En mi anterior post comentaba cómo los ecosistemas de innovación, si no están bien coordinados, pueden convertirse en auténticos semilleros de «des-tecnología». Esto sucede cuando los agentes que lo conforman no tienen claros sus roles o no persiguen un objetivo común. La falta de cohesión genera inconsistencia e ineficiencias que, aunque a veces no se perciban directamente, siempre terminan afectando a todos.
Por ello es esencial que organismos de investigación, centros tecnológicos, administraciones públicas, empresas y sociedad sepamos que cada uno desempeñamos una función en la cadena de valor del ecosistema de innovación tecnológica y que el objetivo único que se persigue es la generación de riqueza y prosperidad de las regiones, a través de la explotación de tecnologías.
La innovación tecnológica que crea prosperidad no es el resultado de la ciencia, la tecnología o el mercado por separado, si no de un engranaje bien sincronizado donde cada actor asume su responsabilidad con convicción y compromiso.
Es papel de la administración pública el engrasar el sistema de innovación impulsando iniciativas tecnológicas innovadoras que sustenten el cumplimiento de roles de cada agente:
Los organismos de investigación, siendo líderes en ciencia o investigación básica, la más cercana a la disrupción tecnológica. Se deberán de estimular el conseguir niveles altos de publicaciones científicas de alto impacto y asegurar unas largas carreras científicas en los organismos públicos de investigación nacionales, iniciadas en universidades con programas enfocados a demanda del sistema.
Los centros tecnológicos, siendo los agentes claves en innovación incremental (investigación aplicada), valorizando también la ciencia de los organismos de investigación y trabajando para su transferencia. Se deberá consolidar su posición con una apuesta clave, especialmente de los gobiernos regionales, que refleje el compromiso con este agente de transferencia y que acerque aún más los avances tecnológicos a las empresas y la sociedad.
Las empresas, siendo líderes de los procesos de innovación. Se deberá incentivar con bonificaciones y deducciones fiscales más atractivas para sus políticas de exploración, para la contratación de talento universitario que estimule la adopción de innovaciones tecnológicas en las empresas y permita cerrar el círculo con la valorización (uso o explotación) de la tecnología generada en el propio ecosistema.
Por último, al ciudadano no se le debe pedir si no recompensar con una política económica e industrial centrada en política de innovación, asentada y a largo plazo, con rutas alineadas con intereses generales de crecimiento y empleo y una balanza comercial que importe talento y exporte tecnología y no al revés.
Es papel de la administración engrasar y papel de todos generar hábitos de innovación en el ecosistema repitiendo una y otra vez el rol para que se nos crea, porque solo así conseguiremos crecer y evolucionar de manera ordenada y sostenible en el tiempo, construyendo un futuro en el que la tecnología no solo sea una herramienta, si no un motor de progreso colectivo.
En definitiva, cada palo debe aguantar su vela en este complejo ecosistema de innovación tecnológica. Si cada agente cumple su rol y se alinea con el objetivo común de generar prosperidad y riqueza a través de la tecnología, no solo evitaremos las ineficiencias que se sufren en silencio, si no que construiremos un sistema robusto, competitivo y sostenible.
La flor de loto tiene la capacidad de sobrevivir en entornos difíciles, como las zonas pantanosas, de ahí que sea frecuentemente asociada con los complejos procesos vitales que debe enfrentar el ser humano.
A la mayoría de los centros tecnológicos nos han dicho alguna vez frases del tipo «cuéntame tú y te digo si se adapta a lo que necesito» , «búscame una subvención y montamos un proyecto que se adapte» o «cuando lo tengas desarrollado y funcione, hablamos». Este tipo de frases no son más que una demostración de, en general, la baja cultura innovadora que tenemos en nuestro entorno, y de las inexistentes políticas estratégicas empresariales basadas en innovación.
Los centros tecnológicos somos agentes expertos en innovaciones incrementales, que nos debemos a las exigencias del mercado y que tenemos el objetivo de generar beneficio social y económico en los sistemas de innovación a los que pertenecemos. Somos, por tanto, agentes fundamentales para conseguir la prosperidad de las regiones dado que nuestra misión es utilizar la ciencia, transformarla en soluciones tecnológicas y transferirla al mercado para que se exploten y generen valor.
