Una de las principales actuaciones previstas en el desarrollo de este proyecto transfronterizo es restaurar y optimizar un humedal en la localidad de Flores de Ávila (Castilla y León), para poder reutilizar el agua procedente de la depuradora de este pequeño municipio y devolver el agua residual al río Trabancos con la calidad suficiente como para no alterar el ecosistema autóctono.
La construcción de este humedal artificial se enmarca dentro de una de las experiencias piloto del proyecto y se desarrolla de manera coordinada con la Confederación Hidrográfica del Duero, como participante también de Aquamundam.
Esta actividad tiene como objetivo demostrar que los productos desarrollados, en este caso el humedal, favorecen la gestión eficiente del ciclo integral del agua. Este piloto demostrativo, permitirá integrar los humedales como estrategia natural que permita diversificar los modelos de depuración, y comprobar su idoneidad para la eliminación de contaminantes emergentes en el tratamiento de aguas urbanas en zonas sensibles, aportando al mismo tiempo otros servicios ambientales.
El nuevo humedal artificial de flujo subsuperficial contará con cinco especies de plantasdiferentes, situadas en diez celdas, separadas por zonas con lámina de agua libre. Una de las zonas se plantará con la especie Phragamites australis y la otra zona se plantará con cinco especies diferentes para estudiar y evaluar el potencial depurador de cada una de ellas.
La planta depuradora contará con caudalímetros para estimar el caudal de entrada y salida y la evapotranspiración del humedal así como de una estación meteorológica que permita recoger datos climatológicos durante la ejecución del piloto.
Durante el desarrollo del proyecto se recogerán datos tanto físico-químicos, como microbiológicos. La monitorización de cada celda permitirá comprobar el efecto de la biodiversidad de las plantas sobre las comunidades microbianas responsables del tratamiento y, en última instancia la actividad metabólica y su efecto sobre el rendimiento de eliminación de contaminantes prioritarios y emergentes.
Con el desarrollo de esta tarea se pretende recoger información sobre la utilidad de este tipo de depuración como solución blanda e integrada en el ecosistema natural. La elección de este municipio pretende además comprobar la integración de los humedales artificiales en ecosistemas fluviales bajo condiciones extremas, la zona se encuentra en la cuenca del río Trabancos, río de carácter temporal que contiene la especie endémica Achondrostoma arcasii (bermuejuela), que servirá como indicador de la integración de este tipo de depuración en un entorno natural.
Primero fue el “Realfooding” y ahora aparece el “Trashcooking”. Los anglicismos están llegando a nuestras cocinas y a nuestras mesas, ¿será una cuestión de glamour? Las croquetas, la lasaña o la ropa vieja ya son parte de la historia y han dado paso al trashcooking o cocina de aprovechamiento “de cabo a rabo”, que, ya puestos a dejarnos abrumar por los anglicismos, podríamos llamar cocina “from nose to tail”.
El trashcooking es el nuevo concepto para denominar a la antigua ley de “la comida no se tira” de nuestras abuelas, o lo que actualmente podría denominarse “la economía circular de los alimentos” en cualquier artículo de una revista de I+D+i. Es decir, reutilizar las sobras de una comida para elaborar otra o aprovechar los restos de un ingrediente para elaborar una nueva receta. Algunos ejemplos de toda la vida son los canelones o croquetas con la carne sobrante del cocido, el puré elaborado a partir de las verduras que el niño no quiso tomarse la noche anterior o la colorida y dulce macedonia elaborada con las frutas a punto de echarse a perder del frutero.
Actualmente el trashcooking, especialmente en verduras, pero también en pescados y carnes poco cotizados, está poniendo a prueba los conocimientos y las técnicas de los mejores chefs para crear platos exquisitos en los que todo se aprovecha y nada se tira. Esta forma de proceder cada vez cuenta con mayor respaldo tanto de los pesos pesados de la alta cocina que apuestan por la sostenibilidad a través de la creatividad, como de los consumidores.
Esta increíblemente beneficiosa iniciativa para el medio ambiente, lo sería mucho más si comenzara a ponerse de moda en todos los hogares europeos ya que hasta 88 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en la UE. Ironías aparte, si los anglicismos van a servir para conseguir una mayor concienciación en evitar el desperdicio de alimentos, bienvenido sea el trashcooking.
