Lo más seguro es que la palabra fotónica no forme parte de tu vocabulario habitual, pero las tecnologías desarrolladas en este campo son cada vez más usadas en el discurrir diario de nuestras vidas.
Albert Einstein
Si atendemos a la definición que da la RAE de la fotónica: «Perteneciente o relativo a los fotones» lo más seguro es que esto no os diga nada, a no ser que conozcáis trabajos de investigación como los del gran físico Albert Einstein. Concretamente su explicación del fenómeno fotoeléctrico descubierto por Hertz en 1887 y por el que, curiosidades de la vida, Einstein recibió hace exactamente 100 años (1921), el premio Nobel y no por su famosa teoría de la relatividad.
La fotónica se entiende mejor si usamos otras definiciones, como la formulada por la plataforma española fotónica21 de la que CARTIF forma parte:
«La Fotónica es la ciencia del aprovechamiento de la luz, cubriendo la generación, detección, gestión del guiado, manipulación de la luz y, lo que es más importante, su utilización en beneficio de la humanidad»
Por tanto, la luz es el centro de la fotónica. Fenómeno físico cuya explicación ha necesitado de cientos de años y de grandes genios para su comprensión sino en su totalidad al menos en un alto grado. Desde las escuelas griegas con Aristóteles y Euclides como ejemplos destacados, numerosos científicos, como Al Haytham, Newton, Young, Maxwell o el propio Einstein dedicaron parte de su vida a dar respuesta a la pregunta ¿Qué es la luz?.
Si resumimos algunas de las conclusiones de estos padres de la fotónica, podemos decir que la luz se define tanto por una onda como por una partícula, lo que se ha denominado la dualidad onda-partícula de la luz. Esta dualidad fue fuente de enconadas discusiones como la llevada a cabo entre Huygens y Newton en el siglo XVII, Huygens defendía la naturaleza ondulatoria de la luz, mientras que Newton solo entendía la luz como un conjunto de corpúsculos luminosos. En el siglo XIX fueron Young con su famoso experimento de la doble rendija y Maxwell con su tratado del electromagnetismo los que confirmaron la naturaleza ondulatoria de la luz, mientras que a principios del siglo XX, Plank y Einstein demostraron la necesidad de cuantificar la luz en forma de paquetes discretos de energía para poder explicar la radiación de un cuerpo negro y el ya mencionado efecto fotoeléctrico. En 1926, Gilbert Lewis denominó fotón a este «quantum» de energía.
Dualidad onda-partícula de la luz Fuente: https://www.youtube.com/c/inanutshell
Por otra parte, la luz no es solo la radiación que podemos ver con nuestros ojos, lo que se conoce como el espectro visible, sino que también se asocia a la radiación infrarroja, la ultravioleta, los microoondas, las ondas de radio y a los rayos X y gamma ya que dichas radiaciones son de la misma naturaleza como demostró Maxwell. De hecho, la International Society of Photonics and Optics (SPIE) en su informe anual del 2020 establece que la fotónica cubre todo el rango del espectro electromagnético, desde los rayos gama hasta las ondas de radio.
Espectro electromagnético
Podríamos decir, de forma simplificada que:
«La luz está formada por un conjunto de partículas, llamadas fotones, que se propagan en forma de ondas electromagnéticas con un amplio rango de frecuencias.»
Donde los fotones son partículas de luz que interaccionan con la materia a nivel subatómico. De forma que si estas partículas tienen el valor adecuado de energía, definido por la frecuencia de la onda, provocarán que los electrones de los átomos absorban su energía y se posicionen en niveles superiores de energía. Del mismo modo, estas partículas de luz son liberadas en los átomos cuando los electrones regresan de forma espontánea o estimulada a niveles de energía menores o más estables.
Interacción de los fotones con la materia Fuente: https://www.clpu.es/
Pues bien, estos fenómenos que ocurren a nivel subatómico son la base para el desarrollo de dispositivos como los LED o los LASER sin los cuales no podríamos, entre otros usos, mejorar la eficiencia energética de nuestras casas o tener cada vez mayores anchos de banda en las comunicaciones por fibra óptica. Estas son una pequeña parte de las aplicaciones de la fotónica, pero da una idea de la magnitud de su importancia ya que está presente en un sinfín de sectores de aplicación.
