Recomendaciones del chef

Recomendaciones del chef

Existe un restaurante en Japón que obliga a sus clientes a pagar una multa en caso de dejar un solo grano de arroz en el plato. Se trata del restaurante Hachikyo, especializado en mariscos, que ofrece un plato, el tsukko meshi, consistente en huevas de salmón sobre una cama de arroz blanco. El restaurante informa a quiénes pidan este plato: “Las condiciones de trabajo de los pescadores son duras y peligrosas. Para mostrar nuestra gratitud y aprecio por la comida que ofrecen, está prohibido dejar un solo grano de arroz en el plato. Los clientes que no terminan su tsukko meshi deben dar su donación”

Este tipo de medidas tomadas por algunos restaurantes en diferentes partes del mundo, pretenden hacernos conscientes del desperdicio alimentario en el sector de la restauración, donde en el caso de España se llegan a tirar 63.000 toneladas de comida al año, un desperdicio que cuesta 255 millones de euros.

Un 21% del desperdicio en un restaurante se debe al deterioro de los productos, un 45% a la fase de preparación de la comida y un 34% se queda en los platos de los comensales (WRAP. 2013. “Overview of Waste in the UK Hospitality and Food Service Sector”).

Un restaurante que desee disminuir la cantidad de alimentos que tira a la basura tendrá, en primer lugar, que identificar en qué puntos se está desperdiciando. Una mala gestión de las compras o el mal almacenamiento y conservación de los productos, pueden derivar en grandes pérdidas de producto, económicas y de recursos (coste de la mano de obra que prepara comida que luego va a tirarse, energía desperdiciada en la preparación, conservación, etc).

Las prácticas de elaboración en el restaurante pueden ser un punto de mejora para disminuir la cantidad de alimentos que se tiran a la basura. Pelar, trocear, limpiar, cortar… son procesos de elaboración en los que la cantidad de producto que se tira puede ser muy importante si no se hace de manera eficiente utilizando los utensilios adecuados.

En cuanto al desperdicio asociado a las sobras que los clientes dejan en el plato, son el signo más evidente del despilfarro alimentario. Raciones demasiado grandes, guarniciones que no son consumidas deben ser una señal para que el restaurante tome la iniciativa y presente al cliente algunos cambios que, por otro lado, pueden ser muy atrayentes para un cliente concienciado, como por ejemplo:

  • Presentar en la carta diferentes tamaños de raciones, (ración entera, media ración, miniplatos, raciones para niños, etc)
  • Informar a los clientes del tamaño de las raciones antes de su elección.
  • Acompañar la carta del restaurante de fotos de los platos para que el cliente se haga idea del tamaño de las raciones.
  • Las guarniciones son un punto importante en el desperdicio. Se puede estudiar qué guarniciones son las que más dejan los clientes para proponer cambios. Un restaurante puede estar poniendo el mismo tipo de guarnición en diferentes platos, que al final un cliente va a dejar. O en el caso de guarniciones demasiado “elaboradas” en las que el cliente no sabe si son parte del plato o se han puesto como decoración.  Una opción podría ser servir la guarnición aparte y que el cliente se sirviera la cantidad que fuera a consumir o prescindir de ella.
  • En muchas ocasiones el cliente prescinde del postre a sabiendas de que no va a terminarlo, cuando posiblemente le apetecería probar una pequeña porción. Una solución podría ser ofrecer “minipostres” o “miniraciones”.
  • Uno de los alimentos que más se desperdicia en los restaurantes es el pan. En muchas ocasiones el servicio de pan incluye una ración individualizada, cuando el consumo de pan varía mucho de un cliente a otro, o del plato que se consuma. Se puede servir el pan en un cestillo en porciones pequeñas que el cliente consumirá en función de su apetito.