Estas cifras resultan alarmantes cuando las valoramos sobre el total: el 20% de los alimentos producidos en la UE se acaba echando a perder. Se desperdician alimentos durante todas las fases de la cadena alimentaria, desde la producción agrícola hasta el consumo final. Sin embargo, es en los hogares (53%) y en el proceso de transformación (19%) donde más desperdicio de alimentos se produce.
De media, un ciudadano europeo tira a la basura 173 kilos de alimentos al año. Con los Países Bajos a la cabeza de la lista (541 Kgs de desperdicio por habitante al año) y Eslovenia como el país que mejor gestiona la utilización de alimentos (72 Kgs de desperdicio por habitante al año). España se sitúa por debajo de la media (135 Kgs) ocupando el puesto 17 de la lista de un total de 27 países. No obstante, aún hay mucho camino por recorrer en la mejora de la gestión de los alimentos. (Datos del Eurobarómetro y FAO. Estimaciones de 2010).
Y no es la acumulación de desperdicios en sí la única responsable del daño al medio ambiente, sino que desperdiciar alimentos también supone un uso innecesario de recursos escasos como la tierra, el agua y la energía. Por cada kilogramo de alimento producido se arrojan a la atmósfera 4,5 kg de dióxido de carbono (CO2).
Ante esta situación preocupante, el Parlamento Europeo está proponiendo medidas para reducir esos 88 millones de toneladas de desperdicios de alimentos en un 30% para 2025 y en un 50% para 2030. Entre sus propuestas destacan facilitar las donaciones de alimentos -permitiendo exenciones de IVA- o hacer hincapié en la necesidad de poner fin a la confusión de los consumidores entre las etiquetas de consumo preferente y de fecha de caducidad.
En CARTIF llevamos años trabajando en proyectos de economía circular, a través de la revalorización de los sub-productos de la ganadería, de la agricultura y de la industria y su utilización en la elaboración de otros componentes de valor añadido que puedan ser usados en alimentación humana, animal, cosmética, generación de energía, etc. Ahora es tu turno, tú eres el encargado de practicar trashcooking en tu cocina y ayudar a nuestro medio ambiente.
Perfectas para decorar, regalar, perfumar, infusionar… ¿y por qué no para comer? Hace unos días hablábamos sobre Realfooding o “comida real”, una iniciativa que, afortunadamente, está tomando posiciones en las redes sociales y en las mesas de muchas casas. Para aquellos que necesiten un poco más de variedad, color, sabor o simplemente impacto visual en sus preparaciones culinarias de comida real, hoy os traemos este post en el que os explicamos cómo utilizar este máximo exponente del Realfooding.
La florifagia o utilización de flores como parte de nuestra gastronomía, data de hace siglos. Concretamente es conocida la utilización de la flor de calabaza en México, las violetas en la cultura romana, o el uso de los pétalos de rosa para decorar los postres más típicos de la India. En España esta práctica no ha sido tan común, aunque quizás sin saberlo ya las estemos usando en nuestra cocina pues la coliflor, la alcachofa, el brócoli y la manzanilla se consideran flores.
Actualmente se han puesto en boga gracias a chefs internacionales que las van introduciendo en sus creaciones, de forma que ahora no nos resultaría raro encontrarnos como entrante de un menú alcachofa asada perfumada con flor de ajo rosa, como plato principal un lingote de cordero confitado con flor de patata o un helado de violetas como postre. ¡Y qué buena idea! Porque las flores, además de conferir a los platos una gran variedad de colores, sabores y aromas diferentes, mejorando sus características organolépticas, también ayudan a incrementar el valor nutricional del plato.
Las flores son vegetales, con un contenido de agua superior al 80% y por ello tienen un valor energético bajo, pero con un elevado valor nutricional, pues aportan vitaminas como A, C, riboflavina o niacina; y minerales como calcio, fósforo, hierro y potasio. Incluso se las ha considerado alimentos funcionales, pues contienen sustancias bioactivas como compuestos fenólicos, carotenoides o antocianinas con propiedades antioxidantes.
