#HambreCero es el lema del Día Mundial de la Alimentación que se celebra el 16 de octubre liderado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a nivel mundial. El #HambreCero también forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Lograr el #HambreCero no se trata solo de alimentar a las personas que padecen hambre, sino también de hacerlo de una manera saludable y sostenible. La seguridad alimentaria en nuestro tiempo no es solo una cuestión de cantidad, sino también de calidad. Las dietas poco saludables se han convertido en el primer factor de riesgo de enfermedad y muerte en todo el mundo y es por eso que necesitamos llegar a toda la población con una variedad suficiente de alimentos seguros, nutritivos y asequibles, cuidando la salud del planeta del que todos dependemos. El Día Mundial de la Alimentación nos pide que actuemos en todos los sectores para alcanzar el #HambreCero, 100% nutrición.
Pero, ¿qué es una dieta sana y sostenible? La propia FAO determina que una dieta saludable es aquella que proporciona las necesidades nutricionales para mantener una vida activa y reducir el riesgo de contraer enfermedades mediante el consumo de alimentos inocuos, nutritivos y diversos. Y una dieta sostenible respalda soluciones arraigadas para la producción de alimentos con un bajo nivel de emisiones de gases de efecto invernadero y un uso moderado de recursos naturales como el suelo y el agua, al tiempo que aumenta la diversidad alimentaria para el futuro.
¿Cuál es la situación actual?
El alto consumo de platos ricos en azúcares, almidones refinados, grasas y sal se han convertido en la base de la alimentación de los países desarrollados, limitando el consumo de platos tradicionales elaborados con verduras, legumbres, cereales integrales, etc. Cocinamos menos, nos movemos menos y consumimos platos más preparados. El resultado es que estamos desnutridos. ¿Lo encuentra alarmante? ¿No crees que es por tanto? Veamos algunas cifras:
Actualmente, ya hay más personas con obesidad y sobrepeso en el mundo que las que tienen hambre: casi 800 millones de personas (672 adultos y 124 niños) en el mundo padecen obesidad y otros 40 millones de niños tienen sobrepeso. Sin embargo, se estima que hay alrededor de 820 millones de personas que padecen hambre (aproximadamente una de cada nueve).
Las dietas poco saludables junto con los estilos de vida sedentarios han superado al tabaquismo como el principal factor de riesgo de discapacidad y muerte en el mundo.
Aproximadamente 2.000 millones de euros se gastan cada año para tratar problemas de salud relacionados con la obesidad.
Estas son algunas de las conclusiones a las que llega la FAO en relación con el hambre y la malnutrición pero no son las únicas. Nuestra forma de alimentarnos también está teniendo consecuencias ambientales:
El daño ambiental causado por el sistema alimentario podría aumentar del 50 al 90%, debido al mayor consumo de alimentos procesados, carnes y otros productos de origen animal en los países de ingresos bajos y medios.
De unas 6.000 especies de plantas cultivadas para la alimentación a lo largo de la historia de la humanidad, hoy solo tres especies (trigo, maíz y arroz) suministran casi el 50 por ciento de nuestras calorías diarias. Necesitamos consumir una amplia variedad de alimentos nutritivos.
El cambio climático amenaza con reducir tanto la calidad como la cantidad de cultivos, reduciendo los cultivos. El aumento de las temperaturas también está agravando la escasez de agua, cambiando la relación entre plagas, plantas y patógenos y reduciendo los recursos marinos.
El sistema alimentario actual, que incluye la agricultura, la ganadería, el procesamiento, el envasado y el transporte, es responsable del 37% del total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) generadas anualmente, y las pérdidas y el desperdicio de alimentos también colabora con el 8-10% del total. suma. Belén Blanco nos cuenta con más detalle en el post «Dime lo que comes … y te diré si es bueno para el planeta».
Por todo esto, porque son realidades, todos juntos debemos concienciar sobre el problema del hambre, la desnutrición, el desperdicio de alimentos, el cambio climático, etc. La FAO hace un llamado a todas las personas a involucrarse en la implementación de alguna medida para lograr el #HambreCero.
¿Quiénes son los actores involucrados en este cambio que se está produciendo? La respuesta es todo. Modificar la forma de producir, suministrar y consumir alimentos. La participación de la industria en la limitación de grasas saturadas y trans, azúcares añadidos y sal. Eliminar la publicidad y promoción en alimentos poco saludables y especialmente aquellos dirigidos a niños y adolescentes. Implementar programas educativos sobre nutrición y salud. Son necesarias acciones de todos los niveles.
