Las nuevas tecnologías traen cambios importantes en todos los sentidos de la vida de la humanidad. Concretamente la inteligencia artificial (IA), va a cambiar el propio sentido del concepto de “ser humano” e incluso el del trabajo, que siempre ha estado tan vinculado a nosotros.
La episteme es un término reformulado por Michel Focault en siglo XX y consiste en el conocimiento vinculado a “una verdad” temporal, impuesta por el poder propio de la época en la que se genera. Por tanto, las personas que se encuentran fuera de este marco temporal de conocimiento, tendrán serias dificultades para entenderlo o concebirlo.
El concepto de humanidad que se tenía en la visión teocéntrica del mundo durante la gran parte de la Edad Media, en la que todo giraba en torno a Dios, era totalmente diferente al antropocentrismo surgido a partir del humanismo renacentista del siglo XV. En el primer caso, el hombre es una herramienta para la gloria de Dios que es la medida de todo en el universo, pero a partir del humanismo el hombre va a ser el centro del todo y va a ser a partir de él desde el que va a clasificar, medir y evaluar el universo. Desde entonces todos los fenómenos y elementos que aparecen y dejan de aparecer guardan relación con nosotros.
Pongámonos en la tesitura de la existencia de una raza alienígena. Si esta raza se hubiera manifestado ante nosotros en la Edad Media, hubiéramos relacionado su existencia con algún designio divino, los hubiéramos incluido en la categoría de ángeles o demonios. Actualmente, el mismo hecho sería interpretado por y para nosotros. ¿Qué beneficios aportaría la llegada de estos vecinos estelares a la tierra? ¿Qué amenaza supondría para nosotros? ¿Se parecerían a nosotros? ¿Podríamos aprovecharnos de ellos o establecer relaciones de paz? Siendo nosotros la cúspide de la pirámide intelectual, ¿repetirán nuestro comportamiento y nos someterán en caso de contar con una tecnología superior?
Con el concepto de “trabajo” pasa algo parecido. El trabajo ha pasado de ser “el castigo de Dios al hombre por el pecado original”, a “una forma de honrar a Dios “, y actualmente el trabajo se vincula teóricamente con términos como “pasión o vocación”.
Actualmente, vemos como muchas actividades legales humanas remuneradas cuesta que sean considerada como trabajo, creador de contenidos en YouTube, Social media manager, influencer, etc. Y ni que decir de los debates éticos y morales surgidos con respecto a la consideración de un clon como ser humano o no. La episteme está cambiando, pero como ya ha pasado a lo largo de la historia, nos estamos resistiendo a la evidencia, dos conceptos que para nosotros llevan siendo fundamentales hace ya unos cuantos siglos, y que empiezan su declive. La humanidad ya no es solo la inteligencia superior, cuatro extremidades y un cerebro, un clon también puede tener cuatro extremidades, y la inteligencia, tal y como la medimos actualmente, es muy superada por un ordenador.
Con el trabajo pasa más de lo mismo, no solo debe estar en sintonía con unos valores de las personas, sino que además debe existir una motivación continua, con incentivos que van mucho más allá de la mera retribución económica, todo apunta a que el nuevo concepto de trabajo no va a estar vinculado a un lugar concreto, sino más bien a unos objetivos a cumplir. Hasta ahora el desafío del mundo laboral consiste en que las personas mediante una serie de pasos formativos, (bachillerato, grados, cursos, masters, etc.) se intenten amoldar a lo que ofrece el mercado laboral, ¿pero y si en el futuro la personas se forman para ellos mismos mediante sus talentos naturales genera riqueza? ¿Quién sabe? No pasarán muchos años antes de que veamos la nueva episteme del trabajo.
Las ideas cambian según la época de las personas que las elaboran, así que cabe preguntarse si vamos a participar en esos cambios que eventualmente terminaran imponiéndose, o si por el contrario nos quedaremos observando como meros espectadores viendo como el mundo sigue su curso mientras nos aferramos a la nostalgia del pasado, de cuando la humanidad y el trabajo nos definían como personas.
