¿La inteligencia artificial pone en riesgo tu trabajo?

¿La inteligencia artificial pone en riesgo tu trabajo?

Hay una inquietud creciente generada por los efectos que en la vida de las personas podría tener la inteligencia artificial. Recientemente ha sido el Foro de Davos, el que ha abordado el tema, pero ya en enero de 2014 The Economist  hablaba de los empleos que se perderán cuando se generalice esta tecnología.

Todo el mundo está familiarizado con la inteligencia artificial gracias al cine. Lo hemos visto desde Colossus: el proyecto prohibido, en el que un ordenador no sólo llegaba a dominar el mundo, sino que incluso le quitaba la novia a su diseñador, hasta Ex machina, en la que una inteligencia artificial despiadada se abre camino sin ningún tipo de escrúpulo moral para lograr su objetivo, pasando por HAL 9000, la máquina con prioridades morales confundidas. Casi siempre retratada de manera negativa. Sin embargo, la inteligencia artificial que viene no tomará la forma de un androide inquietante, como Ava en Ex Machina, sino que será algo más parecido a HAL 9000. Puede que lo primero que veamos sea la computación cognitiva, materializada en Watson de IBM.

Watson es una máquina que responde preguntas hechas en lenguaje natural capaz de procesar grandes cantidades de información para buscar una respuesta correcta. Se hizo famosa en el año 2008 cuando ganó a dos oponentes humanos en Jeopardy! , un concurso de televisión en el que gana el primero que responda correctamente a una pregunta. Una de sus primeras aplicaciones prácticas, ya comercial, es decidir la mejor combinación de fármacos para el tratamiento del cáncer de pulmón. Otra aplicación que se está gestando es la atención de llamadas telefónicas en call centres. La empresa Genesys, que desarrolla este tipo de sistemas, quiere incorporar Watson a su catálogo. El resultado será que Watson atenderá las llamadas y en algún momento de la conversación decidirá a qué operador humano ha de transferirlas. La experiencia se parecerá a la actual, pero podríamos no llegar a hablar con una persona porque una máquina hará su trabajo, trabajo para el que se requieren habilidades intelectuales.

Capacidades como la de Watson son las que hacen temer la desaparición de todos los puestos de trabajo en los que se realizan actividades intelectuales repetitivas, incluso algunas para las que se requiere cualificación, tales como las que desempeñan contables, ayudantes de abogados, las personas que redactan memorias técnicas o los conductores. Esta situación es comparable a la que se dio cuando apareció la fuerza artificial: máquinas cuya fuerza les permite hacer el trabajo de una docena de hombres pero que son manejadas por uno solo.

La fuerza artificial se ha ido perfeccionando con el desarrollo de la tecnología. Si al principio fue la fuerza del vapor, en la actualidad es la automatización y la robotización de los procesos industriales. La incorporación de la fuerza artificial desplazó a muchos trabajadores, hizo desaparecer oficios pero, a la vez, hizo que aparecieran nuevos puestos de trabajo caracterizados por un nivel formativo mucho más alto. Los trabajadores tuvieron que hacer una transición en la que el cerebro reemplazó al músculo.

Con la llegada de esta inteligencia artificial capaz de realizar las tareas intelectuales repetitivas, ¿cómo tendrá que ser la nueva transición que tendrán que hacer los trabajadores? Tendrá que dirigirse hacia lo que las máquinas, por lo menos hasta que llegue la hard artificial intelligence, no podrán hacer: los trabajos marcados por lo creativo y lo emocional. Sin embargo, es de esperar una etapa de transición compleja, dado que alcanzar el nivel formativo necesario en esta nueva etapa podría no estar al alcance de todo el mundo y, además, las máquinas podrían resultar más baratas para una empresa que la contratación de personas. Todo dependerá del coste de la nueva tecnología. De momento, sólo el hardware de Watson cuesta unos tres millones de dólares, a lo que hay que añadir el software y el mantenimiento.

En cualquier caso, tendremos que hacer la elección de siempre: dejar que otros desarrollen la tecnología y convertirnos en meros usuarios, o adelantarnos al futuro y convertirnos en protagonistas de su desarrollo, bien sea científico, tecnológico o comercial. Una decisión hamletiana que en este país casi siempre hemos tomado mal.

