Hemos hablado ya en numerosas ocasiones del impacto que suponen las ciudades en el consumo energético y en las emisiones generadas al medio ambiente. Y consecuentemente, también del importante papel que han de jugar en la obligada transición hacia la neutralidad climática, objetivo final del Pacto Verde europeo para nuestro continente (como indicaba mi compañero Rubén García en un post anterior, se pretende que Europa sea neutra en emisiones de carbono en 2050).
El camino hacia esa neutralidad se pavimenta con muchas intervenciones, más grandes o más pequeñas, y que abarcan un amplio espectro de áreas (movilidad, energía, rehabilitación de edificios, involucración ciudadana, digitalización…). Los proyectos de escala de distrito o de ciudad – Smart City – financiados por los diferentes programas de la Unión Europea (desde el 7º Programa Marco, pasando por Horizon 2020 y el actual Horizon Europe) trabajan todas esas dimensiones con la idea de generar demostraciones reales, y mostrar el camino (o posibles caminos) que otras ciudades pueden seguir. Evidentemente se necesitan expertos en diferentes campos para cubrir las diversas áreas competenciales que abarcan estos proyectos.
En CARTIF llevamos muchos años coordinando y trabajando en numerosos proyectos en esa línea, y participando además dentro de muchas de las áreas de trabajo de estos gigantes, que lo son tanto en variedad de actividades como en la amplitud de la escala temporal.
Recientemente ha terminado uno de estos proyectos «faro» en los que hemos trabajado durante años, SmartEnCity. 78 meses de trabajo compartido por 38 socios de seis países diferentes en un proyecto financiado por el Programa de Investigación e Innovación Horizonte 2020 de la Unión Europea, y coordinado por Tecnalia, en el que se ha pretendido hacer realidad la visión de convertir nuestras ciudades europeas en inteligentes y con cero emisiones de carbono.
En el proyecto SmartEnCity han participado tres ciudades Faro: Vitoria-Gasteiz en España, Tartu en Estonia y Sonderborg en Dinamarca. En todas ellas se han desplegado diversas soluciones inteligentes e innovadoras en diferentes ámbitos con la idea de lograr la ansiada neutralidad.
Mesa debate de la Conferencia Final de SmartEnCity
Como broche final, los pasados días 14 y 15 de junio, el proyecto celebró su Conferencia Final en el Palacio de Congresos de Europa, de Vitoria-Gasteiz. Más de 120 participantes asistieron al evento durante los dos días en el que se presentaron los resultados del proyecto y los planes hacia un futuro libre de carbono a través de charlas magistrales, presentaciones, sesiones de debate y momentos de interacción por áreas temáticas.
Julia Vicente y Javier Antolín en la Conferencia Final de SmartEnCity
Tuve el honor de participar y moderar una de las mesas de debate que se centró en uno de los aspectos en los que CARTIF lleva años trabajando y en el que tenemos amplia experiencia: la monitorización y evaluación. Un aspecto clave para cuantificar el impacto real que estos proyectos consiguen. En este caso tratamos de abordar estos aspectos, a menudo arduos, de un modo más cercano a la audiencia, compartiendo las experiencias de diferentes expertos y proyectos en torno a los aspectos más importantes a tener en cuenta a la hora de evaluar las actividades de los proyectos, los mayores problemas encontrados, las soluciones implementadas y como colofón, las principales lecciones aprendidas. Tuve la suerte de compartir debate con mi compañero Javier Antolín, que representó en la mesa el proyectoREMOURBAN, coordinado por CARTIF y que contaba con Valladolid como una de sus ciudades faro. Los proyectos MAtchUP, ATELIER, Replicate y Stradust también tuvieron presencia en la misma.
Uno de los aspectos comunes que todos pudimos constatar, es la enorme importancia que tienen los ciudadanos en la viabilidad y éxito de estos proyectos. Es algo que impacta de forma directa en los resultados de evaluación, y en el proceso en sí mismo. La transición hacia unas ciudades que no generen impacto negativo en emisiones y que sean sostenibles en el amplio significado de la palabra, solo puede conseguirse si nosotros, sus ciudadanos, nos involucramos en el proceso de transformación. Si no suponemos barreras sino vectores de cambio. Si pasamos de ser espectadores a protagonistas.
Desde CARTIF seguimos y seguiremos trabajando en proyectos del ámbito de lasSmart Cities con la idea de caminar hacia ese horizonte de ciudades sostenibles. ¿Nos acompañas en el camino?
‘O de cómo cultivar la conciencia energética de los ciudadanos del mañana a través de la educación de los niños de hoy’
Trabajar en un centro tecnológico en el que se hace I+D+i no significa ni mucho menos vivir en una burbuja futurista alejada de la realidad que se vive a pie de calle. Muy al contrario. Lo que tenemos en nuestras manos día a día son desafíos que podríamos encontrarnos cualquiera de nosotros. En mi caso, como investigadora trabajando en temas de eficiencia y sostenibilidad energética esto es más que evidente.