En los restaurantes tipo buffet el desperdicio por parte del cliente es mucho mayor, pues el cliente tiene acceso a un consumo ilimitado de comida, que fomenta el despilfarro de manera importante. En este tipo de establecimiento también se pueden llevar a cabo medidas que disminuyan el desperdicio como:

  • Utilizar platos y utensilios más pequeños en el momento de que el cliente se sirva, para que las raciones sean más pequeñas. No se limita la cantidad que el cliente puede consumir, pero los platos grandes fomentan que el cliente se sirva mucha comida en un principio que luego acabará en la basura.
  • No utilizar bandejas, porque incentivan a que el cliente se sirva gran cantidad de comida y diferentes platos que en muchos casos no terminará de consumir.
  • En algunos restaurantes ya hay carteles de sensibilización frente al problema del despilfarro, en los que se aconseja servirse la cantidad de comida que se vaya a consumir.

En otros países, para disminuir este despilfarro muchos restaurantes ofrecen a sus clientes un recipiente conocido como “doggy bag en el que se pueden llevar las sobras del plato. En España esta costumbre hasta ahora no ha tenido mucha aceptación por la vergüenza de los clientes a pedir las sobras, pero esta tendencia está cambiando gracias a clientes concienciados y preocupados por el desperdicio alimentario, y cada vez son más los restaurantes que ofrecen su propio doggy bag. La compañía cervecera San Miguel lanzó en 2012, en colaboración con restaurantes de Madrid y Barcelona la campaña “No lo tiro”, en la que animaban a los consumidores a pedir las sobras del plato.

Incluso existen restaurantes cuyo menú está elaborado únicamente con sobras, utilizando alimentos perecederos de supermercados o excedentes de granjas y huertas cercanas.

El sector de la hostelería presenta muchas oportunidades de mejora en este sentido, y entre gestores de restaurantes y clientes se puede conseguir de una manera importante reducir el desperdicio alimentario.

Ya están aquí…

Ya están aquí…

Entomofagia. Así es como se denomina el consumo de insectos por los seres humanos. Se calcula que más de 2.000 millones de personas de todo el mundo incluyen insectos en su dieta diaria pero, hasta ahora, esos paladares no eran europeos. Entre los más consumidos están los escarabajos, orugas, abejas, avispas y hormigas. No quiero ser portadora de malas noticias pero, hace unos meses, con la publicación del Reglamento (UE) 2015/2283, cayeron las barreras legislativas que lo impedían en Europa así que, como en Poltergeist …ya están aquííí!!!!

Hasta la fecha, un “nuevo alimento” o “novel food ha sido todo alimento o ingrediente alimentario que no había sido utilizado en una medida importante para consumo humano en la UE antes del 15 de mayo de 1997. En el contexto del Reglamento 258/1997, se han autorizado alimentos con hongos o algas (aceites de microalgas ricos en DHA), alimentos producidos con tecnologías emergentes (zumos de frutas sometidos a alta presión), alimentos típicos consumidos fuera de la UE (semillas de chía), etc. Los procedimientos de autorización de un nuevo alimento suponían una auténtica demostración de tesón y perseverancia humana, ya que siendo optimistas, estaríamos hablando de procesos de al menos tres años y medio de duración. Aun así, desde 1997 hasta comienzos del 2015 se han presentado unas 180 solicitudes de autorización (7-10 al año) en toda la UE, que han permitido el uso de unos 90 nuevos alimentos.

Desde luego, no me extraña que en un Reglamento publicado hace casi 20 años nadie pensara en la posibilidad de incluir una categoría para que el consumo de insectos pudiera autorizarse en Europa como novel food. De hecho, al no estar contemplados por la legislación, pasa como hoy en día con LinkedIn: si no estás, no existes. Esta situación no es más que el reflejo de una realidad con la que nos encontramos a diario: el desfase entre el avance tecnológico y los aspectos legales provocan situaciones de conflicto que terminan limitando la investigación y desarrollo de nuevos alimentos. Con el nuevo Reglamento se espera que las empresas puedan comercializar más fácilmente alimentos innovadores en la Unión Europea, manteniendo siempre un elevado nivel de seguridad alimentaria. Para ello, se ha simplificado el proceso de autorización de un nuevo alimento y se han introducido disposiciones sobre la confidencialidad de la información presentada y la protección de datos tras su autorización.

