Es un robot y tiene sentimientos (II)

Es un robot y tiene sentimientos (II)

En la primera parte de este post  hablaba sobre la posibilidad de incorporar “sentimientos” a los robots, entendiendo dichos sentimientos como respuestas similares a las emociones humanas al enfrentarse a estímulos externos. A raíz de dicho post, surge la pregunta evidente: ¿para qué? O, siendo más pragmáticos: ¿qué ventajas puede tener para un robot el emular respuestas emocionales?

La empatía se define como la capacidad cognitiva de percibir lo que otro ser puede sentir, y puede dividirse en dos componentes principales: empatía afectiva, también llamada empatía emocional, que es la capacidad de responder con un sentimiento adecuado a los estados mentales de otro; y la empatía cognitiva, que es la capacidad de comprender el punto de vista o estado mental de otro.

¿Cuál es el valor añadido entonces de este tipo de comunicación “empática”? Por un lado, la empatía mejora la eficiencia de la interacción. Así, mientras realizamos acciones, los seres humanos enviamos señales que comunican nuestras intenciones (miradas, movimientos de las manos, el cuerpo, etc.), lo cual puede permitir a otros seres preparados para percibir dichas señales el identificarlas y realizar una colaboración más eficiente para alcanzar objetivos conjuntos. Por otro, la interacción empática podría ayudar a disminuir el reparo de la gente a interactuar con dispositivos robóticos, y ayudar a hacer que los seres humanos se sientan más cómodos con robots y otras máquinas.

Dotar a los robots de un comportamiento que simule el comportamiento “emocional” humano es uno de los objetivos últimos de la robótica. Dicho comportamiento emocional, podría permitir a los robots mostrar su estado de ánimo (empatía afectiva) así como percibir el de los usuarios que interactúen con ellos (empatía cognitiva).

Sin embargo, a pesar de los impresionantes avances realizados en los últimos años en términos de inteligencia artificial, reconocimiento y síntesis de voz, visión por ordenador y muchas otras disciplinas relacionadas directa e indirectamente con el reconocimiento y el comportamiento emocional artificial, estamos aún lejos de ser capaces de dotar a los robots con las capacidades empáticas de las que dispone un ser humano.

Pongamos por ejemplo una persona con un amigo que fuera a dos entrevistas de trabajo y sólo en una de ellas se lo ofreció dicho trabajo, ¿debería esa persona mostrar satisfacción o decepción por su amigo, o verlo como un evento sin más? Su respuesta a esto evidentemente dependerá de lo que sabe de las metas y aspiraciones del amigo. Hay dos componentes aquí que sería difícil de implementar en un robot. En primer lugar, el robot necesitaría tener un rico conocimiento de sí mismo, incluyendo motivaciones personales, debilidades, fortalezas, historia de éxitos y fracasos, etc. En segundo lugar, su identidad propia debería superponerse con la de su compañero humano lo suficiente como para proporcionar una base de conocimientos compartida que fuera significativa y genuina.

Dado que aún estamos lejos de ser capaces de desarrollar robots con una empatía similar a la humana, los desarrolladores de sistemas robóticos necesitamos entender por tanto cuándo mostrar empatía, en qué niveles y en qué contextos. Por ejemplo, la empatía puede no ser necesaria en una lavadora, pero es evidente que un comportamiento empático puede mejorar el rendimiento de aplicaciones robóticas en ámbitos como la enseñanza o el hogar. Por otro lado, los comportamientos empáticos pre-programados pueden llegar a ser molestos e ineficaces. Por ejemplo, existen estudios que indican que los conductores llegan a negarse (a modo de acto de rebeldía) a hacer caso a un coche que le dice repetidamente: “usted parece estar cansado y debe parar”.

En este sentido, una de las líneas de investigación en las que participa CARTIF es en el desarrollo de robots y avatares sociales con capacidad de reconocer y expresar emociones, y de hacerlo de forma que se adecúen a su entorno de operación y los servicios que ofrecen. En esta línea, desde CARTIF como miembros de la plataforma europea de robótica euRobotics AISBL participamos de forma activa con otros centros europeos de reconocido prestigio dentro del grupo “Natural interaction with social robots“, dedicado a la discusión y divulgación de los avances de vanguardia a nivel europeo en el campo de la interacción entre humanos y robots sociales.

