Redefiniendo el valor de los snacks; estrés & snacks

Redefiniendo el valor de los snacks; estrés & snacks

Déjame que te cuente…

La comida está intrínsecamente ligada a nuestra salud y a nuestra calidad de vida hasta el punto de que los momentos de comida juegan un papel crucial en la satisfacción de nuestras necesidades tanto a nivel biológico (los nutrientes que nos aportan los alimentos que ingerimos) como a nivel psicosocial. Entre estos momentos, se encuentran aquellos asociados a los descansos, pausas, ocio o momentos de distracción típicamente asociados al consumo de los denominados snacks.

El concepto de snack engloba un amplio rango de productos y se asocia con alimentos listos para consumir, que encontramos apetecibles, que no tienen un coste muy elevado, que son fáciles de llevar a cualquier sitio y que satisfacen nuestros deseos de consumo en el momento en el que los necesitamos.

La pandemia causada por la Covid exarcebó el consumo de estos productos, por diferentes razones, como el estrés asociado a la soledad, a la situación per se que hemos vivido o al cuidado de nuestros seres queridos en las condiciones de pandemia, convirtiéndolos en productos de auténtico autopremio e indulgencia y, aún más, de inseparables acompañantes de la cerveza y el vino que aminoraban la sensación asocial que nos asedió en muchos casos.

No cabe duda de que nuestras elecciones en el consumo de alimentos están asociadas a multitud de factores, y que el estrés es uno de ellos. Las personas, estamos sufriendo actualmente más estrés que nunca y hay estudios que indican que, específicamente, el año 2020 ha sido «el peor y más estresante año que hemos vivido» (Gallup, 2021)1.

En la postpandemia, se ha mantenido un escenario híbrido de consumo donde seguimos comiendo snacks dentro de casa, pero volvemos a las ocasiones del ocio, a nuestros sitios de trabajo convirtiendo los descansos y los tiempos de comida en ocasiones para este picoteo.

Este «picoteo», o el consumo de snacks y alimentos o bebidas calóricas entre comidas es un factor relacionado con la salud mental y física y, se ha vinculado específicamente, con la obesidad y, por ende, con las enfermedades relacionadas con ésta. De hecho, este tipo de productos se han definido como una categoría de productos obesogénicos.

Aquí es donde podemos discernir entre un consumo de snacks saludables (frutas, verduras, alimentos elaborados bien formulados desde el punto de vista nutricional) y los snacks sobre los que debería caer todo el peso de la ley (ricos en grasas, azúcar, y elevado contenido en sal).

Los snacks, del tipo que sean, son parte de nuestra dieta e, incluso, hay personas que prefieren esta forma de alimentarse a través de comer en pequeñas cantidades como parte de su ritmo de vida, en lugar de comidas más grandes que pueden englobar el concepto de sentarse a la mesa. Ya hace algún tiempo que hablamos de la snackificación como una tendencia y aquí, en CARTIF, seguimos buscando las mejores formas de satisfacer esta nueva forma de alimentarnos o esta tendencia a comer entre horas para que sea de una forma más saludable.

«El snack es un alimento que, generalmente, supone una pequeña porción que se consume entre las comidas principales. Los snacks forman parte de la dieta diaria. La cuestión que nos planteamos es ¿qué es lo que buscamos en ese snack?

¿Cómo está el mercado actual? ¿Qué queremos comer como snack?

Los snacks siguen en absoluto auge en todas sus variopintas formas. No en vano, el mercado de snacks es uno de los más grandes y su previsión de crecimiento hasta 2025 es del 6,2% anual. Este crecimiento viene marcado por una serie de factores como el estilo de vida, factores económicos y, especialmente, el hecho de que volvemos a comer más fuera de casa, lo que ha incrementado la demanda de productos de este tipo, envasados en porciones y listos para consumir.

Con todo esto, los hábitos de consumo de snacks se han convertido en objeto de estudio tanto para la industria de alimentos como para los expertos en nutrición, especialmente desde el momento en que los consumidores ponemos más atención en maximizar los momentos de bienestar, indulgencia o desconexión de la larga lista de actividades que nos esperan cada día.