La actividad minera ha definido a la civilización desde sus inicios y aproximadamente en el 90% de nuestras actividades cotidianas utilizamos elementos químicos y minerales que se extraen del interior de la tierra.
Actualmente, la minería contribuye a procesos sostenibles, como su aportación al Pacto Verde Europeo para alcanzar cero emisiones de gases de efecto invernadero en el 2050, asegurando el suministro de las materias primas, en particular de las materias primas críticas o fundamentales. Las materias primas críticas son aquellas que tienen importancia económica y estratégica para Europa, pero con un alto riesgo de suministro.
La lista de la UE para 2020 contiene treinta materias primas críticas, utilizadas en electrónica, salud, siderurgia, aviación, etc., y algunas de ellas están presentes cada vez más en las energías renovables. Un ejemplo de esto es la incorporación a esta lista del litio, utilizado en las baterías de vehículos eléctricos e híbridos y la bauxita, principal fuente de aluminio, que con el acero y el cobre representa aproximadamente el 90% del peso total de una turbina eólica. Los imanes permanentes de los generadores de estas mismas turbinas también contienen otras materias primas críticas como algunas tierras raras, cobalto y boro.
En la energía solar fotovoltaica más del 90% de las células solares instaladas en los paneles están fabricados con silicio, además de contener otras materias primas críticas como el indio, galio y germanio.
A su vez, en la propia actividad minera se están implementando medidas sostenibles como técnicas novedosas en la restauración de impactos generados y la utilización de la teledetección para supervisar el comportamiento ambiental. Otra medida es el reprocesamiento de los residuos, por ejemplo del hierro, zinc y platino, convirtiendo estos en materias primas secundarias avanzando hacia una economía circular que incrementará los puestos de trabajo en la UE de aquí a 2030.
Cada vez se está utilizando más maquinaria minera eléctrica e híbrida con sistemas autónomos y de geolocalización, ahorrando costes y combustibles, y se están poniendo en marcha diversos proyectos donde existen instalaciones de energía eólica y solar fotovoltaica para autoconsumo en las explotaciones mineras.
Otro mecanismo que contribuye al Pacto Verde Europeo es el de la Transición Justa con la diversificación de actividades en regiones con alta dependencia del carbón, donde existen fuentes de materias primas utilizadas en energías renovables.
Por último, en la consecución del objetivo de cero emisiones en la UE, se tendrán en cuenta los riesgos ambientales y sociales que suponen los acuerdos estratégicos para garantizar el suministro de las materias primas críticas con algunos países fuera de la UE.
Como conclusión, el sector minero es importante para la descarbonización de Europa y la utilización de energía renovables y limpias integrando estas en sus propias operaciones mineras.
Parece que la transformación digital se haya convertido en la tabla de salvación de sectores administrativos, educativos y empresariales ante la grave situación sanitaria y económica que estamos atravesando. La urgencia para adaptar actividades más tradicionales al mundo digital ha puesto de manifiesto la existencia de numerosas brechas y carencias que actualmente se están tratando de solventar mediante la incorporación de herramientas y medios tecnológicos.
Pero, ¿estamos preparados como sociedad para dar este paso? El problema es que una actividad no se digitaliza de la noche a la mañana. La digitalización es un camino evolutivo que no sólo consiste en implantar tecnología y hacer uso de ella, sino que requiere un cambio cultural que tiene que centrarse en las personas y que se debe trabajar desde la base.
Si realizamos una búsqueda en Google introduciendo las palabras “educación” y “digitalización” todos los resultados nos hablan de “digitalización de la educación”, “transformación digital de la educación”, “digitalización en las aulas”. A poco que naveguemos por alguno de ellos observaremos que, en el ámbito educativo, todos los esfuerzos se están centrando en la dotación de herramientas.
