs o app móviles y habrá limitaciones en la publicidad de medios impresos. Habrá horarios de protección reforzada en los canales de televisión generalista fijados de lunes a viernes, entre las 08:00 y las 09:00 de la mañana y de 17:00 a 20:00 horas de la tarde, y los sábados y domingos, entre las 09:00 y las 12:00 horas, mientras que la prohibición en los canales infantiles de televisión será permanente.
Fuente: Ministerio de Consumo
La intención de Real Decreto va en consonancia con las recomendaciones de la Comisión Europea en su Plan de Acción contra la Obesidad Infantil y que ya se aplica en países como Noruega, Portugal o Reino Unido. En 2017, la Comisión Europea publicó un informe4 sobre la exposición de niños a la publicidad y marketing de alimentos HFSS. Algunas de las conclusiones de este estudio fueron:
El 64% de los anuncios de alimentos y bebidas para niños menores de 18 años fueron de productos HFSS.
Un niño menor de 12 años puede estar expuesto a un total de 732 anuncios de HFSS en un mes.
El 80% de los anuncios on-line de HFSS se publicitan en YouTube y el 20% en páginas web tradicionales.
La categoría más promocionada son los snacks dulces.
Los niños ven aproximadamente 10 veces más anuncios de HFSS que de alimentos saludables en Rumanía, 6 veces más en Suecia y 3,5 veces más en Lituania e Italia.
A nivel de la industria alimentaria, también existen iniciativas para adaptarse y mejorar esta situación. Es el caso de la iniciativa EU Pledge que promueve entre sus miembros el compromiso, para el 1 de enero de 2022, en relación con las restricciones del marketing de productos HFSS, de o bien no publicidad alguna de alimentos y bebidas dirigida a los menores de 13 años, o bien solo publicitar productos que cumplen con los criterios nutricionales de EU Pledge. A ella están actualmente adheridas 23 empresas que ocupan el 80% de los gastos en publicidad de la UE.
La necesidad de una reglamentación que regule la publicidad y promoción de alimentos no saludables a través de todos los medios que llegan a la población infantil es una realidad. No se trata únicamente de poner límites a las elecciones alimentarias que puedan desencadenar en un perjuicio para la salud, se trata también de limitar la influencia, la incitación o sugerencia de productos de forma desleal, ocultando su condición nociva, especialmente cuando el consumidor no puede razonablemente identificarla.
La industria alimentaria también tiene un papel fundamental en esta tarea, tanto a nivel de la regulación de la publicidad, como en la reformulación de productos existentes y en la investigación de otras opciones saludables y atractivas para el público infantil. Desde CARTIF, colaboramos continuamente con la industria alimentaria con este propósito, como en los proyectos PROBIOMIC (Diseño de nuevos productos de cereales con probióticos adaptados a una óptima nutrición infantil mediante tecnologías ómicas) o TOLERA (Desarrollo de ingredientes y alimentos más eficaces y seguros, dirigidos a población con alergias e intolerancias alimentarias), entre otros.
Los expertos y los grandes organismos internacionales hablan ya desde hace tiempo de que estamos en el inicio de una gran crisis alimentaria global. Una crisis que pondría en riesgo de hambruna a más de 265 millones de personas, lo que supone el doble de los cálculos previos a la pandemia por COVID-19 para 2020.
En realidad, la razón y origen de esta crisis no es que falten alimentos. De hecho, los datos estadísticos indican que 2020 ha sido un año de abundantes cosechas en general a nivel global. Pero la crisis alimentaria que llega es por todo lo contrario. Es porque sobran alimentos para un mercado agroalimentario con una demanda rota por el aumento del desempleo, por el proteccionismo de las economías avanzadas y por el colapso de las cadenas de suministro.