Por otra parte, cada vez somos más conscientes de lo que comemos y de la importancia que tiene una dieta saludable. Con todo esto, queremos snacks, son parte de nuestra dieta, pero muchas veces no hacemos la mejor elección (incluso sabiendo que no elegimos bien) o no tenemos a nuestro alcance los mejores productos.

Esta dicotomía en la selección del snack que vamos a degustar, hace muy compleja la determinación de las pautas que usamos para elegirlo y que permita hacer un análisis de qué realmente demanda el consumidor.

«Estamos cada vez más comprometidos con nuestra alimentación como consecuencia de un mejor conocimiento de la relación salud y alimentación y los snacks no escapan a esta tendencia»

Más allá de la percepción personal de lo que significa el bienestar y la salud, y de la importancia que ésta percepción tiene en las elecciones que realizamos a la hora de consumir estos productos, sí existen algunos aspectos establecidos que, además, son los que claramente marcan la tendencia de mercado; queremos consumir menos azúcar, menos sal, menos alimentos ultraprocesados, sin aditivos, menos grasas trans y más frutas y verduras.

Ante el auge en el consumo, aunque es indudable que el mejor snack está en la parte baja de la pirámide nutricional (frutas y verduras), Industria de Alimentos e investigadores ponemos nuestro empeño en promover y crear productos de snack de calidad que contribuyan a una alimentación más equilibrada a través de una composición nutricionalmente equilibrada. Por ejemplo, que contengan, carbohidratos complejos de absorción lenta, proteínas, micronutrientes relevantes y grasas más saludables de manera que, en conjunto, se pueda considerar un alimento que aporta una energía con una duración adecuada y nutrientes con beneficios asociadas a la salud.

Y, ¿qué otros factores intervienen en nuestras decisiones?

Entre los factores que se pueden incluir en nuestra conducta alimentaria están los denominados ambientes alimentarios, o lo que constituyen las oportunidades de obtener alimentos donde se consideran factores como la disponibilidad y accesibilidad a alimentos. Lo que nos facilita u obstaculiza la elección y el consumo de alimentos.

Si queremos cuidarnos, pero no queremos renunciar al picoteo, y con las constricciones del ambiente alimentario en el que nos movemos, nuestras elecciones particulares y el consumo de alimentos pueden ser una gran oportunidad para dirigir nuestra atención hacia snacks más sanos.

En este sentido, el vending (o la venta de productos por medio de máquinas automáticas) constituye una buena oportunidad donde institutos, colegios, centros de trabajos u otras instituciones permitan disponer de snacks más adecuados a nuestro alcance, facilitando una mejor elección.

¿No sería increíble poder decir que los snacks han llegado a relacionarse con beneficios en la salud de los consumidores?

Podemos pensar en formular este tipo de productos desde una perspectiva holística en el que dicho producto sea parte de una dieta saludable y sostenible a través de su participación en la creación de un ambiente alimentario positivo y teniendo en cuenta los citados factores psicosociales. Bajo este prisma, podemos empezar a pensar en los ingredientes necesarios.

Es más que conocido el creciente interés en el consumo de determinados ingredientes o nutrientes por las propiedades funcionales que estos imprimen en el producto y su relación con el mantenimiento o mejora de la salud o por su efecto en la reducción de padecer determinados tipos de enfermedades relacionadas con la salud. Algunas opciones son la incorporación en la formulación para enriquecer con proteínas provenientes de cereales o leguminosas, harinas de semillas y granos germinados, incluir ingredientes procedentes de la valorización de subproductos, eliminar cualquier aditivo y procesar lo mínimo.

