El mayor obstáculo no son las barreras tecnológicas sino las psicológicas y organizativas.
En la anterior entrada, explicamos los tres pasos (reducir, recuperar, reemplazar) con los que una fábrica puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a su consumo energético.
Supongamos que Pedro es un joven ingeniero recién contratado en una gran fábrica como Responsable Energético para reducir sus emisiones y mejorar su imagen corporativa, siguiendo los pasos del proyecto REEMAIN.
Nuestro nuevo responsable energético, empieza por la primera etapa: reducir, que es la más fácil de llevar a cabo, al menos en lo que respecta a desconectar la maquinaria que no se está utilizando. Estos gestos permiten a la fábrica ahorrar energía y dinero al mismo tiempo y no suelen provocar tensiones dentro de la estructura organizativa de una factoría. Utilizando un símil ciclista, “este tramo es llano y con el viento a favor”.
Sin embargo, el siguiente paso, tarde o temprano pasará por analizar los distintos reglajes energéticos de los sistemas de producción en busca de reglajes energéticos alternativos que permita reducir su consumo energético y aquí, volviendo a los símiles ciclistas, es donde “la carretera se empieza a empinar”.
Los incentivos salariales de los responsables de producción suelen estar basados en el cumplimiento de la producción planificada. Esto se traduce en una presión de arriba a abajo dentro del organigrama de la factoría para que nada impida cumplir las cifras de producción efectiva. A continuación, una vez asegurada la producción, el siguiente parámetro a optimizar, de cara a los incentivos, es el coste económico de dicha producción. Pero estudiado y optimizado de forma agregada o global.
Por ejemplo; los procesos térmicos de fundición suelen especificar un posible rango de temperaturas de trabajo. La temperatura mínima de trabajo será aquella que garantiza que el metal fundido no se solidifica antes de tiempo bajo las condiciones nominales de funcionamiento. La máxima la fijan las características de la propia maquinaria y el producto. Muy ocasionalmente, por paradas de producción, el metal fundido se enfría ligeramente y, provoca defectos por “caldo frío” con el consiguiente rechazo de las piezas producidas y por tanto la no consecución de los objetivos de producción. ¿Cómo se evita este problema en la mayoría de los casos? Pues optando por la solución más fácil, que consiste en subir la temperatura del metal fundido de forma permanente para tener algo más de margen frente a eventuales paradas, se produzcan éstas o no.
Otro ejemplo práctico son los sistemas de aire comprimido de las fábricas. De nuevo, para evitar problemas de falta de suministro y su correspondiente “reprimenda”, los responsables de mantenimiento acaban haciendo funcionar los compresores a la potencia necesaria para suministrar aire comprimido a fábrica y media y se evitan problemas.
Lo que los ejemplos anteriores pretenden mostrar es el hecho de que, a veces se sobredimensionan los reglajes energéticos de los procesos con el consiguiente aumento del consumo energético. Esto es así porque los actores involucrados en la producción y mantenimiento perciben que no hacerlo podría perjudicarles en otros indicadores como el cumplimiento de la producción y coste total planificados. En la medida que estos dos indicadores clave sean los únicos o principales criterios de evaluación del desempeño de los trabajadores de producción y mantenimiento, siempre habrá resistencias internas a la implantación de los cambios necesarios para conseguir una fabricación más limpia.
En el pasado, otros indicadores secundarios no considerados importantes como la seguridad en el trabajo o el respeto de los derechos laborales, ganaron importancia y se convirtieron también en indicadores clave a la hora de evaluar el desempeño de una fábrica. Ya existen empresas como Google (iniciativa Google Green) o IKEA (iniciativa People and Planet Positive) que han emprendido reestructuraciones internas con el único fin de reducir las emisiones asociadas aún a costa de empeorar alguno de los KPI económicos.
En la próxima entrada hablaremos de ejemplos de iniciativas de fabricación más limpia.