Existen más de 55 especies de flores comestibles conocidas, con multitud de aplicaciones y utilidades a nivel culinario, tanto en ensaladas y sopas como acompañando carnes blancas y rojas, pescados, pastas y arroces o en postres. Por ejemplo, de la amapola se utilizan sus semillas para aromatizar productos de pastelería y sus pétalos para vinos y aceites; el crisantemo confiere diferentes colores y sabor amargo a ensaladas y salsas; o el jazmín, de color blanco y sabor dulce, utilizado en platos de aves y pescados. Eso sí, todos ellos Realfooding 100%
Pero ¡cuidado! no todas las flores son comestibles. Existen algunas especies tóxicas como la belladona, la cicuta, la flor de adelfa, la flor de berenjena o la dulcamara, entre otras. A pesar de que no existe mucha regulación al respecto, en Europa se consideran alimentos tradicionales (EFSA Journal 2016;14(11):4590) y, como tales, para poder ser usadas en alimentación deben cumplir ciertas características en cuanto a su composición química y la forma de cultivo (libres de pesticidas, herbicidas y fertilizantes no orgánicos), además de ser inocuas microbiológicamente. En cuanto al uso de plaguicidas, las flores comestibles deben seguir el Reglamento (CE) n°396/2005 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de febrero de 2005 relativo a los límites máximos de residuos de plaguicidas en alimentos y piensos de origen vegetal y animal, el cual ha sido modificado por la EFSA en dos ocasiones para cambiar el nivel de residuo máximo de ametoctradina (fungicida) a 20 mg/kg y el de flonicamida (insecticida) a 6 mg/kg (EFSA Journal 2017;15(6):4869)
La imposibilidad de utilizar pesticidas y herbicidas, unido al carácter altamente perecedero de las flores comestibles, hacen que este producto tenga una vida útil corta y que durante su cultivo, preparación y envasado haya que cuidar hasta el mínimo detalle. La temperatura es uno de los factores que más afecta a la calidad de la flor, existiendo necesidades diferentes entre especies. En general, la refrigeración alarga la vida útil del producto, pero algunas especies pueden ser sensibles al frío. Otro factor a considerar es la reducción de la transpiración para evitar pérdidas por deshidratación. La alta relación entre la superficie y el volumen de la flor y la cutícula delgada de los pétalos, la hace altamente susceptible a la pérdida de agua. Así mismo será importante el envasado, que deberá ser rígido, similar al de las fresas y otros productos delicados y altamente perecederos.
Ya existen empresas que cultivan, preparan y envasan flores para uso en gastronomía. ¿Eres una de ellas? ¿Necesitas ampliar tu cartera de productos, mejorar el rendimiento de tu proceso, cambiar el envase o aumentar la vida útil de tu producto? En CARTIF podemos ayudarte, contáctanos.
Y, si no estás interesado en la florifagia a nivel empresarial, desde CARTIF te animamos a elaborar tu propio menú floral y a que disfrutes de él. ¡Buen provecho!
Nuestros mares se han convertido en “sopas de plástico” (garbage patch o islas de basura), donde cada año se vierten 8 millones de toneladas de plástico que quedan flotando en los océanos. Los plásticos llegan a bosques, ríos y se encuentran en los rincones más insospechados del planeta.
Este residuo que nos está ahogando y del que somos los únicos responsables, llega a la naturaleza de diferentes maneras, pero el origen de todas es el mismo: la utilización masiva y excesiva que la humanidad ha hecho de este material desde que se popularizara en los años 50.
El plástico ha invadido nuestras vidas. Hacemos uso de él en cualquier actividad de la vida diaria (ropa, cocina, aseo, ingeniería, comercio minorista…). En muchos casos es imprescindible y difícil de sustituir, pero en otras ocasiones es totalmente innecesario o sustituible por una alternativa sostenible y que no comprometa el medio ambiente.
Cada vez más personas son conscientes del problema que supone este residuo y reclaman un cambio urgente que implique medidas políticas y de gestión, pero también un cambio en nuestro estilo de vida, desde la manera en que producimos hasta el modo en que consumimos. Colectivos y personas individuales están lanzando iniciativas que animan a un consumo responsable y sostenible con el planeta.
