El pasado 23 de septiembre Zamora respiró innovación: investigadores, médicos, tecnólogos, empresas e instituciones se reunieron con un mismo objetivo en mente, el futuro de la salud y el bienestar.
El Foro Nacional de Salud y Bienestar, impulsado por CARTIF junto a ITCL dentro del programa CENTRATEC, que se celebró en la ciudad, se convirtió en un espacio en el que la innovación no era solo una oportunidad tecnológica, sino una herramienta clave para mejorar la vida de las personas.
Tecnología al servicio de los cuidados
La apertura institucional estuvo marcada por la intervención de Isabel Blanco, vicepresidenta de la Junta de Castilla y León y consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, quien destacó la importancia de poner la tecnología al servicio de los cuidados. Un mensaje que resonó a lo largo de toda la jornada y que marcó la línea de trabajo: innovar, sí, pero siempre con el paciente en el centro.
Las conversaciones comenzaron a fluir con el primero de los temas, pasar de la investigación sanitaria al desarrollo de soluciones concretas. La estrategia RIS3 de Castilla y León (2021-2027), reconoce la salud como uno de sus ejes prioritarios, apostando por ámbitos con enorme proyección como la medicina personalizada, las terapias avanzadas o los productos sanitarios tecnológicos.
« El objetivo de RIS3 es posicionar Castilla y León como actor clave ante nuevos retos y oportunidades para mejorar la vida de las personas.«
-Beatriz Asensio, responsable de la Unidad de Transferencia Tecnológica del Instituto de Competitividad Empresarial de la Junta de Castilla y León.-
La reflexión de fondo fue compartida por todos: ¿cómo trasladar el enorme potencial científico a resultados concretos para los pacientes, garantizando rapidez, seguridad y sostenibilidad?
Salud digital: del dato a la decisión
El futuro digital también fue protagonista. Conceptos como inteligencia artificial, big data y telemedicina dejaron claro que el futuro ya está aquí, y que el reto es aprender a usar las herramientas digitales de forma responsable, tanto en la prevención como en la atención personalizada.
Ética, formación y adaptación de los sistemas sanitarios fueron palabras recurrentes en un debate apasionado.
Pero si hubo un momento en el que todos parecían remar en la misma dirección fue al hablar de colaboración público-privada. Empresas, startups, centros de investigación y administración coincidieron en que la clave está en unir esfuerzos para que las innovaciones lleguen realmente al sistema de salud y al mercado.
« Hay que apostar por proyectos de implantación real«
-Manuel Ángel Franco, jefe de Servicio de Psiquiatría y Salud Mental en el Complejo Asistencial de Zamora.-
« La clave está en optimizar los procesos para facilitar los tiempos a todos, tanto a los profesionales como a los usuarios«
-Alberto Saez, responsable IT de Affidea-
« Los usuarios tienen que estar siempre en el centro«
-Juan Ignacio Coll, vicepresidente de la Sociedad de Informática de la Salud-
En la zona de demostración esa visión se volvió tangible: un lugar lleno de soluciones tecnológicas y proyectos en marcha que poder conocer de primera mano y que parecía abrir una puerta a nuevas formas de cuidar.
¿Crees en las segundas oportunidades? ¡En CARTIF, creemos en la REvida!
Se conoce como bagazo al residuo que queda tras triturar, prensar o macerar frutos, semillas o tallos para extraer su jugo. Es un subproducto muy común en la elaboración de alimentos y bebidas como el vino, la cerveza o las bebidas vegetales. Hablamos con naturalidad de “bagazo de avena”, “bagazo de cerveza” o “bagazo de uva”, y sin embargo, en otros casos similares, usamos nombres específicos como okara o magaya. ¿Por qué ocurre esto?
