Dietas macrobióticas, disociadas, de la piña, de la sopa de cebolla, detox… son infinitas las dietas que se han puesto de moda desde que los temas de la alimentación y la nutrición comenzaron a interesarme. Y no es por empezar de forma negativa pero, ninguna de ellas me ha llegado a convencer desde el punto de vista de una Dietista-Nutricionista que siempre ha creído en la moderación y la dieta equilibrada.
Sin embargo, actualmente hay un movimiento en marcha (notad que digo movimiento y no dieta) que está cambiando mi opinión: el realfooding o “comida real”. Eso sí, con algún matiz.
Según Carlos Ríos, creador de la iniciativa, el realfooding es un estilo de vida basado en comer comida real y evitar los ultraprocesados. Tiene como objetivo mejorar la salud de la población a través de la alimentación.
Pero ¿qué entendemos por comida real? Por comida real se conoce a todos aquellos alimentos mínimamente procesados o cuyo procesamiento industrial o artesanal no haya empeorado la calidad de la composición o interferido negativamente en sus propiedades saludables presentes de manera natural. Concretamente son verduras y hortalizas, frutas, frutos secos y semillas, tubérculos y raíces, legumbres, pescados y mariscos, huevos, carnes, cereales integrales, aceites vírgenes, lácteos de calidad, café, cacao e infusiones, hierbas y especias. También se considera comida real a los “buenos procesados” que son aquellos con un procesamiento industrial o artesanal beneficioso o inocuo para la calidad del alimento con respecto a sus propiedades saludables. Los “buenos procesados” son los alimentos de segunda gama (alimentos reales en conservas y semiconservas), tercera gama (alimentos reales congelados/ultracongelados), cuarta gama (alimentos reales envasados en atmósferas modificadas) y quinta gama (platos de alimentos reales ya cocinados y envasados al vacío)
El movimiento realfooding también se basa en evitar los alimentos ultraprocesados: refrescos, bebidas energéticas, zumos envasados, lácteos azucarados, bollería, pan blanco, carnes procesadas, pizzas comerciales y precocinados, galletas, cereales refinados y barritas, patatas fritas y snacks, dulces y helados, productos dietéticos y salsas comerciales.
Los pilares sobre los que se fundamenta el movimiento realfooding son:
Para estar sano, come comida real
La comida real no se enfoca en calorías o nutrientes, sino en alimentos
La comida real se cocina
Más mercado y menos supermercado
La comida real no tiene conflictos de intereses
Los productos ultraprocesados son malos para la salud
La iniciativa realfooding anima a participar en el #retounmesconcomidareal que consiste en estar un mes comiendo solamente comida real y ningún ultraprocesado. De esta forma, la iniciativa pretende retar a la población a que prueben cómo se sienten al mantener un estilo de alimentación saludable. Realfooding pone a disposición de los realfooders una serie de herramientas que les ayuden a cumplir el reto: equipos de apoyo en redes sociales donde pueden hacer preguntas, contar sus experiencias, dificultades y logros; publicación de recetas con comida real, etc. Puedes encontrar toda la información en su web.
Realfooding podría significar el inicio del cambio de hábitos de alimentación que la población española necesita para reducir los altos índices de sobrepeso y obesidad que existen actualmente; por ello no debe quedarse únicamente en una dieta de moda pasajera sino en una práctica perdurable en el tiempo; una moda que ha llegado para quedarse.
Obviamente, esta iniciativa no significa que todo el camino recorrido hasta el momento en materia de campañas de educación en alimentación y nutrición no sirva para nada, sino que es una herramienta más. Por ello, si te propones hacer el reto realfooding, recuerda las siguientes palabras clave:
Variedad: además de elegir alimentos dentro del grupo de comida real, éstos deben ser variados, es decir, no podemos comer siempre y únicamente carne o arroz o yogur natural, por mucho que sea un alimento real.
Equilibrio: nuestro organismo necesita unos nutrientes en mayor cantidad que otros y esos nutrientes se encuentran en cantidades diferentes en los alimentos. Esta es la razón por la que algunos alimentos deben consumirse de forma más frecuente que otros. Esto nos recuerda a la famosa pirámide de la alimentación equilibrada de la que hablamos en el post anterior “malnutrición por exceso”.