Y es que todos hemos pensado lo mismo al ver como nuestro contenedor de envases y plásticos se llena a diario, y no queremos contribuir a este despilfarro y uso innecesario de los mismos. Uno de los usos que más nos indigna a muchos, es el de envases y plásticos en la venta de productos frescos, siendo muy llamativo en frutas y verduras. ¿Es necesario proteger una naranja, un plátano, una cebolla con una bandeja o un plástico para su venta? NO. Su propia piel es la mejor protección que tienen frente al deterioro. ¿Nos hemos vuelto tan vagos que no somos capaces de partir un tomate a la mitad, pelar un ajo, o cortar una manzana en dados para que nos los tengan que ofrecer en su correspondiente bandeja plastificada?
Esta misma reflexión fue lanzada hace unos meses desde el blog La Hipótesis de Gaia, por Isa su autora, y de ella partió la iniciativa #desnudalafruta, con el objetivo de eliminar el uso del plástico en productos frescos, proponiendo hacer fotos de frutas y verduras con envases innecesarios y denunciarlo a través de las redes sociales. Acciones similares son #BreakFreeFromPlastic o #RidiculousPlastic que buscan el mismo objetivo.
Los “plastic attack”, son otro tipo de acción organizada por ciudadanos indignados sobre el uso excesivo de plástico. Consisten en grupos organizados de personas que se reúnen en un supermercado, y tras realizar su compra y al salir del establecimiento, la “liberan” de todos los plásticos innecesarios devolviéndolos al supermercado, dejando carritos llenos de este material. De este modo se hace visible la cantidad de plástico de un solo uso utilizado y que es totalmente prescindible.
Pero el primer paso para reducir este tipo de usos del plástico es la reflexión, ser consciente del uso y abuso que hacemos del mismo y dejar de comprar aquello que no es necesario o que tiene una alternativa no contaminante. La compra a granel, usar bolsas de tela para hacer la compra, dejar de utilizar plásticos desechables buscando otras opciones, etc. Podemos empezar a decir adiós a la vajilla desechable, las pajitas de bebida, los tuppers de plástico, botellas de agua…para todo ello tenemos una opción reutilizable, más sostenible y menos contaminante. Esta tienda online de productos con materiales alternativos al plástico es un ejemplo de ello.
Pero existen muchos usos del plástico difíciles de sustituir, duraderos o para los que, de momento, no hay alternativa. En este caso la I+D está tomando la iniciativa hacía el desarrollo de los denominados bioplásticos, polímeros que provienen de fuentes naturales y son biodegradables.
Los bioplásticos se obtienen a partir de biomasa, residuos agrícolas u otros subproductos. Este material de partida es transformado, mediante una fermentación bacteriana, en monómeros que se utilizarán para obtener polímeros (ácidos polilácticos –PLA-, polihidroxialcanoato –PHA-), a partir de los cuáles se fabricarán productos de todo tipo, envases, piezas para automoción, bolsas, películas plásticas, etc.
Este tipo de materiales prometen ser la alternativa a los derivados del petróleo, ya que son biodegradables y se obtienen de materias primas renovables. La investigación actual y las nuevas tecnologías están permitiendo conseguir bioplásticos con las mismas características técnicas y las mismas aplicaciones que los derivados del petróleo.
En resumen, la investigación en nuevos materiales y el diseño de procesos más sostenibles serán nuestros aliados en la construcción de un planeta más sostenible, pero sólo si van acompañados de un cambio de actitud en nuestra vida diaria, siendo más responsables en nuestra manera de consumir y relacionarnos con nuestro entorno.
A los que nos gusta la cocina, y también comer bien, nos suele gustar ir al mercado, supermercado u otras superficies en busca de ricos y apetitosos productos. A mí, además, me gustar ir en pos de satisfacer mi curiosidad científica sobre si habrá algo nuevo en los lineales y escudriñarlo al detalle: el aspecto del producto, el diseño del envase, la composición, las propiedades nutricionales que lo acompañan… hasta que me decido por incorporarlo a mi cesta para, cómo no, probarlo.
Durante esas visitas es cuando más cosas interesantes escucho a pie de refrigerador o en la cola de rigor. Aquí es donde he percibido algo que no ha cambiado en mucho tiempo y es… el lío mental instaurado en el consumidor a la hora de elegir un producto entre una amplia gama: ¿leche con calcio mejor que sin calcio? ¿con calcio procedente de la leche o procedente de la industria química?, ¿leche fresca o leche esterilizada?, ¿paquete de lentejas, lentejas en bote, envase de plástico con lentejas cocidas? yogur cero… ¿cero qué?