La prueba más clara de ello, es que en junio de este año 2020 el Gobierno de España aprobó elPrograma Educa en Digital, cuyo objetivo era impulsar la transformación tecnológica de la educación, nada que ver con el título del mismo, porque con un presupuesto de 260 millones de euros la principal finalidad ha sido la compra de dispositivos electrónicos.
Impulsar el desarrollo de un ecosistema educativo digital de alto rendimiento.
Perfeccionar competencias y capacidades digitales para la transformación digital.
La primera prioridad trata, no solo de dotar de infraestructuras, conectividad y equipos digitales, sino también de formar a los profesores y al personal educativo en competencias y confianza digitales.
La segunda prioridad se centra en objetivos tales como la alfabetización digital, la educación informática, el conocimiento y comprensión de las tecnologías existentes, y el uso eficaz y responsable de los medios digitales, todo ello orientado a la preparación y capacitación en competencias digitales desde edades tempranas y a la generación de especialistas digitales en edades más avanzadas.
Son muchos los problemas que demuestran la necesidad de sustituir el enfoque actual, que sólo se centra en la provisión de medios tecnológicos, por aquel que propone la incorporación de la digitalización como uno de los objetivos prioritarios del modelo educativo actual, y que plantea la UE para los próximos años.
Según la encuesta EU Kids Online realizada entre octubre y diciembre de 2018 sobre actividades, mediación, oportunidades y riesgos online de los menores en edades comprendidas entre los 9 y los 17 años:
Más del 32% de los menores ve contenidos inapropiados y dañinos en Internet.
El 33% ha experimentado alguna forma de acoso.
El 26% ha recibido mensajes sexuales.
El 40% ha contactado en línea con desconocidos.
El 19% ha quedado en persona con un contacto de Internet.
Un estudio publicado en la revista científica Journal of the American Medical Association (JAMA) muestra una asociación estadística significativa en el aumento de casos del 4,6% al 11% de estudiantes adolescentes que presentan trastorno por déficit de atención e hiperactividadcausado por la hiperconectividad y la exposición a medios digitales.
Estas cifras son sin duda el reflejo de una deficiente, inadecuada o inexistente educación en digitalización de nuestros niños y jóvenes que, en edades tempranas y durante toda su vida, hacen un uso cada vez más intensivo de los diferentes dispositivos, apps, redes sociales, etc. sin recibir, de forma normalizada, información y nociones básicas de acceso, buenas prácticas, recomendaciones y riesgos existentes.
Sin duda alguna, la incorporación de un plan de estudios sobre educación en digitalización, en las diferentes etapas educativas, ayudaría a cerrar la brecha de genero existente. El cambio de modelo en la formación profesional y universitaria debería fomentar el desarrollo en nuestros jóvenes de capacidades digitales avanzadas para generar más especialistas como resultado de la apuesta por estudios y carretas digitales.
Un dato más que demuestra la falta de preparación de nuestra sociedad al mundo de la digitalización es que, según la Oficina de Seguridad del Internauta (OSI), el 93% de las brechas de seguridad se corresponden con ataques de ingeniería social. Este tipo de ataques se basan en el principio de que “el usuario es el eslabón más débil”; en Wikipedia se definen como “ataques basados en engañar a un usuario para poder acceder a su información”. Y tienen tanto éxito porque nadie nos ha concienciado de los peligros que acompañan al mundo digital ni nos han preparado para conocer las medidas que debemos tomar con el fin de detectarlos y protegernos.
En definitiva, la ausencia de planes educativos en digitalización lastra la preparación y adaptación de nuestros jóvenes a una sociedad que demanda y necesita que sus empresas y negocios incluyan la digitalización como algo innato y no como una herramienta que se introduce a la “fuerza” y, en ocasiones, como un cambio traumático y una amenaza.
Según Nelson Mandela, «la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo»; pero actualmente sólo estamos utilizando la tecnología para llevar a cabo ese cambio.