Tecnología culinaria: es importante procesar los alimentos elegidos de forma correcta; por ejemplo, la patata es una hortaliza considerada comida real, pero mejor asada o cocida que frita.
Moderación: ¡cuidado con las cantidades! el hecho de que los huevos sean comida real, no significa que sea beneficioso comer 3 huevos diarios.
Con respecto a la industria alimentaria y a los organismos reguladores en materia de alimentación, nutrición y salud, debemos destacar el esfuerzo y la inversión que diariamente hacen en la mejora de la seguridad alimentaria, en la diversidad de envasados, presentaciones y formatos para mantener la calidad de estos alimentos, más adaptados a la sociedad actual, en la creación de alternativas culinarias para personas con intolerancias y alergias alimentarias, etc. Sin embargo, aún queda mucho camino por recorrer en cuanto a la mejora del perfil nutricional de los alimentos, regulación del etiquetado, etc.
Desde CARTIF felicitamos a los creadores de “Realfooding” por la iniciativa y apoyamos la comida real como base de una alimentación saludable, variada, equilibrada y moderada pero siempre de la mano de la industria alimentaria y de los organismos reguladores, quienes, cada día trabajan para darnos productos alimentarios de mayor calidad y seguridad a todos los grupos de población.
La alimentación es un tema estrella, no cabe duda. Una buena alimentación es aquella en la que se combina de manera apropiada nutrientes y alimentos, lo que permite un buen estado de salud.
Sin embargo, los desórdenes en la dieta son, actualmente, un auténtico reto para la salud pública. Las crecientes cifras de obesidad y de enfermedades relacionadas con la alimentación en España y en el resto de Europa, han impulsado que las administraciones públicas relacionadas con la nutrición y salud, desarrollen acuerdos con la industria alimentaria.
La Industria de Alimentación y Bebidas, el primer sector industrial de nuestro país, con una facturación de más de 98 M€ y con unas importantes expectativas de crecimiento, se enfrenta ahora a nuevos paradigmas y retos en política alimentaria y de nutrición.
Las nuevas exigencias del consumidor y las tendencias en materia de salud han impulsado la generación de un plan para mejorar la composición de alimentos y bebidas por parte del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) a través de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) con la adhesión, de manera voluntaria, de más de veinte asociaciones sectoriales que representan a 500 empresas del sector.
El Plan de colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas y otras medidas 2017-2020, como así se ha denominado, está alineado con la política de reformulación que impulsa la Unión Europea a través de varios marcos creados dentro del Grupo de Alto Nivel sobre nutrición y actividad física con los Estados miembros, en el que se establecieron grupos de alimentos y sectores prioritarios.
El PLAN, recoge los compromisos de reformulación de los sectores de la fabricación y distribución para más de 3.500 alimentos y bebidas de consumo habitual en niños, jóvenes y familias en relación a la reducción de azúcares añadidos, sal y grasas saturadas.
La reformulación consiste en mejorar el contenido de ciertos nutrientes seleccionados de los alimentos sin que esto conlleve a un aumento del contenido energético ni de otros nutrientes, manteniendo la seguridad alimentaria, sabor y textura para que el producto siga siendo aceptado por los consumidores.
Entre los compromisos más destacables, se encuentran las siguientes medidas que se llevarán a cabo en un plazo máximo de 3 años sobre 13 grupos de alimentos:
La reducción de azúcares añadidos hasta en un 18% en salsas tipo kétchup o tomate frito, del 10 % en productos lácteos, bebidas refrescantes, derivados cárnicos, cereales de desayuno infantil y néctares de frutas y de un 5% en bollería y pastelería, galletas, helados y panes especiales.
La reducción de sal, hasta en un 16% en derivados cárnicos y en salsas, de hasta un 13,8 % en aperitivos salados, 10% en el caso de platos preparados y de 6,7% en cremas de verduras.
La reducción degrasas saturadas en un10% en el caso de platos preparados y aperitivos salados y un 5% en bollería, pastelería y galletas.
Puede consultar la tabla del plan de colaboración aquí.
El compromiso de la Industria Alimentaria para la reformulación de determinados alimentos lleva asociada una importante labor de innovación para la identificación de nuevas materias primas e ingredientes, creación de nuevas fórmulas y procesos de elaboración con el fin de lograr productos acordes a las especificaciones sensoriales y de calidad que el consumidor espera, temas en los que en CARTIF hemos trabajado intensamente con un gran número de empresas del sector.