Y yo, como consumidor, ¿qué puedo hacer? Como consumidor, como ciudadano, como ser humano en este planeta, puede hacerlo. Piensa en cómo consumes, cómo comes y actúas por tu cuenta, a nivel individual y con las personas que te rodean. Aquí tienes una serie de medidas que pueden guiarte:
El Día Mundial de la Alimentación no es el único foro en el que se esfuerza por mejorar la seguridad alimentaria, pero la FAO también participa con la OMS y otras agencias en la implementación del Decenio de las Naciones Unidas para la Acción Nutricional (2016-2025). Su objetivo es fortalecer la acción conjunta para reducir el hambre y mejorar la nutrición en todo el mundo y ayudar a todos los países en sus compromisos específicos. El informe SOFI se publica anualmente para proporcionar información sobre los avances realizados para erradicar el hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición. El último fue publicado el 15 de julio de 2019.
En el Día Mundial de la Alimentación, la FAO lanza un mensaje contundente: podemos acabar con el hambre y todas las formas de malnutrición para convertirnos en la generación #HambreCero. Pero esto supondrá la acción conjunta de todos, desde el compromiso de cada uno de nosotros en el cambio en la forma en que nos alimentamos, hasta la cooperación entre países para una transferencia eficiente de tecnología, por ejemplo, a través de la correcta toma de decisiones de gobiernos o por la participación de empresas privadas y medios de comunicación.
El final de Juego de Tronos nos ha dejado a muchos un vacío existencial y un duelo sin precedentes. Precisamente cuando entrábamos en la fase de aceptación, una nueva serie de los creadores de ‘El muro’, ‘Tensión con Corea del Norte’ y ‘La crisis de Venezuela’ llega a nuestras pantallas: ‘Game of Trump’.
El reciente veto de la administración Trump, la suspensión inmediata impuesta a la compañía Huawei y las reacciones de las compañías Google (EEUU), ARM (UK), Vodafone (UK) Panasonic (Japón) y Toshiba (Japón), generan muchas dudas sobre qué es lo que está pasando en el mundo de la tecnología debido a la dimensión geopolítica que está adquiriendo este campo. Y ahora nos preguntamos: ¿cómo nos puede afectar a corto y a medio plazo como ciudadanos españoles y de la Unión Europea?
En este sentido, desde el Área de Salud y Bienestar de CARTIF tratamos de reflexionar y examinar los alcances de esta nueva entrega de la serie Game of Trump y analizar las implicaciones que pueden tener estas tecnologías en los servicios socio-sanitarios y los efectos de esta nueva guerra en nuestra calidad de vida.
Temporada I: Los teléfonos móviles de Huawei y Google
Cuando pensamos en mejorar la calidad de vida de las personas con algún nuevo desarrollo tecnológico, siempre se tiene en cuenta que las personas buscan recibir servicios in situ, sin la necesidad de acudir físicamente a un sitio concreto. Por eso creemos que es indiscutible que el presente y el futuro de los servicios tecnológicos que recibimos pasan por la movilidad. En esto Huawei es uno de los actores más importantes, siendo el segundo fabricante de teléfonos del mundo en términos de ventas y popularidad entre un público que alaba especialmente la duración de sus baterías y la calidad de sus cámaras.
Los propietarios de los móviles de la compañía, que se cuentan por millones, se encuentran desconcertados tras la noticia de que Google ha roto relaciones con Huawei, dejando de proporcionar su software a la compañía china, que utiliza el sistema operativo Android de Google. Como resultado, la decisión de Google despoja a Huawei de la interfaz de usuario y de aplicaciones tan utilizadas como Google Play, Google Maps y Google Mail, entre otras.
Temporada II: La supremacía por el dominio del 5G
En este punto, los analistas indican que la batalla de los móviles, aunque es muy importante desde el punto de vista económico y comercial, no es el punto más significativo de la confrontación. Lo que está en juego es la supremacía en la tecnología 5G y en esto Europa tiene algo que decir (1) (2). Porque a pesar de que el líder en 5G es Huawei, hay dos compañías pertenecientes a países miembros de la comunidad europea, que están en segundo y cuarto lugar por sus aportes a la tecnología 5G, Ericcson y Nokia, mientras que la primera compañía de EEUU está en el quinto puesto. Parece ser que esta es la razón de la aparente pataleta que todos estiman que se terminará resolviendo con una negociación, porque el futuro es imparable. La administración Trump parece que preferiría frenar el despliegue de 5G a depender de las tecnologías chinas y europeas. Mientras tanto, los que creen en conspiraciones piensan que solo están presionando para tener acceso a las claves y así poder espiarnos.
Se estima que Huawei tendría en un futuro hasta el 30-35% de los estándares globales de 5G y detrás de estos estándares nos encontramos con las especificaciones internacionales diseñadas para impulsar la interoperabilidad de la tecnología. Pero, ¿qué es esto del 5G y la interoperabilidad? Y, sobre todo, ¿qué aplicaciones puede tener esto en el ámbito sanitario?
Temporada III: ¿Que es el 5G y como nos afecta?