Esta crisis obligaría a los más desfavorecidos a elegir entre proteger su salud o proteger sus medios de vida. La pandemia producida por el virus COVID-19 ha causado una crisis económica que ha derivado en un gran daño a la disponibilidad de alimentos a nivel mundial. Por un lado, se ha roto la oferta, los agricultores, los distribuidores principalmente de productos perecederos (frutas y verduras) están disminuyendo su producción a medida que sus principales clientes (hoteles, restaurantes, escuelas, aeropuertos) han tenido que reducir, o incluso parar, sus operaciones. Esto está provocando producciones excedentes que arruinan a los productores ya que no encuentran a sus habituales compradores. Si ponemos como ejemplo los productos perecederos, lo que ha ocurrido es que el problema logístico ha sido mucho más fuerte. ¿Por qué? Porque no solo es la movilidad, sino que además está el problema de que es perecedero. Entonces si existe un retraso en sus transporte existe un problema. Por ejemplo, los espárragos. La mayor parte de los espárragos se exportan por avión y el coste del avión se comparte entre pasajeros y carga. Como no hay pasajeros el coste de carga es muy alto, entonces ya no es rentable económicamente. Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el pescado. También tenemos a los productores de leche, quienes se están viendo obligados a verter miles de litros de leche fresca en las últimas semanas, incapaces de colocar el producto. En India se han desperdiciado enormes cosechas de tomates y plátanos a consecuencia de las restricciones de movimiento impuestas por el gobierno y que han hecho imposible llevar el producto a los mercados locales en marzo de 2020.Por tanto, el dilema está en cómo podemos asegurar que en el 2022 se planten las mismas cantidades de producto, las mismas cosechas, que en el 2020 o 2021, de forma que exista una seguridad de disponibilidad de alimento para el o los próximos años. Es difícil predecir cuánto ante la situación que tenemos presente. Si no ayudamos en este momento a los productores, estos no van a tener liquidez para plantar sus próximas cosechas y entonces sí estaremos bajo un grave problema de escasez de alimentos.
Por otro lado, están los consumidores. Los hogares que atraviesan dificultades económicas y están en situación de desempleo se están quedando sin dinero. Incluso cuando los productos están disponibles en los mercados locales. Este fenómeno en los países en vías de desarrollo todavía es peor, porque, además de los ciudadanos, los que se están quedando sin dinero son los importadores. África ha recibido un shock económico muy fuerte porque muchos países son exportadores de petróleo, muchos países son exportadores de algodón, como Mali, donde todos los contratos se están cancelando, son exportadores de commodities de metales que también están cayendo, o de café como Etiopía que también cae u no tienen la capacidad de Europa para poder inyectar 3 trillones de euros en la economía para que se reactive.
Países como Argelia, Angola, Ecuador, Nigeria o Arabia Saudí dependen de los ingresos por exportaciones de petróleo para ayudar a pagar las importaciones y financiar los subsidios alimentarios para los más pobres, Sin embargo, con la contracción económica generada por la COVID la demanda mundial de petróleo se ha desplomado y los precios del barril en crudo han caído incluso llegando a estar por debajo de cero por primera vez en la historia.
A esto hay que añadir la incertidumbre ante las posibles subidas del precio de los alimentos básicos como el trigo y el arroz que, a pesar de estar a la baja, han experimentado un aumento y que los analistas achacan principalmente al acopio, la especulación y el proteccionismo de los principales países productores y de los importadores más ricos. Y es que entre marzo y abril de 2020, varios de los principales países exportadores de trigo como Rusia, Ucrania o Kazajistán impusieron cuotas y suspensiones a sus exportaciones de arroz, Turquía restringió sus exportaciones de limones, Tailandia de huevos de gallina y Serbia de semillas de girasol. Mientras tanto, otros países estuvieron acumulando alimento con importaciones aceleradas, como Egipto, el mayor importador de trigo en el mundo, que compró grandes cantidades de grano franceses y rusos para almacenar reservas de hasta 8 meses.
Un encadenamiento de suspensiones y sobreabastecimiento que retrotrajeron a muchos a la crisis del precio de los alimentos de 2008. Si lo comparamos con la crisis 2007-2008, entonces teníamos 33 países poniendo restricciones y representaban el 28% de las exportaciones mundiales. Hoy en día ¿qué tenemos? Empezamos con 16 países que pusieron restricciones a las exportaciones y hoy sólo hay 11. Cuando eran 16 estábamos hablando de alrededor 6,5% del share de las exportaciones mundiales, ahora con 11 estamos hablando del 2,5%, es decir, no es nada, el problema no está ahí. En disponibilidad no es. La situación dramática está en el acceso. En Nigeria, uno de los mayores importadores de arroz y trigo del mundo y a la vez uno de los principales exportadores de petróleo, cada vez hay más supermercados que están teniendo que cerrar debido a una oferta y demanda rota. Un inquietante escenario que ya ha comenzado a traducirse en protestas, no solo en Nigeria, sino también en Kenia, Bangladesh, Honduras, Sudáfrica, y que mucho temen se extienda por las economías desarrolladas donde la subida de los precios puede exacerbar la desigualdad entre ricos y pobres.