Por otra parte, dentro de este PLAN también se han incluido acuerdos con sectores como el de la restauración social o catering, con el que se han adquirido compromisos como el incremento de la oferta de menús o comidas más saludables, con un aumento de la oferta de platos que incluyan hortalizas y verduras, mayor presencia de carnes magras y pescados acompañadas de guarniciones de hortalizas, verduras y/o legumbres y minimizar la oferta de platos precocinados fritos. La elaboración de los platos se realizará con plancha, cocción y horno y se evitarán los sofritos o salsas. Se fomentará el aceite de oliva como mejor opción de aliño. El pan será integral y la opción principal de postre será la fruta de temporada.
Respecto a la restauración moderna, se han adquirido compromisos relacionados con la reducción de la cantidad de azúcar contenida en sobres monodosis al 50% y del 33% en los de sal, así como la utilización de leche baja en grasa en los servicios de desayuno.
Por último, el sector de la distribución automática o vending, se compromete a reducir la dosis máxima de azúcar que se añade a las bebidas calientes, a incrementar el número de alimentos equilibrados, agua y bebidas refrescantes sin azúcares añadidos del total de productos y bebidas incluidos en la máquina.
Así, se pretende, que los distintos sectores trabajen de forma sinérgica para contribuir a una alimentación más equilibrada y con calidad nutricional. El PLAN quiere fomentar la I+D dirigida a crear productos más saludables, potenciar la colaboración de las empresas y favorecer la coordinación de estas medidas con las administraciones, así como impactar en la cesta de la compra desde el punto sanitario y social e impulsar buenas prácticas para mejorar la dieta desde el punto de vista nutricional. A través de todas estas medidas, se pretende además contribuir a mejorar la base científica y recopilar datos que impulsen estas iniciativas y su seguimiento a nivel europeo.
Estas actuaciones, sin duda, suponen un avance y podremos encontrar productos con una composición mejorada respecto a los actuales (al menos en determinados nutrientes). Sin embargo, es necesario seguir dando pasos por parte de todos los actores implicados en promover la salud y reducir la aparición de enfermedades relacionadas con la alimentación creando nuevas estrategias.
El principal reclamo de esta cita es el avance en el desarrollo de los robots asistenciales, diseñados con el objetivo de ayudar a las personas en sus rutinas diarias
A finales de julio se celebró en Nagoya (Japón) RoboCup 2017, y tuve por primera vez, la oportunidad de participar en esta competición que reúne a personas relacionadas con la robótica de todo el mundo. Actualmente, RoboCup, que celebra este año su vigésima edición, es la mayor competición anual de robots del mundo. Este año han participado casi 500 equipos de 50 países diferentes y aunque en sus inicios únicamente contaba con liga de fútbol para robots, en la actualidad cubre la mayoría de áreas de la robótica: rescate, logística y robots de servicio en entornos domésticos (Robocup@Home).
Concretamente yo participé en la liga “RoboCup at home” como parte del equipo SPQReL formado por miembros de los grupos L-CAS (Universidad de Lincoln) y LabRoCoCo (Universidad de Roma “Sapienza”). Esta liga se basa en que los robots realicen una serie de tareas domésticas con el fin de ayudar a las personas en sus rutinas diarias. Quizás en un futuro no muy lejano, tengamos un robot de este tipo en nuestros hogares.
Después de 6 días de competición unidos a los 2 meses anteriores de preparación, el equipo acabó muy orgulloso de haber conseguido un tercer puesto en la “RoboCup@Home Social Standard Platform League”.
Muy bien pero, ¿qué es realmente esta competición y para qué sirve?
RoboCup nació como un proyecto internacional conjunto para promover la inteligencia artificial, la robótica y otros campos relacionados, a través del planteamiento de problemas comunes. Y buscando una forma de promover la investigación en ciencia e ingeniería estableciendo objetivos desafiantes y organizando este tipo de competiciones para comparar los desarrollos y favorecer la colaboración entre la comunidad investigadora. Centrándonos en RoboCup@Home, esta liga tiene como objetivo desarrollar robots de servicio y asistencia que proporcionen aplicaciones domésticas con gran relevancia en el futuro.
Y ¿cuándo es el futuro?, ¿no existen ya robots capaces de realizar estas tareas?