El futuro se nos “promete” de color de rosa en el ámbito socio-sanitario gracias a la relación entre 5G y la interoperabilidad. Para esto tenemos que hablar de varias líneas de desarrollo tecnológico en las que estamos trabajando en CARTIF. Un ejemplo es el ‘internet de las cosas’ (IoT, por sus siglas en inglés), que no es otra cosa que una red de objetos físicos, máquinas, personas y otros dispositivos que permiten conectividad y comunicaciones para intercambiar datos por aplicaciones y servicios inteligentes. Estos dispositivos están compuestos por teléfonos inteligentes, tabletas, productos electrónicos de consumo, vehículos, robots sociales, robots de compañía y sensores que permiten que se controlen de forma remota a través de la infraestructura de red existente, creando oportunidades para la integración directa entre lo físico y los mundos digitales, lo que mejora la eficiencia, la precisión y los beneficios económicos.
La tecnología 5G es una tecnología diseñada para optimizar y mejorar las velocidades de conexión a internet, reduciendo considerablemente el tiempo de respuesta de la red y, por tanto, capaz de generar un abanico de oportunidades en todos los sectores digitales.
Tecnologías como móviles, Wi-Fi y Bluetooth habilitarán las comunicaciones de IoT a través de casos de uso y el 5G es la red que conectará estas cosas. Los dispositivos de IoT van a tener diferentes capacidades y demandas de datos y la red 5G será necesaria para poder dar soporte a todos. Con el ‘internet de las cosas’, vamos a ver servicios que solo necesitan una pequeña cantidad de datos y una larga duración de la batería, así como dispositivos que requieren altas velocidades y conectividad confiable. (1) (2)
Igualmente, desde nuestro escepticismo científico con respecto a la tecnología, es necesario remarcar que, como suele ser lo común en nuestras vidas, no todo es de color de rosa y somos conscientes de que va a haber aspectos a tener en cuenta para desarrollar una tecnología humanizada pensada solamente para mejorar considerablemente la calidad de vida de las personas. Por ejemplo, el aumento de velocidad y volumen de información implican mayores potencias a frecuencias más altas, y las consecuencias de la bio-compatibilidad de estas nuevas emisiones electromagnéticas es un campo de estudio a tener muy en cuenta. Por otro lado, está el aspecto, no menos importante, de la intimidad de los datos. Actualmente, gracias al Big Data y a la IA hay muchas compañías que tienen más información de los determinantes de nuestra salud que los sistemas socio-sanitarios a los que acudimos (y todos sabemos que el ámbito de los datos ‘es oscuro y alberga horrores’). Algunos piensan que este es el verdadero Trono del Hierro, y hay intereses para que, así como algunos nos ‘clusterizan’ como potenciales consumidores, nos quieren ‘clusterizar’ para manipularnos.
Temporada final IV: Hacer de la necesidad una virtud
El sistema socio-sanitario está en un estado crítico desde el punto de vista de la sostenibilidad, dado el envejecimiento de la población y los recortes en los presupuestos. Para hacer sostenible al sistema en su conjunto es necesario optimizar el binomio formado por los recursos necesarios y los servicios disponibles. Creemos que esto solamente se puede resolver por un uso adecuado, inteligente y centrado en la persona de la tecnología.
A nivel internacional, el envejecimiento de la población está afectando a todas las regiones y países del mundo que han alcanzado cierto nivel de desarrollo. No cabe duda que la prolongación de la vida es uno de los principales logros de nuestra sociedad, si bien es cierto, este logro también plantea retos importantes y oportunidades para nuestra economía, sistema sanitario y de protección social.
En España el envejecimiento demográfico es muy marcado y esto se evidencia especialmente en las regiones de mayor extensión, caracterizadas por una población rural en las que los jóvenes suelen emigrar a las ciudades. En estas zonas, el proveer servicios socio-sanitarios es más costoso y difícil por la falta de recursos. El compromiso social ha permitido transformar esta situación desfavorable en una virtud. Por ello, el sistema socio-sanitario de España puede ser considerado como uno de los mejores a nivel mundial, debido a los buenos resultados que presenta, combinando altos niveles de eficiencia y calidad con un coste comparativamente reducido.
En este aspecto, Castilla y León, según el Dictamen del Observatorio Estatal para la Dependencia realizado por la Asociación Nacional de directores y gerentes de Servicios Sociales correspondiente a la gestión del año 2018, es reconocida nuevamente (por duodécimo año consecutivo) como la comunidad autónoma que mejor está gestionando la Dependencia en España, volviendo a otorgar a Castilla y León un sobresaliente en su gestión de la aplicación de la Ley de Dependencia con un 9,3 sobre 10. La puntuación media de las comunidades españolas se sitúa en 5,04 puntos. Hablamos, por tanto, de un éxito sin precedentes.