La diferencia está en el contexto cultural y el uso histórico. Magaya es una palabra tradicional del norte de España —especialmente en Asturias y Galicia— donde la producción de sidra forma parte del día a día rural. Por su presencia continua y valor local, este residuo se ganó un nombre propio. Lo mismo ocurre con la okara, término de origen japonés que se refiere al residuo que queda tras elaborar leche de soja o tofu, muy presente en la cocina tradicional de Japón, Corea y China. Cuando un residuo se ha aprovechado históricamente en la alimentación o la vida cotidiana, y ha adquirido un valor social o económico, es común que reciba un nombre específico. Nombrarlo es reconocer su valor y su utilidad.
Magaya
Residuo de la manzana prensada utilizada para hacer sidra
Okara
Partes insolubles de los granos de soja que quedan después de filtrar el puré de granos de soja durante la producción de bebidas de soja o tofu
Existen más ejemplos de subproductos alimentarios con nombre propio que reflejan esa tradición de uso: el orujo, que es el residuo sólido de la uva tras su prensado y se emplea para destilar aguardientes; la harinilla, que resulta del tamizado de la harina y se utiliza en piensos; la salmuera, el líquido agotado tras la fabricación de quesos o encurtidos, rica en sales y nutrientes; la melaza, un subproducto espeso del refinado de caña o remolacha que puede destinarse a fermentación o a la alimentación animal; o los sueros lácteos, líquidos ricos en proteínas que quedan tras elaborar quesos y que se transforman en bebidas o suplementos. Puede que estos nombres suenen raros, pero todos ellos tienen algo en común: son subproductos, los “restos” que quedan después de elaborar algo… y que aún tienen mucho que ofrecer.
Personal de CARTIF en el laboratorio de alimentación haciendo ensayos con productos cárnicos
Darle una segunda vida o una segunda oportunidad a esos restos o residuos se llama valorizar. Se trata de convertir lo que parecía un final en un nuevo comienzo. Es REincorporarlos a la cadena de valor para que vuelvan a tener vida, una Revida. En CARTIF nos gustan los RE: los REtos de la innovación, los REstos de la industria alimentaria, la REcirculación de recursos y la REvalorización de residuos. Porque, para nosotros, tirar no es una opción. Y no solo porque desde este año está en vigor la nuevaLey de prevención de pérdidas y desperdicio alimentario, sino porque lleva 30 años en nuestro ADN innovar en soluciones para devolver este valor a la propia cadena de alimentación.
A partir de residuos de empresas cárnicas, obtenemos ingredientes de alto valor añadido como heparina, grasas funcionales o proteínas. De la magaya, extraemos pectinas naturales con aplicaciones alimentarias y cosméticas. Con la okara, desarrollamos snacks ricos en proteínas, saludables y sostenibles. ¿Y lo que sobra de todo eso? También lo valorizamos: lo transformamos en bioestimulantes para suelos agrícolas. ¿Y después, cuando ya hemos agotado todas las opciones? Lo seguimos aprovechando para producir biogás, hidrógeno y syngas, generando energía y cerrando así el círculo.
En CARTIF creemos que los residuos no son basura, sino recursos esperando una segunda oportunidad. Con innovación, ciencia y colaboración con la industria, demostramos que un modelo más circular es posible. ¿Te unes al reto de Revalorizar y ayudarnos a ponerle nombre propio a estos «bagazos»?
Si la innovación es retorno, impacto, ingreso… ¿por qué no innovamos más?
Durante el tiempo que llevo dedicándome a innovación y, en mi caso, a fomentar el uso de tecnologías por entidades a través de procesos de transferencia, he podido hablar y ver ejemplos muy de cerca de por qué nos cuesta tanto innovar.
Nos cuesta innovar porque nos cuesta dedicar tiempo, recursos y energía a planificar en qué innovar, porque nos cuesta aceptar que la competencia está creciendo porque ha hecho de la innovación su estrategia principal.
Porque nos cuesta proponer nuevas formas de hacer las cosas, nuevos proyectos, nuevas ideas a nuestros superiores, porque es más sencillo seguir con lo que siempre hemos hecho y no involucrarnos en “otros rollos”.
Porque nos cuesta salir de esa zona confortable, de esa rutina adquirida que, aunque ya no nos desafía, nos ofrece seguridad en la consecución de resultados.