Este tipo de robots ha tenido una gran presencia en los centros de investigación en los últimos años y está empezando a evaluarse en entornos reales, como el diseñado en CARTIF, Sacarino. Sin embargo, todavía hay pocas aplicaciones en las que los robots formen parte de nuestras actividades cotidianas, y esto es debido en gran parte, a la enorme dificultad de obtener mecanismos de retroalimentación en estos entornos que permitan mejorar el rendimiento del robot. Como posible solución, ha surgido últimamente el benchmarking para evaluar el rendimiento de los sistemas robóticos de una manera reproducible y permitir la comparación entre diferentes enfoques de investigación. Y con ese fin aparece RoboCup@Home, tratando de proporcionar benchmarking a través de competiciones científicas.
RoboCup@Home utiliza un conjunto de pruebas de referencia para evaluar las capacidades y el rendimiento del robot en un entorno doméstico realista, no estandarizado (cambia cada año y no se conoce hasta el día anterior a la competición). La evaluación se centra en los siguientes campos:
Navegación: planificar rutas y navegar de forma segura evitando obstáculos (dinámicos).
Mapeo: construir una representación del entorno parcialmente conocido.
Reconocimiento de persona: detección y reconocimiento de personas.
Seguimiento de personas: localizar la posición de una persona y seguirla.
Reconocimiento de objetos: detectar y reconocer objetos en el entorno.
Manipulación de objetos: agarrar, mover o colocar un objeto.
Reconocimiento de voz: reconocer e interpretar comandos de voz del usuario.
Reconocimiento de gestos: capacidad de reconocer e interpretar gestos humanos.
Cognición: comprender y razonar a partir de la información dada.
¿Cómo se evalúan esas capacidades?
La competición consiste en varias tareas complejas (atender las peticiones de los invitados a una fiesta, actuar como camarero en un restaurante, seguir órdenes verbales dadas por un usuario) que deben realizar los robots de forma totalmente autónoma. Estas tareas son pruebas combinadas, por lo que cada prueba comprende un conjunto de las funcionalidades previas que deben integrarse para poder completarlas, aunque el sistema de puntuación también valora los logros parciales.
En en un futuro post veremos más en detalle las tareas que se realizaron este año durante la competición y las experiencias de nuestro equipo.
En los últimos años la definición del microbioma humano se ha postulado como una herramienta esencial para la medicina, farmacia, nutrición y otras disciplinas con el objetivo de entender el papel que tienen los microorganismos presentes en el organismo sobre la salud y la inmunidad. De hecho, el microbioma afecta al envejecimiento, la digestión, al sistema inmune, al estado de ánimo y a las funciones cognitivas.
Pero, ¿qué es el microbioma?
Existen distintas definiciones para este término. Coloquialmente, diremos que el microbioma humano es el conjunto de microorganismos (microbiota) y sus genes que se encuentran en nuestro organismo.
La investigación del microbioma comprende un campo de la ciencia asociado principalmente a los avances en la secuenciación del ADN/ARN y a la biología computacional. De este modo, el microbioma puede definirse como el contenido genómico de todos los microbioorganismos recuperados de un hábitat o ecosistema (por ejemplo; de saliva, heces o piel).
El estudio del microbioma se remonta al siglo XVII con el desarrollo de los primeros microscopios y los inicios de la ciencia de la microbiología. Sin embargo, ha sido en los últimos años cuando se ha producido el desarrollo de métodos rápidos de secuenciación, la reducción de los costes asociados a estas técnicas y el desarrollo de técnicas de manejo de datos, lo que ha permitido definir con más precisión el microbioma y sus constituyentes.
¿Por qué es importante?
Si tenemos en cuenta que el número de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo está entre 10 y 100 billones (diez veces superior a nuestro número de células), que podemos contar con más de diez mil especies distintas y que los tipos de microorganismo varían mucho entre distintas personas, podemos pensar que el microbioma tiene un papel especial en nuestra salud. De hecho, el conocimiento de estos microorganismos, de las funciones de sus genes, de sus rutas metabólicas y regulatorias está ya permitiendo desarrollar estrategias para prevenir enfermedades y mejorar el estado de salud general.
Sin embargo, el microbioma de cada persona no es algo estático. Los desequilibrios nutricionales, el estilo de vida, el uso (y abuso) de antibióticos, la baja exposición a patógenos (o el exceso de higiene) modifican permanentemente nuestro microbioma.