Para la FAO, en el consumo de insectos, todo son ventajas como podemos ver en la siguiente tabla.

Pero no puedo terminar así. Por favor, alguien tiene que decirle a la FAO que los insectos serán muy buenos pero que nos dan un ASCO horrible!!! Seguramente no soy la única a la que casi le da un infarto cuando me cae un bicho encima, así que imaginad qué pasaría si lo tengo de primer plato. Soy consciente de que en los próximos años seremos testigos de un cierto despliegue para crear esa cultura de la entomofagia que hoy por hoy nos falta. Ya estoy viendo a los mejores chefs creando recetas y menús para deleitarnos con los nuevos sabores de los insectos, o a la industria alimentaria lanzando sabrosos y nutritivos snacks para el almuerzo de los niños, o la respuesta de tu madre (seguidora acérrima del canal de los chefs) cuando tu padre le pregunte…Mari, ¿qué hay de cena?…

La patata deforme

La patata deforme

“No te fijes en la apariencia, la belleza está en el interior”.  Todos hemos oído esta frase alguna vez y así nos la han enseñado en casa. Pero, hablando de frutas y verduras, la realidad dista mucho de estos buenos deseos.

Alrededor de un 30% del problema del desperdicio de alimentos corresponde a la etapa de la producción primaria y una de sus causas principales es el descarte de aquellas frutas y verduras que no cumplen con los estándares de calidad impuestos por el mercado. Por ejemplo, el 20% de las patatas producidas en las explotaciones suecas se descarta debido a los estándares de calidad (Mattson et al, 2001). Es cierto que muchos de estos productos acaban en otras industrias, como la de los piensos, pero otros acaban en los campos sin recolectar o desperdiciados. Si no fuera porque son “la fea del baile”, podrían llegar al consumidor ya que tienen las mismas características nutritivas y sensoriales.

Desde este punto de vista, han surgido en algunos países diferentes iniciativas que pretenden contribuir a la reducción del desperdicio alimentario comercializando estas frutas y verduras “defectuosas” que no encajan en los estándares de calidad marcados.

En 2014, Año Europeo Contra el Desperdicio Alimentario, la cadena francesa Intermarché lanzó en sus supermercados la iniciativa Fruits et Légumes Moches”. A través de una potente campaña de publicidad y un 30% de reducción en el precio de los productos, pusieron a la venta estas frutas y verduras “feas” que no solemos encontrar en los supermercados. Además, ofrecieron en los mismos supermercados sopas y zumos elaborados con estos vegetales, para hacer ver a los consumidores que estos productos pueden ser tan buenos como cualquier otro. La campaña fue un éxito y consiguieron vender 1,2 toneladas en un par de días.

Otros supermercados como Tesco y Sainsbury (Inglaterra) han empezado a ofrecer estos vegetales en sus supermercados con el objetivo de incitar a su consumo y reducir el desperdicio. Asda, la segunda cadena de hipermercados más importante del Reino Unido, ha puesto a la venta en sus centros la caja de verduras “imperfectas” por 3’50 libras, lo que supone un ahorro del 30% con respecto a las verduras estándar que se exponen en los lineales.

En Alemania, dos mujeres han lanzado una campaña de crowfunding para promover entre los consumidores los beneficios de consumir verduras “defectuosas”, trabajando directamente con agricultores locales y supermercados que los desechan. Elaboran platos vegetales que después venden en un café, etiquetándolos como Culinary misfits.