«Los centros tecnológicos somos agentes fundamentales para conseguir la prosperidad de las regiones»
Necesitamos que cada agente del sistema de innovación cumpla con su rol porque si cada agente opera libremente, en un mercado de competencia perfecta, donde la única variable que se percibe a considerar es el precio, se dan inconsistencias e ineficiencias que en muchos casos no se perciben en el corto plazo, pero en todos los casos se sufren en el largo. Así, los ecosistemas de innovación pueden llegar a ser verdaderos cultivos de «des-tecnología», de ·des-valorización» y en último término de «des-innovación» si cada agente no tenemos claro cuál es nuestra función y ámbito de actuación, si no operamos buscando monopolios de roles y si no se persigue un objetivo común como ecosistema por todos los agentes que participamos.
Sin entrar en quien fue antes, si el huevo o la gallina, hay numerosos ejemplos que demuestran la relación entre la competitividad y prosperidad de las regiones y la existencia de centros tecnológicos fuertemente enraizados, con un rol claramente definido y apoyados por el ecosistema:
Se trata de ecosistemas en los que se incentiva económica y fiscalmente la innovación, y en donde existe una verdadera cultura hacia el cambio buscando la prosperidad.
Ecosistemas que cuentan con una clara apuesta por parte de las administraciones públicas hacia la innovación, pilotando proyectos estratégicos basados en tecnología, invirtiendo en financiación basal para los centros tecnológicos y con monopolios de roles de cada agente que consigue la eficiencia del ecosistema.
Se trata de ecosistemas con tratamientos fiscales que incentivan la generación de océanos azules en el largo plazo y la compra de innovación tecnológica de sus propios agentes en el corto y medio plazo.
Son ecosistemas culturalmente avanzados que buscan la independencia tecnológica y por tanto la autonomía en la toma de decisiones.
Ecosistemas con redes de valorización de tecnología y conocimiento maduras y preparadas para la explotación de esos activos.
Ecosistemas que crean talento propio y atraen talento ajeno.
Conociendo, por tanto, las variables de entorno que afectan al establecimiento de un ecosistema de innovación adecuado: sostenible y próspero, es deber de todos los agentes que formamos los ecosistemas de innovación, luchar por conseguir entornos de innovación fértiles, bien dotados de recursos y cultura innovadora, que sirvan de agua y abono, y no pantanosos en los que cada agente nos tengamos que convertir en flores de loto buscando la supervivencia en un entorno en el que se compite en precios y nos aleja de buscar la prosperidad de nuestras propias regiones que es alcanzable únicamente aportando valor según nuestro rol.
La ‘innflación’ (innovación + inflación) es el fenómeno por el cual el aumento de la oferta de I+D no repercute en la reducción de su precio dado que existe una demanda estimulada hacia la adquisición de esa I+D.
Se trata del fenómeno que nos aleja de los sistemas de innovación apagados caracterizados por la reducción continuada de los precios al existir exceso de oferta y nos permite tener sistemas de innovación prósperos caracterizados por las relaciones de transferencia a largo plazo para que la I+D generada se transforme en innovación al explotarse con éxito.
Un sistema de innovación apagado, en el que no se da el fenómenos de la ‘innflación’, se caracteriza porque los recursos públicos destinados a la generación de oferta de I+D son gasto público, porque los agentes que generan esa oferta están estresados y compiten en un océano rojo en precio. Se trata de sistemas de innovación dependientes del exterior con bajos y decrecientes niveles de productividad caracterizados por la huida del talento.
«Sistema de innovación apagado. Sistema de innovación dependiente del exterior con bajos y decrecientes niveles de productividad caracterizados por la huida del talento.»
Se trata por tanto de implementar políticas duales de innovación que permitan sostener la oferta de I+D, pero también estimular la demanda de I+D para que los recursos públicos sean inversión y no gasto, se compita en valor creando océanos azules y no en precio, infravalorando la innovación, se cuente con agentes de I+D estimulados y eficientes, se utilice nuestra propia tecnología y se fomente nuestra independencia tecnológica, y repercuta sobre el incremento de la productividad, y la retención del talento.