Y ¿cuál es su relación con la dieta?
Existe una clara relación entre lo que comemos y el balance de nuestra flora autóctona que repercute directamente en nuestro estado de salud. De hecho, resulta interesante que las modificaciones en la dieta van siempre acompañadas con cambios en la microbiota y el enriquecimiento de sus correspondientes genes.
Dietas equilibradas pueden promover una microbiota propia adecuada y bien estructurada y, por el contrario, alteraciones de la composición de nuestra microbiota o reducción de algunos de los microorganismos que componen la diversidad de ésta, incrementan el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el estilo de vida como alergias, diabetes, obesidad y/o síndrome del intestino irritado. Además, un estado prolongado de estas situaciones se ha relacionado con alteraciones metabólicas.
Estudios recientes han demostrado que existen diferencias notables en la microbiota de las personas que siguen dietas ricas en carne frente a las que siguen dietas y estilos de vida más ancestrales, basados principalmente en el consumo de vegetales. Hay estudios que sugieren que un tipo de dieta rica en proteínas y grasa animal está asociada con una determinada flora mientras que dietas más ricas en carbohidratos se asocian con la prevalencia de otro de tipo de flora. Estas diferencias se han relacionado con el riesgo de desarrollar enfermedades como la aterosclerosis.
La malnutrición por exceso y por defecto tiene un impacto directo en la microbiota que favorece alteraciones de la misma que, finalmente conllevan a problemas asociados con incremento en la inflamación y problemas metabólicos. Se ha observado una fuerte influencia en las dietas pobres en nutrientes, en especial aquellas pobres en determinados aminoácidos, en la incidencia positiva de inflamación intestinal. Así mismo, la patogénesis de diversas enfermedades está asociada a determinados componentes de la dieta que promueven desórdenes en la microbiota.
Por tanto, cuanto mejor balanceada está la dieta, más diversa es la microbiota. Así, la intervención a través de dietas personalizadas, mejora la respuesta en individuos con baja riqueza de microbioma.
Y entonces, ¿se puede mejorar?
Sin duda, ¡se puede! La importancia de la alimentación, el equilibrio nutricional y estilo de vida tienen influencia directa en la composición de nuestra microbiota y de su actividad y, por tanto, directamente sobre nuestra salud. De esta relación surge el interés por desarrollar nuevas estrategias para personalizar nuestra dieta.
En la primera parte de este post hablaba sobre la posibilidad de incorporar “sentimientos” a los robots, entendiendo dichos sentimientos como respuestas similares a las emociones humanas al enfrentarse a estímulos externos. A raíz de dicho post, surge la pregunta evidente: ¿para qué? O, siendo más pragmáticos: ¿qué ventajas puede tener para un robot el emular respuestas emocionales?
La empatía se define como la capacidad cognitiva de percibir lo que otro ser puede sentir, y puede dividirse en dos componentes principales: empatía afectiva, también llamada empatía emocional, que es la capacidad de responder con un sentimiento adecuado a los estados mentales de otro; y la empatía cognitiva, que es la capacidad de comprender el punto de vista o estado mental de otro.
¿Cuál es el valor añadido entonces de este tipo de comunicación “empática”? Por un lado, la empatía mejora la eficiencia de la interacción. Así, mientras realizamos acciones, los seres humanos enviamos señales que comunican nuestras intenciones (miradas, movimientos de las manos, el cuerpo, etc.), lo cual puede permitir a otros seres preparados para percibir dichas señales el identificarlas y realizar una colaboración más eficiente para alcanzar objetivos conjuntos. Por otro, la interacción empática podría ayudar a disminuir el reparo de la gente a interactuar con dispositivos robóticos, y ayudar a hacer que los seres humanos se sientan más cómodos con robots y otras máquinas.
Dotar a los robots de un comportamiento que simule el comportamiento “emocional” humano es uno de los objetivos últimos de la robótica. Dicho comportamiento emocional, podría permitir a los robots mostrar su estado de ánimo (empatía afectiva) así como percibir el de los usuarios que interactúen con ellos (empatía cognitiva).
Sin embargo, a pesar de los impresionantes avances realizados en los últimos años en términos de inteligencia artificial, reconocimiento y síntesis de voz, visión por ordenador y muchas otras disciplinas relacionadas directa e indirectamente con el reconocimiento y el comportamiento emocional artificial, estamos aún lejos de ser capaces de dotar a los robots con las capacidades empáticas de las que dispone un ser humano.