Robótica de servicios: de la ficción a la realidad

Robótica de servicios: de la ficción a la realidad

La robótica, principalmente la robótica de servicios, ha sido durante años únicamente objeto de la ciencia ficción. Droides de protocolo diseñados para servir a los seres humanos como el C3PO de “La Guerra de las Galaxias”, robots con fines militares como el Johnny 5 de “Cortocircuito,” robots de limpieza como Wall-E, o asistentes del hogar como la Rosie de Los Supersónicos.

Sin embargo, los robots de servicios finalmente han dado el salto desde la ciencia ficción a nuestra vida cotidiana. Tanto para uso personal, liderados por el robot aspirador Roomba de iRobot, como en el ámbito profesional en multitud de áreas de aplicación: robots de limpieza en lugares públicos, robots logísticos en industria u hospitales, robots de rehabilitación y cirugía en hospitales, robots asistentes

¿Cuál es la diferencia entre robots de servicios y robots industriales?
La Federación Internacional de Robótica (IFR) define la robótica de servicios como «robot o equipamiento que realiza tareas útiles para el ser humano excluyendo aplicaciones para automatización industrial». En general, los robots industriales se refieren a los brazos robóticos utilizados en la fabricación. Suelen ser de gran tamaño, con funcionalidades similares entre sí y desempeñan tareas repetitivas. Sin embargo, la definición de los robots de servicios no es tan clara debido a su amplio rango de utilidad.  Tienden a ser más pequeños y móviles pero sus funcionalidades varían dependiendo de su aplicación final. Además, contrariamente a sus homólogos industriales, los robots de servicio no tienen que ser completamente autónomos; en muchos casos, pueden ser equipamiento de apoyo al ser humano o máquinas tele-operadas.

La Robótica en el mercado
Desde 2010,  IFR divide su Informe Anual Mundial de Robótica en dos secciones, una para la robótica industrial y otro para la robótica de servicios. Hasta ahora, la robótica industrial ha sido el sector dominante para los robots, especialmente en la electrónica de consumo y la industria de automoción. El sector de la robótica industrial supone más de 29 M€ en ventas, software y mantenimiento, a pesar de que hay “sólo” 1,5 millones de robots industriales en el mundo (en comparación con más de 10 millones de Roombas). En los últimos cinco años ha habido un crecimiento constante en la robótica industrial y esta tendencia no muestra signos de desaceleración.

Por su parte, la robótica de servicios ha seguido un crecimiento anual global en torno al 11,5%, y se estima un crecimiento anual de más del 20%. En el último año, algunas áreas ya han demostrado un crecimiento de entre el 150% (plataformas móviles) y el 650% (tecnología de asistencia).

Las principales áreas de mercado de robots de servicio hasta ahora han sido defensa, agricultura, logística y aplicaciones médicas, pero continuamente van apareciendo nuevas categorías. Una de las que ha cobrado gran importancia en el último año es el ayudante humanoide o robot asistente.

Países dominantes
El mayor fabricante de robots industriales es Japón, con gigantes como Fanuc, Yaskawa – Motoman, Kawasaki y OTC Daihen. Europa también tiene empresas dominantes, sobre todo con ABB, Kuka y Universal Robots. Mientras que en los Estado Unidos, se encuentra Adept y otros que no son tan importantes en el mercado global.

Con respecto a la robótica de servicios, la situación es la opuesta, donde los EE.UU. guían claramente el camino. Su enfoque no es construir robots humanoides, sino más bien robots dedicados a una sola aplicación y lo han conseguido formando grupos industriales en torno a las universidades MIT, Stanford y Carnegie Mellon de las cuales han surgido muchas empresas de nueva creación. De hecho, análisis del IFR revelan que de todas las empresas dedicadas a la robótica de servicios en la actualidad, más del 15% son de nueva creación.

Robótica en Europa
Según SPARC (Asociación para la robótica en Europa), Europa se encuentra en una buena posición en robótica copando un 32% del mercado mundial actual. La robótica industrial supone alrededor de un tercio del mercado mundial, mientras que en el mercado de los robots de servicios profesionales los fabricantes europeos producen el 63% de los robots no militares. La posición europea en robots de servicios domésticos representa una cuota de mercado del 14%.