Pero los estándares de calidad no son la única causa de que la producción primaria concentre gran parte de los alimentos que se desperdician. Un manejo inapropiado de las cosechas y la elección inadecuada de las variedades que se cultivan pueden traducirse en producciones de calidad inferior que generarán pérdidas en el momento de la selección.

Falta de recursos adecuados en el almacenamiento y transporte (cámaras frigoríficas) o daños mecánicos debidos a manipulaciones múltiples, pueden incrementar los daños de los productos perecederos como las frutas y las verduras.

Para reducir esta cantidad de desperdicio se están realizando mejoras técnicas en las primeras fases de producción, nuevas tecnologías post-cosecha: nuevos silos, protección del cereal almacenado frente a plagas, nuevos materiales de almacenamiento y control de la temperatura.

Todas estas mejoras han de adaptarse al lugar donde van a aplicarse y ser asequibles con respecto a las condiciones locales. A menudo unas soluciones sencillas y económicas en materia de transporte, elaboración y embalaje pueden reducir el nivel de pérdidas y desperdicio en los países en desarrollo (Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas, 2005; FAO 2011b).

En este sentido trabaja la Fundación Postharvest Educacion Foundation, realizando en diferentes países del mundo proyectos de asesoramiento técnico y formación sobre la post-cosecha para pequeños agricultores en países en desarrollo. Además, facilita el acceso a herramientas y equipos básicos post-cosecha para uso en investigación aplicada y mejora de las prácticas en el campo.

Para luchar contra el desperdicio del sector pesquero, la organización francesa “La Panier de la Mer” trabaja con diferentes lonjas, donde recoge el pescado que no se ha vendido o no puede venderse e iría destinado a la basura. Este pescado es transformado en filetes o congelados y distribuido por diferentes asociaciones de ayuda alimentaria.

“Ni un pez por la borda” (Fish Fight), ha trabajado en la lucha contra los descartes en el mar, presionando a los políticos para buscar criterios más sensatos (en 2015 la UE impuso el final de la política de descartes por la borda). Actualmente su lucha se centra en el fin de la pesca de arrastre de profundidad y el fomento de la pesca artesana, buscando una producción sostenible con el medio ambiente y evitando las pescas masivas que aumentan el desperdicio.

Estas son sólo algunas de las muchas iniciativas en marcha que pretenden cambiar el sistema productivo en el que vivimos y consumimos, el que debemos cambiar entre todos para conseguir un modelo que pueda alimentar a la población mundial de manera justa y sostenible con el medio ambiente.

Marzo con lluvias, buen año de alubias

Marzo con lluvias, buen año de alubias

2016 ha sido declarado por la ONU como “Año Internacional de las Legumbres”.  El objetivo es concienciar sobre los beneficios de su consumo, promover su producción y comercio y fomentar usos más inteligentes en toda la cadena alimentaria.

Está claro que queremos comer mejor. Más sano, más natural, más productos de origen vegetal y hasta más sostenible. Está claro que sabemos lo que implica para la salud el consumo de determinados nutrientes como la fibra dietética; que es beneficiosa para la salud, pues interviene en la función intestinal, el control de peso, reduce el riesgo de padecer determinadas enfermedades coronarias y diabetes tipo II. O las, tan de moda, proteínas (y mejor aún si son de origen vegetal) y su función estructural en el organismo. Queremos ingerir vitaminas, minerales y compuestos bioactivos que nos ayudan a prevenir enfermedades, a tener buena salud e incluso a retrasar el envejecimiento celular. Por otra parte, conocemos las bondades de seguir la Dieta Mediterránea; rica, variada y saludable en la que se incluye el consumo de nuestros productos más típicos y una forma de cocinar.

Sin embargo, a pesar de que tenemos todos estos conocimientos, de acuerdo con los datos recientemente publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo de comida rápida en España ha aumentado en los últimos años y, peor aún, se prevé que aumente hasta un 50% más en los próximos cinco años.