La estimulación de la demanda de I+D debe realizarse con políticas sistémicas con una visión global y única que incluya:
Políticas fiscales de deducciones atractivas para estimular nuevos inversores en innovación.
Política industrial que permita aumentar los m2 de plantas productivas dotadas de tecnología propia (oferta de I+D generada).
Políticas de educación y empleo para crear y conservar el talento.
Política de comunicación e información para crear cultura, pero, sobre todo, disciplina de innovación.
Políticas de creación de empresas de base tecnológica a partir de la oferta de I+D generada.
La estimulación de la demanda permitirá mantener las relaciones de transferencia a largo plazo y un efecto positivo en los niveles de ‘innflación’.
¿Tenemos la oportunidad de hacer mejor (en todos los sentidos) nuestros alimentos?
Actualmente, uno de los factores directamente asociados con el riesgo de padecer enfermedades y con la mortalidad son las dietas no saludables. Estas dietas se caracterizan por un bajo consumo de frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, un contenido pobre en ácidos grasos esenciales, fibras y un alto contenido en azúcar, sal, grasas no saludables y aditivos. Estas dietas y la baja ingesta de nutrientes esenciales tienen todavía un mayor interés en grupos más vulnerables, despertando la necesidad de emprender un camino de cambio.
Como parte de la necesidad de hacer los sistemas alimentarios más saludables y sostenibles, se requieren dietas más saludables y sostenibles en las que los alimentos estén formulados de una manera más acorde a las recomendaciones nutricionales, a los gustos de los consumidores, más adaptados a los límites de los recursos existentes en el planeta, al avance y disponibilidad de la tecnología, todo ello dentro del marco de la regulación vigente.
La industria alimentaria se ha convertido en uno de los puntos centrales de la Agenda mundial de Desarrollo Sostenible debido a su contribución al PIB y a la importancia en el aseguramiento de la alimentación en países desarrollados y en desarrollo. En la necesidad implícita del compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), es necesario hacer verdaderos esfuerzos para asegurar la eficiencia en la industria alimentaria. Como parte de esta estrategia, la innovación representa un importante recurso de ventaja competitiva para el sector.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la reformulación es una estrategia crítica para lograr estos ODS y más aún, con la premisa de que estos alimentos tengan un coste accesible.
¡Vamos a ello!
La reformulación o la modificación de la composición o de la forma de procesado de alimentos y bebidas es la opción perfecta para mejorarlos, sustituyendo o eliminando aquellos componentes que pueden ser potencialmente críticos para nuestra salud o incrementando aquellos que aportan algún beneficio. La reformulación se apoya en las bases de la tecnología de alimentos, pero necesita de la innovación para dar ese pasito de los alimentos ya existentes hacia aquellos con un concepto más actualizado y global con las tendencias de salud y sostenibilidad.
Así, la innovación en el desarrollo de alimentos es crucial a la hora no solo de lanzar nuevos productos al mercado, sino también de mejorar y hacer más eficientes los procesos propios de la industria alimentaria y en su misión de satisfacer las necesidades de los consumidores.
Lo ideal, desde mi punto de vista, sería poner el foco en crear productos que contribuyan a una dieta saludable dentro del marco imperioso de las necesidades actuales y futuras de eficiencia de los procesos e integrando el uso de tecnologías que faciliten toda esta labor.
Así, la innovación en productos de alimentación y reformulación incluye la mejora desde el punto de vista nutricional; reducción de sal, de azúcar o de grasa, por citar algunos ejemplos más que conocidos, o la incorporación de ingredientes que incrementen su valor como fibra dietética, vitaminas y minerales.
¿Cuál es el punto de equilibrio y qué debemos tener en cuenta para innovar en reformulación de alimentos?