La Comisión Europea sostiene que la Robótica en Europa es un campo en rápido desarrollo, con un alto potencial para apoyar el crecimiento, la creación de puestos de trabajo y la solución de los retos sociales. La robótica de servicios también está aportando soluciones únicas a los principales retos sociales de la salud y el envejecimiento de la sociedad, por lo que su objetivo es dar forma a los futuros desarrollos de forma activa en esta área y permitir que nuestras empresas y ciudadanos se beneficien de los resultados.

CARTIF y la Robótica de Servicios
CARTIF tiene una amplia experiencia en el desarrollo de proyectos de investigación aplicada en robótica de servicios. Se han desarrollado diferentes robots móviles con distintos grados de autonomía incluyendo plataformas teleoperadas para la inspección, limpieza y mantenimiento de tuberías y depósitos de agua, además de otros robots autónomos más complejos como robots logísticos, un guía de museo, un botones para entornos hoteleros, una cabeza mecatrónica con apariencia realista o un robot todo terreno para ayudar a los equipos de emergencia en diferentes situaciones.

9 cosas que quizás no sabías sobre la huella hídrica

9 cosas que quizás no sabías sobre la huella hídrica

Cuando trabajamos desarrollando tecnologías que garanticen el respeto al medio ambiente, cuantificar las ventajas que se obtienen por utilizarlas puede ser un valor añadido muy interesante. Y ya que ponemos números, lo mejor es hacerlo de manera objetiva y trazable. Para eso se usan indicadores como las huellas ambientales.

La más famosa es la huella de carbono (después de la huella de Armstrong en la Luna, por supuesto) pero cada vez se oye hablar más de la huella hídrica. Y como puede que sea la integrante del grupo menos conocida, allá van 9 cosas sobre ella que quizás no sabías:

Como reflexión final, en este mes en el que celebramos el Día Internacional del Agua, conviene recordar que el término “crisis del agua” va más allá de una definición. El World Economic Forum lo calificó en 2014 como el tercer riesgo global a nivel mundial, por encima del cambio climático y de la disponibilidad de alimentos en el mundo. ¿Da que pensar, verdad?

Dieta del gluten: ¿una nueva moda para adelgazar?

Dieta del gluten: ¿una nueva moda para adelgazar?

Si hay algo en lo que las modas cambian cada cinco minutos, son las dietas. Casi sin tregua, pasamos por la dieta de los líquidos, la de la malla lingual, la licuariana, y muchas, muchas más…Y ahora, le tocó al gluten.

Parece ser que ahora el culpable de toda esa gordura que nos acecha es el GLUTEN. ¿Pero será esto cierto? Hace siglos que se consume pan, pastas y bollería. En cambio, los efectos “devastadores” del gluten son más recientes. Muchos tenemos conocidos que al consumir pan o los productos derivados de los cereales se ponían malos, con dolores de tripa, de cabeza y otros síntomas y que al consultar con un médico les confirmaron que eran celíacos y que por ello debían seguir una dieta libre de gluten. Y fue entonces cuando, a muchos de nosotros, al ver que nuestros amigos celíacos (al hacer la dieta libre de gluten) perdían peso, se nos ocurrió que podríamos hacerla nosotros también y así nos librábamos de esos molestos michelines que no nos dejan vivir. Pero… ¿es tan simple todo? ¿Se deja de comer gluten y adiós a la gordura? Pues me temo que no.

Desde la Federación de Asociaciones de Celíacos de España hacen referencia a esto, y recomiendan no iniciar una dieta sin gluten sin haber realizado previamente una biopsia intestinal que demuestre la intolerancia al gluten. Se debe tener en cuenta que el celíaco debe dejar de consumir gluten porque si lo hace, los linfocitos atacan el tejido de su intestino, causando la desaparición de las vellosidades del mismo y teniendo como consecuencia una mala absorción de los nutrientes.