Pero… consumidores, ¡estamos de suerte! Tenemos a nuestro alcance pequeños paquetitos con todos esos nutrientes que estamos reclamando. Se llaman legumbres y son consideradas alimentos sin gluten y funcionales, por el hecho de que ejercen un efecto positivo tanto en determinadas funciones metabólicas como sobre la tasa de colesterol, el índice glucémico, reducen la acumulación de lípidos en el organismo, favorecen el tránsito intestinal y pueden prevenir la aparición de determinados tipos de cáncer, osteoporosis, enfermedades cardiovasculares o diabetes. Además de todo esto, se venden en el supermercado y tienen un precio muy asequible.

Sin duda, las leguminosas deberían ser una parte importante de la dieta porque son una gran fuente de proteínas y carbohidratos. El contenido medio de proteínas de las legumbres varía entre 17 y 40 %, bastante más elevado que el de los cereales (3-7 %) y son consideradas proteínas de alto valor biológico y aproximadamente igual que el contenido de proteínas en la carne. También son ricas en hidratos de carbono complejos, incluyendo cantidades importantes de fibra dietética (9-27 %) y un bajo aporte de grasa.

Por otra parte, las leguminosas tienen gran importancia desde el punto de vista del mantenimiento del ecosistema agrícola debido no sólo a la superficie que ocupa su cultivo a nivel mundial, sino también a la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico aumentando la fertilidad del suelo y reduciendo el uso de fertilizantes nitrogenados. La huella de desperdicio (huella de carbono + huella hídrica) de los cultivos de leguminosas es inferior a la de otros cultivos, lo que fomenta la sostenibilidad y colabora en la mitigación del cambio climático. Y por último, y no menos importante, las leguminosas son aún más importantes en países en vías de desarrollo por su buen almacenaje y su bajo coste.

Sin duda, las legumbres son parte esencial en muchas dietas del mundo incluida la mediterránea. No en vano en la nueva pirámide nutricional, el consumo de leguminosas recomendado es de, al menos, 2 raciones a la semana. También en la nueva pirámide se destaca el consumo de productos tradicionales, locales y respetuosos con el medio ambiente como son las legumbres.

Por todas estas razones, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha proclamado el 2016 Año Internacional de las Legumbres. Sin embargo, a pesar de su importancia y de que el cultivo de legumbres se ha incrementado en un 20 % en los últimos 10 años (principalmente por la demanda en alimentación animal), su consumo ha disminuido en favor de otras fuentes proteicas como la carne. Este descenso obedece a motivos sociales y culturales; desde nuestro rápido ritmo de vida (cada vez cocinamos menos), a una percepción de las legumbres como “comida de pobres”, o incluso el rechazo a su consumo porque producen flatulencia.

Retos en innovación para favorecer el consumo

Está muy claro: la industria alimentaria está obligada a innovar para satisfacer esta demanda a través, tanto de la elaboración de platos preparados de calidad y que cumplan con un buen perfil nutricional, como de productos finales en los que se incorporen leguminosas como ingrediente principal, por ejemplo, en forma de harina.

Las harinas de leguminosas son una buena alternativa para incrementar el consumo de legumbres, en especial en niños. Con un valor nutricional apreciable, un buen contenido de fibra, y sin gluten, estos ingredientes sólo necesitan un poco de imaginación, un poquito de tecnología y ganas de investigar para conseguir muy buenos productos con forma de pan, galleta, pasta o snack.

Con la comida no se juega

Con la comida no se juega

Nos gusta la comida y nos gusta comer. La gastronomía está de moda. Nos inundan todo tipo de programas y canales de TV dedicados a la cocina. Utensilios que antes solo usaban los cocineros profesionales llegan a nuestros hogares.  Abundan los blogs de recetas y críticas culinarias, incluso programas dedicados a revelarnos la ciencia de los alimentos o cómo se fabrican. Podemos hacer nuestra propia cerveza, vino o queso en casa o comprarnos una panificadora. Cualquiera de nosotros tenemos acceso a todo tipo de ingredientes para poder emular a nuestros chefs favoritos. Entonces, ¿cómo podemos explicar que cada año se tiren toneladas de alimentos a la basura?

