Un nuevo paradigma: cuando el residuo se convierte en activo
Imagina que el residuo dejase de ser un problema para las empresas y se convirtiera en una fuente de ingresos. No es una idea futurista, sino una tendencia cada vez más tangible.
En un mundo donde los recursos naturales son finitos y los residuos aumentan de forma exponencial, la transición hacia una bioeconomía circular se presenta como un pilar esencial para un futuro sostenible, y más aún cuando, cada año, millones de toneladas de subproductos agroindustriales, residuos alimentarios o corrientes orgánicas terminan infrautilizados, pese a su alto contenido en carbono, nutrientes y compuestos de interés.
10% de los alimentos disponibles para el consumo en la UE se desperdician
Tanto es así que se estima que alrededor del 10% de los alimentos disponibles para el consumo en la UE se desperdician en los sectores de suministro y consumo (hogares, restauración y retail), según confirma la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat). Pero, ¿y si estos residuos, lejos de ser un problema, pudieran transformarse en una oportunidad y convertirse en la materia prima del futuro?
Cada año, en la UE se generan alrededor de 59 millones de toneladas de desperdicio alimentario, equivalentes a 132 kg por persona, con un valor económico estimado en 132 000 millones de euros (Eurostat, 2022). Detrás de esas cifras se esconde una oportunidad de innovación: transformar estos residuos en bioplásticos, ácidos orgánicos, proteínas o biocombustibles capaces de sustituir a derivados fósiles y reducir la huella de carbono de la industria, pudiendo cubrir hasta el 20% de su demanda de productos químicos básicos con carbono renovable.
El 20% de la demanda de productos químicos básicos de la industria se podría cubrir con carbono renovable
El concepto de bioproceso circular no se limita a reciclar. Implica rediseñar los flujos productivos para que cada molécula de carbono tenga más de una vida. Como subraya la Estrategia Europea de Bioeconomía (2024-2025), el reto está en convertir residuos agrícolas y urbanos en materias primas para nuevos bioproductos, reduciendo el impacto sobre suelos, agua y biodiversidad.
Este impulso se refuerza con la nueva regulación: el Reglamento de Envases y Residuos (PPWR), que será de aplicación general en agosto de 2026, y que obliga a que todos los envases sean reciclables o reutilizables (Design4Recycling). Esta normativa está generando un efecto arrastre en toda la cadena de valor, donde la demanda de materiales biobasados y reciclables crece a un ritmo sin precedentes.
Del residuo al recurso o cómo convertir residuos en moléculas de valor: la tecnología que lo hace posible
La biotecnología industrial es hoy una herramienta esencial para transformar residuos orgánicos, biomasa lignocelulósica o incluso emisiones de CO₂ en moléculas de alto valor añadido. Esta conversión se consigue mediante plataformas que combinan microbiología, catálisis y química verde.En el área de Biotecnología y Química Sostenible (BQS) de CARTIF, el proceso se articula en cuatro etapas principales:
Pretratamiento inteligente: Lo primero es descomponer la estructura compleja de los residuos (biomasa lignocelulósica, melaza, aceites usados) por métodos físicos, químicos o enzimáticos para liberar azúcares y compuestos fermentables.
Fermentación avanzada: Aquí, microorganismos diseñados transforman los sustratos (azúcares, CO₂, syngas) en ácidos orgánicos, biopolímeros, alcoholes o proteínas unicelulares (SCP). Es un paso crítico: la productividad, selectividad y estabilidad definen la viabilidad del proceso.
Biocatálisis selectiva: Para llevar un metabolito intermedio a una molécula final de interés, se recurre a enzimas específicas o rutas de biocatálisis que funcionan bajo condiciones moderadas y elevan la pureza del producto final.
Etapa de separación y purificación (downstream): Membranas, cromatografía, ultrafiltración o spray drying permiten aislar, concentrar y preparar el producto para cumplir exigencias industriales y normativas de calidad.
Cuando todo eso se integra en una biorrefinería —que produce simultáneamente varios bioproductos a partir de una corriente de residuo- se maximiza el uso del carbono, se reducen costes, emisiones y riesgos asociados a materias primas fósiles. En el área de Biotecnología trabajamos con metodologías basadas en el desarrollo de tecnologías a escala de laboratorio para su posterior escalado a planta piloto y fase preindustrial (TRL 2–5), acompañadas de herramientas de análisis tecno-económico y huella de carbono para asegurar que la innovación sea escalable y transferible a la industria y sector productivo.