Por lo que cuando enciendas las luces, oigas las noticias en la radio o las veas en la televisión, te conectes por internet mediante fibra óptica o a través de wireless con tu tablet o smartphone para ver tu serie favorita, actives los sensores de la alarma de tu casa, te hagas fotos, calientes tu desayuno en el microondas e infinidad de acciones más del día a día, piensa como la fotónica ha cambiado nuestras vidas. No es de extrañar que el siglo XXI se haya definido como el siglo del fotón del mismo modo que el siglo XX fue el del electrón y que la fotónica sea una de las tecnologías claves para que la humanidad siga su desarrollo y supere muchos de los complicados retos a los que se enfrenta actualmente y a los futuros.
Desde el 2020 CARTIF forma parte de PhotonHub Europeuna plataforma formada por más de 30 centros de referencia en fotónica de 15 países europeos en el que más de 500 expertos en fotónica ofrecen su apoyo a empresas (principalmente PYMES) para ayudarlas a mejorar sus procesos productivos y productos a través del uso de la fotónica. Para ello se han articulado hasta el año 2024 acciones formativas, de desarrollo de proyectos y de asesoramiento a nivel técnico y financiero. Por otro lado, para estar al tanto de lo que ocurre en el mundo de la fotónica os animamos a formar parte de la comunidad creada en PhotoHub Europe. En esta comunidad podéis estar al tanto de las actividades de la plataforma como de noticias y eventos relacionados con la fotónica.
Hay dos cosas que no tienen nada que ver pero que en realidad sí que tienen que ver: la perplejidad de un corzo que en la fala de los Montes Torozos se encuentra con la valla que rodea un parque fotovoltaico y que el 64%1 de los españoles no sepamos si nuestro contrato de suministro eléctrico pertenece al mercado regulado o al libre.
El corzo ignora que el lugar por el que campa casi a sus anchas se va a ver sometido a cambios radicales. Decenas de miles de hectáreas van a ser cubiertas con paneles fotovoltaicos y encerrados por vallados. Habrá que ver cómo afecta a la biodiversidad, qué será de las avutardas y de los zorrillos que pululan por esos lugares y si los corzos aprenderán a ver los vallados antes de chocar con ellos.
Pero también hay que tener en cuenta que la actividad humana se verá afectada. Todas esas hectáreas quedarán excluidas de la agricultura, la ganadería se verá limitada y el paisaje será transformado radicalmente, lo que podría afectar a pequeños negocios de turismo rural. A cambio de esta destrucción se generará energía sin emitir gases de efecto invernadero, energía que además será barata y que ayudará a disminuir el recio que resulte de la casación del mercado diario. Pero el sol no acostumbra a brillar por la noche, al menos en nuestra latitud, y lo que podría pasar con el precio de la electricidad y con la regulación del sistema eléctrico a partir de la hora del ocaso o los días sin sol es algo que habrá que contar en otra ocasión.
Puede que igual de ignorantes que el corzo seamos los consumidores españoles, pues parece que muchos no estamos al tanto de que podemos elegir entre una tarifa regulada y otra que no lo está y seguramente somos mucho menos conscientes de los cambios que trae la descarbonización del sistema eléctrico.
Esta situación de desconocimiento hace temer que va a ser difícil hacernos ver que tenemos en nuestras manos un arma poderosa para combatir los problemas que podrían aparecer como consecuencia de la introducción masiva de energía renovable.
Se trata de la flexibilidad o capacidad para consumir electricidad en momentos diferentes al inicialmente deseado sin que haya una pérdida de confort o utilidad. Para complicarlo más, los consumidores domésticos podríamos aprovecharnos mejor de nuestra propia flexibilidad si nos uniéramos para ofrecerla de manera conjunta. Y ese ofrecimiento habría que hacerlo en mercados locales de energía, todavía inexistentes, pero ya en desarrollo.