La regulación e inclusión de materiales, recursos y contenidos sobre la digitalización en el currículo educativo de las diferentes etapas escolares (infantil, primaria, secundaria) y pre-laborales (Formación Profesional y Universidad) ayudaría a preparar y a capacitar a la sociedad del futuro. No nos engañemos, si las generaciones de “nativos digitales” no reciben una educación adecuada en este sentido, arrastrarán y heredarán muchos de los problemas actuales y sufrirán otros distintos que surgirán aprovechando la deficiente preparación de estas nuevas generaciones.
Mientras tanto, las empresas y negocios actuales que tratan de modernizarse deben usar el mismo principio, y añadir a sus prioridades tecnológicas la concienciación, educación y capacitación de sus empleados y mandos, lo que sin duda propiciará un cambio cultural y la revisión de sus procesos productivos y modelos de negocio; todo ello para aumentar las probabilidades de éxito del proyecto de transformación, que ayudará a las empresas a responder a una sociedad y a una economía cada vez más digitalizada.
Hoy 16 de octubre se conmemora, como cada año desde 1979, el día mundial de la Alimentación, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO). Este año, la FAO hace un llamamiento especial a la consecución de alimentos saludables para todos los rincones del planeta y, en especial, para los lugares más desfavorecidos, aún más en estos momentos debido a la pandemia que nos asola. Además, se homenajea de manera especial a las personas que cultivan la tierra, recolectan, pescan o transportan nuestros alimentos. Ellos son hoy los #HéroesdelaAlimentación.
El día Mundial de la Alimentación se celebra cada 16 de octubre desde 1979 promovido por la FAO. Este año lo hace bajo el lema “2020; cultivar, nutrir, preservar, juntos”
Los cambios en los hábitos nutricionales en Europa son cada vez más patentes. El incremento de las enfermedades relacionadas con la malnutrición – y el impacto de este hecho en el sistema sanitario- de las que ya hablamos en un post anterior (Malnutrición por exceso), se traduce en más de un 70 % de la población adulta con sobrepeso y un 30 % de obesidad, mientras que 820 millones de personas en el mundo padecen hambre (Datos FAO, 2020).
Por otra parte, sistema alimentario actual -en el que se incluye cultivo, cría de animales, transformación, envasado y transporte- es el responsable del 37 % del total de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se generan anualmente, y que las pérdidas y el desperdicio de alimentos colabora, además, con un 8-10 % sobre el total (Datos IPCC, 2019) como también comentamos en otro post (Dime lo que comes…y te diré si es bueno para el planeta).
Una gran parte de los sistemas alimentarios de Europa producen de forma no sostenible y muestran patrones de consumo no saludables. Es necesario alinear los objetivos relacionados de producción, con los relacionados con la nutrición y la salud.
Tristemente, con esos datos, podemos decir que si por algo se caracteriza nuestros actuales sistemas alimentarios es por la dietas poco saludables y poco sostenibles desde el punto de vista medioambiental.
De forma resumida, se puede decir que, a pesar del creciente interés de la población por la alimentación, la nutrición y la calidad de los alimentos y los beneficios que una dieta saludable tiene sobre la salud, la Unión europea lleva años experimentando una transición negativa marcada por el incremento de estas enfermedades no transmisibles (diabetes, enfermedades cardiovasculares, cáncer o enfermedades respiratorias crónicas).
Por ello, los sistemas alimentarios necesitan enfrentarse a grandes retos como nutrir a una creciente población, concentrada además en núcleos urbanos, a la vez que reducir la presión en los sistemas productivos naturales en el contexto de un cambio climático. Logrando esta transformación, lograremos mejorar nuestra dieta, nuestra salud y la salud del planeta.
Todos tenemos un papel relevante en convertir nuestros sistemas alimentarios en más resilientes y robustos de manera que puedan adaptarse a cada situación y al cambio climático ofreciendo dietas saludables, asequible y sostenibles en un sistema justo para todos los integrantes.
