¿Comerías insectos?

¿Comerías insectos?

La entomofagia, o ingesta de insectos, ya no es nada nuevo para nadie. Las dietas a base de insectos y artrópodos están plenamente aceptadas en muchos países, sobre todo sudamericanos, asiáticos y africanos desde tiempos inmemorables. Incluso para algunos expertos gourmets constituyen una verdadera delicatesen, por la que llegan a pagar precios muy elevados. Existen mercados de insectos comestibles a precios prohibitivos en ciudades como Nueva York, París, Tokio, México o Los Ángeles y ya algunos de los más célebres cocineros internacionales los incluyen en sus distinguidos menús.

Y es que no tienen ni una pega, nutricionalmente hablando. Son un alimento equilibrado y saludable, con alto contenido proteico, rico en aminoácidos esenciales. Son una importante fuente de ácidos grasos insaturados y quitina, además de tener vitaminas y minerales beneficiosos para nuestro organismo.

Sin embargo, es cierto que estos ‘bichos’ han captado en los últimos meses la atención de los medios, instituciones de investigación y miembros de la industria alimentaria. ¿Y por qué ahora?

Los expertos aseguran que los insectos pueden proporcionar gran parte de las calorías necesarias, en países donde el consumo de determinados alimentos es limitado. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que la población mundial aumente en 2050 hasta alcanzar 9.700 millones de personas, un 24% sobre las cifras de población actual, y existirá una mayor necesidad de surtir de comida al planeta. Por tanto, también es una solución que podría ayudar a reducir los niveles de hambre en el mundo.

Por otro lado, la agricultura y la ganadería, tal y como las conocemos hoy en día, son actividades primarias que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero. En comparación, la cría de insectos se puede producir con niveles más bajos de emisiones de gases de efecto invernadero y consumo de agua. Es decir, que la incorporación de estos nuevos ingredientes a nuestra lista de la compra puede también mejorar la situación del planeta frente al cambio climático, contribuyendo también al proceso de economía circular, puesto que los insectos pueden alimentarse de desperdicios agroalimentarios.

Quizá sean estas razones las que han hecho que nos paremos a pensar, además de la entrada en vigor el 1 de enero de 2018 del Reglamento (UE) 2215/2283 que incluye a los insectos dentro de la categoría de ‘nuevos alimentos’, lo cual es un gran paso que simplifica el proceso de autorización.

Pero, si son tantas las ventajas de consumir insectos ¿por qué no se hace de manera habitual en España y en muchos otros países occidentales?

Porque, dejando a un lado los temas legislativos, existe un rechazo emocional y cultural a incluirlos en nuestros platos. Dicho de otra manera, que nos dan un poco de asco.

Así lo demuestra un experimento pionero mediante cata a ciegas de alimentos preparados con insectos y monitorizado con herramientas neurocientíficas, que se ha desarrollado en el contexto de los proyectos GO_INSECT y ECIPA, dos innovadoras iniciativas relacionadas con la cría de insectos para alimentación como fuente de proteína alternativa y sostenible. CARTIF participa en el primero de ellos, un Grupo Operativo Supra-autonómico, que cuenta con el apoyo financiero del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En este proyecto colaboran junto a CARTIF la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas (FIAB), Insectopia2050, la Universidad de Zaragoza, el Centro Tecnológico AITIIP y la Federación Aragonesa de Cooperativas Agrarias.

Esta cata a ciegas ha servido para demostrar que no es el sabor lo que no nos gusta de la ingesta de insectos, sino el aspecto, la apariencia, saber lo que son, o ser conscientes de que vamos a comer algo que normalmente nos da grima ver en el suelo, ¡imagínate en el plato!

¿Cómo se desarrolló el experimento?

28 personas participamos en la cata, que tuvo lugar en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, mientras se registraba la actividad electrodérmica. Previamente, se nos advirtió que los productos que íbamos a tomar podían contener lactosa, gluten, frutos secos, crustáceos y/o insectos.

Se sirvieron cuatro platos con insectos en su composición (dos aperitivos, una pasta y un postre), y un quinto plato sin insectos que sirvió de base de comparación. En tres de los que contenían insectos, éstos se incluían procesados y no se apreciaban directamente a la vista. En el cuarto, los insectos eran fácilmente reconocibles.

Todas estas opciones fueron cuidadosamente elaboradas y testadas de manera previa para evitar que una deficiente preparación pudiera distorsionar su evaluación.