Primero, debemos poner el foco en cuál o cuáles son los aspectos a reformular para integrar en ese primer punto todos los factores mencionados. Realmente, son muchos los aspectos a tener en cuenta, pero vamos a recoger algunos de los más relevantes:
Aspectos tecnológicos: incorporación de ingredientes para enriquecer o reducción de ingredientes para mejorar el perfil nutricional, ingredientes para generar una funcionalidad dentro del producto (textura, viscosidad, conservación…) y la compatibilidad en la formulación con el resto de ingredientes, coste de producción (ingredientes, energía, agua), necesidad de un envasado especial, de una nueva tecnología.
Consideraciones organolépticas: mejora de perfil sensorial, de textura, de apariencia.
Tendencias de mercado: formatos, tamaños, incremento de vida útil, demanda específica de consumidores (alergias, intolerancias, etc.), demanda de sostenibilidad.
Otros aspectos: costes asociados, impacto sobre el medio ambiente, vías de comercialización, normativas aplicables, etc.
Como vemos, no cabe duda de que estamos ante una aventura compleja para integrar todos nuestros deseos en un solo producto.
En cualquier caso, y con el objetivo claro de a dónde queremos llegar, debemos tener en cuenta el tipo o tipos de ingredientes que vamos a utilizar en la reformulación, cómo afectarán desde el punto de vista tecnológico, la legislación que aplica al producto y los parámetros relacionados con la seguridad y vida útil, y por encima de todo, la aceptación sensorial por parte de los consumidores.
La industria alimentaria debe enfocar sus esfuerzos de forma alineada con las estrategias de salud y promover alimentos con mejor perfil nutricional, además de más sostenibles y competitivos. En este sentido, alinear todos los puntos que sustentan este cambio incluye la necesidad de innovar de una manera inteligente, basada en la evidencia científica con alimentos más saludables, más sostenibles y seguros donde el uso de la tecnología y la integración de la economía circular estén naturalmente presentes.
Allanar este camino entre la ciencia y el mercado es objetivo de CARTIF, en donde, desde el área de Alimentación trabajamos en la generación de propuestas de valor para la industria alimentaria, desarrollando alimentos saludables e innovadores que aúnen viabilidad técnica, rentabilidad económica y siempre a demanda del consumidor. De esta manera, también desde el área de Alimentación contribuimos al desarrollo sostenible en pro de favorecer una sociedad más próspera, con lo que mejor sabemos hacer: innovar.
Se entiende por esencia aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo que es permanente e invariable de ellas. Se entiende por esencia los caracteres invariables que hacen que una cosa sea lo que es y sin los cuales no lo sería.
La trayectoria de 15 años trabajando en un centro tecnológico me ha permitido darme cuenta y valorar la importancia que tiene el conservar la esencia por la cual se crean los Centros Tecnológicos (CCTT a partir de ahora).
Los CCTT según se conciben son las bisagras de la innovación al abrir y cerrar las oportunidades de los sistemas de innovación y al tener la misión de conectar los otros cuatro agentes de los sistemas: las administraciones públicas, los organismos de investigación, las empresas y la sociedad. Teniendo los centros ese papel tan relevante de unir ciencia y financiación con competitividad y valor, se necesita un fuerte y claro compromiso a largo plazo por todos los agentes para conseguir conglomerados de CCTT robustos en cuanto a su tamaño y disponibilidad de recursos e infraestructuras. Sin entrar en quien fue antes si el huevo o la gallina, hay numerosos ejemplos que demuestran la relación entre la competitividad y prosperidad de las regiones y la existencia de CCTT asentados que han sido capaces de conducir la ciencia hacia su explotación.
Los CCTT son esas entidades que deben afanarse por buscar la colaboración para valorizar los resultados y no para la generación de ciencia pura, son esas entidades que actúan de palanca para mover la cultura innovadora de las regiones alimentando de valor y de crecimiento a la sociedad. Son entidades que buscan la transferencia del conocimiento generando impacto. Se trata de los agentes claves para el apalancamiento de fondos dirigidos a aumentar la competitividad empresarial y en definitiva son los agentes que engrasan la rueda de la innovación para que se convierta en un círculo virtuoso de las regiones.