Tecnologías que crean valor y mercado
No basta con que un proceso funcione: debe generar productos competitivos en volumen, coste y calidad. Los bioprocesos circulares permiten acceder a mercados industriales en crecimiento. Entre los bioproductos con mejor potencial comercial se encuentran:
Ácidos orgánicos (láctico, acético, succínico): bloques de construcción para la industria química, cosmética y de bioplásticos.
Biopolímeros PHA/PHB: alternativas biodegradables con alto potencial en envase sostenible.
Proteínas microbianas: fuente de proteína alternativa para alimentación animal o acuícola.
Antioxidantes naturales y péptidos bioactivos: ingredientes de alto valor para nutracéutica y cosmética.
Bioaceites y biocarbonos: precursores de adhesivos, recubrimientos o materiales porosos.
El mercado europeo ya ha comenzado a traducir interés en cifras: con una tasa de crecimiento elevada, la competencia entre productores biotecnológicos empieza a orientarse a nichos donde la cadena local, la sostenibilidad y la trazabilidad son factores diferenciadores frente al plástico fósil. Por otra parte, en 2024, el sector del envase concentró el 45 % de la demanda de bioplásticos en Europa (European Bioplastics). Las previsiones apuntan a un crecimiento anual del 18 % entre 2025 y 2030, pasando de 0,67 a 1,54 millones de toneladas. A este dinamismo se suman otros segmentos como los ingredientes bioactivos o los biopolímeros técnicos, donde la trazabilidad y el origen renovable se han convertido en ventajas competitivas.
Lo que CARTIF aporta: infraestructura y mitigación de riesgo
Convertir una buena idea en un proyecto industrial viable requiere una plataforma tecnológica avanzada, flexibilidad y experiencia en procesos de escalado. Aquí es donde CARTIFaporta la experiencia de su personal técnico cualificado y su infraestructura de equipos de laboratorio y plantas piloto.
El área de Biotecnología y Química Sostenible (BQS) cuenta con una infraestructura completa que permite escalar procesos desde el laboratorio hasta la planta piloto, con fermentadores automatizados (1-200 litros), reactores presurizados capaces de utilizar gases como CO₂ /H₂ / CO, sistemas SCADA y un laboratorio analítico de última generación (HPLC, GC-MS, UPLC-MS, FTIR, SEM, TGA, etc.). Con estas capacidades, podemos simular condiciones industriales, optimizar parámetros clave (rendimientos, productividad, coste enzimático/energético) y validar la viabilidad antes de escalar.
De la idea al proyecto: hoja de ruta recomendada
Para quien trabaja en empresa, clúster o centro tecnológico, esta guía rápida puede servir de ayuda para plantear una estrategia de valorización de beneficio de las corrientes de subproducto y residuos:
Identifica tus corrientes residuales: composición, volumen y variabilidad.
Define tu cartera de productos: elige uno o dos “productos ancla” + posibles coproductos.
Apuesta por una tecnología y desarróllala con criterios de innovación y competitividad desde el laboratorio hasta la escala piloto con KPIs claros: productividad, títulos, rendimiento bruto/neto.
Evalúa económicamente (TEA) y ambientalmente (LCA) bajo escenarios normativos.
Asegura contratos de suministro y off-take con proveedores y distribuidores.
Gracias a su experiencia multidisciplinar y su red de colaboración con empresas, CARTIF acompaña a la industria durante todo el ciclo de desarrollo, desde la caracterización del residuo hasta la validación piloto y la evaluación técnico-económica, aplicando un enfoque integral que reduce el riesgo tecnológico y acelera la transferencia de resultados al mercado.