Imaginar que un consumidor que desconoce si tiene la tarifa libre o la regulada pueda llegar a participar en un mercado local de energía parece más difícil que imaginar a un rebaño de corzos saltando por encima de las vallas de un parque fotovoltaico.
Para que la flexibilidad de la demanda pueda ser útil hacen falta varias cosas. Por un lado, es necesario que lo que consume electricidad y que, además, es flexible, como la climatización, admita señales externas que permitan regular su funcionamiento de manera automática. También es necesario que se hayan desarrollado sistemas de control que generen esas señales y que actúen de manera agregada sobre un número significativo de sistemas de climatización, por mencionar una carga flexible. Además, es necesario que se definan los modelos de negocio que permitirán remunerar a los usuarios por su flexibilidad. Y, por último, se han de desarrollar las normas y reglamentos que definan nuevos agentes de mercado, como los recientemente creados agregadores independientes, y que regulen la participación de los consumidores en los nuevos mercados locales de electricidad.
Pero todo esto no será posible sin un cambio de mentalidad en el consumidor medio. Éste ha de darse cuenta de que existen caminos para la participación activa en el sistema eléctrico que van más allá de cambiar de compañía cuando la tarifa parece demasiado alta. Uno de estos caminos pudiera ser las comunidades energéticas, que ya abren la puerta al autoconsumo colectivo y es de esperar que pronto lo hagan también a una gestión de la demanda flexible centrada en el consumidor.
Quizá estas comunidades permitan al consumidor adaptarse al nuevo sistema eléctrico de la misma manera que los corzos de los Montes Torozos se tendrán que adaptar a un nuevo entrono lleno de cosas desconocidas.
El pasado 20 de julio no pude dejar de pensar en Jeff Bezos. Viajó al espacio, tras haber organizado su propio viaje privado. Hubo muchos titulares de prensa y generó muchísimas opiniones al respecto.
¿Me intrigaba si volvería sano y salvo? No exactamente.
Mi inquietud no estaba en el coste económico del viaje (que también), en la coherencia de su decisión (que también) o en si merecía tanta repercusión mediática (que también). El problema fue que mi mente no paraba de traducir ambientalmente el viaje, pensando en el Análisis del Ciclo de Vida del mismo.
Además, tras el viaje, en una de sus declaraciones reconoció lo asombrado que estaba por la «fragilidad» de la Tierra vista desde fuera.
¿Pero, fue su viaje una iniciativa sostenible para esta Tierra frágil?
Primer viaje al espacio de Jeff Bezos. Fuente: France 24
El desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones, garantizando el equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social.
Para afirmar que cuidamos la parte ambiental de la sostenibilidad, lo óptimo es evaluar nuestro impacto y comunicarlo de una forma científicamente reconocida, por ejemplo, como huella de carbono, ya que este indicador cuantifica la totalidad de gases de efecto invernadero (GEIs) emitidos directa e indirectamente por un producto, proceso o servicio, basado en su análisis de ciclo de vida.
Parece que nos vamos concienciando de la importancia que supone un menor consumo de energía en nuestro hogar o el uso del transporte público, pero seguimos manteniendo muchas costumbres poco sostenibles en nuestro día a día. Por ejemplo. Te invito a pensar en el consumo de energía que requieren todas las interacciones que realizas a diario en internet. Ahora, multiplícalo por 4.200 millones de internautas.
«¡Houston, tenemos un problema!»
Conociendo qué actividades cotidianas son las que más GEI emiten, podemos cambiarlas por otras ambientalmente más sostenibles, y gracias a la información de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), me animo a contarte tres pasos para un detox digital que minimizará tu huella de carbono en este aspecto.
Limpieza: elimina los emails y los archivos online que ya no necesites. También las cuentas de redes sociales que no utilices. El simple hecho de existir y ocupar espacio en internet genera un impacto.