El concepto plant-based o alimentos elaborados a base de ingredientes vegetales ha entrado con fuerza en este sector y es percibido como productos saludables. Buscamos snacks que promuevan nuestra «salud mental» o una disminución de la fatiga en forma de snack que nos ofrezcan energía para mantener nuestra atención. Sustitutos de desayuno en forma de snack, pero con todos los nutrientes que necesitamos, pero también queremos saber que son productos sostenibles, productos de cercanía y snacks que nos aporten un beneficio al sistema inmune. ¡Una larga lista de deseos!

En el Área de Alimentación de CARTIF, seguimos trabajando en línea con los requisitos nutricionales en la investigación del uso de nuevas fuentes de ingredientes para el desarrollo de snacks saludables y sostenibles y con buena aceptación sensorial. Se trata de un auténtico reto para la industria de alimentos, conscientes de la prioridad de disponer de productos que mejoren el bienestar, aporten una buena calidad nutricional y algún beneficio sobre la salud.


1 Gallup (2021). Gallup Global Emotions. https://www.gallup.com

Día Mundial de la Alimentación: asegurar la alimentación para no dejar a nadie atrás

Día Mundial de la Alimentación: asegurar la alimentación para no dejar a nadie atrás

Las crisis económicas, los conflictos, la desigualdad y las subsecuentes subidas de precio de los alimentos dificultan el acceso a una alimentación adecuada y la falta de disponibilidad crea aún más desigualdad. Todas estas situaciones están afectando a la seguridad alimentaria impidiendo seguir un camino hacia el fin del hambre y la malnutrición y al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible 2; Hambre cero, finalizar con todas las formas de malnutrición y asegurar el acceso de todas las personas a una dieta saludable, nutritiva y suficiente. La realidad ahora mismo es que 3.000 millones de personas no pueden permitirse ni siquiera una dieta saludable barata.

Inseguridad alimentaria escala experiencia
Inseguridad Alimentaria según la Escala de experiencia de inseguridad alimentaria (FIES)1

De acuerdo con el seguimiento que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hace de los principales indicadores de seguridad alimentaria y nutrición, hay tres grandes factores que suponen un importante peso; los conflictos, la variabilidad y las condiciones del clima y las desaceleraciones y debilitamientos de la economía, agravados por las causas que subyacen a la pobreza, niveles de desigualdad elevados y persistentes (por ejemplo, en cuanto a ingresos), capacidad productiva, bienes, tecnología, educación y salud (FAO, 2021)2.

No podemos ignorar la gravedad de la situación y la necesidad de tomar parte de la acción para hacer frente a la situación mundial de inseguridad alimentaria y nutrición. No cabe duda de que los sistemas alimentarios son el motor para terminar con la inseguridad alimentaria y la prevalencia de la malnutrición. Son varios los factores que afectan al coste de los alimentos y, por ende, al aseguramiento de la alimentación a través de los sistemas alimentarios, la producción de alimentos, la cadena de suministro y los entornos de la cadena de alimentación, así como la demanda de los consumidores y las políticas. Por otra parte, no se puede pensar de manera aislada en cada uno de los factores que están afectando, que se encuentran tanto en los sistemas alimentarios, como en los eventos externos que están marcando la situación actual.

El ritmo de crecimiento de la inseguridad alimentaria y la prevalencia de todas las formas de malnutrición existentes indican una tendencia muy alejada del objetivo 2030. Más aún, teniendo en cuenta las complicaciones derivadas de la situación política y económica actual y de los efectos duraderos de la pandemia de la Covid-19. Las actuaciones son más que necesarias para alcanzar la resiliencia ante los factores desestabilizantes y que los sistemas alimentarios puedan suministrar dietas asequibles, saludables, inclusivas y sostenibles.

Es necesario poner nuestro foco en que el desarrollo, la innovación y el crecimiento económico llegue a todos y #nodejarandieatrás. Este es el lema con el que la FAO quiere sensibilizar en este día Mundial de la Alimentación (16 de octubre) el grave problema mundial de la inseguridad alimentaria y la malnutrición y la necesidad de trabajar todos juntos para crear un futuro mejor y más sostenible para todos.