📩 Contacta con nosotros para desarrollar soluciones biotecnológicas adaptadas a tu industria
En resumen y a modo de conclusión, podemos decir que la valoración biotecnológica de residuos ya dejó de ser una promesa futurista: es una estrategia obligada para empresas que quieren adelantarse a la regulación, reducir costes o reputación ambiental y capturar nuevos nichos. Con normativas estrictas como el PPWR entrando en vigor y objetivos ambiciosos para 2030, quienes integren bioprocesos circulares dispondrán de una ventaja competitiva sólida. Los bioprocesos circulares son una vía real para transformar los retos ambientales en oportunidades de innovación. En CARTIF y, concretamente en el área BQS, trabajamos para que cada molécula cuente, impulsando una industria más sostenible, competitiva y basada en el conocimiento.
Isaac Newton, desde una base eminentemente matemática, dejó claro hace más de 300 años que la manera más sólida de comprender el mundo es formular hipótesis y someterlas a experimentación y observación, para concluir empíricamente si se sostienen o no. Gracias a ese método hemos logrado hitos impensables: prevenir y curar enfermedades que antes arrasaban, pisar la Luna o, incluso, permitir que estés leyendo esto desde cualquier lugar del planeta.
A los ingenieros del siglo XXI esta historia puede sonarnos repetida. Sin embargo, hoy es más necesario que nunca no solo oírla, sino escucharla y reflexionar sobre ella. Nuestra profesión consiste en diseñar y desarrollar productos y servicios —en el sentido más amplio— que resuelvan problemas reales de las personas. Es evidente que lo intentamos, pero con algo de perspectiva aparecen demasiados casos en los que invertimos nuestros recursos más valiosos (tiempo, dinero y energía) en soluciones quizá brillantes… que nadie quería.
«La manera más solida de comprender el mundo es formular hipótesis y someterlas a experimentación y observación»
El resultado, con frecuencia, es desperdicio, desmotivación y, en el mejor de los casos, aprendizaje. Un aprendizaje muy caro. ¿No existe una forma más barata de llegar a la misma lección? Sí: el ciclo Build–Measure–Learn (Construir–Medir–Aprender). Este enfoque, popularizado por Eric Ries en su libro The Lean Startup, resulta igual de aplicable al ámbito de la ingeniería, donde la validación temprana de hipótesis puede ahorrar enormes cantidades de recursos. La dinámica es simple: partimos de una hipótesis (ese punto de convergencia entre la visión del creador y lo que el cliente podría aceptar) y diseñamos una forma empírica y frugal de obtener observaciones tangibles que validen o refuten esa hipótesis.
Infografía ciclo Construir-Medir-Aprender. Creación propia
La secuencia es: Idea; Construir (producto); Medir; Datos; Aprender; Nueva idea. El objetivo no es “acertar a la primera”, sino minimizar los recursos necesarios para alcanzar aprendizaje útil. La hºerramienta que mejor optimiza ese ciclo es el MVP (Producto Mínimo Viable): un producto lo bastante simple para generar resultados medibles lo antes posible, convertirlos en datos, extraer de ellos un aprendizaje claro y, con ello, validar o descartar la hipótesis inicial.
Para que funcione, hace falta algo más que método. Hace falta humildad intelectual. A veces la “idea brillante” no era más que una fantasía y toca pivotar. Igual que el empirismo nos ayudó a abandonar el geocentrismo, la generación espontánea, la teoría de los humores o la brujería, quizá sea momento de volver a ese mismo enfoque para testar las hipótesis sobre las que construimos no solo nuestra profesión, sino también nuestra sociedad.
En definitiva: menos fe en nuestras suposiciones y más respeto por la evidencia. Construyamos pequeño, midamos pronto, aprendamos rápido. Y, si es necesario, cambiemos de rumbo antes de seguir invirtiendo en algo que nadie está esperando.
Cada 16 de octubre celebramos algo que nos une a todos: la alimentación. Este año, además, conmemoramos el 80º aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una institución que desde 1945 trabaja incansablemente para garantizar el derecho a una vida digna a través de algo tan esencial como los alimentos. Ocho décadas después, el mensaje de la celebración del día Mundial de la Alimentación, sigue buscando la colaboración de todos los que formamos parte de los desafíos del sistema: “Mano a mano por unos alimentos y un futuro mejores”.