De este punto parte el argumento de la película Just eat it, un documental de 2014 en el que se intentan desgranar las causas del actual problema mundial del desperdicio alimentario.

Actualmente, todos los grupos de expertos, científicos y organismos oficiales coinciden en señalar las pérdidas y desperdicio alimentario (PDA) como uno de los grandes problemas de nuestro planeta, al que tendremos que dar solución inmediata debido a sus implicaciones éticas, ambientales, sociales y económicas.

Si 800 millones de personas en el mundo pasan hambre, si 3 millones de niños mueren de hambre cada año  mientras tiramos toneladas de alimentos, algo no está funcionando bien. Este es el primer hecho que nos alarma y nos hiere moralmente en cuanto a las PDA, pensando en cuantas personas podrían alimentarse con la comida que tiramos.

Pero existen otras preocupaciones y repercusiones asociadas al problema de las PDA, como las implicaciones medioambientales. La sobreexplotación de los recursos naturales en los procesos de producción, elaboración y distribución, como la salinización y la erosión de los suelos o el uso abusivo de las aguas fluviales y subterráneas, además de las externalidades debidas al uso de plaguicidas y fertilizantes químicos, como la contaminación del aire y el agua o problemas de salud para los trabajadores y los consumidores.

Los datos sobre la cantidad exacta de comida y alimentos que se desperdicia son de momento estimativos, pero la FAO calcula que actualmente tiramos un tercio de la comida que producimos, ¡¡un tercio!!, lo que equivale a aproximadamente 1.300 millones de toneladas. Y esto sucede en todas las fases de la cadena, desde la producción primaria de los alimentos hasta su consumo en los hogares.

Los motivos para este desperdicio son muchos. Falta de infraestructuras adecuadas en el almacenamiento de los productores, mala gestión durante el transporte, altos estándares de mercado (frutas y verduras como una apariencia “imperfecta” o “fea” son desechadas), tamaño excesivo de las raciones en restaurantes, falta de planificación en la compra por parte del consumidor, etc…

Es cierto que gobiernos, instituciones y grupos de ciudadanos se están empezando a preocupar y a lanzar iniciativas para cambiar esta situación, pero es necesario que todos los actores implicados vayamos en la misma dirección y empecemos a actuar de manera inmediata. El documental Just Eat it nos puede valer como punto inicial de referencia.

Flexitariano, millennial o foodie

Flexitariano, millennial o foodie

Si aún no has decidido cuál va a ser tu tendencia alimentaria para 2016, aquí te damos algunas pistas.

Cuando un año se cierra, son habituales los estudios que predicen las tendencias en cualquier sector. En la industria alimentaria, las listas que se publican sobre lo que “se llevará en la próxima temporada” se han convertido en una tradición. Conocer las tendencias que darán forma a los mercados mundiales resulta básico, ya que nos permitirá conocer qué alimentos formarán parte de la dieta de los consumidores, las claves para formular nuevos alimentos, la tecnología necesaria para su elaboración, etc.

Utilizando como referencia los estudios realizados por consultoras especializadas en investigación y análisis de mercado como Mintel (Informe Global Food and Drink Market in 2016), Innova Market Insights, La Asociación de Comida Especial (Specialty Food Association) y los productos presentados el pasado mes de octubre en la Feria Anuga, es posible prever las corrientes saludables que irrumpirán con más ímpetu durante el 2016 o como diría mi madre “por donde irán los tiros”.

Sin lugar a dudas, el año 2016 se presenta cargadito de alimentos vegetales y ya no habrá excusas para no consumirlos porque nos los encontraremos en todo tipo de productos como infusiones, yogures, helados, etc.