Para ser parte de esta acción, podemos, por ejemplo, redescubrirnos como parte de un proceso y de un sistema, aprendiendo qué implica una dieta sostenible, cambiando la forma en la que nos alimentamos, convirtiéndonos en parte de la transformación del sistema alimentario que es más que necesaria para lograr un futuro sostenible. Los desafíos a los que nos enfrentamos y el análisis realizado de las causas e interconexiones nos permite comprender mejor las actuaciones a nivel global para establecer nuevas formas de hacer las cosas, y una oportunidad única de aprendizaje ante futuras situaciones. Tenemos un camino que seguir en el que no podemos dejar a nadie atrás y establecer mecanismos innovadores que hagan frente a la variabilidad de factores que azotan el funcionamiento de los mismos. Impulsado por políticas orientadas a favorecer y proteger el entorno alimentario y natural que impulsen el cambio de comportamiento en la cadena y en el consumidor como parte de ella.

Nosotros, en CARTIF, ya somos parte de este cambio aportando nuestro granito de arena a la transición de los sistemas alimentarios en 12 ciudades paneuropeas a través del proyecto FUSILLI.

El #DíaMundialdelaAlimentación2022, uno de los días más celebrados en el calendario de las actividades de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pretende sensibilizar la necesidad de aunar esfuerzos para crear un mejor futuro y más sostenibles para todos.


1 The state of food security and nutrition in the world (2021). Food and Agriculture Organization of the United Nations (FAO). Retrieved from: https://www.fao.org/publications/sofi/2021/en/

2 Voices of hungry (2021). Escala de experiencia en inseguridad alimentaria. Food insecurity experience scale. Recuperado de: https://www.fao.org/in-action/voices-of-the-hungry/food-insecurity-experience-scale/es/

Come, reza, ama…todo lo que compone el sistema que te nutre.

Come, reza, ama…todo lo que compone el sistema que te nutre.

El lema que la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha dado al día Mundial de la Alimentación de este año 2021, que se ha celebrado este pasado 16 de octubre, es «Nuestras acciones son nuestro futuro»

Y es que, como todo en la vida, cada paso y cada acción que emprendemos, determina nuestro futuro. Todos nosotros, somos parte activa y responsable de un sistema complejo, vivo y moldeable denominado sistema alimentario.

La FAO define los sistemas alimentarios como el conjunto de actores y la relación del conjunto de actividades establecidas entre todos ellos mediante las distintas interrelaciones que hacen posible la producción, transformación, distribución y consumo de alimentos.

Los elementos que componen los sistemas alimentarios son múltiples e integran tanto aspectos de los sistemas de producción, almacenamiento, procesado, envasado y logística, como cuestiones relacionadas con los aspectos de calidad, nutricionales, de seguridad, precios, incluso hasta cuestiones como información y comportamiento de los consumidores. Teniendo en cuenta todos estos factores- ¡y otros muchos!- y su interrelación, no es descabellado pensar que los sistemas alimentarios son de crucial importancia para muchos de los retos y objetivos que debemos afrontar a nivel mundial, incluyendo los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Entre estos objetivos y, particularmente dos de ellos, se encuentran los dirigidos a lograr «Hambre cero» (ODS2) y «Fin de la pobreza» (ODS1) en los que, hoy tenemos que poner especialmente énfasis.

La mayoría de los sistemas alimentarios actuales no son capaces de adaptarse, anticiparse o ser resilientes a situaciones de estrés ni de abastecer las necesidades presentes, en algunos casos, ni la previsión de las necesidades de una población creciente.

Existe una clara necesidad de realizar una transición hacia sistemas alimentarios más inclusivos, resilientes y sostenibles

Un sistema alimentario sostenible integra alimentos variados y suficientes, nutritivos e inocuos con un precio justo para todos, donde no se presentan formas de malnutrición y no hay personas que pasan hambre. Las decisiones y estrategias políticas son necesarias pero, nuestra contribución como miembros activos del sistema también. Cada vez que elegimos los alimentos que vamos a consumir, tomamos múltiples decisiones y aportamos nuestro granito de arena hacia nuestra dieta saludable pero también más sostenible, que contribuya a la restauración de los recursos naturales. Hacia comercios más justos, que lideren el camino hacia la erradicación de la pobreza y malnutrición, protegiendo así los derechos humanos.