Laimpresión 3D ha llegado para quedarse. Cuando una nueva tecnología está tan extendida que ya no llama la atención, es que su implantación es definitiva. Cada vez más gente tiene una impresora 3D de plástico en su casa y seguro que muchos conocemos a alguien que ha comprado una o se la ha construido por piezas. Era sólo cuestión de tiempo que esta tecnología diese el salto a otros ámbitos. Aunque el sector de la construcción suele adoptar este tipo de novedades tecnológicas con cierto retraso, en este caso ya hay varios proyectos tratando de llevar la fabricación aditiva (como también se conoce a la impresión 3D) a la construcción.
Lo que se busca, entre otras cosas, es poder afrontar los nuevos diseños arquitectónicos que son cada vez más complejos, industrializar ciertos procesos de construcción que ahora son casi artesanales y mejorar la sostenibilidad utilizando materiales reciclados para imprimir.
Este tipo de sistemas plantean grandes retos como el desarrollo de nuevos materiales de construcción que permitan su adecuada aplicación. Normalmente se recurre a la incorporación de otros materiales o compuestos que mejoren las propiedades (que consigan las propiedades buscadas) tanto en tiempos de fraguado como en resistencia y aislamiento.
Uno de los primeros proyectos referido a la fabricación aditiva en la construcción es el llamado “Contour crafting”, liderado por el Dr. Behrokh Khoshnevis de la Universidad del Sur de California. Y actualmente existen multitud de centros de investigación y universidades centradas en estos temas como el AMRG de la Universidad de Loughborough -considerado referencia mundial- o el IAAC en España.
También han aparecido desarrollos comerciales como el de una empresa china que fabrica casas, oficinas y edificios completos usando estas técnicas. El caso concreto de esta empresa parece que responde a estrategias de marketing (que no les está funcionando mal), puesto que posicionarse bien en estas tecnologías puede abrir importantes mercados.
En cualquier caso, existen muchas iniciativas interesantes como el WASP, un proyecto italiano para construcciones sostenibles en áreas desfavorecidas, la construcción de un puente de acero en Ámsterdam, o el concurso promovido en 2015 por la NASA para la construcción de edificaciones en la Luna o Marte utilizando estas técnicas, cuyo ganador propone utilizar el hielo como materia prima.
A la vista de estos desarrollos, es fácil comprobar que la fabricación aditiva en construcción ofrece algunas ventajas difícilmente igualables con otros métodos como la complejidad en los diseños que se pueden obtener o la precisión y repetibilidad de ciertos procedimientos constructivos. Y es innegable que la industrialización cada vez se integra más en muchos procesos constructivos y la impresión 3D seguro que tendrá su nicho de mercado en el sector de la construcción.
Como siempre ocurre con las nuevas tecnologías, hay ciertos sectores optimistas que opinan que la fabricación aditiva será el sistema mayoritario usado en todas las industrias. Pero, hoy por hoy, no existen tecnologías de fabricación universales más allá de ciertos métodos como la producción en cadena. Los procesos de fabricación actuales están muy especializados y se recurre a las tecnologías más adecuadas para cada caso, por lo que parece complicado que una sola sea capaz de reemplazar a casi todas las existentes. Por lo tanto y siendo realista, hay que encontrar el campo de aplicación más adecuado para la impresión 3D en la construcción.
En este sentido, CARTIF participa en un gran proyecto nacional de investigación de la impresión 3D en la construcción que se centra en la aplicación de las tecnologías de impresión 3D en la construcción en aquellos campos donde se considera que puede ser de especial utilidad: la fabricación de prefabricados y la rehabilitación de fachadas.
No se busca obtener una tecnología universal que sirva en todos los ámbitos de la construcción, sino llegar al mercado con un producto que ofrezca una alternativa viable a otras tecnologías existentes (es decir: aplicaciones realistas y sostenibles). Y siempre sin olvidar que todos los avances alcanzados en este campo (sean por I+D o por estrategias de marketing) repercutirán en el futuro en beneficio de toda la sociedad ya que lo que lo que se busca es construir mejor, más rápido, más barato y de forma más sostenible.