Gracias a la tecnología de la empresa Bitbrain, se midieron las diferentes respuestas sensoriales, tanto al visualizar los alimentos como al comerlos. Al finalizar, evaluamos en una encuesta individual el grado de satisfacción con respecto a cada elaboración.

¿Y cuáles fueron los resultados?

La respuesta emocional no consciente a los tres platos que contenían insectos en su composición de forma no visible entraba dentro de los parámetros normales a la cata de platos sin insectos en su composición (muy similar al impacto que produjo el plato de control). Es decir, que el hecho de que un plato contenga insectos no tiene por qué influir negativamente en el sabor y tampoco se detecta a nivel fisiológico.

Por otro lado, el impacto emocional de los participantes al degustar el insecto entero (pequeñas larvas secas de Tenebrio molitor o gusano de la harina) fue mucho más alto que en el resto de platos. Incluso, el impacto emocional fue mayor durante la visualización que durante la ingesta. Es decir, que lo que produce ese impacto es el conocimiento de saber que lo que tenemos delante es un insecto, no tanto el consumo en sí.

A nivel consciente, la nota media otorgada a los platos en los que los insectos se incorporaban procesados como harina, fue de un 7,6. Únicamente un participante no aceptó probar el plato en el que se veía el insecto entero. Los que se animaron en la cata, le otorgaron un 5,9 de nota media.

Tras conocer que todos los productos que habíamos probado contenían insectos manifestamos que no tendríamos problemas en volverlos a comer una segunda vez. Solo uno de los participantes confirmó en la encuesta que no compraría productos que hubieran sido alimentados con insectos.

Así que, al menos, debemos darles una oportunidad, aunque sea enmascarados. Más de 2.000 millones de personas ya los incorporan dentro de su dieta, así que una cuarta parte de la población mundial no puede estar equivocada.

La ingesta recomendada del dulce consenso

La ingesta recomendada del dulce consenso

El pasado mes de julio, la EFSA publicó un protocolo con el objetivo de marcar la estrategia a seguir para la recopilación de datos que servirán para la elaboración de una Opinión Científica que establezca el nivel máximo tolerable de ingesta de azúcares. Parece un poco enrevesado, pero es que el tema, que a priori parece sencillo, tiene tela… Dejadme explicaros por qué.

Multitud de tweets e imágenes aparecen a menudo en las redes sociales mostrando la cantidad de azúcar que tienen ciertos alimentos procesados. Asociaciones como sinazucar.org lo promueven activamente desde hace tiempo. Vamos, que este tema no es para nada nuevo. La novedad es la publicación por parte de la EFSA de un protocolo en el que se marca la estrategia a seguir en la recopilación de datos científicos previa a la publicación de la Opinión Científica sobre el nivel dietético de referencia de ingesta de azúcares para la población europea que tiene previsto publicar la EFSA.

Este documento representará una actualización de la Opinión Científica publicada en 2010 referente a los valores dietéticos de referencia para azúcares, carbohidratos y fibra (EFSA NDA Panel, 2010ª). Hasta 2010 no se observaron evidencias concluyentes que relacionaran un efecto de los azúcares sobre la densidad de micronutrientes, la respuesta de la insulina a la glucosa, el peso corporal, la diabetes tipo 2 o la caries dental suficientemente significativo como para establecer límites de ingesta máxima tolerada, ingesta adecuada o ingesta de referencia de azúcares. Después de 2010, han sido varios los organismos que han publicado recomendaciones; sin embargo, bastante dispares entre ellas. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud recomienda reducir el consumo de azúcares libres a lo largo del ciclo de vida, al menos un 10%, tanto para los adultos como para los niños. Una reducción por debajo del 5% de la ingesta calórica total produciría beneficios adicionales para la salud. Ahora, la EFSA se propone evaluar la base científica que ha surgido desde 2010 hasta la actualidad y revisar si existe evidencia nueva suficiente como para establecer un nivel dietético de referencia.