Nos cuesta porque innovar significa adentrarse en lo incierto, y eso nos asusta. Nos asusta el error, la posibilidad de fracasar, la idea de que los recursos que pongamos puedan no dar el fruto esperado.
Nos cuesta porque lo desconocido asusta y más cuando lo desconocido para alcanzarlo supone superar ciertas barreras, supone enfrentarse a riesgos que, aunque a veces son conocidos, no siempre tenemos claro cómo gestionarlos
Nos cuesta, también, porque la innovación exige un cambio de mentalidad. No se trata solo de invertir en nuevas tecnologías o en productos, se trata de transformar nuestra forma de pensar, de cuestionarnos lo que damos por hecho.
Nos cuesta porque, a menudo, preferimos lo que conocemos, incluso si eso significa quedarnos estancados.
Y, sin embargo, lo cierto es que el verdadero riesgo no está en innovar, sino en no hacerlo. El verdadero peligro está en mirar al futuro y darnos cuenta de que hemos sido superados por quienes sí se atrevieron a cambiar.
Por todo esto, la clave de la innovación es entender y, sobre todo, asumir que el riesgo forma parte del proceso. De esta manera puedes identificar como afecta el riesgo y establecer las condiciones para mitigarlo.
«La clave de la innovación es entender y, sobre todo, asumir que el riesgo forma parte del proceso».
Cómo gestionar el riesgo en innovación
Un sistema de gestión del riesgo inherente al proceso de innovación es el primer paso para desbloquear ese miedo hacia innovar. No se trata de teoría, sino de poner en marcha ciertas acciones concretas que permiten generar un ambiente idóneo para estimular la innovación.
En mi experiencia, los factores que son determinantes para crear un buen sistema de mitificación del riesgo son:
Constituir un ecosistema de innovación propio y rodearse de socios estratégicos: centros tecnológicos, universidades, startups, empresas-clientes o proveedores- para fomentar la transferencia de know how de esas entidades y acelerar el aprendizaje colectivo y reducir así los tiempos para llegar al impacto.
Planificar presupuestos de innovación: destinar recursos específicos a proyectos innovadores en un periodo concreto, evitando que la innovación dependa de la improvisación o del éxito asociado a la concurrencia competitiva. No hay que dedicar recursos que comprometan el core bussines de la entidad, pero si los suficientes que actúen de palanca dinamizadora. Un 1% del presupuesto de un año ya es mucho. Es importante porque igual que lo que no está en la agenda no es prioritario, lo que no está en presupuestos, no existe.
Impulso de la dirección: el compromiso firme desde arriba es el motor que da legitimidad y continuidad a la innovación y permite que el ecosistema que has elegido perdure en el tiempo y obtenga resultados. Compromiso reflejado en acciones, no solo presupuestarios si no a través de participación en reuniones de las nuevas iniciativas o en el análisis y selección del ecosistema.
Implementar rutinas innovadoras: incorporar prácticas que conviertan la innovación en una constante. Innovar no es un esfuerzo puntual o improvisado. Se trata de estimular la prueba y el error y de fomentar la ideación, la generación de nuevas propuestas de cambio y el espíritu emprendedor entre los equipos. Se trata de crear una cultura innovadora que permee de manera horizontal en la organización.
Indicadores de rentabilidad adaptados: diseñar métricas específicas que midan la innovación de forma realista, considerando la madurez tecnológica y la del mercado y su impacto potencial y de escalabilidad. Esto supone alejarse de los indicadores económicos tradicionales, que están adecuadamente diseñados para proyectos de inversión o en general de mejora continua, pero no están preparados para medir los resultados o las rentabilidades de proyectos con riesgo que requieren de horquillas mucho más anchas y moldeables y que requieren aceptar que hay que abandonar un proyecto en un momento determinado.
Todo ello persigue un objetivo muy claro: construir CONFIANZA en el proceso, porque si el riesgo es una constante en innovación, la confianza es la constante que lo equilibra.