Los centros comerciales se inventaron en Estados Unidos en los años 20 del siglo pasado y son la versión moderna de los mercados históricos, integrando un conjunto de tiendas independientes, diferentes servicios y zonas de aparcamiento.
A lo largo de Europa podemos encontrarnos miles de espacios comerciales (representan casi un 30% del stock de edificios no residenciales) variando, entre otros criterios, sus funciones, tipologías, formas y tamaños. Actualmente, hay más de 6 millones de empresas representadas dentro de este sector, y alrededor de 30 millones de ciudadanos europeos que trabajan en el sector comercio.
Cada día aparecen nuevos centros comerciales para cubrir las necesidades tanto de los clientes como de los comerciantes. Pero estos nuevos centros no remplazan a los anteriores formatos, sino que se suman a las tiendas y comercios ya existentes.
Según el Consejo Internacional de Centros Comerciales (ICSC), un centro comercial es “un conjunto de unidades y áreas comunes, con una superficie bruta mínima de 5.000 m2 y que está planeado, construido y administrado como una única entidad.”
Los centros comerciales son percibidos, en muchos casos, como iconos de la sociedad de consumo, debido principalmente a su alta demanda energética, sus altas emisiones de CO2 y alta generación de residuos, por lo que es necesario acercar su configuración y funcionamiento a criterios de sostenibilidad para poder ayudar a lograr los objetivos marcados por Europa en términos de consumo energético y emisiones. Se puede decir, en términos generales, que los centros comerciales, debido a sus grandes demandas energéticas, tienen un gran potencial de ahorro energético, así como de reducción de emisiones, además de tener una gran influencia en las tendencias de moda y el estilo de vida de los clientes.
Mientras que en el sector residencial la energía consumida se usa principalmente para calefacción, agua caliente sanitaria y diferentes aparatos electrónicos, en los centros comerciales el consumo de energía proviene de una gran variedad de fuentes entre los que se encuentran la iluminación, ventilación, climatización, refrigeración para la conservación de alimentos y otros usos dependiendo de los servicios ofertados. Esta composición de consumo energético puede variar mucho de unos centros a otros dependiendo de los usos previamente indicados. Por ejemplo, la existencia o no de supermercados en su interior condiciona mucho el consumo relativo a la refrigeración para la conservación de los alimentos. Otro ejemplo claro son las tiendas de electrónica, donde el consumo debido a aparatos electrónicos es bastante superior al de otro tipo de tiendas que son más dependientes de la iluminación como tiendas de ropa o muebles.
La mayoría de los centros comerciales ya construidos tienen un gran potencial de ahorro energético, ofreciendo la posibilidad de mejorar en aspectos como iluminación, ventilación, mejoras en la envolvente, inclusión de sistema de gestión y control, etc. Sin embargo, hay unas barreras identificadas para alcanzar estos objetivos de reducción energética y no todo puede ser resuelto simplemente con la instalación de nuevas soluciones técnicas. Satisfacer a los clientes es la primera premisa en un centro comercial y los clientes no demandan de forma directa una reducción energética, sino variedad de productos y precios bajos, acceso mediante transporte público, parking y buena ubicación. Afortunadamente, la conciencia ambiental está abriéndose paso poco a poco, lo que es un factor muy importante para contar con la aprobación de las acciones asociadas a la eficiencia energética por parte de los clientes y de esta manera ser un factor positivo más a la hora de elegir dónde hacer las compras.
Actualmente existen una gran variedad de tecnologías convencionales e innovadoras y sistemas de control y gestión energética, con los que poder renovar los centros comerciales desde un punto de vista energético. Gracias a este tipo de actuaciones, se puede satisfacer la demanda energética de los centros comerciales con un menor consumo energético, a la par que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. En CARTIF estamos trabajando en proyectos encaminados a la mejora de la eficiencia energética en edificios, entre los que se encuentran centros comerciales (proyecto CommONEnergy), edificios públicos (proyecto BRICKER) y residenciales y del sector terciario (proyecto INSPIRE).