Date de baja en las newsletters que no lees, si te llegan muchos correos electrónicos que ni siquiera abres, deja de recibirlos. En cuestión de emisiones, cada email cuenta.
Elige visionar vídeos en su justa medida, pregúntate si el contenido merece la pena antes de darle al play. ¿Mejor en formato podcast, quizás?
Si aplicamos, por ejemplo, el principio de equidad al medio ambiente, cada persona tiene el derecho, aunque no la obligación, a hacer uso de la misma cantidad de espacio ambiental, así que, si nos comprometemos a usar este espacio con el mínimo posible, nos beneficiamos en conjunto.
Touché.
Porque esto implica, entonces, que la responsabilidad es compartida por tod@s. Es decir, que no solo es de Jeff Bezos.
Se dice que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. El Patrimonio Cultural es parte de esa historia, habla de nuestras creencias y vivencias, nos enseña de dónde venimos, nos otorga identidad. Conocerlo nos ayuda a entender los problemas del presente y conservarlo es fundamental para que las nuevas generaciones puedan seguir aprendiendo de él.
La edificación histórica es el conjunto más amplio y significativo del patrimonio cultural transmitido hasta nuestros días, ya que aglutina bienes inmuebles (los edificios en sí) y bienes muebles (lo que éstos albergan) de gran interés. Por tanto, si queremos conservar nuestro patrimonio debemos mantener la edificación histórica en el mejor estado posible. De esta forma garantizaremos su integridad física y aseguraremos que se pueda seguir utilizando por las personas que lo habitan o visitan.
La edificación convencional lleva desde 2012 sometiéndose a una inspección periódica conocida como ITE (Inspección Técnica de Edificación), la «ITV de los edificios». Esta inspección evalúa la adecuación de los inmuebles a las condiciones exigibles de seguridad, salubridad, ornato, habitabilidad, accesibilidad, uso y dotación de servicios, y se aplica a los edificios de más de 50 años1 con uso preferentemente residencial.
Por lo tanto, si se inspeccionan los edificios de hace 50 años, ¿no deberían inspeccionarse también los construidos hace 500?
La realidad es que, tal cual está planteada, la ITE convencional no resulta aplicable a los bienes históricos. Primero por la propia normativa que la rige, que la hace obligatoria en los municipios con población superior a 25.000 habitantes, caso que no representa al patrimonio edificado, que en su mayoría se encuentra en núcleos rurales de población sensiblemente inferior. Segundo, porque muy raramente tiene uso residencial (aunque se encuentre en zonas urbanas), y, si lo tiene, suele darse en áreas totalmente rehabilitadas o anexas de nueva planta, adecuadas a los usos y costumbres del siglo XXI. Pero, sobre todo, la aplicación de la ITE a la edificación histórica no es viable porque es obvio que los edificios convencionales y los edificios históricos presentan grandes diferencias constructivas, de materiales y de propio uso, por lo que deberá ser una inspección específica la que vele por verificar cómo están. Una inspección a la altura de la singularidad y la sensibilidad que exige el patrimonio cultural.
Este es el origen del proyecto ITEHIS, que estudia la aplicabilidad de tecnologías innovadoras a la inspección técnica de los edificios históricos con antigüedad superior a 100 años, provistos de un uso concreto y que sean clasificables en uno de los grandes grupos arquitectónicos: civil, militar, religioso o industrial. En otras palabras, ITEHIS pretende adaptar la ITE convencional a las características excepcionales e infinitas variaciones arquitectónicas, constructivas, funcionales y estéticas que se pueden encontrar en los edificios históricos, considerando también los bienes muebles que albergan (órganos, retablos, sillerías, colecciones, etc.). Y todo ello en el amplio contexto de la digitalización del Patrimonio, cohesionándose todos los aspectos inspeccionados mediante HBIM (Heritage-BIM), del que ya hablamos en un post específico llamado «El paradigma BIM: ¿aplicable al Patrimonio?». Una vez concluida la inspección, se emitirá un informe que propondrá medidas de mejora y otorgará al inmueble una calificación del 1 al 5 que permitirá no sólo evaluar su estado, sino también priorizar objetivamente los recursos que se destinen a su conservación. El proyecto además servirá para sentar las bases de una normativa específica que garantice su sostenibilidad a través del Comité de Normalización Español.