El ecosistema de nuestra región está plasmado en los Clúster SIVI y BIOTECYL, formados por un gran número de organizaciones, tanto del ámbito público como del privado: sistemas sanitarios, agencias sociales públicas, asociaciones de pacientes, colectivos que brindan servicios, empresas de servicios, geriátricos, Universidades y Centros Tecnológicos, que vertebran el desarrollo y brindan los servicios para que podamos desarrollar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos de una manera confortable teniendo en cuenta los parámetros de calidad, eficiencia e independencia.
Por todo esto, tenemos que ser conscientes de nuestra responsabilidad y, desde esta visión privilegiada, aprovechar las nuevas oportunidades para realizar una investigación científica y un desarrollo tecnológico humanizado con el único objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas. En CARTIF creemos que ese es el punto de encuentro yallí estaremos aportando nuestra experiencia.
De los creadores de “Lo que no mata, engorda, o es pecado” y “Ya no sabe uno qué comer” aparece “¡cuidao, si te gusta lo tostao!” y “Pesadilla en la cocina, hay acrilamida en tu comida”.
Desde hace años, se sabe que la acrilamida es una sustancia tóxica presente en el humo del tabaco y en procesos industriales como la fabricación de papel, la extracción de metales, la industria textil, la obtención de colorantes y otros procesos como aditivos cosméticos o el tratamiento de agua potable y aguas residuales. Lo que nadie se podía imaginar era que ese mismo compuesto aparece de forma natural cuando se cocinan alimentos como patatas fritas, café, galletas, churros, rebozados, etc.
El hallazgo de acrilamida en alimentos se produce a partir de un estudio realizado en Suiza en 2002, a cuyos investigadores estaremos eternamente agradecidos que no se hicieran los suecos ante los resultados obtenidos. Según los expertos, la acrilamida se convierte en el cuerpo en un compuesto químico llamado glicidamida, que causa mutaciones y daños en el ADN que podrían iniciar un proceso canceroso. Pero aquí no acababa la cosa, el siguiente varapalo fue la confirmación de que esta se forma en lo que conocemos como Reacción de Maillard entre aminoácidos y azúcares reductores, responsable de aportar un característico sabor, olor (debido a sustancias como los furanos) y un bonito “bronceado” a los alimentos (consecuencia de la aparición de unos pigmentos denominados melanoidinas). Por esta razón, el color puede ser una guía muy práctica sobre la formación de acrilamida en los alimentos.
A continuación, se resume la evolución del tema de la acrilamida según la opinión de expertos y distintas autoridades en materia de seguridad alimentaria:
Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer de las Naciones Unidas (IARC): la clasifica como probable cancerígendo en los seres humanos (lo que corresponde a la clasificación 2 A). Por esta razón, las autoridades recomiendan que la exposición a ella sea la mínima posible.
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y Organización Mundial de la Salud: admite que existen muchas dudas acerca del mecanismo de acción la acrilamida como la estimación de las ingestas máximas recomendadas o cómo se han extrapolado los datos obtenidos en animales a humanos. Insisten especialmente en la necesidad de mayor investigación en temas como los riesgos asociados en humanos, cuantificación de acrilamida en dietas distintas a las europeas e identificar la rapidez del cuerpo humano para neutralizarla. En 2009 publica un código de prácticas para su reducción en alimentos (enlace). En el portal FAO/OMS ‘Acrylamide Information Network’ se localiza una gran cantidad de información sobre la acrilamida.
Agencia Española de consumo, seguridad alimentaria y nutrición: se encuentra en plena campaña de información para disminuir la exposición de acrilamida entre los consumidores y concienciar a la población sobre los riesgos para la salud de la acrilamida. El lema de la campaña: ‘Elige dorado, elige salud’. En este vídeo y este documento se pueden encontrar recomendaciones para controlar la formación de acrilamida cuando cocinamos en casa.
Sin duda, el tema de la acrilamida seguirá dando mucho que hablar durante los próximos años. En CARTIF, acabamos de lanzar el Proyecto COLOR: “Reducción de acrilamida en alimentos procesados” aprobado en la convocatoria FEDER INTERCONECTA 2018. En dicho proyecto, las empresas GALLETAS GULLÓN, CYL IBERSNACKS y COOPERATIVA AGRÍCOLA SANTA MARTA unirán esfuerzos para alcanzar los siguientes objetivos:
Reducir acrilamida en productos galleteros y patatas fritas.
Obtener aceites de oliva capaces de contrarrestar la formación de acrilamida en alimentos procesados.
Poner a punto un método analítico indirecto para cuantificar acrilamida de forma más rápida, sencilla y económica respecto a los métodos analíticos convencionales a través de la medición del COLOR de los alimentos.
En el Proyecto contamos con la colaboración del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC) y el Grupo de Investigación, Calidad y Microbiología de los alimentos (GRUPO CAMIALI) de la Universidad de Extremadura.