La confianza es como el alma en los procesos de innovación porque es aquello que no vemos pero que conecta todos los elementos que hacen posible la innovación y sobre todo hace posible que el riesgo se diluya. La confianza conecta la valentía de las personas para proponer ideas, la visión de la dirección para impulsarlas, las relaciones con tu ecosistema y ayuda a admitir y aceptar que los errores forman parte del aprendizaje y del proceso de innovación.
En definitiva, lo esencial es que la innovación no progresa solo con tecnología o con recursos, sino que progresa si lo hacen las personas que la impulsan y, sobre todo, si progresa la confianza compartida entre ellas. Esa confianza es la que convierte el riesgo en oportunidad y permite traer el futuro al presente.
En el contexto actual, la agricultura está cada vez más afectada por los efectos del cambio climático. Las variaciones bruscas del clima, como lluvias torrenciales o elevadas temperaturas en épocas atípicas, contribuyen a que plagas y enfermedades desarrollen resistencias frente a los tratamientos químicos convencionales. Por ello, la búsqueda de soluciones naturales y sostenibles es prioritaria. En este escenario, los microorganismos beneficiosos y la vegetación espontánea emergen como grandes aliados en la defensa de los cultivos estratégicos y de nuestras ciudades.
Los suelos agrícolas albergan millones de microorganismos, como bacterias y hongos (Trichoderma spp., Bacillus, Pseudomonas, etc.), que, ya sea actuando por sí solos o en simbiosis con las plantas, desempeñan un papel fundamental en la protección frente a plagas y enfermedades. Dichos microorganismos actúan de maneras muy diversas contra plagas y enfermedades, compitiendo con ellos por nutrientes y espacio, produciendo metabolitos antimicrobianos que inhiben la acción de los patógenos, también pueden inducir los sistemas de defensa de las plantas o mejorar la nutrición y estructura del suelo, reforzando así la resistencia de las plantas allí cultivadas o establecidas, como puedan ser los árboles ornamentales de las ciudades.
Asimismo, la vegetación espontánea, tradicionalmente considerada “mala hierba”, puede ser, si se gestiona adecuadamente, una gran aliada frente a patógenos. Estas plantas, que crecen de manera natural en muchos espacios y que tienen una adaptación total al medio en el que residen, ofrecen una serie de beneficios que resulta necesario aprovechar. Permiten alojar enemigos naturales de las plagas, como insectos depredadores y parasitoides, favorecen la presencia de microorganismos beneficiosos en la rizosfera, ya que crecen de manera natural y ya tienen su propio ecosistema microbiano, pueden actuar como barrera física o biológica frente a patógenos, y por supuesto, contribuyen a biodiversidad funcional del ecosistema.
Por ello la utilización de estas plantas se antoja fundamental para comprender el ecosistema que nos rodea y apoyarnos en él para generar un medio de lucha natural, y a la vez eficaz para combatir patógenos y enfermedades que afectan a los cultivos.
Vegetación espontánea
Interacción entre microbiota y vegetación espontánea
La sinergia entre ambos elementos es fundamental. La vegetación espontánea influye en la composición de la microbiota del suelo a través de exudados radiculares y puede actuar como reservorio de microorganismos protectores. Estudios recientes demuestran que las parcelas con cobertura vegetal diversa presentan mayor resistencia a enfermedades.
Estas sinergias están siendo aplicadas con éxito en cultivos estratégicos como la vid, el almendro, el olivo o el pistacho, aportando resiliencia y sostenibilidad frente a las condiciones adversas del cambio climático.
La estrategia a seguir para que esta interacción sea totalmente funcional y eficaz pasa por la búsqueda e inoculación de consorcios microbianos autóctonos, es decir, microorganismos totalmente adaptados al medio y que no generen rechazo, realizar una gestión adecuada de la vegetación espontanea, creando mezclas de semillas seleccionadas de las plantas más adecuadas a cada tipo de cultivo o acción y, por supuesto, reducir el laboreo y las tareas de mantenimiento al mínimo, para así reducir el gasto energético y, con ello, nuestra huella de carbono.