ITEHIS, proyecto financiado con fondos FEDER a través del Instituto de Competitividad Empresarial (ICE), es otro ejemplo de colaboración entre un centro tecnológico como CARTIF y empresas comprometidas con el Patrimonio y el territorio (TRYCSA, ALTEISA y ACITORES), que pretenden contribuir a su adecuada conservación mediante nuevas formas, más eficaces, para que podamos seguir conociéndolo, utilizándolo, disfrutándolo y, en definitiva, aprendiendo de él.
1 Salvo que las Comunidades Autónomas fijen una antigüedad distinta en su normativa
Mucho del nuevo bombo alrededor de la Inteligencia Artificial (IA) está directamente relacionada con la potencialidad para imitar o superar las capacidades del cerebro humano (en cuanto a volumen de datos manejados y velocidad de procesamiento) mediante el uso de los ordenadores. El neurocientífico Henry Markram en 2009 anunció un proyecto que pretendía simular el cerebro humano en una super-computadora con diferentes objetivos como «comprender la percepción o la realidad y tal vez incluso comprender también la realidad física».
La denominada «singularidad tecnológica» establece como la IA y la robótica nos sobrepasará a los humanos. Hay diferentes predicciones sobre cuándo ocurrirá este apocalipsis. Elon Musk coloca esta singularidad en 2025, el millonario ruso Dmitri Itskov en 2045, por citar varios ejemplos. El continuo avance de las capacidades de los microprocesadores también alimenta, erróneamente, este bombo de la IA. Si uno compara únicamente el número de neuronas (unos86.000 millones) con el número de transistores del último chip M1 de Apple (16.000 millones) puede estar tentado de asegurar que la «capacidad de computación» del ser humano es fácilmente superable. Lo sé, las comparaciones son odiosas, y en este caso , muy atrevidas.
Hasta hace poco yo también me encontraba entre los expectantes de tales predicciones, pero con un grado de escepticismo razonable. Todo esto cambió para mí en lo más crudo del confinamiento del 2020. Andaba yo deambulando por YouTube en búsqueda de vídeos interesantes relacionados con la IA y llegue a uno muy curiosos y que da título a este post, y que atrajo mi curiosidad: 1la consciencia no es computable. En este vídeo, un más que lúcido Sir Roger Penrose, físico, matemático y filósofo, es entrevistado por el vlogger Lex Fridman, experto en IA y conducción autónoma.
He de decir que, aunque el nivel científico de lo expuesto en el vídeo es muy alto, la lucidez, detalle y afabilidad demostradas por Penrose, me atrapó y logró mantenerme atento durante toda la entrevista. Especialmente, hay una parte que me pega a la silla y me hace rebobinar varias veces para tratar de comprender con el mayor detalle posible. La entrevista empieza directamente con esta tesis demoledora (la mantengo en inglés por ser más fiel): «I´ m trying to say that whatever consciuosness is, it´s not a computation…it´s not a physical process which can be described by computation».
Durante la entrevista, Penrose explicó cómo su curiosidad por la neurofisiología le llevó a explorar los principios básicos de la física, la cosmología, las matemáticas y la filosofía en su libro de 1989 «The Emperor´ s New Mind» para proponer que el pensamiento humano nunca podría ser emulado por una máquina, en contra de las tesis «mainstream» de entonces acerca de cómo las computadoras usando «inteligencia artificial» pronto podrían hacer todo lo que un humano puede hacer.