A través de herramientas de modelado y simulación energética, auditorías energéticas, estrategias avanzadas de instrumentación y control, análisis y estudios detallados en la incorporación de energías renovables, y nuestra experiencia de más de 15 años, somos capaces de reducir los costes económicos y medioambientales de la generación energética.
La tecnología, por tanto, ya está disponible para quien quiera aplicarla. Ahora solo es necesaria una mayor conciencia ambiental para hacer uso de sus ventajas.
Es parte de la naturaleza humana relativizar los inconvenientes y los problemas dependiendo de lo que nos afecte personalmente o a nuestro entorno. En lo que se refiere a accesibilidad y diseño universal, aún hoy en día, es frecuente la creencia de que esos son problemas que deben abordar solo aquellas personas relacionadas con el ámbito de la discapacidad.
En este mundo, se puede decir que la mentalidad general ha avanzado bastante, aunque no lo suficiente, y menos en lo referente a la discapacidad intelectual. Ya en el Renacimiento empezó el cambio de actitud hacia las personas con discapacidad –en España, Isabel la Católica creó hospitales para los soldados en los que se les facilitaban prótesisyaparatos terapéuticos-. Aun así, hasta mediados del siglo XIX no se empieza a ver la discapacidad con ojos clínicos con el fin de conocer sus causas y las posibles mejoras. Pero se sigue tratando el tema desde los servicios sociales, viendo a las personas con discapacidad con habilidades nulas, social y productivamente hablando.
Ya a mediados del siglo XX, en 1955, durante la Conferencia Internacional del Trabajo, se presenta una recomendación sobre “la rehabilitación y el empleo de los inválidos”, en la que se plantea “la necesidad de poner a disposición de las personas con discapacidad medios de adaptación y readaptación profesional independiente de su origen, naturaleza y edad siempre que puedan ser preparados para ejercer un empleo adecuado y tengan perspectivas razonables de obtener y conservar el empleo”. Aunque tiene matices aún analizables, se puede considerar como la precursora de la integración social y laboral de las personas con discapacidad.
A raíz de la Convención, van surgiendo leyes que tratan de irse adaptando a la realidad, con mayor o menor éxito. ¿Y cuándo empezamos a hablar de accesibilidad? En 2007, con la Ley de Igualdad de Oportunidades, No Discriminación y Accesibilidad Universal, conocida como LIOUNDAU. ¡Por fin! De este desarrollo surge el I Plan Nacional de Accesibilidad 2004-2012, cuyo objetivo principal es: “alcanzar la accesibilidad universal de todos los entornos, productos y servicios para superar las barreras que discriminan a las personas con discapacidad”
En 2013, se refunde junto con otras leyes en la Ley General de derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social, en la que se introducen principios como Diseño Universal, Inclusión Social y Vida Independiente entre otros. Entre sus ámbitos de aplicación está el de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información.
Esta legislación tiene soporte en diferentes pautas y normativas internacionales y nacionales relacionadas con la ergonomía de las interfaces(ISO 9241‐151:2008), la accesibilidad de hardware(UNE 139801:2003) y software(UNE139802:2009), el subtitulado(UNE 153010:2003), la audiodescripción(UNE 153020:2005) y en pautas sobre accesibilidad web (WAI).
En lo referente a diseño universal o diseño para todos, es necesario precisar que este concepto no abarca todos los casos posibles. Como aclaró Stephanidis en 2001, “el diseño universal no implica necesariamente que un único diseño deba ser adecuado para todos los usuarios, sino que debe ser entendido como una filosofía de diseño que intenta satisfacer las necesidades de accesibilidad para el mayor número de usuarios posibles”.