En el Día Mundial de la Alimentación, cada 16 de octubre desde 1979, se impulsa la acción colectiva de un gran número de países para llevar a cabo eventos, actividades de comunicación y difusión con el objetivo de promover la necesidad de erradicar el hambre y garantizar dietas saludables para todos los miembros de este planeta.

Los retos que debemos abordar incluyen el crecimiento de la población mundial, el cambio climático, las enfermedades relacionadas con la dieta, el desgaste de los recursos naturales y situaciones puntuales asociadas como pandemias o desastres naturales.

Cada 16 de octubre desde hace 42 años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) promueve la celebración del día Mundial de la Alimentación. En esta ocasión bajo el lema «NUESTRAS ACCIONES SON NUESTRO FUTURO»

La Unión Europea propone abordar el reto de la seguridad alimentaria y nutricional mediante políticas de investigación y desarrollo dirigidas a garantizar el futuro de nuestros sistemas alimentarios de manera que sean más sostenibles, resilientes, responsables, inclusivos, diversos y competitivos dentro de la estrategia FOOD 2030 a través de la que se pretende proporcionar soluciones a cuatro grandes prioridades generales del sistema alimentario:

  • NUTRICIÓN: asegurar dietas saludables y sostenibles.
  • CLIMA: lograr sistemas alimentarios inteligentes y sostenibles que ayuden a mitigar el impacto sobre el medio ambiente y permitan la adaptación al cambio climático.
  • CIRCULARIDAD: reduciendo el uso de recursos y mejorando la eficacia de los sistemas alimentarios.
  • INNOVACIÓN: mediante la atribución de poder a las comunidades, ciudades y zonas rurales.

En CARTIF trabajamos en diferentes áreas de intervención que permiten avanzar en esta dirección como es el salto a dietas más sostenibles y saludables, la identificación y utilización de nuevas fuentes de proteínas, reducción del desperdicio alimentario, la seguridad alimentaria o los sistemas alimentarios urbanos. En este área, se enmarca el Proyecto FUSILLI (Fostering the Urban Food System transformation through Innovative Living Labs Implementation, Proyecto Europeo financiado por la Comisión Europea en el Programa Horizonte Europa) con el objetivo de alcanzar una transición integrada y segura hacia sistemas alimentarios en ciudades y áreas periurbanas europeas mediante la creación de un plan urbano alimentario sostenible, con los aspectos medioambientales, sociales y económicos que integra acciones en los cuatro pilares de la estrategia FOOD 2030.

Sí, tenemos en nuestras manos el futuro de la alimentación. Cada paso que damos cada uno de nosotros en la dirección correcta, asegura la alimentación, la disponibilidad de dietas saludables y sostenibles a la vez que mantenemos el medio ambiente, nuestra salud, la igualdad e inclusión social y la economía. Sé parte del cambio que quieres ver.

Querido sistema alimentario

Querido sistema alimentario

Hoy 16 de octubre se conmemora, como cada año desde 1979, el día mundial de la Alimentación, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO). Este año, la FAO hace un llamamiento especial a la consecución de alimentos saludables para todos los rincones del planeta y, en especial, para los lugares más desfavorecidos, aún más en estos momentos debido a la pandemia que nos asola. Además, se homenajea de manera especial a las personas que cultivan la tierra, recolectan, pescan o transportan nuestros alimentos. Ellos son hoy los #HéroesdelaAlimentación.