Y aunque con la relajación de las medidas de control de la pandemia también se han ido relajando algunas de las restricciones de los países exportadores, muchos países pobres tendrán que elegir entre proteger la salud o proteger los medios de vida.
Sin duda, la pandemia ha provocado una dramática pérdida de vidas humanas en todo el mundo y presenta un desafío sin precedentes con profundas consecuencias sociales y económicas, que incluyen comprometer la seguridad alimentaria y la nutrición. La sostenibilidad alimentaria es quizás uno de los puntos más sensibles e importantes de la agenda de desarrollo sostenible 2030 publicada por la ONU. Una problemática mundial a la que no hemos dado la importancia que merece.
Aun así, y con todo esto, los economistas defienden el crecimiento, y sí, muchos países necesitan crecer, la cuestión a lo mejor es cuáles. En América no necesitan más abogados, en Europa, sobran burócratas en Bruselas. Pero el planeta tiene un problema de suministros. En cinco años habrá escasez de agua y alimento, así lo enuncia el científico experto Vaclav Smil. Debemos crecer en la dirección correcta.
No hay crecimiento sin riesgo. Cada avance comporta un riesgo que debe sopesarse. Sin datos, no se pueden tomar decisiones. Pero incluso teniendo los mejores números se debe considerar lo impredecible, el aspecto no numérico. Es fácil reducir las emisiones de CO2 en Dinamarca. Pero Nigeria hoy vive como los daneses en 1850 ¿qué se les puede pedir que reduzcan?
Estamos en una economía global, pero no existe una solución global igual para todos. El coste de reducir emisiones no debe ser proporcional, si no a la carta. No es lo mismo crecer para sobrevivir que para expandir la economía. Un ejemplo es la India. Está a punto de sobrepasar a China como el país más poblado del mundo (la ONU lo espera para 2027), sin embargo, consume un tercio menos de energía. No se puede medir la economía al margen de la población. El dinamismo es fundamental para mantenerla viva. Todo el mundo sabe que EEUU es la economía más dinámica del mundo. La China puede ser mayor, pero hay 1412 millones de chinos y sólo 331 millones de estadounidenses.
¿Qué es entonces el progreso? ¿Tener la población infantil vacunada, nutrida, con una expectativa de vida que pase de los 40 a los 80 años y con una educación y sanidad garantizada por el estado? España está en la cima de esperanza de vida, junto con Japón, a pesar de que a día de hoy España come demasiada carne. ¿Cuánto es demasiada? Durante el 1940 se comían 8kg de carne al año per cápita, ahora en 2021 cerca de 200kg. El ser humano es omnívoro. La clave está en el «omni» que significa «todo». Implica variedad y no excederse de nada. Sin la síntesis de fertilizantes habría hambruna generalizada- sin nitrógeno las plantas crecerían menos y habría para todos. Los fertilizantes no sólo sirven para agrandar las fortunas, además alimentan a la población mundial. La sanidad pública universal no es imposible, es un reto. Se pueden planificar mejor las cosechas y mejorar los fertilizantes. Las vacas pueden comer alfalfa. Nosotros no. Pero no solo comemos vacas, tenemos que alimentarlas. Casi todo en este planeta es cuestión de equilibrio.
El país con mayor sobrepeso es Arabia Saudí, con el más del 70% de la población obesa. Un 12% de la población mundial está infraalimentada y un 75% sobrealimentada. ¿La epidemia de la obesidad tiene más relación con la pobreza o con los coches? La respuesta es multifactorial: la genética manda, la dieta ayuda y el ejercicio o la actividad compensa. ¿La frugalidad es educación? ¿Qué es poco? Hay gente que cree que tres coches son pocos y hay quien considera que uno es demasiado. La educación no lo es todo. La alta educación sólo tiene un resultado comprobable que es la mayor posibilidad de ganar más dinero. Pero ese dato no es infalible, sólo hay que ver la cantidad de licenciados que hay en España y, sin embargo, se han visto forzados a emigrar.
El mundo es una máquina bien compleja. Donde termina un riesgo, empieza otro. Sólo hay que pensar en la pandemia. El mundo es un lugar de riesgo donde deberíamos tomar decisiones, donde las grandes decisiones importan y tiene un efecto.