Pongamos por ejemplo una persona con un amigo que fuera a dos entrevistas de trabajo y sólo en una de ellas se lo ofreció dicho trabajo, ¿debería esa persona mostrar satisfacción o decepción por su amigo, o verlo como un evento sin más? Su respuesta a esto evidentemente dependerá de lo que sabe de las metas y aspiraciones del amigo. Hay dos componentes aquí que sería difícil de implementar en un robot. En primer lugar, el robot necesitaría tener un rico conocimiento de sí mismo, incluyendo motivaciones personales, debilidades, fortalezas, historia de éxitos y fracasos, etc. En segundo lugar, su identidad propia debería superponerse con la de su compañero humano lo suficiente como para proporcionar una base de conocimientos compartida que fuera significativa y genuina.
Dado que aún estamos lejos de ser capaces de desarrollar robots con una empatía similar a la humana, los desarrolladores de sistemas robóticos necesitamos entender por tanto cuándo mostrar empatía, en qué niveles y en qué contextos. Por ejemplo, la empatía puede no ser necesaria en una lavadora, pero es evidente que un comportamiento empático puede mejorar el rendimiento de aplicaciones robóticas en ámbitos como la enseñanza o el hogar. Por otro lado, los comportamientos empáticos pre-programados pueden llegar a ser molestos e ineficaces. Por ejemplo, existen estudios que indican que los conductores llegan a negarse (a modo de acto de rebeldía) a hacer caso a un coche que le dice repetidamente: “usted parece estar cansado y debe parar”.
En este sentido, una de las líneas de investigación en las que participa CARTIF es en el desarrollo de robots y avatares sociales con capacidad de reconocer y expresar emociones, y de hacerlo de forma que se adecúen a su entorno de operación y los servicios que ofrecen. En esta línea, desde CARTIF como miembros de la plataforma europea de robótica euRobotics AISBL participamos de forma activa con otros centros europeos de reconocido prestigio dentro del grupo “Natural interaction with social robots“, dedicado a la discusión y divulgación de los avances de vanguardia a nivel europeo en el campo de la interacción entre humanos y robots sociales.
Así, una de las actividades recientes ha sido la realización de mesas redondas dentro del Foro Europeo De la Robótica celebrado el pasado mes de marzo en Edimburgo, en el que tuvimos la oportunidad de discutir con numerosos miembros del grupo acerca de las necesidades, recomendaciones y líneas futuras en el desarrollo futuro de robots con capacidad empática. De las discusiones que se desarrollaron en dicho foro me gustaría resumir a continuación las siguientes notas que, aún siendo de carácter genérico, sin duda marcarán la tendencia europea en cuanto a la investigación en robótica social de los próximos años:
Es necesario continuar investigando qué significa empatía para los diferentes tipos de robots, tales como exoesqueletos, robots sociales, robots de servicio, de manufactura, etc. y ver cómo pueden expresar empatía en sus respectivos contextos de aplicación.
La interacción empática debe ser un proceso dinámico que evolucione con el objetivo de construir una relación con el usuario a través del tiempo. Los comportamientos repetitivos pre-programados no son percibidos como empáticos por el usuario, especialmente cuando los consejos conductuales utilizados para activar las acciones del robot son conocidos por el usuario.
Como los robots no poseen los procesos fisiológicos que les permitan ser empáticos, la solución es detectar las señales socio-emocionales transmitidas por los seres humanos y hacer que los robots imiten las respuestas conductuales empáticas que serían mostradas por los humanos.
Durante la experimentación con robots empáticos, se debe hacer uso de sistemas lo suficientemente complejos y con las capacidades necesarias para investigar los diferentes aspectos del comportamiento empático y para evaluar cuantitativamente su impacto. Después de estudiar los diferentes aspectos de la interacción empática, los aspectos más relevantes podrían ser seleccionados y realizados en sistemas sencillos y de bajo costo para su comercialización.
El término smart, traducido al español como “inteligente”, ha pasado a formar parte de nuestra realidad cotidiana. Así, si lo introducimos en el buscador Google aparecen cerca de 1,8 millones de entradas, lo que nos da una idea de lo ampliamente extendido que está su uso. Ahora, ya no sólo los teléfonos son inteligentes, sino que también encontramos este término aplicado a relojes, televisores, casas, coches o ciudades.