En España existen entidades como el Centro Nacional de Tecnologías de la Accesibilidad (CENTAC), el Centro de Referencia Estatal de Accesibilidad y Apoyos Técnicos (CEAPAT) o el Centro Español de Subtitulado y Audiodescripción (CESyA), que se encargan de fomentar y apoyar todo lo que respecta a las necesidades de accesibilidad de las personas con discapacidad.
Tras esta recopilación de leyes, normativas y aspectos relacionados con la accesibilidad en el campo de la informática, queda claro que el diseño y desarrollo accesible no es una opción sino una obligación –en términos legales-. El problema es que esto no está entendido como parte de los diseños – en pocas universidades se está considerando la accesibilidad, y sólo como una asignatura optativa paralela-. Esto hace que el desarrollo de sistemas accesibles necesite de expertos en accesibilidad, lo que aumenta los costes en tiempo y dinero de cualquier proyecto tecnológico.
Habría que plantearse si este ahorro compensa en coste y calidad, el gasto que supondría tener que adaptar o incluso rehacer los diseños, en el caso de que las leyes de accesibilidad digital fueran aplicadas con la misma rigurosidad que las que afectan a los diseños arquitectónicos. ¿Se construye un nuevo edificio sin accesos del nivel 0?
Por último, si estamos hablando de “satisfacer las necesidades del mayor número de usuarios”, deberíamos tener en cuenta que estamos abriendo las expectativas de mercado de los productos que desarrollemos. Donde vemos una obligación, ¿no podríamos tener un buen negocio?
“No te fijes en la apariencia, la belleza está en el interior”. Todos hemos oído esta frase alguna vez y así nos la han enseñado en casa. Pero, hablando de frutas y verduras, la realidad dista mucho de estos buenos deseos.
Alrededor de un 30% del problema del desperdicio de alimentos corresponde a la etapa de la producción primaria y una de sus causas principales es el descarte de aquellas frutas y verdurasque no cumplen con los estándares de calidad impuestos por el mercado. Por ejemplo, el 20% de las patatas producidas en las explotaciones suecas se descarta debido a los estándares de calidad (Mattson et al, 2001). Es cierto que muchos de estos productos acaban en otras industrias, como la de los piensos, pero otros acaban en los campos sin recolectar o desperdiciados. Si no fuera porque son “la fea del baile”, podrían llegar al consumidor ya que tienen las mismas características nutritivas y sensoriales.
Desde este punto de vista, han surgido en algunos países diferentes iniciativas que pretenden contribuir a la reducción del desperdicio alimentario comercializando estas frutas y verduras “defectuosas” que no encajan en los estándares de calidad marcados.
En 2014, Año Europeo Contra el Desperdicio Alimentario, la cadena francesa Intermarché lanzó en sus supermercados la iniciativa “Fruits et Légumes Moches”. A través de una potente campaña de publicidad y un 30% de reducción en el precio de los productos, pusieron a la venta estas frutas y verduras “feas” que no solemos encontrar en los supermercados. Además, ofrecieron en los mismos supermercados sopas y zumos elaborados con estos vegetales, para hacer ver a los consumidores que estos productos pueden ser tan buenos como cualquier otro. La campaña fue un éxito y consiguieron vender 1,2 toneladas en un par de días.
Otros supermercados como Tesco y Sainsbury(Inglaterra) han empezado a ofrecer estos vegetales en sus supermercados con el objetivo de incitar a su consumo y reducir el desperdicio. Asda, la segunda cadena de hipermercados más importante del Reino Unido, ha puesto a la venta en sus centros la caja de verduras “imperfectas” por 3’50 libras, lo que supone un ahorro del 30% con respecto a las verduras estándar que se exponen en los lineales.
En Alemania, dos mujeres han lanzado una campaña de crowfunding para promover entre los consumidores los beneficios de consumir verduras “defectuosas”, trabajando directamente con agricultores locales y supermercados que los desechan. Elaboran platos vegetales que después venden en un café, etiquetándolos como “Culinary misfits”.