Aplicaciones prácticas de vegetación espontánea en Castilla y León
En Castilla y León, se han identificado numerosas especies de vegetación espontánea que pueden integrarse de forma estratégica en los sistemas de cultivo. Especies como Papaver rhoeas (amapola), Sinapis arvensis (mostaza silvestre), Plantago lanceolata* (llantén), y Stellaria media (pamplina) son comunes en zonas de secano y márgenes agrícolas. Estas plantas no solo compiten con las especies invasoras, sino que también ofrecen hábitats para insectos auxiliares y mejoran la biodiversidad del suelo.
Una de las aplicaciones más sencillas de acometer con estos recursos naturales, es la implantación de estas medidas en nuestras ciudades (Fig. 1), transformando zonas degradadas y de escaso valor, en zonas con alta biodiversidad que aportan un valor fundamental para el desarrollo del eje persona, planta, suelo.
Fig 1. Alcorque degradado (izquierda) y alcorque florido de vegetación espontánea (derecha). 2022. Fuente: El periódico de Aragón
El manejo selectivo de estas especies mediante técnicas como la siega diferenciada o el diseño de bandas de cobertura está demostrando beneficios agronómicos y ecológicos en ensayos de campo recientes en cultivos de cereal, vid y olivo.
Conclusión: naturaleza como aliada para la sostenibilidad agrícola
La integración de microorganismos beneficiosos y vegetación espontánea representa una estrategia efectiva para una agricultura más natural y sostenible. Fomentar estas prácticas no solo ayuda a proteger los cultivos estratégicos y jardines, sino que también mejora la salud del suelo, reduce la dependencia de insumos químicos y nos ayuda a controlar el gasto energético. Es hora de mirar al suelo y al entorno como los verdaderos aliados en la protección agrícola.
– FAO (2022). *Harnessing the potential of soil biodiversity in agroecosystems*. Food and Agriculture Organization of the United Nations. – Poveda, J., & González-Andrés, F. (2021). *Biological control of plant diseases through the rhizosphere microorganisms: Emerging strategies and challenges*. Frontiers in Microbiology, 12, 671495. – European Commission (2020). *Biodiversity Strategy for 2030: Bringing nature back into our lives*. – Martínez-Hernández, C. et al. (2023). *Vegetation management and soil microbiota interactions in Mediterranean agroecosystems*. Agronomy for Sustainable Development, 43(2).
¿Alguna vez te has preguntado cómo podría ser un mundo en el que el almacenamiento de energía renovable sea eficiente y accesible?
Uno de los retos a los que se tiene que enfrentar la sociedad para conseguir una descarbonización efectiva es el aumento de la generación y penetración de las energías renovables. A pesar del avance experimentado, la intermitencia de fuentes como la solar y eólica, junto con la necesidad de optimizar sistemas complejos, limita el potencial de estas energías. Además, los desarrolladores de tecnología de almacenamiento energético enfrentan riesgos elevados al probar nuevos dispositivos en entornos cambiantes que pueden limitar la información obtenida.
En CARTIF disponemos de un banco de ensayos multi-sistema que permite almacenar dichos potenciales excedentes en diferentes formatos: baterías, hidrógeno y calor. Además de poder evaluar la cadena de transformación en cada uno de los casos, se puede caracterizar su comportamiento frente a variaciones en la demanda, evaluando su comportamiento dinámico.
Está diseñado para replicar escenarios energéticos reales, de forma que ofrece un entorno único donde las empresas pueden validar estrategias y dispositivos con confianza. Para ellos destacamos algunas características:
Tecnología avanzada: Incluye pila de combustible PEM, electrolizador AEM, baterías eléctricas y almacenamiento de hidrogeno en hidruros metálicos.
Simulación realista: Capacidad para emular perfiles de generación y demanda energética al estar interconectado con un sistema de adquisición de datos.
Control inteligente: Incorpora un sistema de control multinivel que optimiza la operación en tiempo real y permite analizar su operación a largo plazo.
¿Cómo podrían las empresas energéticas maximizar la eficiencia de sus sistemas?