Y es que la oferta de nuevos productos no ha parado de crecer en los últimos años, en parte, innovando al amparo del consabido Reglamento de las declaraciones nutricionales que ha dejado, y sigue dejando, un aluvión de “nuevos” productos llenos de leyendas nutricionales y de salud. Batiburrillo entre lo que el producto anuncia, lo que creemos que es bueno, las técnicas de elaboración empleadas y lo que el marketing nos invita a ver. O lo tienes claro, o ya lo decían Alaska y los Pegamoides: “terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos”.
El número de conceptos en los productos se ha incrementado hasta el punto de que un gran número de consumidores no percibe los beneficios de muchas de estas leyendas o no conoce la diferencia entre los distintos tipos de procesados de los alimentos convirtiendo la elección de productos en una cuestión de percepción subjetiva o de mera opinión.
Aclaremos algunos de estos conceptos:
Sistemas de procesado: las gamas
Respecto al sistema empleado para el procesado y posterior conservación de alimentos nos encontramos desde el producto fresco –lo que se conoce como I Gama- hasta los productos preparados y envasados listos para consumir -la llamada V Gama-. Entre medias; las conservas (II Gama), los congelados y ultracongelados (III Gama) y los productos envasados al vacío o en atmósferas modificadas (IV Gama). ¿Hay diferencias entre los métodos de procesado? Sí, claro. Las propiedades nutricionales y sensoriales, la vida útil entre otros, van a venir determinados por el tipo y tiempo de tratamiento, el tipo de envase.
En concreto y muy de moda por ser productos “listos para el consumo”, están los productos de IV gama que están simplemente lavados, cortados y con un algún tipo de tratamiento mínimo. Por ello su duración es corta (entre 7 y 14 días máximo). Mientras que los productos V gama han recibido algún tratamiento térmico como puede ser una pasteurización o tratamiento mediante altas presiones que hace que su duración varíe entre 2 y 6 meses. Estos últimos requieren una breve preparación final como puede ser un calentamiento en microondas.
Productos “cero”
En cuanto a los productos “cero” es necesario saber a qué hacen referencia. Cero azúcar o cero grasa indican que la porción de producto contiene menos de 0,5 g de azúcar o de grasa mientras que cero calorías hace referencia a que en cada porción de producto hay menos de 5 calorías. Lo triste es que nos encontramos productos “cero grasa” con un montón de azúcar y viceversa.
Pre y probióticos
Probióticos; todavía nos preguntamos qué son y para qué sirven. Son microorganismos vivos como lactobacilos, bifidobacterias y otros que actúan positivamente a nivel de la flora bacteriana intestinal. Aunque la fiebre de estos productos ha bajado, en nuestro córtex se ha quedado la idea de que sin tomarnos una dosis de este tipo de bacterias beneficiosas (blanco y en botella…) no podemos salir a la calle. ¿Cualquier yogurt es un probiótico? Sí, todos lo son. Pero también se pueden encontrar en el queso curado, en productos fermentados como el chucrut o col fermentada y el tempeh (soja fermentada).
Por otro lado, los prebióticos básicamente son sustancias no digeribles como puede ser la inulina o la oligofructosa que llegan hasta el intestino grueso donde sirven de alimento para las bacterias beneficiosas. Su misión es mejorar la salud gastrointestinal, favorecer la síntesis de determinados grupos de vitaminas o favorecer la absorción de algunos minerales, como el calcio. Estos componentes se encuentran naturalmente presentes en alimentos como la fruta, verdura y los cereales integrales.
Productos light
Los productos light parece que están un poco más claros. Sabemos que tienen menos de algo. En realidad, la denominación light hace referencia a la reducción de al menos el 30% del contenido de uno o más en comparación con un producto similar.
Endulzantes
¿Panela o azúcar moreno? Ambas son azúcar. La diferencia entre una y otra estriba en que, en la primera, el azúcar no se ha separado de la melaza de la caña de azúcar y se ha dejado solidificar conjuntamente. De esta manera, la melaza aporta las vitaminas y minerales extraídos del jugo de caña y el mismo poder edulcorante que el azúcar moreno pero… ni una caloría de menos.