Pero los estándares de calidad no son la única causa de que la producción primaria concentre gran parte de los alimentos que se desperdician. Un manejo inapropiado de las cosechas y la elección inadecuada de las variedades que se cultivan pueden traducirse en producciones de calidad inferior que generarán pérdidas en el momento de la selección.
Falta de recursos adecuados en el almacenamiento y transporte (cámaras frigoríficas) o daños mecánicos debidos a manipulaciones múltiples, pueden incrementar los daños de los productos perecederos como las frutas y las verduras.
Para reducir esta cantidad de desperdicio se están realizando mejoras técnicas en las primeras fases de producción, nuevas tecnologías post-cosecha: nuevos silos, protección del cereal almacenado frente a plagas, nuevos materiales de almacenamiento y control de la temperatura.
Todas estas mejoras han de adaptarse al lugar donde van a aplicarse y ser asequibles con respecto a las condiciones locales. A menudo unas soluciones sencillas y económicas en materia de transporte, elaboración y embalaje pueden reducir el nivel de pérdidas y desperdicio en los países en desarrollo (Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, 2005; FAO 2011b).
En este sentido trabaja la Fundación Postharvest Educacion Foundation, realizando en diferentes países del mundo proyectos de asesoramiento técnico y formación sobre la post-cosecha para pequeños agricultores en países en desarrollo. Además, facilita el acceso a herramientas y equipos básicos post-cosecha para uso en investigación aplicada y mejora de las prácticas en el campo.
Para luchar contra el desperdicio del sector pesquero, la organización francesa “La Panier de la Mer” trabaja con diferentes lonjas, donde recoge el pescado que no se ha vendido o no puede venderse e iría destinado a la basura. Este pescado es transformado en filetes o congelados y distribuido por diferentes asociaciones de ayuda alimentaria.
“Ni un pez por la borda” (Fish Fight), ha trabajado en la lucha contra los descartes en el mar, presionando a los políticos para buscar criterios más sensatos (en 2015 la UE impuso el final de la política de descartes por la borda). Actualmente su lucha se centra en el fin de la pesca de arrastre de profundidad y el fomento de la pesca artesana, buscando una producción sostenible con el medio ambiente y evitando las pescas masivas que aumentan el desperdicio.
Estas son sólo algunas de las muchas iniciativas en marcha que pretenden cambiar el sistema productivo en el que vivimos y consumimos, el que debemos cambiar entre todos para conseguir un modelo que pueda alimentar a la población mundial de manera justa y sostenible con el medio ambiente.
El agua es la sustancia más abundante tanto en el cuerpo humano como en la Tierra y es además esencial para la supervivencia de todas las formas de vida conocidas.
Y a pesar de su importancia cada día son más las voces que alertan de los peligros que se ciernen sobre “tan preciado elemento”. Por ejemplo, el Foro Económico Mundial, reunido el pasado mes de enero en el monte Davos (Suiza), ha situado la Crisis del agua como el tercer riesgo globalen los próximos 18 meses… y el primer riesgo para el mundo en un horizonte de 10 años.
¿Cuáles son las causas que han llevado a posicionar el agua en este primer puesto del ranking por delante de otros potenciales problemas como el petróleo o la lucha por territorios? El cambio climático, sequías, inundaciones, crecimiento de la población o cambios demográficos son algunos de los desafíos alrededor del agua. Además, debido a su estrecha relación con la agricultura, la idea de que una “guerra por el agua” estalle en África, Medio Oriente o Asia es cada día vista como una posibilidad real en la medida en que estos gobiernos necesiten alimentar a sus poblaciones.
A esta larga lista de peligros de largo alcance queremos llamar hoy tu atención sobre uno “más terrenal”: la falta de conocimiento individual.