¡Espera!… ¿qué suena de fondo? Parece el nuevo éxito de Gianni Bella “si de acrilamida ya no se muere, algo de color se perderá…”
La entomofagia, o ingesta de insectos, ya no es nada nuevo para nadie. Las dietas a base de insectos y artrópodos están plenamente aceptadas en muchos países, sobre todo sudamericanos, asiáticos y africanos desde tiempos inmemorables. Incluso para algunos expertos gourmets constituyen una verdadera delicatesen, por la que llegan a pagar precios muy elevados. Existen mercados de insectos comestibles a precios prohibitivos en ciudades como Nueva York, París, Tokio, México o Los Ángeles y ya algunos de los más célebres cocineros internacionales los incluyen en sus distinguidos menús.
Y es que no tienen ni una pega, nutricionalmente hablando. Son un alimento equilibrado y saludable, con alto contenido proteico, rico en aminoácidos esenciales. Son una importante fuente de ácidos grasos insaturados y quitina, además de tener vitaminas y minerales beneficiosos para nuestro organismo.
Sin embargo, es cierto que estos ‘bichos’ han captado en los últimos meses la atención de los medios, instituciones de investigación y miembros de la industria alimentaria. ¿Y por qué ahora?
Los expertos aseguran que los insectos pueden proporcionar gran parte de las calorías necesarias, en países donde el consumo de determinados alimentos es limitado. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que la población mundial aumente en 2050 hasta alcanzar 9.700 millones de personas, un 24% sobre las cifras de población actual, y existirá una mayor necesidad de surtir de comida al planeta. Por tanto, también es una solución que podría ayudar a reducir los niveles de hambre en el mundo.
Por otro lado, la agricultura y la ganadería, tal y como las conocemos hoy en día, son actividades primarias que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero. En comparación, la cría de insectos se puede producir con niveles más bajos de emisiones de gases de efecto invernadero y consumo de agua. Es decir, que la incorporación de estos nuevos ingredientes a nuestra lista de la compra puede también mejorar la situación del planeta frente al cambio climático, contribuyendo también al proceso de economía circular, puesto que los insectos pueden alimentarse de desperdicios agroalimentarios.
Quizá sean estas razones las que han hecho que nos paremos a pensar, además de la entrada en vigor el 1 de enero de 2018 del Reglamento (UE) 2215/2283 que incluye a los insectos dentro de la categoría de ‘nuevos alimentos’, lo cual es un gran paso que simplifica el proceso de autorización.
Pero, si son tantas las ventajas de consumir insectos ¿por qué no se hace de manera habitual en España y en muchos otros países occidentales?
Porque, dejando a un lado los temas legislativos, existe un rechazo emocional y cultural a incluirlos en nuestros platos. Dicho de otra manera, que nos dan un poco de asco.
Así lo demuestra un experimento pionero mediante cata a ciegas de alimentos preparados con insectos y monitorizado con herramientas neurocientíficas, que se ha desarrollado en el contexto de los proyectos GO_INSECT y ECIPA, dos innovadoras iniciativas relacionadas con la cría de insectos para alimentación como fuente de proteína alternativa y sostenible. CARTIF participa en el primero de ellos, un Grupo Operativo Supra-autonómico, que cuenta con el apoyo financiero del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En este proyecto colaboran junto a CARTIF la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), Insectopia2050, la Universidad de Zaragoza, el Centro Tecnológico AITIIP y la Federación Aragonesa de Cooperativas Agrarias.
Esta cata a ciegas ha servido para demostrar que no es el sabor lo que no nos gusta de la ingesta de insectos, sino el aspecto, la apariencia, saber lo que son, o ser conscientes de que vamos a comer algo que normalmente nos da grima ver en el suelo, ¡imagínate en el plato!
¿Cómo se desarrolló el experimento?
28 personas participamos en la cata, que tuvo lugar en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, mientras se registraba la actividad electrodérmica. Previamente, se nos advirtió que los productos que íbamos a tomar podían contener lactosa, gluten, frutos secos, crustáceos y/o insectos.
Se sirvieron cuatro platoscon insectos en su composición (dos aperitivos, una pasta y un postre), y un quinto plato sin insectos que sirvió de base de comparación. En tres de los que contenían insectos, éstos se incluían procesados y no se apreciaban directamente a la vista. En el cuarto, los insectos eran fácilmente reconocibles.
Todas estas opciones fueron cuidadosamente elaboradas y testadas de manera previa para evitar que una deficiente preparación pudiera distorsionar su evaluación.
Gracias a la tecnología de la empresa Bitbrain, se midieron las diferentes respuestas sensoriales, tanto al visualizar los alimentos como al comerlos. Al finalizar, evaluamos en una encuesta individual el grado de satisfacción con respecto a cada elaboración.
¿Y cuáles fueron los resultados?