Expertos en nutrición se muestran cautelosos al respecto y desaconsejan comer sin gluten si no se tiene celiaquía debido a los efectos negativos que podría tener sobre la salud. Hacer una dieta libre de gluten  sin asistencia profesional, puede llevar a una alimentación desequilibrada e inapropiada, con más inconvenientes que ventajas.

¿Sabías que la avena y la cebada (alimentos con gluten) tienen un alto contenido en fibra soluble?

La fibra soluble está formada por compuestos que captan mucha agua y son capaces de formar geles viscosos, ayudan al crecimiento de la flora bacteriana y a disminuir y ralentizar la absorción de grasas y azúcares de los alimentos, lo que contribuye a reducir el colesterol y la glucosa en sangre. Por tanto, es necesario consumir alimentos como la avena y la cebada, que además tienen gluten. Aquí solo mencionamos la fibra, pero los alimentos ricos en gluten también proveen de otros nutrientes esenciales para el ser humano.

Por todo esto, lo más aconsejable es alejarse de la bollería, huir de los precocinados, hacer una vida más saludable con una alimentación equilibrada. Intentar sustituir estos productos por otros alimentos caseros y con menos calorías y, como decía mi mamá, comer de todo un poquito pero sin pasarnos. Y confiar en la innovación para solucionar los inconvenientes que aún puedan surgir para aquellas personas con intolerancias y necesidades especiales.

En CARTIF, trabajamos en diversos proyectos para sustituir el uso de aditivos industriales por otros naturales y las grasas animales por compuestos saludables. Estas aportaciones tecnológicas funcionan y nos ayudan a comer mejor. Puede que no tengamos una figura perfecta pero, sin duda, estaremos sanos.

Marzo con lluvias, buen año de alubias

Marzo con lluvias, buen año de alubias

2016 ha sido declarado por la ONU como “Año Internacional de las Legumbres”.  El objetivo es concienciar sobre los beneficios de su consumo, promover su producción y comercio y fomentar usos más inteligentes en toda la cadena alimentaria.

Está claro que queremos comer mejor. Más sano, más natural, más productos de origen vegetal y hasta más sostenible. Está claro que sabemos lo que implica para la salud el consumo de determinados nutrientes como la fibra dietética; que es beneficiosa para la salud, pues interviene en la función intestinal, el control de peso, reduce el riesgo de padecer determinadas enfermedades coronarias y diabetes tipo II. O las, tan de moda, proteínas (y mejor aún si son de origen vegetal) y su función estructural en el organismo. Queremos ingerir vitaminas, minerales y compuestos bioactivos que nos ayudan a prevenir enfermedades, a tener buena salud e incluso a retrasar el envejecimiento celular. Por otra parte, conocemos las bondades de seguir la Dieta Mediterránea; rica, variada y saludable en la que se incluye el consumo de nuestros productos más típicos y una forma de cocinar.

Sin embargo, a pesar de que tenemos todos estos conocimientos, de acuerdo con los datos recientemente publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de comida rápida en España ha aumentado en los últimos años y, peor aún, se prevé que aumente hasta un 50% más en los próximos cinco años.

Pero… consumidores, ¡estamos de suerte! Tenemos a nuestro alcance pequeños paquetitos con todos esos nutrientes que estamos reclamando. Se llaman legumbres y son consideradas alimentos sin gluten y funcionales, por el hecho de que ejercen un efecto positivo tanto en determinadas funciones metabólicas como sobre la tasa de colesterol, el índice glucémico, reducen la acumulación de lípidos en el organismo, favorecen el tránsito intestinal y pueden prevenir la aparición de determinados tipos de cáncer, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o diabetes. Además de todo esto, se venden en el supermercado y tienen un precio muy asequible.

Sin duda, las leguminosas deberían ser una parte importante de la dieta porque son una gran fuente de proteínas y carbohidratos. El contenido medio de proteínas de las legumbres varía entre 17 y 40 %, bastante más elevado que el de los cereales (3-7 %) y son consideradas proteínas de alto valor biológico y aproximadamente igual que el contenido de proteínas en la carne. También son ricas en hidratos de carbono complejos, incluyendo cantidades importantes de fibra dietética (9-27 %) y un bajo aporte de grasa.