¿Qué le lleva a asegurar de forma tan tajante la imposibilidad de emular la consciencia humana mediante un ordenador? ¿No se supone que juntando muchos chips de nuestros ordenadores podemos superar el número de neuronas de nuestro cerebro y su capacidad de computación ( si me permitís esa burda comparación)?. Igual que la vida no es un conjunto de células agrupadas en órganos, la «emulación» de las capacidades del cerebro no es una cuestión de agrupar un alto número de transistores y sus impulsos eléctricos. Todos recordamos las explicaciones de cómo las neuronas transportan la información a través de impulsos eléctricos. En su análisis de la fisiología del cerebro, Penrose, ni siquiera al final de su libro pudo llegar a explicar completamente como era posible que las señales nerviosas pudiesen transmitirse mediante impulsos eléctricos de forma coherente por el cerebro. Algo no le cuadraba o le faltaba en su teoría. Pero parece que, a un lector de su libro, el anestesiólogo Stuart Hameroff, fue al único que le cuadró. «Creo que te has olvidado de algo, ¿ no sabes lo que son los microtúbulos?» le dijo a Penrose. «Es lo que te falta para que funcione tu teoría». Los microtúbulos podrían ser la respuesta a la búsqueda de Penrose sobre una fuente no computable en la consciencia humana, desde un punto de vista fisiológico.
¿Pero qué demonios son los microtúbulos? Que me perdonen los biólogos moleculares, pero parece ser que son unas estructuras moleculares de forma tubular que encontramos en las diferentes células de nuestro cuerpo, desde los glóbulos rojos hasta las neuronas. Estas estructuras que «habitan» las interconexiones de nuestras células grises, tienen la propiedad de conservar de una manera muy efectiva su estado (estado de tipo cuántico, pero esto lo dejamos para otro post) y permiten que de alguna forma volvamos a ser los mismos que éramos tras una pérdida de consciencia, por ejemplo, después de una anestesia. Podríamos decir que estos microtúbulos son la unidad almacenamiento (cuántico) básico de nuestro cerebro. Algunos científicos los llaman «el cerebro de la neurona«.
Otra de las razones para poder aspirar a emular el cerebro ha sido poder replicar el número de conexiones que existen entre nuestras neuronas. Es un número bastante grande en realidad. Se estima que cada neurona posee un promedio de 1.000 conexiones. Con 86.000 millones de neuronas esto nos daría unos 86 billones de conexiones. Aunque los números dan vértigo, para algunos expertos parecen conseguibles con la capacidad de cálculo actual en operaciones por segundo (FLOP) de los procesadores. Volviendo al M1 de Apple, este procesador declara ser capaz de efectuar 2.6 TFLOP, 2.6 billones de operaciones por segundo (10 elevado a la 12 ceros). Otra vez, un número aparentemente «cercano» a nuestras conexiones si juntamos un montón de chips trabajando a la vez. Con la aparición fulgurante de chatGPT el debate está más candente que nunca. Sus capacidades ya son casi humanas y sus 175 mil millones de parámetros nos proporcionan una ilusión de comprensión. Pero parece que la consciencia es algo más que conexiones o parámetros de modelo matemático ¿no?
Si nos centramos únicamente en la cuestión cuantitativa y volvemos a los microtúbulos que habitan nuestras neuronas, ¿cuántos de ellos podemos tener? La neurobiología dice que algo más de 1.000 microtúbulos por cada una de nuestras 86 mil millones de neuronas, o sea, 86.000.000.000.0000 microtúbulos (86 billones, similar a las conexiones neuronales) que «almacenan la información cuántica» en la que algunos científicos afirman, reside nuestra consciencia. Podríamos decir en realidad que nuestro cerebro es un ordenador cuántico, ¿no os parece?. Vaya, siento caer de nuevo en una analogía computacional. Volvamos de nuevo a la tecnología para finalizar este post. IBM, promete un ordenador cuántico de 1.000 qubits para 2023. Bastante inferior a los 86 billones de microtúbulos de nuestra cabecita. En mi humilde opinión, y comparando solo aspectos cuantitativos de capacidades de computación actuales y futuras, la denominada singularidad tecnológica informática actual e inteligencia artificial se encuentra aún muy lejos o parece casi inalcanzable. No sé vosotros, pero yo todavía veo un poco lejos la singularidad tecnológica, ¿no os parece?