Esta petición a la EFSA, que proviene de las autoridades competentes en materia de nutrición y salud de 5 países europeos (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suiza), no sólo dará respuesta a la necesidad de actualización de la evidencia existente, sino que también constituirá un acto de consenso de términos referentes a los azúcares presentes en los alimentos. Actualmente, cada uno llama, etiqueta y entiende el contenido en azúcar de los alimentos de manera diferente, hecho que dificulta el estudio de la bibliografía, del etiquetado de los alimentos y el establecimiento de conclusiones sobre la relación causa-efecto y de recomendaciones para la población. Algunas compañías únicamente expresan el contenido total en azúcares en el etiquetado nutricional de sus alimentos, otros consideran que lo realmente importante es conocer el contenido en azúcares “añadidos”, mientras que otros reclaman consenso para etiquetar y hacer recomendaciones sobre los azúcares “libres”. ¿Conoces la diferencia entre los tres términos?

  • Azúcares totales: todos los mono y disacáridos que forman parte de un alimento, sea cuál sea su origen.
  • Azúcares añadidos: todos los mono y disacáridos que no forman parte del alimento de forma natural, sino que han sido añadidos durante su procesado, ya sea por parte del fabricante, el cocinero o los consumidores.
  • Azúcares libres: todos los mono y disacáridos excepto aquellos que de forma natural forman parte de frutas o verduras enteras (ya sean intactos, secos o cocidos).

Es decir, que todos los azúcares añadidos son azúcares libres, pero no al revés. La diferencia clave entre azúcares añadidos y azúcares libres radica en que los azúcares libres también contemplan los azúcares que están presentes de forma natural en la miel, los jarabes, los jugos de fruta y los concentrados de jugo de fruta; mientras que los azúcares añadidos no los contemplan. Como azúcares libres no se incluyen los presentes de forma natural en frutas y verduras enteras puesto que no existe evidencia de que éstos tengan un efecto adverso para la salud. Dicho de otro modo, los azúcares libres serían sinónimo de azúcares totales en todos los alimentos excepto en frutas y verduras enteras.

¡Un caso práctico que nos ayude a aclarar este embrollo, por favor! Por ejemplo, los azúcares naturalmente presentes en un zumo de zanahoria en brick sí se contemplarían como azúcares libres; mientras que los azúcares naturalmente presentes en unas zanahorias baby envasadas en atmósfera modificada listas para consumir, no se contemplarían.

Actualmente en Europa, la mayoría de empresas etiquetan sus azúcares en forma de azúcares totales. EEUU fue el primer país en 2016 en establecer una normativa para obligar a declarar en el etiquetado de todos los alimentos el contenido en azúcares añadidos. Por otro lado, el organismo de salud canadiense recientemente ha publicado un documento en el que propone etiquetar los alimentos ricos en azúcares, grasas saturadas y sodio como “alimento alto en…”. En el caso de los azúcares, propone que esta declaración se incluya en todos los alimentos que contengan azúcares libres (no sólo añadidos), de forma que esta norma afecta también a los zumos y purés de frutas y verduras; mientras que únicamente quedan al amparo de esta declaración obligatoria los lácteos y frutas y verduras enteros.

Ni que decir tiene que, si esta falta de consenso afecta al buen entendimiento entre profesionales y expertos en materia de nutrición, más aún confunde al consumidor. Por lo que además de esta tarea de equiparación de términos clave para establecer recomendaciones de ingesta y normas de etiquetado comunes, también son necesarias campañas de educación y comunicación al consumidor sobre la interpretación del etiquetado nutricional de los alimentos.

Desde CARTIF, estamos comprometidos con la divulgación de la educación al consumidor en cuestiones de nutrición y alimentación por lo que nos mantendremos atentos a la publicación de la Opinión Científica de la EFSA y por supuesto, os informaremos de sus conclusiones de una forma clara y comprensible.

Trashcooking: la economía circular de los alimentos

Trashcooking: la economía circular de los alimentos

Primero fue el “Realfooding” y ahora aparece el Trashcooking. Los anglicismos están llegando a nuestras cocinas y a nuestras mesas, ¿será una cuestión de glamour? Las croquetas, la lasaña o la ropa vieja ya son parte de la historia y han dado paso al trashcooking o cocina de aprovechamiento “de cabo a rabo”, que, ya puestos a dejarnos abrumar por los anglicismos, podríamos llamar cocina “from nose to tail”.