Integrales y ricos en fibra
¿Y cuál es la diferencia entre integral o rico en fibra? Cuando un alimento declara que es “rico en fibra” está obligado a contener más de 3 g de fibra por cada 100 g de producto. Si indica que tiene “alto contenido en fibra” se traduce en 6 g de fibra por 100 g de producto. Sin embargo, si un alimento es integral debe incluir en su composición “harina integral o harina de grano entero” como primer ingrediente. SI tengo que elegir, me quedo con la opción integral.
Productos “sin”
Sin lactosa, sin gluten, sin colorantes y así, un largo etc. Destacar la ausencia de determinados compuestos sólo tiene sentido en contadas y reguladas ocasiones en las que dicha declaración “sin” sugiera que el alimento posee propiedades nutricionales beneficiosas relacionadas con esas sustancias que no contiene.
La tendencia a “sin aditivos” forma parte del movimiento quimifóbico llevado a su extremo. Hasta que las autoridades competentes controlen este tipo de marketing, es nuestra responsabilidad informarnos adecuadamente sobre estos compuestos. No olvidemos que algunos o muchos de esos aditivos, están presentes en la naturaleza y no se sintetizan en ningún laboratorio y que, sin ellos, no tendríamos la oportunidad de comer con garantías de seguridad.
Con la misma repulsión hacia lo químico, surge la duda de si es mejor el calcio naturalmente presente o el calcio sintético añadido a los productos como es el caso de la leche. Yo me pregunto si necesitamos ese aporte de calcio extra, ¿no es mejor comernos un trocito de queso cargado de calcio?
Por otra parte, y más concretamente, la denominación “sin gluten” está permitida y regulada para unas condiciones concretas y son productos destinados a un grupo de población con algún tipo de alergia o intolerancia a esta proteína. Por cierto, nada más que esto, justifica el consumo de productos sin gluten.
Con estos datos en el bolsillo, con un poco de información por nuestra parte, con el compromiso de las autoridades y de la industria alimentaria, cada vez seremos más conscientes de lo que compramos y consumimos sin morir en el intento de hacer una compra a nuestra medida.
Después de unos inicios bastante tibios, la realidad aumentada se está dejando ver como una tecnología con un futuro bastante prometedor. Buena parte de este cambio de imagen surge del fenómeno Pokémon Go que, hace aproximadamente dos años, mostró al público generalista la realidad aumentada de una forma natural mediante los personajes del famoso videojuego. Este golpe de efecto ha servido para que muchos programadores se hayan dado cuenta de las múltiples posibilidades que ofrece esta tecnología, lanzándose al desarrollo de aplicaciones sencillas que, al igual que en el videojuego, permiten utilizar las capturas realizadas con la cámara del teléfono y/o la posición GPS para incorporar escenas y modelos 2D y 3D al mundo físico a través de la pantalla del móvil.
Esto ha hecho que actualmente nos podamos encontrar numerosas animaciones utilizando realidad aumentada en catálogos comerciales, paneles publicitarios, aplicaciones turísticas o juegos educativos para los más pequeños, entre otras aplicaciones.
Grandes compañías como Google, Apple, Microsoft o Facebook no quieren perder este tren y están tomando posiciones para sacar el mayor partido a las grandes posibilidades que proporciona el uso de la realidad aumentada. A finales de 2017 todas ellas han ido mostrando plataformas y herramientas software para incorporar realidad aumentada a sus dispositivos.
Google:ARCore es la plataforma de Google que permite crear experiencias de realidad aumentada. En el Google I/O celebrado en mayo se han presentado nuevas aplicaciones sobre todo para entornos colaborativos. ARCore está disponible actualmente para dispositivos con las últimas versiones de Android.
Apple: ARKit, incluido en los dispositivos con el sistema operativo iOS11, permite a los desarrolladores crear fácilmente aventuras de realidad aumentada que integran objetos virtuales en el mundo real combinando datos procedentes de las cámaras e información del sensor de movimiento.
Microsoft: kit de desarrollo Windows Mixed Reality, es la plataforma de realidad mixta que permite crear realidad virtual y mixta presentando hologramas virtuales junto a elementos reales. Está fundamentalmente desarrollado para las gafas inteligentes Microsoft Hololens.