Así, una de las actividades recientes ha sido la realización de mesas redondas dentro del Foro Europeo De la Robótica celebrado el pasado mes de marzo en Edimburgo, en el que tuvimos la oportunidad de discutir con numerosos miembros del grupo acerca de las necesidades, recomendaciones y líneas futuras en el desarrollo futuro de robots con capacidad empática. De las discusiones que se desarrollaron en dicho foro me gustaría resumir a continuación las siguientes notas que, aún siendo de carácter genérico, sin duda marcarán la tendencia europea en cuanto a la investigación en robótica social de los próximos años:

  • Es necesario continuar investigando qué significa empatía para los diferentes tipos de robots, tales como exoesqueletos, robots sociales, robots de servicio, de manufactura, etc. y ver cómo pueden expresar empatía en sus respectivos contextos de aplicación.
  • La interacción empática debe ser un proceso dinámico que evolucione con el objetivo de construir una relación con el usuario a través del tiempo. Los comportamientos repetitivos pre-programados no son percibidos como empáticos por el usuario, especialmente cuando los consejos conductuales utilizados para activar las acciones del robot son conocidos por el usuario.
  • Como los robots no poseen los procesos fisiológicos que les permitan ser empáticos, la solución es detectar las señales socio-emocionales transmitidas por los seres humanos y hacer que los robots imiten las respuestas conductuales empáticas que serían mostradas por los humanos.
  • Durante la experimentación con robots empáticos, se debe hacer uso de sistemas lo suficientemente complejos y con las capacidades necesarias para investigar los diferentes aspectos del comportamiento empático y para evaluar cuantitativamente su impacto. Después de estudiar los diferentes aspectos de la interacción empática, los aspectos más relevantes podrían ser seleccionados y realizados en sistemas sencillos y de bajo costo para su comercialización.
Es un robot y tiene sentimientos (I)

Es un robot y tiene sentimientos (I)

¿Puede un robot sentir? Si nos basamos en el mundo de la ciencia ficción, la respuesta sería claramente afirmativa. Películas como Blade Runner; 2001: una odisea en el espacio; Yo,robot o ex Machina nos muestran máquinas capaces de experimentar sentimientos tan humanos como el miedo, la ira o incluso el amor.

A pesar del creciente interés por la inteligencia artificial y las numerosas discusiones sobre las implicaciones que tendría en nuestra sociedad, el desarrollo de máquinas dotadas con una inteligencia artificial (IA) igual o superior a la humana (también conocida como IA fuerte) parece evidente.  Sin embargo, la tecnología actual está lejos de alcanzar los niveles de comportamiento “casi-humano” que los autores de ciencia ficción nos muestran en sus películas.

La IA Fuerte es, por tanto, un tipo hipotético de inteligencia artificial que sobrepasaría la IA conocida hasta el momento. Se trataría de una inteligencia artificial cuyo propósito sería el de emular lo más posible a la inteligencia humana, permitiendo la resolución de problemas y actividades en forma general. Ha de tenerse en cuenta que “general” significa que, en lugar de especializarse en resolver un solo tipo de problema (tal y como lo hace la IA actual), el sistema lograría emular lo que cualquier ser humano puede hacer.

Admitiendo que hubiéramos alcanzado el nivel tecnológico suficiente como para desarrollar una IA capaz de superar la inteligencia humana a la hora de resolver problemas y actividades cotidianas, ¿podría esta IA ser capaz de sentir emociones? Los últimos avances en el campo de la computación afectiva muestran máquinas con una “inteligencia emocional” cada vez más elaborada (aunque todavía muy básica si la comparamos con la humana) y hacen que un mayor número de investigadores crean que es sólo cuestión de tiempo que desaparezca la coletilla “ficción” del término ciencia, al menos en cuanto a inteligencia emocional se refiere. Sin embargo, son todavía muchos los convencidos de que los avances en IA como mucho permitirán “simular” las emociones humanas. Pero que, aún cuando alcancemos sistemas dotados con IA fuerte, éstos no serán más que eso: una forma inteligente de simulación.

Pero, ¿qué son las emociones?  Las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación a ciertos estímulos del individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso, o recuerdo. Psicológicamente, las emociones alteran la atención y activan redes asociativas relevantes en la memoria. Fisiológicamente, las emociones organizan rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones faciales, los músculos, la voz, el sistema endocrino, a fin de establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más efectivo.

Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas, y poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre individuos, grupos y culturas.

Teniendo en cuenta la definición de emoción, es evidente que una reacción emocional desde un punto de vista fisiológico requiere algo más que una Inteligencia Artificial evolucionada. Sin embargo, parece claro que con un nivel adecuado de desarrollo tecnológico, sería posible crear una máquina capaz de adaptarse a estímulos externos, de cambiar de conducta activando diferentes sistemas internos, así como de generar sonidos, expresiones y otras variaciones en sus componentes que la ajustaran a un comportamiento más efectivo. En definitiva, de crear una reacción emocional a estímulos externos. Que esta reacción sea real o la consideremos como una mera simulación del comportamiento humano, es un debate candente. Un debate que aumentará de interés a medida que nos acerquemos a los niveles de desarrollo tecnológico que permitan desarrollar máquinas “sensibles”.