Aquí es donde nuestro banco de ensayos entra en juego. Estas son algunas de sus ventajas clave:
Innovación acelerada: Se han desarrollado modelos matemáticos con los que poder escalar y ver las prestaciones que se tendrían con instalaciones más grandes.
Mitigación de riesgos: Permite una reducción del riesgo del escalado tecnológico, ya que se pueden validar tecnologías nuevas y reducir los costes de desarrollo al prever posibles errores.
Eficiencia energética superior: Con las pruebas realizadas simulando su funcionamiento en el sector residencial, se ha aprovechado hasta un 90% de los excedentes energéticos generados. permitiendo reducir picos de demanda, la potencia base instalada y la dependencia de la red eléctrica hasta en un 50%.
Cumplimiento normativo: La información extraída también puede ser usada para garantizar el cumplimiento de la legislación a nivel ambiental y de seguridad.
Banco de ensayos multi-sistema CARTIF
¿Por qué deberías interesarte en esta solución?
El sector energético está inmerso en una transición crítica hacia fuentes limpias. Las decisiones que tomes ahora podrían determinar el éxito de tus proyectos en los próximos años. Nuestro banco de ensayos te ofrece la seguridad y flexibilidad necesarias para liderar esta revolución.
¡Únete a la transformación! Si eres una empresa energética que busca optimizar recursos o un desarrollador que necesita validar sus productos, este banco de ensayos es para ti.
Descubre el poder de la innovación controlada. Maximiza tus sistemas, reduce riesgos y lidera el camino hacia un futuro energético sostenible.
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Luis Ángel Bujedo. Ingeniero industrial. Trabaja en eficiencia energética e integración de renovables en edificación y procesos industriales, especialmente sobre aplicaciones fotovoltaicas, monitorización y control de instalaciones solares y dimensionado e identificación de instalaciones de frío.
Tres problemas, una sola respuesta: nexo agua-energía-alimentos
Este año hemos vivido situaciones tan diversas como un apagón generalizado que nos dejó varias horas sin luz y servicios básicos, una época de intensas lluvias que, si bien nos han permitido disponer de agua suficiente, también han provocado DANAs en ciertas regiones, y olas de calor que han llevado a incendios y sequías que afectan a bosques y tierras de cultivo.
Si todos estos eventos nos están suponiendo un gran quebradero de cabeza a nosotros, que vivimos en un país social y tecnológicamente desarrollado, con capacidad de prevención y actuación, es lógico suponer que en otros contextos con muchas menos posibilidades sus impactos serán exponencialmente más dañinos.
Un claro ejemplo de ello es el continente africano, el cual, a pesar de disponer de un vasto abanico de recursos naturales, se enfrenta constantemente a desafíos energéticos, alimenticios y de gestión de recursos. Para más inri, su actual y futuro desarrollo económico y demográfico no hacen sino ahondar más en dichos problemas, pues un mayor crecimiento social implica mayores demandas de electricidad, agua y comida.
Todo está conectado (aunque no lo parezca)
Cuando sufrimos una sequía, nuestra mente suele centrarse en la falta de agua para beber o regar los cultivos. Sin embargo, una sequía también puede implicar menos producción hidroeléctrica y, por tanto, más presión sobre la red y los precios de la electricidad. Si se reducen las cosechas por falta de agua o calor extremo, la producción de alimentos se desploma y, consecuentemente, sus precios se disparan. Si un corte de electricidad impide bombear agua o conservar alimentos, el problema se agrava.
Esta red de interdependencias no es casualidad. Agua, energía y alimentación forman un sistema interconectado donde cualquier cambio en uno de los elementos puede desencadenar efectos en los demás. Por eso, desde hace años, se promueve el enfoque conocido como Metodología NEXO Agua-Energía-Alimentos (o WEF Nexus Methodology, por sus siglas en inglés).
¿Qué es el enfoque NEXO?