Como ya habrás podido ver en entradas anteriores de mis colegas si eres asiduo lector de este blog, en el área de energía trabajamos en numerosos proyectos que abordan la eficiencia energética en diferentes ámbitos y a diferentes escalas. Abordamos el problema desde el nivel de edificio hasta el nivel de ciudad, pasando por escalas de comunidad y distrito o barrio. Estos proyectos tienen multitud de implicaciones técnicas más o menos complejas que analizamos desde diferentes perspectivas y perfiles (arquitectura, ingeniería, informática o telecomunicaciones entre otras) buscando las soluciones óptimas para cada caso. Pero, como diría Ende, esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.
Hoy quiero centrar mi atención en un pilar necesario para conseguir eficiencia y sostenibilidad que no es técnico: el usuario, el vecino, el ciudadano. En definitiva, la gente. Tú y yo que, al fin y al cabo, somos los que hacemos que las cosas funcionen como lo hacen. Como he podido comprobar a través de los resultados del proyecto DIRECTION, en el que se han construido dos edificios de muy bajo consumo energético en Valladolid y Múnich, el comportamiento de los usuarios de los edificios y también su concienciación tienen una gran influencia en los valores finales de consumo y confort.
Aunque existe una cada vez más amplia concienciación en temas de energía y sostenibilidad, en muchos casos se queda en algo genéricoy no supone cambios en nuestros hábitos. Como comentaba mi compañera Ana Quijano en su post, un elemento clave es conseguir que las actuaciones a cierta escala resulten rentables. Esto es muy cierto a nivel general, pero en el día a día hace falta algo más. La aceptación social es un aspecto que influye más de lo que podríamos pensar. Es necesario que cada uno de nosotros seamos conscientes de nuestro efecto, de nuestra capacidad de actuación a la hora de conseguir ahorros energéticos y de nuestra responsabilidad. Para que esto sea así, es necesario conocimiento, principalmente de las posibilidades que tiene cada uno, y por supuesto educación. Llegados a este punto es cuando empieza a cobrar sentido el título de este post.
Si la concienciación de cada uno de nosotros como individuos es fundamental, la educación de los que van a ser los ciudadanos de mañana es crucial. Solo así se conseguirá salir de la encrucijada energética y medioambiental en la que hemos colocado a nuestro planeta. Para los que ya tenemos cierta edad, el actuar en consecuencia con la conciencia energética nos puede suponer cambios en nuestros hábitos tradicionales, y eso no siempre es fácil de asimilar. Sería más sencillo si los tuviéramos asimilados desde niños como algo normal, y es ahí donde podemos incidir para mejorar el futuro desde el presente, a través de la educación de los niños. La importancia de educar en eficiencia energética y ahorro de energía y recursos naturales a los niños, no radica solamente en la transmisión de unos valores personales y sociales adecuados, sino en que ellos puedan asimilar como propios unos comportamientos que la mayoría de los adultos hemos debido adquirir de forma tardía, si es que lo hemos hecho.
Existen cada vez más iniciativas en esta línea en las que los pequeños de la casa son el foco de atención. En colegios, campamentos y otras actividades, se trabajan recursos relativos al reciclaje y a la reducción de uso de recursos naturales y de su uso eficiente. Cómo se produce, transforma y utiliza la energía, así como las consecuencias de cada paso forman ya parte del itinerario curricular. Recientemente nos hablaba nuestra compañera Laura Pablos en su post de un evento organizado por CARTIF en colaboración con el Ayuntamiento de Valladolid en el que se trataba de concienciar sobre el reciclado del poliestireno expandido a los niños. Este tipo de iniciativas son muy importantes a la hora de reforzar en la educación de los niños su concienciación y su responsabilidad. Sin embargo, como madre, no puedo dejar de reconocer que en este tema (como en muchos otros) resulta fundamental la educación en casa a través del ejemplo. Nuestros niños reflejan en sus hábitos lo que ven en nosotros, lo que viven cada día, así que debemos esforzarnos para también (y sobre todo) en casa actuar de forma responsable medioambiental y energéticamente.
Para conseguir ahorro energético podemos actuar de dos formas: mediante soluciones de reducción de la demanda o el consumo, o mediante soluciones de eficiencia energética. O diciéndolo de otro modo: gastar menos y gastar mejor. No es difícil reducir la cantidad de energía que utilizamos escogiendo aparatos y servicios de bajo o menor consumo y evitando el derroche de energía (manteniendo encendidas solo las luces necesarias, apagando completamente dispositivos electrónicos de la casa, ajustando los termostatos a temperaturas adecuadas…). Aunque parezca difícil de ver, los niños también nos pueden ayudar en estas tareas. Lo que quizás nos resulte más complejo es el convencernos de que este tipo de acciones no deben ser una especie de imposición de nuestros tiempos sino que el ahorro de energía nos resulta beneficioso, como personas y como sociedad. Más allá del posible ahorro económico, la reducción de la contaminación general con sus beneficios para la salud y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que ayude a aminorar los efectos del cambio climático, son consecuencias positivas para todos que derivan de actitudes y comportamientos individuales adecuados.
Entre todos y por el bien de todos, debemos ayudar a nuestros niños a asumir responsabilidades y comportarse de forma crítica y con conciencia energética y medioambiental, de modo que ellos sí sean el tipo de ciudadano del futuro que necesita este planeta “nuestro”. Particularmente como investigadora en eficiencia y sostenibilidad energética, como ciudadana que aspira a formar parte de una sociedad consciente y comprometida con la eficiencia energética y la protección del medio ambiente, y como madre de una pequeña ciudadana, espero que así sea.