El día Mundial de la Alimentación se celebra cada 16 de octubre desde 1979 promovido por la FAO. Este año lo hace bajo el lema “2020; cultivar, nutrir, preservar, juntos”

Los cambios en los hábitos nutricionales en Europa son cada vez más patentes. El incremento de las enfermedades relacionadas con la malnutrición – y el impacto de este hecho en el sistema sanitario- de las que ya hablamos en un post anterior (Malnutrición por exceso), se traduce en más de un 70 % de la población adulta con sobrepeso y un 30 % de obesidad, mientras que 820 millones de personas en el mundo padecen hambre (Datos FAO, 2020).

Por otra parte, sistema alimentario actual -en el que se incluye cultivo, cría de animales, transformación, envasado y transporte- es el responsable del 37 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se generan anualmente, y que las pérdidas y el desperdicio de alimentos colabora, además, con un 8-10 % sobre el total (Datos IPCC, 2019) como también comentamos en otro post (Dime lo que comes…y te diré si es bueno para el planeta).

Una gran parte de los sistemas alimentarios de Europa producen de forma no sostenible y muestran patrones de consumo no saludables. Es necesario alinear los objetivos relacionados de producción, con los relacionados con la nutrición y la salud.

Tristemente, con esos datos, podemos decir que si por algo se caracteriza nuestros actuales sistemas alimentarios es por la dietas poco saludables y poco sostenibles desde el punto de vista medioambiental.

De forma resumida, se puede decir que, a pesar del creciente interés de la población por la alimentación, la nutrición y la calidad de los alimentos y los beneficios que una dieta saludable tiene sobre la salud, la Unión europea lleva años experimentando una transición negativa marcada por el incremento de estas enfermedades no transmisibles (diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer o enfermedades respiratorias crónicas).

Por ello, los sistemas alimentarios necesitan enfrentarse a grandes retos como nutrir a una creciente población, concentrada además en núcleos urbanos, a la vez que reducir la presión en los sistemas productivos naturales en el contexto de un cambio climático. Logrando esta transformación, lograremos mejorar nuestra dieta, nuestra salud y la salud del planeta.

Todos tenemos un papel relevante en convertir nuestros sistemas alimentarios en más resilientes y robustos de manera que puedan adaptarse a cada situación y al cambio climático ofreciendo dietas saludables, asequible y sostenibles en un sistema justo para todos los integrantes.

En este contexto, surge la estrategia de la Granja a la mesa para lograr una alimentación sostenible (From farm to fork). Es una de las iniciativas de la Unión Europea para lograr la neutralidad climática para el año 2050 dentro del denominado Pacto Verde Europeo (European Green Deal). La estrategia de la Granja a la mesa, contempla la producción de alimentos con impacto ambiental neutro o positivo a la vez que se garantiza la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud de las personas en un marco de precios asequibles y rentables. En ella, se reconoce como actores clave para lograr el cambio climático y preservar la biodiversidad a los agricultores, ganaderos y pescadores europeos, y se promueve un entorno de comercialización a través de canales cortos apostando por la mitigación del cambio climático y la reducción o eliminación del desperdicio alimentario.

El objetivo final de esta estrategia es lograr un sistema alimentario justo, saludable y sostenible en el que se produzcan alimentos seguros, nutritivos y de calidad a la vez que se minimiza el impacto sobre la naturaleza. Todo ello alineado con los objetivos de desarrollo sostenible (ODSs).

Fig. Objetivos de la Unión Europea para la consecución de un sistema alimentario sostenible

Quizá hoy sea un buen día para escribir nuestra carta de deseos; Querido sistema alimentario, quiero conocerte más sostenible y saludable. Para actuar a favor de un cambio y reducir el impacto sobre el cambio climático, me comprometo a seleccionar mejor mis opciones de alimentación y a contribuir con todas aquellas pequeñas acciones que estén en mi mano.

No hay duda de que eligiendo una dieta más saludable y sostenible estamos contribuyendo de manera consciente a un cambio. La elección de alimentos que impriman una menor huella (de carbono, agua o ecológica) contribuye a una reducción de la emisión de gases efecto invernadero y, por tanto, a frenar el calentamiento global. Además del menor impacto sobre el medio ambiente, conseguimos un mayor beneficio sobre nuestra salud ya que obtenemos una dieta más equilibrada. Mediante el consumo de una dieta variada o la elección de productos de temporada o alimentos menos procesados también logramos reducir la huella de carbono. Pequeñas acciones como consumir agua del grifo, planificar la compra, cocinar de manera tradicional o preservar adecuadamente los alimentos, contribuyen positivamente.