Una frase sencilla, pero cargada de responsabilidad compartida. Porque alimentar al mundo, de forma justa, sostenible y saludable, no es solo tarea de los grandes organismos internacionales. También nos implica a nosotros, en cada decisión que tomamos, en cada alimento que elegimos, en cada proceso de innovación. Cada pequeña contribución cuenta. Por eso, me pregunto y debemos preguntarnos: ¿cómo puedo ayudar?
Una mirada hacia la gran transformación de los alimentos
La forma en la que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos define no solo nuestra salud, sino la del planeta. La reciente publicación del informe EAT-Lancet Commission 2.0 (2025), presentado hace unos días en el Stockholm Food Forum, vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de la necesidad de una “Gran Transformación de los Alimentos”, basada en tres pilares: salud, sostenibilidad y justicia.
La inclusión del pilar de la justicia no es casual, el contexto global en el que vivimos con una fuerte inestabilidad geopolítica, un encarecimiento de los alimentos, los impactos emergentes del cambio climático y otros efectos siguen agravando el aseguramiento de la alimentación y, por tanto, la salud humana. La injusticia social crece y la resiliencia de las naciones cada vez se tambalea más. Aunque los sistemas alimentarios actuales han logrado, en gran medida, acompañar el crecimiento de la población garantizando una ingesta calórica suficiente para muchos, son el principal factor de transgresión de los límites planetarios y necesitan una acción conjunta y urgente basada en dichos pilares.
El informe EAT-Lancet recuerda que “la adopción global de dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles salvaguardaría nuestro planeta y mejoraría la salud de miles de millones de personas”, y advierte que, si no actuamos, el mundo corre el riesgo de no cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otras acciones relacionadas con un futuro de la alimentación.
El profesor Johan Rockström, uno de los autores del estudio, lo resumía con claridad: “La producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resistencia del ecosistema. Constituye el mayor impulsor de degradación ambiental”. Sus palabras resuenan con fuerza en este aniversario de la FAO, que lleva ocho décadas recordándonos que los alimentos no solo deben nutrirnos, sino también proteger la tierra que los hace posibles.
Fuente: Twitter Johan Rockström
“La producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resistencia del ecosistema. Constituye el mayor impulsor de degradación ambiental”
Esta llamada a la acción no se dirige únicamente a gobiernos o instituciones. Nos interpela a todos: investigadores, productores, empresas y consumidores. Porque la alimentación no es un proceso aislado; es un sistema vivo e interconectado, donde lo que decidimos en un extremo tiene consecuencias en otro.
¿Cómo puedo ayudar?
Piensa que cada gesto cuenta. Terminar con el hambre, mantener nuestros ecosistemas, asegurar los alimentos del futuro y el impacto que esto tiene sobre el mundo. Es mucho, ¿no?
Comienza con las elecciones que hacemos cada día. Podemos elegir alimentos locales y de temporada, consumir más alimentos de origen vegetal, optar por agua del grifo o filtrada, comprar lo necesario y reducir el desperdicio alimentario, elegir envases reutilizables, elegir alimentos mínimamente procesados, valorar el esfuerzo detrás de cada producto que llega a nuestra mesa y apoyar prácticas agrícolas sostenibles.
Hacernos conscientes significa entender que la comida que elegimos es también una herramienta de cambio. En nuestras manos está contribuir a un modelo en el que la salud de las personas y la del planeta no sean objetivos contrapuestos, sino dos caras de la misma moneda. Esa conciencia, cuando se multiplica, transforma la acción individual en fuerza colectiva.
Infografía frutas de temporada. Fuente: https://www.mapa.gob.es/
CARTIF: innovación al servicio de un sistema alimentario justo y sostenible
En CARTIF, creemos firmemente que la ciencia y la tecnología son aliados fundamentales para alcanzar esa transformación. Por eso, trabajamos mano a mano con empresas, administraciones y sociedad para desarrollar soluciones tecnológicas que respondan a los grandes retos alimentarios y medioambientales de nuestro tiempo.
Desde nuestra área de Alimentación, trabajamos en la valorización de alimentos, promoviendo el aprovechamiento eficiente y sostenible de los recursos. Avanzamos en la descarbonización de los procesos industriales, impulsando tecnologías que reduzcan el impacto ambiental en la generación de nuevos alimentos. Además, en estos momentos somos parte activa del proyecto Vision4Food que surge para abordar los desafíos asociados a los sistemas alimentarios mediante el desarrollo de herramientas y modelos que nos ayuden a pasar de la estrategia a la acción en los territorios.