Facebook: ha lanzado AR Studio para crear efectos de realidad aumentada sobre las imágenes capturadas, y que las personas puedan colocar objetos en 3D en su entorno e interactuar con ellos en tiempo real. Lo último que ha presentado es el AR Target Tracking que permite iniciar las experiencias de RA apuntando a una imagen, creando experiencias persistentes.
Más allá de los juegos y el entretenimiento, un futuro muy interesante para la RA, desde el punto de vista de CARTIF como centro de investigación, es el desarrollo de aplicaciones para profesionales en el ámbito laboral. El acceso a la información en cualquier lugar y la asistencia sobre la marcha, pueden marcar una gran diferencia en velocidad y eficiencia a la hora de ejecutar ciertas tareas.
Todas estas herramientas pretenden llegar a los usuarios a través de los dispositivos de los que ya disponen: smartphones, tablets o PC. Pero la incorporación de esta tecnología al ámbito laboral (industria, salud, logística,…) se topa en muchos casos con la exigencia de que el trabajador tenga las manos libres para realizar su trabajo, cosa que no se puede hacer con los dispositivos mencionados. En este sentido, las Smart Glasses se presentan como el dispositivo más adecuado para este tipo de entornos, aunque, tras la decepción de las gafas de Google lanzadas en 2013, la oferta de dispositivos físicos de este tipo sobre los que desarrollar las aplicaciones es escasa. Además, las herramientas de desarrollo son muy específicas para cada dispositivo, lo que complica el proceso, y la tecnología disponible todavía presenta precios sumamente elevados para el público general o para una implantación generalizada en una empresa.
A pesar de esto, según un estudio de Forrester Research, se estima que 14,4 millones de trabajadores estadounidenses llevarán gafas inteligentes para el desarrollo de su trabajo en el año 2025. En CARTIF apostamos por que la incorporación de este tipo de dispositivos a los procesos industriales se vaya produciendo poco a poco, y que los trabajadores se vayan habituando a su uso como una herramienta más de trabajo. Mediante el uso de gafas inteligentes, los empleados pueden acceder a instrucciones y contenido detallado sobre la tarea en cuestión sin interrumpir su trabajo.
En el ámbito industrial, existen multitud de procesos que pueden facilitar información en forma de realidad aumentada de una forma rápida y no invasiva. CARTIF, dentro del proyecto HABITAT-RA, está trabajando para acercar esta tecnología a las Pymes, utilizando realidad aumentada para tres aspectos diferentes:
Monitorización: visualización de información sobre el estado de una máquina o proceso.
Mantenimiento industrial: obtener información y alertas sobre las tareas periódicas de mantenimiento preventivo en máquinas.
Prevención de riesgos laborales: obtener información y alertas sobre zonas de riesgo y perímetros de seguridad en entornos industriales.
Por otro lado, en el proyecto MARCA, integrado en el sector de tratamiento y distribución de agua, CARTIF ha trabajado en el desarrollo de herramientas que permiten el acceso de un operario de mantenimiento a recursos avanzados de apoyo basados en RA, y a la comunicación intermodal avanzada utilizando para ello unas gafas inteligentes.
Por último, en el proyecto PUMAN se desarrolla un interfaz de realidad aumentada para los puestos de montaje manual en la industria mediante el guiado y presentación de información de los pasos del montaje de modo inmersivo. También se informa sobre los riesgos de seguridad del operario.
Aunque todavía está en una fase incipiente, la incorporación de realidad aumentada en la realización de muchas tareas en el entorno industrial puede marcar una gran diferencia en velocidad y eficiencia. Existen muchos factores por mejorar: la tecnología todavía no está lo suficientemente madura, el elevado coste de producir contenidos de realidad aumentada o las limitaciones técnicas de los dispositivos para poder proporcionar experiencias totalmente inmersivas. En todo caso, esta tecnología está en continuo crecimiento. Las grandes firmas están apostado por ella y poco a poco los usuarios se están acostumbrando a disponer de contenidos en forma de RA. El futuro pasa por disponer de un dispositivo que combine una alta capacidad óptica con tecnologías de comunicación y las características de un wearable, y cuyo precio permita una distribución masiva.