Dime lo que comes… y te diré si es bueno para el planeta

Dime lo que comes… y te diré si es bueno para el planeta

Cada vez somos más conscientes de los alimentos que consumimos, del aporte nutricional que tienen y del impacto que nuestros hábitos de compra y consumo tienen sobre el planeta. O así debería ser.

La comida que consumimos, es decir, nuestra forma de alimentarnos, contribuye de un modo u otro a nuestra salud, pero también a la salud del planeta dejando una huella climática. Concretamente, los alimentos contribuyen al efecto sobre el calentamiento global a través de su cultivo, de cómo se han criado los animales, de cómo se han almacenado, procesado, envasado y transportado estos alimentos a los distintos mercados de todo el mundo.

La manera actual de producir comida para alimentar a la población mundial está afectando de manera muy significativa a los ecosistemas terrestres y marinos, contribuyendo así al evidente cambio climático. No se trata de ser alarmista, pero sí de tomar conciencia con una realidad que ya está aconteciendo y a la que debemos hacer frente.

El pasado 8 de agosto, se ha publicado un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, 107 expertos de 52 países) con el nombre de “El Cambio climático y La Tierra”. En este documento las cifras hablan por sí solas y revelan que el sistema alimentario actual -en el que se incluye cultivo, cría de animales, transformación, envasado y transporte- es el responsable del 37 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se generan anualmente, y que las pérdidas y el desperdicio de alimentos colabora, además, con un 8-10 % de la suma total.

Las consecuencias de estas emisiones están directamente relacionadas con el aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, el incremento de la temperatura del planeta, los desastres climatológicos o la subida del nivel del mar, que se traducen en una clara amenaza sobre la calidad y cantidad de los cultivos actuales. Por tanto, está en riesgo el aseguramiento de alimentos para la población, para los habitantes del planeta, para todos nosotros.

Es necesario, por tanto, abordar los riesgos que ya están presentes y reducir las vulnerabilidades en los sistemas de producción y distribución de la comida y la forma de gestión del suelo.

De acuerdo con los datos del informe del IPCC, el cambio climático afectará a la seguridad alimentaria limitando el acceso a determinados alimentos, reduciendo la calidad nutricional y aumentado sus precios. Los efectos serán mucho más marcados en los países con bajos recursos.

Las medidas que se derivan del Informe están enfocadas a limitar el calentamiento global a 1,5 ºC en lugar de 2 ºC, y, sin embargo, esta diferencia de medio grado es crucial sobre los efectos en el suelo, en las especies marinas y en los ecosistemas, así como sobre los beneficios que esto aportaría en la naturaleza para todos los humanos; pesca, suministro de agua y aseguramiento de comida, además de la salud, seguridad y crecimiento económico.

Para limitar el incremento de la temperatura, se requiere de una reducción en las emisiones de CO2 y otros GEI en un 45 % para 2030 (respecto a los niveles de 2010) y lograr cero emisiones para 2050. Esto requiere de un profundo cambio y una rápida actuación en la reducción de dichas emisiones en todos los sectores (energía, tierra, ciudades, transporte, edificios, industria) por lo que es necesaria una mayor inversión en la aplicación de nuevas estrategias.

Con el enfoque puesto en estas acciones encaminadas a la adaptación y mitigación del efecto del cambio climático, en el informe se indican como mejores oportunidades; un cambio urgente de dieta para conseguir una reducción en las emisiones de GEI ligadas con la producción de alimentos, una mejora en los sistemas de producción de carne y vegetales para reducir el consumo de energía y agua que actualmente se utiliza y, una reducción, hasta conseguir su completa eliminación, de las pérdidas y el desperdicio alimentario.