Nuestra preocupación por la salud, la sostenibilidad o el bienestar animal provocarán que comamos menos carne, convirtiéndonos en una especie de vegetarianos a tiempo parcial, lo que se ha denominado con mucha gracia “flexitarianos” (hasta el momento, digamos que un flexitariano era aquella persona que se declaraba vegetariano hasta que aparecía en la mesa un exquisito plato de jamón de Guijuelo). Esto implicará el desarrollo tecnológico de productos que recuerden la textura de la carne, la búsqueda de fuentes alternativas de proteínas y procesos más respetuosos con los animales. Según los expertos, este será un escenario ideal para el despegue de los alimentos ecológicos en 2016, al estar considerados por los consumidores como un bien común en favor del planeta.

Demandamos “alimentos de verdad”, es decir sin procesar o alimentos sin conservantes, aromas artificiales o aditivos elaborados mediante las técnicas tradicionales que han existido durante siglos. En este sentido, del Clean Label que fue una tendencia clave en el 2015, pasaremos al Clear Label, es decir no solo perseguimos productos con menos aditivos artificiales sino que la etiqueta sea lo más clara posible. Además nos interesa conocer el origen de los alimentos, quién los hace, cómo los elabora, sus propiedades, etc. Durante el 2016 nos dejaremos cautivar por los alimentos con mensaje (food telling).

Crecerán las iniciativas que buscan convertir un desperdicio en productos de mayor valor añadido, aprovechándose por ejemplo alimentos que no cumplen con los estándares de mercado por color, tamaño, forma y que habitualmente son descartados y se buscarán alternativas para transformar los productos a punto de caducar.

Por otro lado, estamos siendo testigos de la generalización de los productos libres de alérgenos, sobre todo sin gluten. Cada vez es más frecuente el consumo de alimentos sin gluten en personas que no padecen la enfermedad celíaca simplemente porque piensan que son más saludables, así que a la industria alimentaria no le ha quedado otro remedio que responder a un consumidor que demanda productos de calidad, de producción sostenible y mayor surtido en este ámbito. Cada vez es más común que las marcas elaboren productos bajo el slogan triple free o que cumplen varias exigencias a la vez, por ejemplo un alimento sin azúcares, sin gluten y sin lactosa.

Durante el 2016 se renovará la imagen de los snacks, que irá ocupando posiciones como una opción de alimento saludable especialmente a la hora del desayuno y el almuerzo. Los consumidores ya conocen que todos los nutrientes no son iguales, así que optarán por productos con grasas saludables, fibra y fuentes de proteínas (especialmente guisante y quinoa). Se sospecha que la moringa sea el próximo “superalimento”, las hojas de brócoli el vegetal de moda y el mijo la última alternativa en grano.

Poco a poco estaremos inmersos en una nutrición cada vez más personalizada pero no solo en lo que se refiere a lo que le sienta bien a nuestros genes sino a nuestro estilo de vida. Los departamentos de marketing consideran que los millennials, muppies (millennial y yuppie) o foodies (amantes de la buena mesa o “cocinillas”) serán el futuro. Están al corriente que los millennials buscan alimentos naturales, elaborados de forma sostenible, los muppies todo tipo de alimentos que les aporten los nutrientes necesarios para afrontar el ejercicio físico y los foodies confían en los productos de marca propia.

Defraudar a los miembros de estos grupos puede traer graves consecuencias porque sus opiniones se difundirán como la pólvora a través de las redes sociales.

En el 2016, triunfarán los productos de fácil preparación como alimentos precocinados que solo requieren ser calentados en el microondas o tostador para ser consumidos y mucho mejor si son envases individuales (monodosis), ya que cada vez son más las personas que viven solas y las familias más pequeñas.

La cuenta atrás ha comenzado y en CARTIF seguiremos innovando en alimentación saludable. Ojalá el destino nos depare un año muy innovador.