El trashcooking es el nuevo concepto para denominar a la antigua ley de “la comida no se tira” de nuestras abuelas, o lo que actualmente podría denominarse “la economía circular de los alimentos” en cualquier artículo de una revista de I+D+i. Es decir, reutilizar las sobras de una comida para elaborar otra o aprovechar los restos de un ingrediente para elaborar una nueva receta. Algunos ejemplos de toda la vida son los canelones o croquetas con la carne sobrante del cocido, el puré elaborado a partir de las verduras que el niño no quiso tomarse la noche anterior o la colorida y dulce macedonia elaborada con las frutas a punto de echarse a perder del frutero.

Actualmente el trashcooking, especialmente en verduras, pero también en pescados y carnes poco cotizados, está poniendo a prueba los conocimientos y las técnicas de los mejores chefs para crear platos exquisitos en los que todo se aprovecha y nada se tira. Esta forma de proceder cada vez cuenta con mayor respaldo tanto de los pesos pesados de la alta cocina que apuestan por la sostenibilidad a través de la creatividad, como de los consumidores.

Esta increíblemente beneficiosa iniciativa para el medio ambiente, lo sería mucho más si comenzara a ponerse de moda en todos los hogares europeos ya que hasta 88 millones de toneladas de alimentos se desperdician cada año en la UE. Ironías aparte, si los anglicismos van a servir para conseguir una mayor concienciación en evitar el desperdicio de alimentos, bienvenido sea el trashcooking.

Estas cifras resultan alarmantes cuando las valoramos sobre el total: el 20% de los alimentos producidos en la UE se acaba echando a perder. Se desperdician alimentos durante todas las fases de la cadena alimentaria, desde la producción agrícola hasta el consumo final. Sin embargo, es en los hogares (53%) y en el proceso de transformación (19%) donde más desperdicio de alimentos se produce.

De media, un ciudadano europeo tira a la basura 173 kilos de alimentos al año. Con los Países Bajos a la cabeza de la lista (541 Kgs de desperdicio por habitante al año) y Eslovenia como el país que mejor gestiona la utilización de alimentos (72 Kgs de desperdicio por habitante al año). España se sitúa por debajo de la media (135 Kgs) ocupando el puesto 17 de la lista de un total de 27 países. No obstante, aún hay mucho camino por recorrer en la mejora de la gestión de los alimentos. (Datos del Eurobarómetro y FAO. Estimaciones de 2010).

Y no es la acumulación de desperdicios en sí la única responsable del daño al medio ambiente, sino que desperdiciar alimentos también supone un uso innecesario de recursos escasos como la tierra, el agua y la energía. Por cada kilogramo de alimento producido se arrojan a la atmósfera 4,5 kg de dióxido de carbono (CO2).

Ante esta situación preocupante, el Parlamento Europeo está proponiendo medidas para reducir esos 88 millones de toneladas de desperdicios de alimentos en un 30% para 2025 y en un 50% para 2030. Entre sus propuestas destacan facilitar las donaciones de alimentos -permitiendo exenciones de IVA- o hacer hincapié en la necesidad de poner fin a la confusión de los consumidores entre las etiquetas de consumo preferente y de fecha de caducidad.

En CARTIF llevamos años trabajando en proyectos de economía circular, a través de la revalorización de los sub-productos de la ganadería, de la agricultura y de la industria y su utilización en la elaboración de otros componentes de valor añadido que puedan ser usados en alimentación humana, animal, cosmética, generación de energía, etc. Ahora es tu turno, tú eres el encargado de practicar trashcooking en tu cocina y ayudar a nuestro medio ambiente.

Flores comestibles; realfooding con glamour

Flores comestibles; realfooding con glamour

Perfectas para decorar, regalar, perfumar, infusionar… ¿y por qué no para comer? Hace unos días hablábamos sobre Realfooding o “comida real”, una iniciativa que, afortunadamente, está tomando posiciones en las redes sociales y en las mesas de muchas casas. Para aquellos que necesiten un poco más de variedad, color, sabor o simplemente impacto visual en sus preparaciones culinarias de comida real, hoy os traemos este post en el que os explicamos cómo utilizar este máximo exponente del Realfooding.

La florifagia o utilización de flores como parte de nuestra gastronomía, data de hace siglos. Concretamente es conocida la utilización de la flor de calabaza en México, las violetas en la cultura romana, o el uso de los pétalos de rosa para decorar los postres más típicos de la India. En España esta práctica no ha sido tan común, aunque quizás sin saberlo ya las estemos usando en nuestra cocina pues la coliflor, la alcachofa, el brócoli y la manzanilla se consideran flores.