Solo me queda decir… ¡gracias por tu ayuda! Y que todos los días sean el feliz Día Mundial de la Alimentación.
En la nueva era de la Industria 5.0, los robots dejan de ser simples herramientas de automatización para convertirse en colaboradores activos de las personas. La clave ya no está solo en producir más rápido, sino en lograr entornos productivos flexibles, personalizados y centrados en el ser humano. Y aquí aparece un reto fundamental: ¿cómo conseguimos que los robots entiendan y se comuniquen con nosotros de forma natural?
La respuesta está en la interacción humano-robot (HRI, por sus siglas en inglés). Se busca que las máquinas puedan percibirnos, interpretarnos y responder de manera adecuada. Sin embargo, uno de los grandes obstáculos es la falta de un lenguaje común que permita a distintos sistemas y sensores trabajar juntos de forma armonizada.
En este contexto surge ROS4HRI, un estándar abierto impulsado por nuestro partner en ARISE, PAL Robotics. En este ecosistema, nuestro partner aporta su experiencia en robótica humanoide y social, asegurando que la validación de ROS4HRI se realice en entornos reales, desde laboratorios de pruebas hasta escenarios productivos reales como hospitales y centros de atención sanitaria.
Standard ROS4HRI
¿Qué es ROS4HRI?
ROS4HRI es una extensión de ROS2 (Robot Operating System) que define un conjunto de interfaces, mensajes y APIs estandarizadas orientadas a la interacción humano-robot.
Su propósito es claro: crear un lenguaje común que unifique la forma en la que los robots perciben e interpretan las señales humanas, sin importar qué sensores o algoritmos están detrás. Los robots pueden gestionar información clave como:
Identidad de la persona: reconocimiento y seguimiento individual.
Atributos sociales: emociones, expresiones faciales e incluso edad estimada.
Interacciones no verbales: gestos, mirada, postura corporal.
Señales multimodales: voz, intenciones y comandos en lenguaje natural.
Arquitectura de ROS4HRI
El diseño de ROS4HRI sigue un enfoque modular, derribando las barreras entre distintos sistemas de percepción, asegurando que los robots puedan procesar información humana de manera coherente, independientemente de los sensores o algoritmos que se utilicen, siempre en línea con la filosofía abierta de ROS2. Sus componentes principales son:
APIs de interacción: facilitan que las aplicaciones accedan a esta información de manera uniforme.
Integración multimodal: combina datos de voz, visión y gestos para enriquecer la interpretación.
Compatibilidad con ROS2 y Vulcanexus, que asegura su despliegue en entornos distribuidos.
En la siguiente figura puede verse parte de su núcleo y los distintos módulos que lo conforman. Para quien quiera profundizar, el código y la documentación están disponibles en el repositorio oficial: github.com/ros4hri
En el proyecto europeo ARISE, ROS4HRI juega un papel clave dentro del ARISE middleware, integrándose con ROS2, Vulcanexus y FIWARE.
Esta combinación permite explorar escenarios de industria 5.0 en los que robots equipados con ROS4HRI pueden:
Reconocer a un operario y adaptar su comportamiento en función de su rol o gestos.
Interpretar señales sociales como expresiones de cansancio o estrés para ofrecer un apoyo más humano.
Compartir información en tiempo real con plataformas de gestión industrial p.e a través de FIWARE, enriqueciendo así la toma de decisiones.
Lo interesante es que ROS4HRI no funciona de manera aislada, sino que se apoya en recursos ya existentes dentro de la comunidad. Un buen ejemplo es MediaPipe, la librería de Google muy utilizada para el reconocimiento de gestos, poses y rasgos faciales. Gracias a ROS4HRI, los resultados obtenidos con MediaPipe (como esqueletos 2D/3D o detección de manos) pueden integrarse de manera estándar dentro de ROS2.
Ejemplo práctico
Un ejemplo práctico en ARISE usando ROS4HRI es la creación de un módulo para detectar los movimientos de los dedos de la mano. Para ello, se desarrolló un paquete en ROS2 que sigue el estándar ROS4HRI y emplea la librería MediaPipe de Google para procesar el vídeo de una cámara.