Seguro que conoces el precio de 1 L de gasolina pero ¿sabes lo que pagas por 1 L de agua? En primer lugar, es necesario que sepas que en España el abastecimiento de agua es competencia municipal y cada entidad local fija sus propios precios y estructuras tarifarias. Como media, en nuestro país se pagan 1,83 € por 1000 Lde agua potable suministrada a nuestros hogares. Traducido en tareas domésticas que realizamos habitualmente, una ducha de cinco minutos nos cuesta unos 0,10 € y darnos un baño unos 0,55 €.
Sin embargo, la pregunta clave no es lo que se paga por el agua potable, sino lo que cuesta en realidad producirlay si este es un “precio justo y sostenible” de cara al futuro.
Volviendo de nuevo al caso de la gasolina, en los últimos meses hemos asistido a una caída drástica en el precio del barril de crudo. Sin embargo, como consumidores no nos hemos beneficiado de esta caída en su totalidad ya que los carburantes en nuestro país están fuertemente gravados (más de la mitad del coste final está vinculado a impuestos).
Pues bien, el agua se sitúa en el extremo opuesto, es decir, está fuertemente subvencionada. Si bien es cierto que este dinero público procede al final de la caja negra de nuestros impuestos, hay un matiz muy importante de cara al contribuyente. Es difícil que valoremos el agua si desconocemos su coste real y aún más, cuando desperdiciarla sale tan barato. En la elección entre darte una ducha o un baño es evidente que a día de hoy, el dinero no entra en la ecuación. Y es probable que si te decantas por la opción más sostenible sea quizás por esos 100 L de agua que ahorras cuando no llenas la bañera. Pero… ¿y si el dinero empezara a contar?
Aparentemente positiva para el ciudadano, la situación es insostenible y el agua será, en un corto plazo de tiempo, un bien de alto valor que será necesario gestionar de forma más eficiente.
En España, nuestras redes de abastecimiento están en muchos casos obsoletas y las pérdidas debido a fugas son incalculables. ¿Estarías dispuesto a pagar un precio más justo por el agua si eso garantizara el acceso a un agua de mayor calidad y mejorara las infraestructuras?
Conocer es el primer paso para valorar y cuando el ciudadano está informado, actúa de forma responsable. En la provincia de Almería, un estudio promovido por la Diputación en el año 2002 detectó la presencia de radiactividad de origen natural en las aguas subterráneas destinadas al abastecimiento de la población y que, con los tratamientos de potabilización existentes en ese momento, elagua no era apta para consumo humano. Las campañas de información que se pusieron en marcha en algunos municipios permitieron aprobar un aumento en el precio del agua con el respaldo de los ciudadanos. De este modo, se instalaron tratamientos que permitieron abastecer a la población con agua potable de calidad.
En los últimos años, en nuestro país ha descendido el consumo medio de agua por habitante y día. ¿Qué puedes seguir haciendo tú? En primer lugar, usar el sentido común en tus hábitos diarios. Recuerda no dejar correr el agua de los grifos cuando no sea necesario, piensa en cómo usas el inodoro si tienes un mecanismo de doble descarga, o si usas la lavadora y el lavaplatos con cargas completas etc. Además, a la hora de comprar nuevos electrodomésticos, ten en cuenta criterios de eficiencia en el uso del agua, o instala aireadores en los grifos o cabezales de la ducha que permiten reducir el flujo en un 50%. Si te interesa, puedes ampliar esta información en las numerosas páginas dedicadas a este asunto que encontrarás en Internet:
“Es demasiado tarde para ser pesimista”. CARTIF es un centro tecnológico que busca soluciones a los desafíos actuales y el agua es uno de ellos. Uso sostenible del agua, eliminación de micro-contaminantes (disruptores endocrinos, trihalometanos), binomio agua-energía, el agua en el contexto de la economía circular, son para nosotros los retos del agua del siglo XXI. En próximas entradas en este blog, te iremos contando nuestros trabajos en estas líneas.