Actualmente se han puesto en boga gracias a chefs internacionales que las van introduciendo en sus creaciones, de forma que ahora no nos resultaría raro encontrarnos como entrante de un menú alcachofa asada perfumada con flor de ajo rosa, como plato principal un lingote de cordero confitado con flor de patata o un helado de violetas como postre. ¡Y qué buena idea! Porque las flores, además de conferir a los platos una gran variedad de colores, sabores y aromas diferentes, mejorando sus características organolépticas, también ayudan a incrementar el valor nutricional del plato.

Las flores son vegetales, con un contenido de agua superior al 80% y por ello tienen un valor energético bajo, pero con un elevado valor nutricional, pues aportan vitaminas como A, C, riboflavina o niacina; y minerales como calcio, fósforo, hierro y potasio. Incluso se las ha considerado alimentos funcionales, pues contienen sustancias bioactivas como  compuestos fenólicos, carotenoides o antocianinas con propiedades antioxidantes.

Existen más de 55 especies de flores comestibles conocidas, con multitud de aplicaciones y utilidades a nivel culinario, tanto en ensaladas y sopas como acompañando carnes blancas y rojas, pescados, pastas y arroces o en postres. Por ejemplo, de la amapola se utilizan sus semillas para aromatizar productos de pastelería y sus pétalos para vinos y aceites; el crisantemo confiere diferentes colores y sabor amargo a ensaladas y salsas; o el jazmín, de color blanco y sabor dulce, utilizado en platos de aves y pescados. Eso sí, todos ellos Realfooding 100%

Pero ¡cuidado! no todas las flores son comestibles. Existen algunas especies tóxicas como la belladona, la cicuta, la flor de adelfa, la flor de berenjena o la dulcamara, entre otras. A pesar de que no existe mucha regulación al respecto, en Europa se consideran alimentos tradicionales (EFSA Journal 2016;14(11):4590) y, como tales, para poder ser usadas en alimentación deben cumplir ciertas características en cuanto a su composición química y la forma de cultivo (libres de pesticidas, herbicidas y fertilizantes no orgánicos), además de ser inocuas microbiológicamente. En cuanto al uso de plaguicidas, las flores comestibles deben seguir el Reglamento (CE) n°396/2005 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de febrero de 2005 relativo a los límites máximos de residuos de plaguicidas en alimentos y piensos de origen vegetal y animal, el cual ha sido modificado por la EFSA en dos ocasiones para cambiar el nivel de residuo máximo de ametoctradina (fungicida) a 20 mg/kg y el de flonicamida (insecticida) a 6 mg/kg (EFSA Journal 2017;15(6):4869)

La imposibilidad de utilizar pesticidas y herbicidas, unido al carácter altamente perecedero de las flores comestibles, hacen que este producto tenga una vida útil corta y que durante su cultivo, preparación y envasado haya que cuidar hasta el mínimo detalle. La temperatura es uno de los factores que más afecta a la calidad de la flor, existiendo necesidades diferentes entre especies. En general, la refrigeración alarga la vida útil del producto, pero algunas especies pueden ser sensibles al frío. Otro factor a considerar es la reducción de la transpiración para evitar pérdidas por deshidratación. La alta relación entre la superficie y el volumen de la flor y la cutícula delgada de los pétalos, la hace altamente susceptible a la pérdida de agua. Así mismo será importante el envasado, que deberá ser rígido, similar al de las fresas y otros productos delicados y altamente perecederos.

Ya existen empresas que cultivan, preparan y envasan flores para uso en gastronomía. ¿Eres una de ellas? ¿Necesitas ampliar tu cartera de productos, mejorar el rendimiento de tu proceso, cambiar el envase o aumentar la vida útil de tu producto? En CARTIF podemos ayudarte, contáctanos.

Y, si no estás interesado en la florifagia a nivel empresarial, desde CARTIF te animamos a elaborar tu propio menú floral y a que disfrutes de él. ¡Buen provecho!

Alimentaria 2018

Alimentaria 2018

Para los que trabajamos en I+D+i en alimentación, siempre es interesante acudir a citas como la de Alimentaria y Hostelco, eventos de referencia internacional en el sector alimentario. Con 4.500 expositores de 70 países y cerca de 150.000 visitantes profesionales registrados, España se ha convertido nuevamente en un referente europeo como feria del sector. Con un gran éxito de convocatoria e internacionalización, en este encuentro, además de generar negocio, se han presentado las nuevas tendencias y apuestas para los próximos años en innovación, gastronomía y restauración.

