«Divide et impera», consigna popular romana atribuida posteriormente a la figura del emperador romano Julio César. «Divide y domina» o más conocida como «Divide y vencerás», fue el fundamento estratégico sobre el cual se forjó el imperio romano (27 aC-476 dC). Casi nada. Acorde a la relevancia política y bélica de esta consigna, en el ámbito matemático, dio nombre a una de las ocho estrategias heurísticas clásicas de resolución de problemas junto a la codificación, organización, experimentación, analogía, introducción de elementos auxiliares, búsqueda de regularidades y suposición del problema resuelto.

La estrategia resolutiva en cuestión basada en fraccionar un problema en un conjunto de sub-problemas más pequeños, resolver estos sub-problemas, y combinar las soluciones. Es una metodología muy empleada en diversos campos científicos y que bajo diferentes nombres, teoremas, o métodos, como el método de integración por partes (calculo integral) o principio de los trabajos virtuales (resistencia de materiales), ha promovido la resolución de problemas complejos convirtiéndolos en múltiples problemas «fácilmente» resolubles.

Si por algo se caracteriza el mundo de la ingeniería es precisamente por este afán de transformar los problemas. Todos hemos oído alguna vez el chiste de cómo calcula un ingeniero el volumen de una vaca y cómo, frente a las funciones de aproximación a una superficie y su posterior integración que realizaría un matemático o la actuación de un físico empleando el principio de Arquímedes y metiendo la vaca en una piscina, el ingeniero daría su solución aproximando la vaca a una esfera.

En el campo de la ingeniería estructural, rama encargada del diseño y cálculo de elementos y sistemas estructurales para asegurar de antemano una respuesta estructural óptima (segura, resistente y funcional) aplica la mecánica de medios continuos, un modelo de cálculo super bonito en el mundo «académico» cuya aplicación en la vida real es muy «chunga». Por eso recurrimos al método de los elementos finitos, otro ensalzamiento ingenieril del «divide y vencerás», en el que la estrategia es convertir el medio continuo en un número finito de partes, «elementos», cuyo comportamiento se especifica mediante un número finito de parámetros en ciertos puntos característicos o «nodos». Comúnmente se llama a esto «simulación», aunque como mínimo debería ponerse el apellido de numérica.

Profesionalmente, trabajo en este campo para diseñar «cosas» de forma óptima. Pero cuando esas cosas son conjuntos de elementos configurables o catálogos de productos, y se quieren abarcar todas las opciones para ofrecer la mejor, podríamos hablar de la necesidad de desarrollo de aplicaciones de dimensionamiento o configuradores de cálculo de sistemas y productos. Pues bien, tras años trabajando en estos desarrollos para diferentes sectores, puedo decir, sin miedo, que desmembrar un proyecto entre los diferentes equipos de conocimiento sería el iceberg que nos deje congelados. Parece lógico pensar, que si estamos hablando del desarrollo de alguna aplicación de validación resistente de un producto configurable necesitemos quien conozca a la perfección dicho producto, con todas sus variantes y sus posibilidades, su terminología, su sentido, su coste y hasta su alma, si se me permite decir. Del mismo modo que se necesita, a ese nivel de conocimiento, alguien capaz de calcular y validar el producto en términos resistentes y funcionales y de quien sepa transformar, transcribir o visualizar adecuadamente esa validación numérica en alguna plataforma de fácil manejo. PUES NO, preparen los botes salvavidas. Una dosis de realidad difícil de digerir para un ingeniero y acérrimo defensor de los proyectos multidisciplinares como yo y de parcelar los problemas.

La experiencia profesional con sangre, sudor y lágrimas incluidas, ha mejorado nuestra concepción de la estrategia evitando estrategias sectoriales que dirigen el objetivo global, y en definitiva el producto, a un segundo plano. Y para entenderlo, nada más nuestro que esa conocida expresión de «zapatero a tus zapatos». ¿Sabéis de lo que os estoy hablando? ¿Aún no?

Esa compartimentación del proyecto es contraproducente frente a la detección temprana de errores, inevitables por otro lado y derivados de la falta de concepción y entendimiento entre profesionales (por ejemplo, los arquitectos y los ingenieros no hablan ni siquiera en la misma escala). Además relega las funciones del «experto» del producto a marcar las normas, reglas o rangos de consideración, lo cual parece bastante ilógico pues se aparta al experto del transcurrir del proyecto y claro, ¿Cómo detectamos los fallos?, y lo más importante ¿cuándo? en la evaluación final…o sea que seguimos, cual músicos del Titanic, hasta el final y luego ya veremos cómo nos trata el océanos de correcciones y versiones finales en la que nos veremos sumergidos por fallos e imprevistos que de unos derivan en la carga de trabajo de otros. Ahora sí sabemos de lo que estamos hablando, ¿verdad? Y esto sin entrar en las responsabilidades que también se han visto diluidas. Es culpa de…,Si me hubiese indicado que…

Es imposible ofrecer un servicio en este sentido, dirigido al desarrollo de una aplicación de verificación de cumplimiento de un producto configurable, si este no es concebido como un proyecto exclusivo de ingeniería de cálculo. O el todo incluido o «nada», y me refiero al verbo. Ahora bien, para obtener esta exclusividad, como ingenieros debemos comprender bien el producto, entender aspectos en los que quizá ni el cliente, con 30 años en el negocio, había tenido tiempo de pensar, debemos hacernos expertos y pensar. Es la única forma de afrontar con éxito un servicio de estas características. Aunque no quería usar el término holístico, por su uso indiscriminado, en este cometido encaja como un guante. Esa concepción del «todo», todo se debe considerar en todas sus partes, evitando interpretaciones, vorágines casuísticas, lecciones de bestialismo computacional o transcripciones y visualizaciones erróneas (el cliente nunca sabe lo que quiere hasta que lo tiene), pero sobre todo, el objetivo debe ser actuar en tiempo frente a posibles fallos.

¿Y dónde vamos a encontrar a alguien que quiera aprender, que plantee preguntas, que quiera mejorar el producto y el rendimiento de otras empresas, que tenga la capacidad para hacerlo, bien a nivel computacional o mediante técnicas experimentales o científicas y que encima pueda implementarlo en alguna plataforma para que su usabilidad, mejore por ejemplo, la competitividad de los diferentes departamentos técnicos y de ventas de otras empresas? ¿Te imaginas dar a un botón para obtener el trabajo semanal de un técnico?

Bienvenidos a CARTIF.

Norberto Ibán Lorenzana
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