En este contexto, surge la estrategia de la Granja a la mesa para lograr una alimentación sostenible (From farm to fork). Es una de las iniciativas de la Unión Europea para lograr la neutralidad climática para el año 2050 dentro del denominado Pacto Verde Europeo (European Green Deal). La estrategia de la Granja a la mesa, contempla la producción de alimentos con impacto ambiental neutro o positivo a la vez que se garantiza la seguridad alimentaria, la nutrición y la salud de las personas en un marco de precios asequibles y rentables. En ella, se reconoce como actores clave para lograr el cambio climático y preservar la biodiversidad a los agricultores, ganaderos y pescadores europeos, y se promueve un entorno de comercialización a través de canales cortos apostando por la mitigación del cambio climático y la reducción o eliminación del desperdicio alimentario.
El objetivo final de esta estrategia es lograr un sistema alimentario justo, saludable y sostenible en el que se produzcan alimentos seguros, nutritivos y de calidad a la vez que se minimiza el impacto sobre la naturaleza. Todo ello alineado con los objetivos de desarrollo sostenible(ODSs).
Fig. Objetivos de la Unión Europea para la consecución de un sistema alimentario sostenible
Quizá hoy sea un buen día para escribir nuestra carta de deseos; Querido sistema alimentario, quiero conocerte más sostenible y saludable. Para actuar a favor de un cambio y reducir el impacto sobre el cambio climático, me comprometo a seleccionar mejor mis opciones de alimentación y a contribuir con todas aquellas pequeñas acciones que estén en mi mano.
No hay duda de que eligiendo una dieta más saludable y sostenible estamos contribuyendo de manera consciente a un cambio. La elección de alimentos que impriman una menor huella (de carbono, agua o ecológica) contribuye a una reducción de la emisión de gases efecto invernadero y, por tanto, a frenar el calentamiento global. Además del menor impacto sobre el medio ambiente, conseguimos un mayor beneficio sobre nuestra salud ya que obtenemos una dieta más equilibrada. Mediante el consumo de una dieta variada o la elección de productos de temporadao alimentos menos procesados también logramos reducir la huella de carbono. Pequeñas acciones como consumir agua del grifo, planificar la compra, cocinar de manera tradicional o preservar adecuadamente los alimentos, contribuyen positivamente.
Llevamos un mes, casi desde el final del confinamiento, recibiendo noticias a diario sobre los casos de rebrote, los cuales no han dejado de aumentar en número e incidencia.
En España se nos habla, a través de los medios de comunicación, de lo importante que es el trabajo de los rastreadores para mantener a raya los rebrotes, y de lo necesario que sería aumentar el número de estos para mejorar los índices de detección de contagios comunitarios. Pero lo cierto es que los casos siguen aumentando, hasta el punto de que ya hay países europeos que han comenzado a tomar medidas contra los viajeros procedentes de España porque la incidencia del virus en nuestro país no para de crecer, repito, sólo unas pocas semanas después del fin del confinamiento.
Todos conocemos ya la capacidad de este virus para extenderse con rapidez. Podemos decir que en el momento que una persona entra en contacto con el virus, la transmisión comunitaria puede ser exponencial, es decir, una persona puede contagiar a otras diez, cada una de esas diez a otras diez y así sucesivamente.
Además, en caso de entrar en contacto con el virus y de tener que facilitar una lista de nuestros contactos durante los últimos 14 días, cuesta creer que seamos capaces de recordar a todas las personas de las que hemos estado cerca, más aún cuando en función de nuestras actividades diarias a muchas de esas personas no las conocemos.
También entra en juego la responsabilidad, honestidad o las circunstancias personales de los encuestados en la fiabilidad de las respuestas obtenidas por los rastreadores.
Teniendo en cuenta todo esto, queda patente la dudosa efectividad del trabajo de un rastreador que mediante llamadas telefónicas intenta localizar e identificar a todos los posibles contactos de un caso de contagio.