La respuesta emocional no consciente a los tres platos que contenían insectos en su composición de forma no visible entraba dentro de los parámetros normales a la cata de platos sin insectos en su composición (muy similar al impacto que produjo el plato de control). Es decir, que el hecho de que un plato contenga insectos no tiene por qué influir negativamente en el sabor y tampoco se detecta a nivel fisiológico.
Por otro lado, el impacto emocional de los participantes al degustar el insecto entero (pequeñas larvas secas de Tenebrio molitor o gusano de la harina) fue mucho más alto que en el resto de platos. Incluso, el impacto emocional fue mayor durante la visualización que durante la ingesta. Es decir, que lo que produce ese impacto es el conocimiento de saber que lo que tenemos delante es un insecto, no tanto el consumo en sí.
A nivel consciente, la nota media otorgada a los platos en los que los insectos se incorporaban procesados como harina, fue de un 7,6. Únicamente un participante no aceptó probar el plato en el que se veía el insecto entero. Los que se animaron en la cata, le otorgaron un 5,9 de nota media.
Tras conocer que todos los productos que habíamos probado contenían insectos manifestamos que no tendríamos problemas en volverlos a comer una segunda vez. Solo uno de los participantes confirmó en la encuesta que no compraría productos que hubieran sido alimentados con insectos.
Así que, al menos, debemos darles una oportunidad, aunque sea enmascarados. Más de 2.000 millones de personas ya los incorporan dentro de su dieta, así que una cuarta parte de la población mundial no puede estar equivocada.
El pasado mes de julio, la EFSA publicó un protocolo con el objetivo de marcar la estrategia a seguir para la recopilación de datos que servirán para la elaboración de una Opinión Científica que establezca el nivel máximo tolerable de ingesta de azúcares. Parece un poco enrevesado, pero es que el tema, que a priori parece sencillo, tiene tela… Dejadme explicaros por qué.
Multitud de tweets e imágenes aparecen a menudo en las redes sociales mostrando la cantidad de azúcar que tienen ciertos alimentos procesados. Asociaciones como sinazucar.org lo promueven activamente desde hace tiempo. Vamos, que este tema no es para nada nuevo. La novedad es la publicación por parte de la EFSA de un protocolo en el que se marca la estrategia a seguir en la recopilación de datos científicos previa a la publicación de la Opinión Científica sobre el nivel dietético de referencia de ingesta de azúcares para la población europea que tiene previsto publicar la EFSA.
Este documento representará una actualización de la Opinión Científica publicada en 2010 referente a los valores dietéticos de referencia para azúcares, carbohidratos y fibra (EFSA NDA Panel, 2010ª). Hasta 2010 no se observaron evidencias concluyentes que relacionaran un efecto de los azúcares sobre la densidad de micronutrientes, la respuesta de la insulina a la glucosa, el peso corporal, la diabetes tipo 2 o la caries dental suficientemente significativo como para establecer límites de ingesta máxima tolerada, ingesta adecuada o ingesta de referencia de azúcares. Después de 2010, han sido varios los organismos que han publicado recomendaciones; sin embargo, bastante dispares entre ellas. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud recomienda reducir el consumo de azúcares libres a lo largo del ciclo de vida, al menos un 10%, tanto para los adultos como para los niños. Una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios adicionales para la salud. Ahora, la EFSA se propone evaluar la base científica que ha surgido desde 2010 hasta la actualidad y revisar si existe evidencia nueva suficiente como para establecer un nivel dietético de referencia.
Esta petición a la EFSA, que proviene de las autoridades competentes en materia de nutrición y salud de 5 países europeos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suiza), no sólo dará respuesta a la necesidad de actualización de la evidencia existente, sino que también constituirá un acto de consenso de términos referentes a los azúcares presentes en los alimentos. Actualmente, cada uno llama, etiqueta y entiende el contenido en azúcar de los alimentos de manera diferente, hecho que dificulta el estudio de la bibliografía, del etiquetado de los alimentos y el establecimiento de conclusiones sobre la relación causa-efecto y de recomendaciones para la población. Algunas compañías únicamente expresan el contenido total en azúcares en el etiquetado nutricional de sus alimentos, otros consideran que lo realmente importante es conocer el contenido en azúcares “añadidos”, mientras que otros reclaman consenso para etiquetar y hacer recomendaciones sobre los azúcares “libres”. ¿Conoces la diferencia entre los tres términos?
Azúcares totales: todos los mono y disacáridos que forman parte de un alimento, sea cuál sea su origen.
Azúcares añadidos: todos los mono y disacáridos que no forman parte del alimento de forma natural, sino que han sido añadidos durante su procesado, ya sea por parte del fabricante, el cocinero o los consumidores.
Azúcares libres: todos los mono y disacáridos excepto aquellos que de forma natural forman parte de frutas o verduras enteras (ya sean intactos, secos o cocidos).