1 Capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella
Cuando oímos eficiencia energética, siempre pensamos en la mejora de los procesos de nuestros lugares de trabajo, en los medios de transporte en los que nos movemos…, pero nunca lo hacemos en el día a día en nuestra vivienda, realizando las cosas que consideramos cotidianas. Acciones tan comunes como la elección y compra de un electrodoméstico o la forma en la que cocinamos, establece el grado en el que somos «eficientes energéticamente» en nuestras casas.
Si reflexionamos sobre este aspecto, nos damos cuenta de que muchas de estas actividades habituales tienen asociado el consumo de energía, y por tanto, cualquier acción enfocada a hacerlas más eficientes, repercutirá en gran medida en el consumo de nuestros hogares. Además, este concepto cobra especial relevancia en el marco actual de una escalada creciente de precios de la energía que consumimos, que se plantea duradera en el tiempo.
Es cierto, que algunas medidas implican una inversión económica, lo cual en muchos casos nos presupone una actitud negativa hacia ellas, aunque una reflexión sobre las mismas o una buena campaña de concienciación nos convenceria fácilmente sobre su necesidad. Así por ejemplo, ya son pocos los hogares con alguna bombilla incandescente, siendo ya muy habitual el uso de bombillas con tecnología LED. De igual forma se está avanzando en la introducción de electrodomésticos más eficientes en nuestros hogares. Estos vienen clasificados por una letra (A,A+,….) la cual indica el consumo del equipo. Si bien los que menos consumen suelen tener un coste más elevado, hay que tener en cuenta que con el paso del tiempo esta inversión se ve compensada con un menor gasto de electricidad.
Pero no todas las medidas que mejoran nuestra eficiencia energética en los hogares necesariamente implican un coste económico. Así por ejemplo, podemos ahorrar energía actuando en:
El control de las consignas de temperatura de calefacción y refrigeración, manteniendo unos valores adecuados de confort, y aunque si bien actualmente estamos más concienciados, seguro que todos conocemos viviendas donde sus inquilinos de forma habitual se encuentran en invierno en manga corta porque prefieren seleccionar una consigna de temperatura más alta de la necesaria.
La forma en la que ventilamos nuestra vivienda. No es necesario hacerlo durante un largo periodo de tiempo, como es muy habitual ver, y llevarlo a cabo en los momentos de día adecuados (ejemplo: en invierno en horas en las que la temperatura exterior es más alta o en verano a primera hora). Esta medida complementada con un uso adecuado de las persianas, abriéndolas en horas soleadas en invierno y cerrándolas en dichos periodos en verano, permite conseguir una reducción considerable de los consumos en climatización. Cierto es que con la actual situación de pandemia y las medidas COVID19 de aumentar la ventilación de los lugares cerrados, es difícil de aplicar de forma eficiente.
Al cocinar, tratar de aprovechar calores residuales de placas vitrocerámicas «apagando el fuego» unos minutos antes de acabar de cocinar o planificar nuestros menús y aprovechar el encendido de hornos para hornear varios platos.
Apagado de luces en zonas en las que no se permanezca, o desconectando standby de equipos que no se van a utilizar durante largos periodos de tiempo o por la noche.
Lavar de forma adecuada, usando los programas económicos tanto de lavadoras como de lavavajillas, y hacerlo preferiblemente a plena carga, lo cual no solo ahorra energía sino también agua, un bien en muchos casos escaso.
Estas y otras pequeñas medidas son un buen punto de partida para ahorrar energía en nuestros hogares. Tenemos que pensar que no ser eficiente no supone únicamente un mayor gasto energético o un aumento en nuestra factura de electricidad y gas, sino que también supone un perjuicio para nuestra sociedad y el entorno que nos rodea. En CARTIF investigamos en muchos ámbitos de la eficiencia energética, como en la edificación, desarrollando múltiples proyectos en este campo, y consideramos que la concienciación y formación energética de los usuarios finales de los edificios, incluso en medidas tan simples como las indicadas, es un aspecto importante y repercute en un progreso y beneficio social para todos.