Resulta cuando menos curioso que en la era tecnológica en la que estamos, en la que se multiplican las herramientas que incorporan inteligencia artificial, big data, blockchain, Internet de las Cosas… para hacernos la vida más fácil, resolver problemas cotidianos y ayudarnos en la toma de decisiones, estas mismas herramientas no se estén utilizando para enfrentarnos a la mayor crisis sanitaria del siglo XXI y estemos recurriendo al rastreo manual como principal medida para tratar de controlar los rebrotes.
Las Apps de Trazabilidad de contactos ya han demostrado en otros países (China, Corea o Singapur) que son una solución tecnológica efectiva y sólo sería necesario establecer las normas bajo las cuales se deberían utilizar.
Los sistemas de contact – tracing existentes ofrecen recursos para el desarrollo de apps con el fin de ayudar a identificar contactos de infectados por Covid y de permitir a los ciudadanos conocer si han estado cerca de enfermos de Covid. Estas aplicaciones van intercambiando identificadores (números anonimizados) con todos los teléfonos de personas que permanezcan al alcance del bluetooth de nuestro teléfono un mínimo de 15 minutos, y los mantienen durante un tiempo máximo de 14 días. De esta forma, cuando un ciudadano refleja en su App que es positivo por Covid19 o se informe en un sistema sanitario oficial, se subirán a la nube los códigos recogidos por el teléfono del contagiado. Cada smartphone se descarga y compara periódicamente esos códigos y, si hay coincidencia, se genera automáticamente la notificación que informa que se ha estado en contacto o cerca de un infectado y cuáles son las medidas a llevar a cabo.
La implementación y el funcionamiento de estas apps es tan sencillo y el resultado si todos las tuviéramos instaladas en nuestro teléfono, – en España más del 90% de los españoles usan smartphone -, tan eficaz, que resulta difícil comprender el motivo de que se estén haciendo rastreos de forma manual.
Uno de los motivos que ofrecen las autoridades para no utilizar este tipo de apps es la protección de datos de los ciudadanos. ¿Pero cuándo este tipo de aplicaciones puede atentar contra la privacidad? Muy simple; cuando se conciban para hacer un mal uso o un uso interesado de la información que son capaces de recopilar.
En este tipo de apps existen dos concepciones, la centralización y la descentralización:
Serán apps descentralizadas cuando la información que se recopila esté alojada de manera distribuida, analizada y comparada sólo en los teléfonos de los usuarios y los servidores que intervienen solo lo hacen como puntos de difusión. En este caso dos grandes gigantes tecnológicos competencia directa en el mundo de la tecnología y de la movilidad y con modelos de negocio muy diferentes, Apple y Google, se han puesto de acuerdo para ofrecer a los desarrolladores de apps IOS y Android las herramientas necesarias para que puedan crear apps de contract-tracing basadas en el modelo descentralizado. Además, exigen a las autoridades que apuesten por sus APIs, un compromiso para hacer uso de las mismas sólo para la pandemia y no con otros objetivos como forma de aportar certidumbre y de responder a las dudas sobre la privacidad y otros propósitos ocultos.
Serán apps centralizadas cuando la información que puedan capturar este tipo de apps se aloje en servidores controlados por alguna empresa u organismo y el match o el análisis de coincidencias se realiza en esos servidores.
Pero, ¿no hemos señalado que los datos recogidos por el Bluetooth son identificadores anonimizados? Ahí está uno de los problemas, que la información recogida no sea realmente anónima y que el objetivo de su recogida no sea solo la de la notificación a posibles contactos de un caso positivo de Covid.
El problema de la privacidad y la falta de un estándar hace que los países europeos no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo para crear y utilizar una herramienta por lo que cada uno está haciendo la guerra por su cuenta. En España, en plena segunda oleada, no se ha vuelto a saber nada desde que el 20 de mayo, Nadia Calviño, Ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital anunciara la fase de pruebas en Canarias de una app, basada en el modelo descentralizado, que utilizaba los recursos y APIs facilitados por Apple y Google.