El NEXO propone, al igual que múltiples teorías, que la mejor manera de abordar los retos relacionados con los recursos naturales es dejar atrás el pensamiento tradicional de silos (entender cada recurso como un ente individual, separado del resto) y hacerlo de manera integrada, entendiéndolos como sistemas complejos e interconectados en el que actuar sobre uno de ellos va a afectar a otro, ya sea de forma negativa o positiva. Este enfoque metodológico sistémico analiza cómo interactúan entre sí el agua, la energía y los alimentos, incluyendo a su vez la influencia de otros factores asociados como pueden ser la economía, la demografía, el cambio climático, etc.
En vez de pensar “¿cómo mejoramos la agricultura?” o “¿cómo garantizamos el suministro eléctrico?”, el enfoque NEXO nos lleva a preguntarnos cómo podemos garantizar el acceso sostenible a los tres recursos a la vez, sin perjudicar a ninguno y maximizando los beneficios conjuntos. Este enfoque permite anticipar conflictos, optimizar recursos y tomar decisiones más equilibradas en contextos de alta complejidad.
Modelar para entender (y para decidir mejor)
Pero claro, entender y predecir estas relaciones no es fácil. ¿Cómo se mide el impacto de una nueva presa en la producción agrícola? ¿Qué efecto tiene un aumento en el precio del combustible sobre el uso del agua en una región? ¿Cómo influye el crecimiento urbano en la seguridad alimentaria?
Para responder a estas preguntas se necesita estudiar cómo han funcionado dichas relaciones en el pasado, lo cual se consigue mediante datos históricos reales que sirven para alimentar modelos: herramientas que representen digitalmente las relaciones entre los distintos elementos del sistema. Estos modelos se nutren de valores históricos para simular diferentes escenarios futuros que permiten analizar los efectos de distintas decisiones políticas o estratégicas. No buscan ofrecer una única respuesta, sino crear un marco para evaluar alternativas y tomar decisiones informadas.
África como laboratorio real: el caso de ONEPlanET
Bajo este enfoque nace el Proyecto ONEPlanET, del que CARTIF es socio y parte fundamental. Enmarcado en el programa de investigación Horizonte Europa, ONEPlanET comenzó en noviembre de 2022 y tendrá su evento final el próximo mes de octubre en Cabo Verde. Su principal objetivo es contribuir al desarrollo sostenible en África mediante la creación de un marco de modelado WEF Nexus común, el cual permita simular y evaluar diferentes alternativas políticas y de gestión de recursos. Para ello se han elegido como casos de estudio tres cuencas fluviales: la cuenca del Inkomati-Usuthu (Sudáfrica), la cuenca del río Bani (Mali-Costa de Marfil) y la del río Songwe (Tanzania-Malawi).
Las etapas iniciales consistieron en el estudio en profundidad de los casos de estudio, organizando workshops presenciales con actores locales (ONGs, políticos, universidades…). Posteriormente comenzaron los apartados más técnicos que involucraron la caracterización de los modelos específicos para cada piloto, la recogida de datos para alimentarlos, y el desarrollo de los propios modelos y de sus herramientas de visualización. Actualmente, la labor se centra en la presentación y accesibilidad de los resultados. Para ello, se han diseñado dos vías: una herramienta online orientada a usuarios técnicos y un juego de mesa para sensibilizar a públicos más amplios sobre los desafíos del nexo.
CARTIF ha participado en todas las etapas del proyecto: desde los workshops con organizaciones locales y la recopilación de datos, hasta la creación de los modelos y el desarrollo de las dos alternativas de visualización de los resultados.
Una herramienta para entender el presente y diseñar el futuro
Aunque ONEPlanET se desarrolla en África, el enfoque NEXO y las herramientas de modelado que promueve son replicables en cualquier parte del mundo y a cualquier escala, siempre que se disponga de los datos requeridos. En un contexto global cada vez más interdependiente, marcado por el cambio climático, la presión sobre los recursos y la creciente incertidumbre, entender cómo interactúan el agua, la energía y la alimentación es más urgente que nunca.
Porque los desafíos del futuro y del presente no vienen en compartimentos estancos. Y tampoco deberían hacerlo las soluciones.