Se trata de un concepto emergente y su significado está sujeto a constante revisión. Por ejemplo, para nuevos productos que se lanzan al mercado, la palabra smart está relacionada con tecnologías avanzadas. Así ya es posible contestar llamadas o recibir “whatsapps” en un smartwatch. Sin embargo, en ámbitos más globales como las ciudades, el término smart está muy vinculado con la sostenibilidad. Como comenta nuestro compañero Miguel Ángel García Fuentes, una “Smart City” es una ciudad sostenible y eficiente en su ecosistema. CARTIF está impulsando estos procesos de regeneración urbana en 16 ciudades, a través de proyectos como R2CITIES, CITyFiED, REMOURBAN y mySMARTLife, que contemplan intervenciones en los ámbitos de la energía, la movilidad o las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Los hospitales son como pequeñas ciudades. Como ejemplo, un centro sanitario de tamaño medio como el Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, recibe al año más de 250.000 consultas o 25.000 ingresos. Los hospitales son, además, grandes consumidores de recursos naturales (agua y energía) y grandes generadores de residuos. Como datos ilustrativos, un hospital medio consume al año tanta electricidad como la ciudad de Soria, genera en torno a 9.000 toneladas de CO2, el equivalente a 7.000 coches y si hablamos de residuos, las cifras aumentan hasta los 3 millones de kilos anuales. De esta forma, el sector sanitario contribuye de manera significativa al cambio climático (otro término con el que cada vez estamos más familiarizados).
Desde hace 2 años, CARTIF está desplegando este concepto smart en el ámbito sanitario a través del proyecto SMART Hospital, financiado en la convocatoria LIFE de la Comisión Europea. El documento “Healthy Hospitals Healthy Planet Healthy People. Addressing climate change in health care settings” identifica los 7 elementos clave de un hospital sostenible: eficiencia energética, diseño de edificios verdes, generación de energía alternativa, transporte, alimentación, residuos y agua. De entre estos aspectos, en el proyecto LIFE Smart Hospital hemos seleccionado los de eficiencia energética, agua y residuos. Así, la experiencia demostradora que se está llevando a cabo en el Hospital Universitario Rio Hortega incluye la aplicación de mejores prácticas y tecnologías disponibles y formación a medida en cada uno de estos 3 ejes.
En el eje de energía las actuaciones que ya hemos puesto en marcha incluyen la optimización de las calderas, la climatización y la ventilación de los quirófanos o mejoras en la iluminación. En el eje agua, se identificaron qué corrientes se estaban vertiendo al alcantarillado público sin estar suficientemente contaminadas y se plantearon distintas medidas para su reutilización. De esta forma, se ha conducido a los aljibes del hospital el rechazo de la planta de producción de agua para hemodiálisis. Además, el agua de salida de los paneles evaporativos se ha recirculado a la red de fluxores. Así como en los dos anteriores ejes, el concepto “smart” ha supuesto optimizar motores, válvulas o bombas, en el caso de los residuos, el concepto involucra a las personas. Así, se ha dado formación a los 2500 trabajadores del hospital para la adecuada clasificación, segregación y recogida de los residuos.
A lo largo de este año, podremos cuantificar la eficacia de las medidas implementadas, no sólo en términos de ahorros de kWh, litros de agua, kg de residuos o euros, sino también en forma de indicadores ambientales como huella de carbono o huella hídrica. Además, publicaremos un “Libro blanco sobre sostenibilidad en hospitales” que recoja todas estas actuaciones y favorezca la replicación del concepto Smart Hospital a otros hospitales, nacionales e internacionales.
Se trata de una iniciativa de la que estamos muy satisfechos y está suscitando un gran interés entre los diferentes actores involucrados. Así en octubre de 2015, el proyecto recibió el accésit de los premios OMARS, como la segunda mejor acción en sostenibilidad medioambiental en hospitales españoles.
Desde CARTIF animamos a otros centros hospitalarios y grandes superficies (puertos, aeropuertos, supermercados, centros comerciales, parques temáticos, etc.) a aplicar este concepto “smart”, haciendo un uso inteligente de sus recursos y de esta forma conseguir mejoras técnicas, económicas y ambientales de cara a un futuro más sostenible.