Es decir, que todos los azúcares añadidos son azúcares libres, pero no al revés. La diferencia clave entre azúcares añadidos y azúcares libres radica en que los azúcares libres también contemplan los azúcares que están presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta; mientras que los azúcares añadidos no los contemplan. Como azúcares libres no se incluyen los presentes de forma natural en frutas y verduras enteras puesto que no existe evidencia de que éstos tengan un efecto adverso para la salud. Dicho de otro modo, los azúcares libres serían sinónimo de azúcares totales en todos los alimentos excepto en frutas y verduras enteras.
¡Un caso práctico que nos ayude a aclarar este embrollo, por favor! Por ejemplo, los azúcares naturalmente presentes en un zumo de zanahoria en brick sí se contemplarían como azúcares libres; mientras que los azúcares naturalmente presentes en unas zanahorias baby envasadas en atmósfera modificada listas para consumir, no se contemplarían.
Actualmente en Europa, la mayoría de empresas etiquetan sus azúcares en forma de azúcares totales. EEUU fue el primer país en 2016 en establecer una normativa para obligar a declarar en el etiquetado de todos los alimentos el contenido en azúcares añadidos. Por otro lado, el organismo de salud canadiense recientemente ha publicado un documento en el que propone etiquetar los alimentos ricos en azúcares, grasas saturadas y sodio como “alimento alto en…”. En el caso de los azúcares, propone que esta declaración se incluya en todos los alimentos que contengan azúcares libres (no sólo añadidos), de forma que esta norma afecta también a los zumos y purés de frutas y verduras; mientras que únicamente quedan al amparo de esta declaración obligatoria los lácteos y frutas y verduras enteros.
Ni que decir tiene que, si esta falta de consenso afecta al buen entendimiento entre profesionales y expertos en materia de nutrición, más aún confunde al consumidor. Por lo que además de esta tarea de equiparación de términos clave para establecer recomendaciones de ingesta y normas de etiquetado comunes, también son necesarias campañas de educación y comunicación al consumidor sobre la interpretación del etiquetado nutricional de los alimentos.
Desde CARTIF, estamos comprometidos con la divulgación de la educación al consumidor en cuestiones de nutrición y alimentación por lo que nos mantendremos atentos a la publicación de la Opinión Científica de la EFSA y por supuesto, os informaremos de sus conclusiones de una forma clara y comprensible.
A los que nos gusta la cocina, y también comer bien, nos suele gustar ir al mercado, supermercado u otras superficies en busca de ricos y apetitosos productos. A mí, además, me gustar ir en pos de satisfacer mi curiosidad científica sobre si habrá algo nuevo en los lineales y escudriñarlo al detalle: el aspecto del producto, el diseño del envase, la composición, las propiedades nutricionales que lo acompañan… hasta que me decido por incorporarlo a mi cesta para, cómo no, probarlo.
Durante esas visitas es cuando más cosas interesantes escucho a pie de refrigerador o en la cola de rigor. Aquí es donde he percibido algo que no ha cambiado en mucho tiempo y es… el lío mental instaurado en el consumidor a la hora de elegir un producto entre una amplia gama: ¿leche con calcio mejor que sin calcio? ¿con calcio procedente de la leche o procedente de la industria química?, ¿leche fresca o leche esterilizada?, ¿paquete de lentejas, lentejas en bote, envase de plástico con lentejas cocidas? yogur cero… ¿cero qué?
Y es que la oferta de nuevos productos no ha parado de crecer en los últimos años, en parte, innovando al amparo del consabido Reglamento de las declaraciones nutricionales que ha dejado, y sigue dejando, un aluvión de “nuevos” productos llenos de leyendas nutricionales y de salud. Batiburrillo entre lo que el producto anuncia, lo que creemos que es bueno, las técnicas de elaboración empleadas y lo que el marketing nos invita a ver. O lo tienes claro, o ya lo decían Alaska y los Pegamoides: “terror en el hipermercado, horror en el ultramarinos”.
El número de conceptos en los productos se ha incrementado hasta el punto de que un gran número de consumidores no percibe los beneficios de muchas de estas leyendas o no conoce la diferencia entre los distintos tipos de procesados de los alimentos convirtiendo la elección de productos en una cuestión de percepción subjetiva o de mera opinión.
Aclaremos algunos de estos conceptos:
Sistemas de procesado: las gamas
Respecto al sistema empleado para el procesado y posterior conservación de alimentos nos encontramos desde el producto fresco –lo que se conoce como I Gama- hasta los productos preparados y envasados listos para consumir -la llamada V Gama-. Entre medias; las conservas (II Gama), los congelados y ultracongelados (III Gama) y los productos envasados al vacío o en atmósferas modificadas (IV Gama). ¿Hay diferencias entre los métodos de procesado? Sí, claro. Las propiedades nutricionales y sensoriales, la vida útil entre otros, van a venir determinados por el tipo y tiempo de tratamiento, el tipo de envase.