Por otra parte, las leguminosas tienen gran importancia desde el punto de vista del mantenimiento del ecosistema agrícola debido no sólo a la superficie que ocupa su cultivo a nivel mundial, sino también a la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico aumentando la fertilidad del suelo y reduciendo el uso de fertilizantes nitrogenados. La huella de desperdicio (huella de carbono + huella hídrica) de los cultivos de leguminosas es inferior a la de otros cultivos, lo que fomenta la sostenibilidad y colabora en la mitigación del cambio climático. Y por último, y no menos importante, las leguminosas son aún más importantes en países en vías de desarrollo por su buen almacenaje y su bajo coste.

Sin duda, las legumbres son parte esencial en muchas dietas del mundo incluida la mediterránea. No en vano en la nueva pirámide nutricional, el consumo de leguminosas recomendado es de, al menos, 2 raciones a la semana. También en la nueva pirámide se destaca el consumo de productos tradicionales, locales y respetuosos con el medio ambiente como son las legumbres.

Por todas estas razones, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha proclamado el 2016 Año Internacional de las Legumbres. Sin embargo, a pesar de su importancia y de que el cultivo de legumbres se ha incrementado en un 20 % en los últimos 10 años (principalmente por la demanda en alimentación animal), su consumo ha disminuido en favor de otras fuentes proteicas como la carne. Este descenso obedece a motivos sociales y culturales; desde nuestro rápido ritmo de vida (cada vez cocinamos menos), a una percepción de las legumbres como “comida de pobres”, o incluso el rechazo a su consumo porque producen flatulencia.

Retos en innovación para favorecer el consumo

Está muy claro: la industria alimentaria está obligada a innovar para satisfacer esta demanda a través, tanto de la elaboración de platos preparados de calidad y que cumplan con un buen perfil nutricional, como de productos finales en los que se incorporen leguminosas como ingrediente principal, por ejemplo, en forma de harina.

Las harinas de leguminosas son una buena alternativa para incrementar el consumo de legumbres, en especial en niños. Con un valor nutricional apreciable, un buen contenido de fibra, y sin gluten, estos ingredientes sólo necesitan un poco de imaginación, un poquito de tecnología y ganas de investigar para conseguir muy buenos productos con forma de pan, galleta, pasta o snack.

El rol del trabajador en la Fábrica del Futuro

El rol del trabajador en la Fábrica del Futuro

Con el advenimiento de la Cuarta Revolución Industrial, algunos pronostican un negro futuro para el trabajador en una fábrica donde los robots y las máquinas de producción inteligentes reemplazarán a un hombre que se limitará a supervisar o vigilar el funcionamiento de la fábrica del futuro. En la actualidad ya están sucediendo a pequeña escala las transformaciones o tendencias que definirán esta Fábrica, en la que las evoluciones tecnológicas y tendencias del mercado definirán su aspecto y funcionamiento. En la siguiente tabla se muestran alguna de estas tendencias para las que ya se puede intuir su impacto positivo o negativo para el rol (o ausencia del mismo) del trabajador del futuro.

El impacto negativo de algunas tendencias se debe principalmente a que es necesario alcanzar unas elevadas cotas de automatización de la producción para que pueda alcanzarse el objetivo perseguido.

¿Qué podemos hacer para adaptarnos a estos cambios y evitar que esta revolución nos pase por encima? La reacción natural es la preocupación y recurrir a estrategias inmovilistas que frenen a toda costa esta tendencia. Con cualquier cambio tecnológico siempre ha habido un miedo a la pérdida de puestos de trabajo. Por ejemplo, la imprenta trajo consigo la desaparición del amanuense en favor del tipógrafo y la invención del ordenador personal puso la autoedición en manos de cualquier persona. En otros casos, los avances tecnológicos han traído consigo la creación de puestos de trabajo como por ejemplo los asociados a la aviación comercial.