Lo que se entiende como una dieta saludable y sostenible incluye alimentos que tienen una menor huella de carbono, por lo que dicha dieta estaría fundamentada en el consumo de vegetales, legumbres, cereales, frutos secos y semillas como alimentos esenciales y alimentos de origen animal producidos en sistemas resilientes, sostenibles y de baja emisión de GEI.

En el informe se indica expresamente que, en la actualidad, los sistemas de cría de animales para producir carne y derivados demandan más cantidad de agua y suelo y generan mayores emisiones de gases comparados con los de producción de cereales y semillas. Este efecto es mayor en los países desarrollados donde la cría se realiza de manera intensiva y se insta a producirlos de manera sostenible.

En el estudio realizado por Poore & Nemecek (2018) también se evidenció que el impacto ambiental de la producción de alimentos de origen animal excede al de la producción vegetal, poniendo de manifiesto la necesidad de reformular las prácticas que se llevan a cabo en esta actividad. También pusieron de manifiesto que, aunque los productores son una parte vital de la solución a este problema, su habilidad para reducir el impacto ambiental es limitada. Estos límites se traducen en que un mismo producto puede tener un mayor impacto que otro nutricionalmente equivalente y por ello, también en su estudio instan a un cambio en el patrón de la dieta.

La necesidad de adaptar nuestra dieta a los límites de los aspectos de sostenibilidad es evidente y, tanto se considera así, que el IPCC se refiere a ellas en su informe como “dietas de baja emisión de gases de efecto invernadero”.

Las dietas de baja emisión de gases de efecto invernadero (GEI) son dietas balanceadas que requieren menos agua y menos uso de la tierra y causan menos GEI. Se trata de dietas con más alimentos a base de granos, legumbres, frutas, verduras, frutos secos y semillas y alimentos de origen animal producidos de manera sostenible

Otras acciones encaminadas a la diversificación de los sistemas alimentarios que se proponen en el informe en relación a la forma de generación de alimentos son: la implementación de sistemas de producción integrados, la mejora de recursos genéticos, sistemas agrícolas más inteligentes e integrados, mejores prácticas de producción ganaderas y la reducción del uso de fertilizantes. Todas ellas, con la finalidad de reducir el impacto ambiental mediante una mejor gestión del suelo como estrategia para lograr un aprovechamiento sostenible y, por tanto, una producción alimentaria de calidad.

En cuanto a la reducción del desperdicio de alimentos, está dirigida a frenar la necesidad de producir más y, por tanto, a reducir la sobreexplotación del suelo y el consumo de agua y fertilizantes a base de nitrógeno, la deforestación de zonas para convertirlas en suelo agrícola y, en el ciclo en el que estamos actualmente, las cosechas de baja calidad, más pobres en nutrientes y que conllevan una previsible subida del coste de los cereales.

No existe una única solución si no la suma de muchas y diversas acciones.

Necesitamos replantear nuestro actual sistema alimentario y encontrar nuevas soluciones para alimentarnos en un planeta que sigue creciendo. Estamos ante el reto de encontrar soluciones efectivas para producir alimentos de manera sostenible. La forma en que producimos los alimentos importa, por tanto, importa la forma en que seleccionamos lo que vamos a comer, puesto que puede colaborar con la mitigación del cambio climático y con la reducción en la presión que estamos ejerciendo sobre la tierra.

Lo que comemos tiene una historia que contarnos… y esa historia, nos hace responsables y cómplices de esos efectos. Es importante dar un paso adelante en nuestra dieta y comenzar a pensar en lo que comemos más allá del aspecto hedónico, ya que nuestras acciones de consumo afectan a la capacidad productiva del suelo y, por tanto, a la calidad de lo que se produce e incluso al valor nutricional de los alimentos. Por otra parte, la concienciación con una dieta más sostenible, además de colaborar en la mitigación de los efectos del cambio climático, probablemente ofrezca unos efectos positivos en la salud a medio plazo.