Desde el punto de vista de la innovación, hay que pasar por Innoval, en la que se dieron cita 300 novedades y próximos lanzamientos de nuevos productos. Para cualquier investigador es una satisfacción encontrar ya en el mercado productos en los que se ha trabajado en el laboratorio. En el caso de CARTIF, este año estaban presentes algunos de nuestros clientes como Cecinas Pablo, con su nueva gama de snacks a partir de cecina de vacuno o Campofrío, con sus jamones curados con un 25% menos de sal, resultado de un proyecto realizado conjuntamente.

Entre los productos más atrevidos, arriesgados y divertidos, las croquetas de gin-tonic de Maheso, el bocadillo de calamares de Pescanova listo para consumir, la conserva de pescado con aloe vera de Vixvital, el bizcocho impreso en 3D de Dulcesol, la pizza de chocolate de Telepizza, las pajitas comestibles de Sorbos, o la copa de plástico con vino de One Glass Wine. Todos ellos reflejan la importancia de la I+D+i aplicada a la alimentación para conseguir productos distintos que satisfagan a un público consumidor cada vez más exigente.

Pero, además de las ofertas más llamativas y originales, Alimentaria 2018 ha confirmado la tendencia de los últimos años de las empresas por ofrecer productos más saludables con reducción de azúcares añadidos, grasas saturadas y sal: platos precocinados, salsas, lácteos, bebidas de cereales, yogures, smothies “bio” «con» y “sin”, loncheados para vegetarianos (0% de carne) o nuevas formulaciones que incluyen los comúnmente llamados «superalimentos» (chía, chlorella, spirulina, kale, lúcuma, maca…). A esta tendencia se une la gran variedad de snacks (cárnicos, vegetales, de frutas, leguminosas o turrón) que se están introduciendo en el mercado con gran rapidez.

Por otro lado, en las numerosas jornadas, congresos y charlas realizadas en Alimentaria 2018, se han compartido experiencias llevadas a cabo en grandes proyectos de investigación nacionales e internacionales, en las que se ha resaltado la gran variedad de líneas de actuación y la fuerte colaboración entre empresas y centros de investigación. En Alimentaria 2018 destaca la importante apuesta y esfuerzo por parte de las empresas en el desarrollo y lanzamiento de nuevos productos encaminados a mejorar los perfiles nutricionales en sus formulaciones.

La preocupación de los consumidores por la salud en relación con la alimentación hace imprescindible trabajar en la realización de estudios de intervención y elaboración de ensayos nutricionales sobre alimentación personalizada con el fin de establecer una relación dieta y salud enfocados a los tres diferentes grandes grupos de población: infantil, adulto y tercera edad.

Dentro de este campo, en CARTIF estamos participando en grandes proyectos como PRIMICIA, METASIN, PROGRESO o NUTRIPRECISIÓN. En todos ellos trabajamos para mejorar los productos y adaptar las condiciones de procesado a las nuevas formulaciones con el fin de satisfacer las reglamentaciones actuales y, por supuesto, las necesidades y exigencias marcadas por los consumidores.

Industria alimentaria: obligada a mejorar la composición de alimentos

Industria alimentaria: obligada a mejorar la composición de alimentos

La alimentación es un tema estrella, no cabe duda. Una buena alimentación es aquella en la que se combina de manera apropiada nutrientes y alimentos, lo que permite un buen estado de salud.

Sin embargo, los desórdenes en la dieta son, actualmente, un auténtico reto para la salud pública. Las crecientes cifras de obesidad y de enfermedades relacionadas con la alimentación en España y en el resto de Europa, han impulsado que las administraciones públicas relacionadas con la nutrición y salud, desarrollen acuerdos con la industria alimentaria.

La Industria de Alimentación y Bebidas, el primer sector industrial de nuestro país, con una facturación de más de 98 M€ y con unas importantes expectativas de crecimiento, se enfrenta ahora a nuevos paradigmas y retos en política alimentaria y de nutrición.

Las nuevas exigencias del consumidor y las tendencias en materia de salud han impulsado la generación de un plan para mejorar la composición de alimentos y bebidas por parte del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSSI) a través de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) con la adhesión, de manera voluntaria, de más de veinte asociaciones sectoriales que representan a 500 empresas del sector.