En este caso el nodo principal extrae las coordenadas 3D de las articulaciones de la mano y las publica en un tópico de ROS siguiendo las convenciones de ROS4HRI, cómo /humans/hands/<id>/joint_states. Gracias a este formato estandarizado, otros componentes del sistema (por ejemplo, un visualizador en RViz o un controlador de robot) pueden usar esos datos de manera interoperable para tareas como control por gestos.
La evolución hacia la Industria 5.0 exige robots capaces de interactuar de forma más humana, confiable y eficiente. En este camino, ROS4HRI se consolida como un estándar clave para habilitar la colaboración humano-robot, garantizando interoperabilidad, escalabilidad y confianza, con aplicaciones que transformarán no sólo la industria, sino también la sanidad, la educación y los servicios.
Referencias
Lemaignan, S.; Ferrini, L.; Gebelli, F.; Ros, R.; Juricic, L.; Cooper, S. Hands-on: From Zero to an Interactive Social Robot using ROS4HRI and LLMs. HRI 2025. https://ieeexplore.ieee.org/document/10974214
Ros, R.; Lemaignan, S.; Ferrini, L.; Andriella, A.; Irisarri, A. ROS4HRI: Standardising an Interface for Human-Robot Interaction.2023PDF link
El pasado 23 de septiembre Zamora respiró innovación: investigadores, médicos, tecnólogos, empresas e instituciones se reunieron con un mismo objetivo en mente, el futuro de la salud y el bienestar.
El Foro Nacional de Salud y Bienestar, impulsado por CARTIF junto a ITCL dentro del programa CENTRATEC, que se celebró en la ciudad, se convirtió en un espacio en el que la innovación no era solo una oportunidad tecnológica, sino una herramienta clave para mejorar la vida de las personas.
Tecnología al servicio de los cuidados
La apertura institucional estuvo marcada por la intervención de Isabel Blanco, vicepresidenta de la Junta de Castilla y León y consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, quien destacó la importancia de poner la tecnología al servicio de los cuidados. Un mensaje que resonó a lo largo de toda la jornada y que marcó la línea de trabajo: innovar, sí, pero siempre con el paciente en el centro.
Las conversaciones comenzaron a fluir con el primero de los temas, pasar de la investigación sanitaria al desarrollo de soluciones concretas. La estrategia RIS3 de Castilla y León (2021-2027), reconoce la salud como uno de sus ejes prioritarios, apostando por ámbitos con enorme proyección como la medicina personalizada, las terapias avanzadas o los productos sanitarios tecnológicos.
« El objetivo de RIS3 es posicionar Castilla y León como actor clave ante nuevos retos y oportunidades para mejorar la vida de las personas.«
-Beatriz Asensio, responsable de la Unidad de Transferencia Tecnológica del Instituto de Competitividad Empresarial de la Junta de Castilla y León.-
La reflexión de fondo fue compartida por todos: ¿cómo trasladar el enorme potencial científico a resultados concretos para los pacientes, garantizando rapidez, seguridad y sostenibilidad?
Salud digital: del dato a la decisión
El futuro digital también fue protagonista. Conceptos como inteligencia artificial, big data y telemedicina dejaron claro que el futuro ya está aquí, y que el reto es aprender a usar las herramientas digitales de forma responsable, tanto en la prevención como en la atención personalizada.
Ética, formación y adaptación de los sistemas sanitarios fueron palabras recurrentes en un debate apasionado.
Pero si hubo un momento en el que todos parecían remar en la misma dirección fue al hablar de colaboración público-privada. Empresas, startups, centros de investigación y administración coincidieron en que la clave está en unir esfuerzos para que las innovaciones lleguen realmente al sistema de salud y al mercado.
« Hay que apostar por proyectos de implantación real«
-Manuel Ángel Franco, jefe de Servicio de Psiquiatría y Salud Mental en el Complejo Asistencial de Zamora.-
« La clave está en optimizar los procesos para facilitar los tiempos a todos, tanto a los profesionales como a los usuarios«
-Alberto Saez, responsable IT de Affidea-
« Los usuarios tienen que estar siempre en el centro«
-Juan Ignacio Coll, vicepresidente de la Sociedad de Informática de la Salud-
En la zona de demostración esa visión se volvió tangible: un lugar lleno de soluciones tecnológicas y proyectos en marcha que poder conocer de primera mano y que parecía abrir una puerta a nuevas formas de cuidar.