En concreto y muy de moda por ser productos “listos para el consumo”, están los productos de IV gama que están simplemente lavados, cortados y con un algún tipo de tratamiento mínimo. Por ello su duración es corta (entre 7 y 14 días máximo). Mientras que los productos V gama han recibido algún tratamiento térmico como puede ser una pasteurización o tratamiento mediante altas presiones que hace que su duración varíe entre 2 y 6 meses. Estos últimos requieren una breve preparación final como puede ser un calentamiento en microondas.
Productos “cero”
En cuanto a los productos “cero” es necesario saber a qué hacen referencia. Cero azúcar o cero grasa indican que la porción de producto contiene menos de 0,5 g de azúcar o de grasa mientras que cero calorías hace referencia a que en cada porción de producto hay menos de 5 calorías. Lo triste es que nos encontramos productos “cero grasa” con un montón de azúcar y viceversa.
Pre y probióticos
Probióticos; todavía nos preguntamos qué son y para qué sirven. Son microorganismos vivos como lactobacilos, bifidobacterias y otros que actúan positivamente a nivel de la flora bacteriana intestinal. Aunque la fiebre de estos productos ha bajado, en nuestro córtex se ha quedado la idea de que sin tomarnos una dosis de este tipo de bacterias beneficiosas (blanco y en botella…) no podemos salir a la calle. ¿Cualquier yogurt es un probiótico? Sí, todos lo son. Pero también se pueden encontrar en el queso curado, en productos fermentados como el chucrut o col fermentada y el tempeh (soja fermentada).
Por otro lado, los prebióticos básicamente son sustancias no digeribles como puede ser la inulina o la oligofructosa que llegan hasta el intestino grueso donde sirven de alimento para las bacterias beneficiosas. Su misión es mejorar la salud gastrointestinal, favorecer la síntesis de determinados grupos de vitaminas o favorecer la absorción de algunos minerales, como el calcio. Estos componentes se encuentran naturalmente presentes en alimentos como la fruta, verdura y los cereales integrales.
Productos light
Los productos light parece que están un poco más claros. Sabemos que tienen menos de algo. En realidad, la denominación light hace referencia a la reducción de al menos el 30% del contenido de uno o más en comparación con un producto similar.
Endulzantes
¿Panela o azúcar moreno? Ambas son azúcar. La diferencia entre una y otra estriba en que, en la primera, el azúcar no se ha separado de la melaza de la caña de azúcar y se ha dejado solidificar conjuntamente. De esta manera, la melaza aporta las vitaminas y minerales extraídos del jugo de caña y el mismo poder edulcorante que el azúcar moreno pero… ni una caloría de menos.
Integrales y ricos en fibra
¿Y cuál es la diferencia entre integral o rico en fibra? Cuando un alimento declara que es “rico en fibra” está obligado a contener más de 3 g de fibra por cada 100 g de producto. Si indica que tiene “alto contenido en fibra” se traduce en 6 g de fibra por 100 g de producto. Sin embargo, si un alimento es integral debe incluir en su composición “harina integral o harina de grano entero” como primer ingrediente. SI tengo que elegir, me quedo con la opción integral.
Productos “sin”
Sin lactosa, sin gluten, sin colorantes y así, un largo etc. Destacar la ausencia de determinados compuestos sólo tiene sentido en contadas y reguladas ocasiones en las que dicha declaración “sin” sugiera que el alimento posee propiedades nutricionales beneficiosas relacionadas con esas sustancias que no contiene.
La tendencia a “sin aditivos” forma parte del movimiento quimifóbico llevado a su extremo. Hasta que las autoridades competentes controlen este tipo de marketing, es nuestra responsabilidad informarnos adecuadamente sobre estos compuestos. No olvidemos que algunos o muchos de esos aditivos, están presentes en la naturaleza y no se sintetizan en ningún laboratorio y que, sin ellos, no tendríamos la oportunidad de comer con garantías de seguridad.
Con la misma repulsión hacia lo químico, surge la duda de si es mejor el calcio naturalmente presente o el calcio sintético añadido a los productos como es el caso de la leche. Yo me pregunto si necesitamos ese aporte de calcio extra, ¿no es mejor comernos un trocito de queso cargado de calcio?
Por otra parte, y más concretamente, la denominación “sin gluten” está permitida y regulada para unas condiciones concretas y son productos destinados a un grupo de población con algún tipo de alergia o intolerancia a esta proteína. Por cierto, nada más que esto, justifica el consumo de productos sin gluten.
Con estos datos en el bolsillo, con un poco de información por nuestra parte, con el compromiso de las autoridades y de la industria alimentaria, cada vez seremos más conscientes de lo que compramos y consumimos sin morir en el intento de hacer una compra a nuestra medida.