Durante las diferentes revoluciones industriales, el papel del trabajador ha sido bastante pasivo en cuanto a cómo ha asimilado e influido en la transformación de su trabajo. Con la Primera Revolución Industrial, el trabajo del artesano (manual y personalizado) se transformó en un trabajo impulsado por una energía basada en el carbón y el vapor. Con la Segunda, el trabajo se dividió en operaciones sencillas y repetitivas que permitieron la producción en masa de productos idénticos. Con la Tercera y la sucesiva digitalización de la fabricación (ordenadores, PLC, CAD/CAM …), la obsesión por la calidad y la eliminación o reducción de defectos introdujo nuevos conceptos organizativos como el lean manufacturing o el TPM que trataban de reforzar el rol activo del trabajador como responsable del producto y no como un engranaje más de un complicado mecanismo de relojería. Sin embargo, en este momento de desarrollo de la denominada Cuarta Revolución Industrial, los avances en tecnologías de la información y la globalización nos permiten asistir a estos cambios de una forma más reactiva.

¿Cuál debe ser entonces la evolución del puesto trabajo en la fábrica del futuro? En muchos aspectos, el papel del trabajador no ha cambiado desde que Adam Smith postuló que, mientras el trabajo se divida en operaciones y se paguen de forma adecuada, el asunto está arreglado. Sin embargo, las estadísticas no lo confirman.

Las evaluaciones de la satisfacción en el trabajo como la realizada periódicamente por la firma estadounidense Gallup revela los niveles más bajos de satisfacción precisamente en los puestos de producción en USA (23%) mientras que puestos de más alto nivel llegan a un 38%. Alguien podría pensar que los salarios productivos en este país no son lo suficientemente elevados (si seguimos los postulados de Smith al pie de la letra). Bueno, pues en la próspera Alemania, la situación es aún peor. Solo el 15% de los empleados están satisfechos con el trabajo realizado.

Entonces, ¿cuál es la receta para crear entornos más productivos y saludables? Parece que los gestores de equipos tienen una gran parte de responsabilidad en esto: reconocer el trabajo bien hecho, mostrar que sus contribuciones tienen un valor, proporcionar herramientas adecuadas, escucharlos e incluirlos en la resolución de problemas. En definitiva: crear un entorno de confianza en el que poder discutir abiertamente. ¿Sencillo, no?

No tanto, porque no puede caerse en la trampa de tratar al trabajador de forma condescendiente. Tiene que haber un compromiso propio y un cambio de actitud. Incluso en los trabajos más aparentemente monótonos se encuentran ejemplos de trabajadores motivados y comprometidos. En estos casos existe un denominador común: gente que no se conforma con realizar las tareas que vienen recogidas en la descripción de su puesto. Empleados de limpieza en hospitales que interaccionan y dan apoyo a los familiares del enfermo, peluqueros que escuchan al cliente o trabajadores que se esfuerzan en ser más eficientes y aportar mejoras que tengan como efecto una reducción del impacto ambiental de sus actividades. El aumento de autonomía y capacidad de toma de decisiones redunda en el aumento de la satisfacción del trabajador. ¿Cómo aumentar pues esa autonomía en una línea productiva? Precisamente los avances tecnológicos deben ayudar y dar respuesta a este reto.

Las mejoras en automatización, la inclusión de más robots para realizar tareas de apoyo (logística interna), la robótica colaborativa que permitirá compartir el espacio de forma segura entre robots y trabajadores y los sistemas de análisis de datos que facilitan una toma de decisiones más efectiva, pueden verse como amenazas a la supervivencia del papel del trabajador o como oportunidades para que este rol evolucione hacia una posición más activa.

Durante una reciente reunión en la que he podido participar, donde se buscaba establecer una visión y prioridades de la factoría del futuro, diferentes expertos internacionales llegaron a la conclusión de que el rol de los trabajadores deberá evolucionar desde unas habilidades fundamentadas en la maquinaria que utilizan (que cada vez será más autónoma e inteligente) a convertirse en expertos en el proceso de fabricación en el que están trabajando. Quién sabe. En el futuro cada trabajador podría ir a trabajar con su propio robot como si fuese su herramienta. Así, los trabajadores que tendrían garantizado su puesto serán aquellos que mejor «entrenen» o programen a su robot ayudante.

¿Cómo proteger los puestos de trabajo en la fábrica del futuro? Una de las recetas será proporcionar herramientas al trabajador que redunden en un aumento de su autonomía y capacidad de decisión que los convierta en artesanos tecnológicos que disfruten con su trabajo.