El Plan de colaboración para la mejora de la composición de alimentos y bebidas y otras medidas 2017-2020, como así se ha denominado, está alineado con la política de reformulación que impulsa la Unión Europea a través de varios marcos creados dentro del Grupo de Alto Nivel sobre nutrición y actividad física con los Estados miembros, en el que se establecieron grupos de alimentos y sectores prioritarios.

El PLAN, recoge los compromisos de reformulación de los sectores de la fabricación y distribución para más de 3.500 alimentos y bebidas de consumo habitual en niños, jóvenes y familias en relación a la reducción de azúcares añadidos, sal y grasas saturadas.

La reformulación consiste en mejorar el contenido de ciertos nutrientes seleccionados de los alimentos sin que esto conlleve a un aumento del contenido energético ni de otros nutrientes, manteniendo la seguridad alimentaria, sabor y textura para que el producto siga siendo aceptado por los consumidores.

Entre los compromisos más destacables, se encuentran las siguientes medidas que se llevarán a cabo en un plazo máximo de 3 años sobre 13 grupos de alimentos:

  • La reducción de azúcares añadidos hasta en un 18% en salsas tipo kétchup o tomate frito, del 10 % en productos lácteos, bebidas refrescantes, derivados cárnicos, cereales de desayuno infantil y néctares de frutas y de un 5% en bollería y pastelería, galletas, helados y panes especiales.
  • La reducción de sal, hasta en un 16% en derivados cárnicos y en salsas, de hasta un 13,8 % en aperitivos salados, 10% en el caso de platos preparados y de 6,7% en cremas de verduras.
  • La reducción de grasas saturadas en un 10% en el caso de platos preparados y aperitivos salados y un 5% en bollería, pastelería y galletas.

Puede consultar la tabla del plan de colaboración aquí.

El compromiso de la Industria Alimentaria para la reformulación de determinados alimentos lleva asociada una importante labor de innovación para la identificación de nuevas materias primas e ingredientes, creación de nuevas fórmulas y procesos de elaboración con el fin de lograr productos acordes a las especificaciones sensoriales y de calidad que el consumidor espera, temas en los que en CARTIF hemos trabajado intensamente con un gran número de empresas del sector.

Por otra parte, dentro de este PLAN también se han incluido acuerdos con sectores como el de la restauración social o catering, con el que se han adquirido compromisos como el incremento de la oferta de menús o comidas más saludables, con un aumento de la oferta de platos que incluyan hortalizas y verduras, mayor presencia de carnes magras y pescados acompañadas de guarniciones de hortalizas, verduras y/o legumbres y minimizar la oferta de platos precocinados fritos. La elaboración de los platos se realizará con plancha, cocción y horno y se evitarán los sofritos o salsas. Se fomentará el aceite de oliva como mejor opción de aliño. El pan será integral y la opción principal de postre será la fruta de temporada.

Respecto a la restauración moderna, se han adquirido compromisos relacionados con la reducción de la cantidad de azúcar contenida en sobres monodosis al 50% y del 33% en los de sal, así como la utilización de leche baja en grasa en los servicios de desayuno.

Por último, el sector de la distribución automática o vending, se compromete a reducir la dosis máxima de azúcar que se añade a las bebidas calientes, a incrementar el número de alimentos equilibrados, agua y bebidas refrescantes sin azúcares añadidos del total de productos y bebidas incluidos en la máquina.

Así, se pretende, que los distintos sectores trabajen de forma sinérgica para contribuir a una alimentación más equilibrada y con calidad nutricional. El PLAN quiere fomentar la I+D dirigida a crear productos más saludables, potenciar la colaboración de las empresas y favorecer la coordinación de estas medidas con las administraciones, así como impactar en la cesta de la compra desde el punto sanitario y social e impulsar buenas prácticas para mejorar la dieta desde el punto de vista nutricional. A través de todas estas medidas, se pretende además contribuir a mejorar la base científica y recopilar datos que impulsen estas iniciativas y su seguimiento a nivel europeo.

Estas actuaciones, sin duda, suponen un avance y podremos encontrar productos con una composición mejorada respecto a los actuales (al menos en determinados nutrientes). Sin embargo, es necesario seguir dando pasos por parte de todos los actores implicados en promover la salud y reducir la aparición de enfermedades relacionadas con la alimentación creando nuevas estrategias.