¿Crees en las segundas oportunidades? ¡En CARTIF, creemos en la REvida!
Se conoce como bagazo al residuo que queda tras triturar, prensar o macerar frutos, semillas o tallos para extraer su jugo. Es un subproducto muy común en la elaboración de alimentos y bebidas como el vino, la cerveza o las bebidas vegetales. Hablamos con naturalidad de “bagazo de avena”, “bagazo de cerveza” o “bagazo de uva”, y sin embargo, en otros casos similares, usamos nombres específicos como okara o magaya. ¿Por qué ocurre esto?
La diferencia está en el contexto cultural y el uso histórico. Magaya es una palabra tradicional del norte de España —especialmente en Asturias y Galicia— donde la producción de sidra forma parte del día a día rural. Por su presencia continua y valor local, este residuo se ganó un nombre propio. Lo mismo ocurre con la okara, término de origen japonés que se refiere al residuo que queda tras elaborar leche de soja o tofu, muy presente en la cocina tradicional de Japón, Corea y China. Cuando un residuo se ha aprovechado históricamente en la alimentación o la vida cotidiana, y ha adquirido un valor social o económico, es común que reciba un nombre específico. Nombrarlo es reconocer su valor y su utilidad.
Magaya
Residuo de la manzana prensada utilizada para hacer sidra
Okara
Partes insolubles de los granos de soja que quedan después de filtrar el puré de granos de soja durante la producción de bebidas de soja o tofu
Existen más ejemplos de subproductos alimentarios con nombre propio que reflejan esa tradición de uso: el orujo, que es el residuo sólido de la uva tras su prensado y se emplea para destilar aguardientes; la harinilla, que resulta del tamizado de la harina y se utiliza en piensos; la salmuera, el líquido agotado tras la fabricación de quesos o encurtidos, rica en sales y nutrientes; la melaza, un subproducto espeso del refinado de caña o remolacha que puede destinarse a fermentación o a la alimentación animal; o los sueros lácteos, líquidos ricos en proteínas que quedan tras elaborar quesos y que se transforman en bebidas o suplementos. Puede que estos nombres suenen raros, pero todos ellos tienen algo en común: son subproductos, los “restos” que quedan después de elaborar algo… y que aún tienen mucho que ofrecer.
Personal de CARTIF en el laboratorio de alimentación haciendo ensayos con productos cárnicos
Darle una segunda vida o una segunda oportunidad a esos restos o residuos se llama valorizar. Se trata de convertir lo que parecía un final en un nuevo comienzo. Es REincorporarlos a la cadena de valor para que vuelvan a tener vida, una Revida. En CARTIF nos gustan los RE: los REtos de la innovación, los REstos de la industria alimentaria, la REcirculación de recursos y la REvalorización de residuos. Porque, para nosotros, tirar no es una opción. Y no solo porque desde este año está en vigor la nuevaLey de prevención de pérdidas y desperdicio alimentario, sino porque lleva 30 años en nuestro ADN innovar en soluciones para devolver este valor a la propia cadena de alimentación.
A partir de residuos de empresas cárnicas, obtenemos ingredientes de alto valor añadido como heparina, grasas funcionales o proteínas. De la magaya, extraemos pectinas naturales con aplicaciones alimentarias y cosméticas. Con la okara, desarrollamos snacks ricos en proteínas, saludables y sostenibles. ¿Y lo que sobra de todo eso? También lo valorizamos: lo transformamos en bioestimulantes para suelos agrícolas. ¿Y después, cuando ya hemos agotado todas las opciones? Lo seguimos aprovechando para producir biogás, hidrógeno y syngas, generando energía y cerrando así el círculo.
En CARTIF creemos que los residuos no son basura, sino recursos esperando una segunda oportunidad. Con innovación, ciencia y colaboración con la industria, demostramos que un modelo más circular es posible. ¿Te unes al reto de Revalorizar y ayudarnos a ponerle nombre propio a estos «bagazos»?