Microalgas por aquí, microalgas por allá. Raro es no haberse encontrado con alguna noticia sobre el aprovechamiento y los mil usos de estos microorganismos que hace unos años simplemente conocíamos como aquellos que tiñen de color verdoso las aguas saladas y dulces.
Las microalgas son una fuente muy provechosa para la humanidad, extendiéndose su aplicación a campos como la alimentación, la agricultura, la acuicultura, la farmacología y la cosmética, entre otros. Asimismo, pueden generar energía limpia y biocombustibles de segunda generación, contribuyendo con ello al desarrollo de la economía circular.
Pueden crecer de manera autótrofa o heterotrófica. En la primera emplean la luz solar como fuente de energía y CO2 como fuente inorgánica de carbono, consumiendo nutrientes y produciendo oxígeno. Mientras que en el modo de crecimiento heterótrofo la única fuente de energía o carbono son los compuestos orgánicos.
Las microalgas heterótrofas tienen un gran potencial para eliminar el carbono orgánico y varios tipos de compuestos de nitrógeno y fósforo de las aguas residuales, que lo utilizan como fuente de carbono y energía sin necesidad del aporte de luz solar. Se trata, por tanto, de una gran oportunidad que permitirá depurar aguas residuales sin requerir grandes superficies como en el caso de las condiciones autótrofas.
Proyecto LIFE ALGAECAN
Con el proyecto LIFE ALGAECAN, coordinado por CARTIF, se propone un nuevo tratamiento sostenible de efluentes residuales de la industria agroalimentaria mediante el cultivo de microalgas heterótrofas, obteniendo un sub-producto de alta calidad como materia prima y de interés comercial. Este sub-producto tiene como objetivo su utilidad como biofertilizante y/o pienso animal.
La biomasa microalgal contiene micro y macronutrientes, especialmente nitrógeno, fósforo y potasio, que pueden considerarse como un biofertilizante, producto que puede ayudar a mejorar la fertilidad del suelo y estimular el crecimiento de las plantas.
La planta piloto ha estado instalada y operando durante seis meses en las instalaciones de la empresa Huercasa, en Segovia (España), realizando un tratamiento de su agua residual procedente del lavado y procesamiento de verduras y consiguiendo el crecimiento rentable de microalgas heterótrofas en tanques cerrados.
Esta planta de demostración es capaz de realizar un tratamiento de 2m3 al día a través del cultivo de microalgas; una separación por centrifugación de la biomasa algal y el agua limpia y, por último, un secado por aspersión de esta biomasa obteniendo polvo de microalga como producto final.
¿Este tratamiento resulta beneficioso ambiental y económicamente?
El consorcio del proyecto ha diseñado y desarrollado este prototipo de tratamiento, alimentado con energías renovables, concretamente con energía solar y con apoyo de biomasa, con el objetivo de minimizar la huella de carbono y los costes de operación.
Por otro lado, se obtendrá un beneficio económico con la venta de las microalgas obtenidas como biofertilizante.
Los resultados obtenidos han sido favorables hasta el momento, dado que se está consiguiendo un agua depurada dentro de los parámetros legales de vertidos, además de la eliminación completa de los lodos que se generan en el proceso tradicional de depuración de este tipo de aguas en condiciones aeróbicas. Esto se traduce en una buena opción como tratamiento para empresas con este tipo de efluentes y su posible escalado a nivel industrial.
El fin último del proyecto es replicar sus resultados en otros lugares y durante los próximos seis meses la planta estará operando en el segundo demostrador en las instalaciones de la empresa VIPÎ, en Eslovenia, donde las condiciones ambientales son diferentes.
El consorcio del proyecto lo forman los Centros Tecnológicos CARTIF (como coordinador) y AlgEn (Eslovenia), las empresas HUERCASA (España) y VIPÎ (Eslovenia), y la Universidad de Atenas (Grecia).