Lo que nos debe definir y diferenciar a los CCTT es el impacto que generamos en los ecosistemas industriales a los que pertenecemos, impacto medido desde un punto de vista económico y social. Es por ello que un Centro Tecnológico puro que conserve su esencia debe poder influir y modificar de manera incremental una tecnología y adaptarla a la resolución de un problema. Por ello, los CCTT deben centrar su estrategia de sostenibilidad y crecimiento en elegir sobre qué tecnología o tecnologías actuar para generar valor. La tendencia más habitual que desvirtúa el rol de un CT y lo aleja de su esencia, es centrar su estrategia en un sector. El sector no debe ser el medio si no el fin. No hay sectores estratégicos, si no tecnologías (si no, deberíamos llamarnos centros sectoriales, y no tecnológicos). Si conoces y controlas muy bien una tecnología, no tendrá impedimentos de pertenecer a la cadena de valor de ningún sector y podrás ser excelente en la tecnología y aportar valor a los ecosistemas implementándola, podrás tener la esencia de un centro tecnológico.
Los CCTT debemos encontrar, defender, y trabajar en mantener nuestro rol dentro de los ecosistemas industriales a los que pertenecemos, pero sobre todo en mantener la esencia por la cual existimos, trabajar para y por las empresas y la sociedad para la generación de valor, el crecimiento sostenible y la prosperidad. En definitiva, debemos trabajar para generar innovación porque solo así, conservaremos nuestra esencia.
CARTIF nace como muchos otros centros tecnológicos (CT), en el seno de un departamento universitario. En nuestro caso, nuestro Director General José R. Perán lo creó hace ya casi 30 años en el departamento de ingeniería de sistemas y automática de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad de Valladolid.
El centro va creciendo y evolucionando en conocimientos adquiridos, en número de investigadores que forman parte de él, así como en las instalaciones con las que va contando.
Es en el 2008 cuando yo entro en CARTIF, y me encuentro que el centro está inmerso en el proceso de implantación de un Plan de Marketing redactado por expertos en la materia con el objetivo de vender las tecnologías y conocimientos con los que contaba en aquel momento el centro a empresas identificadas en ese plan. En aquel momento el centro tenía una capacidad instalada orientada al mercado de casi un 50% de sus recursos. Es decir, la mitad de la plantilla estaba claramente enfocada hacia la transferencia. Con esa capacidad instalada se obtenía aproximadamente unos retornos de un 40%, es decir casi la mitad de los ingresos del centro procedían de facturación de empresas.
Con el «tocho» de plan de marketing, CARTIF se lanza al mercado, dedicando aún más recursos en intentar hacer transferencia, pero obteniendo prácticamente los mismos resultados… El crecimiento del centro estaba estancado y amenazaba ya la crisis de fondos públicos nacionales allá por el año 2011. El centro empieza a dedicar recursos al programa Marco Europeo, ante la previsión de escasez de fondos nacionales, convirtiéndose en el principal programa a partir del 2017-2018, momento en el que arranca la era de los kick-off, los work packages y el agobio porque el officer nos admitiera » el deliverable»… Los investigadores de CARTIF en aquella época solo tenían en su cabeza infodays, deadlines y reports… El nivel de estrés in crescendo por la exigencia en las justificaciones.
Unos años más tarde, concretamente el día 13 de marzo de 2020 cada persona de CARTIF salimos por la puerta con nuestros ordenadores y pantallas. Se iba a proclamar el estado de alarma, estábamos en una pandemia mundial por coronavirus… Los hospitales estaban colapsados, las residencias de ancianos blindadas, era una emergencia mundial. El mercado pedía a gritos ayuda… El mercado llamaba a la puerta…
CARTIF pone en marcha todo lo que está a su alcance como conocimiento y tecnologías. Se pone a fabricar los famosos EPIS (Equipos de Protección Individual) para sanitarios, a ceder equipos de esterilización,… Los investigadores se sienten orgullosos, quieren más, por primera vez en mucho tiempo no tienen que convencer al mercado, solo ofrecer lo que pide.
El centro vuelve a hacer click tras un periodo de confusión y la cultura de transferencia que siempre ha existido vuelve a aparecer, esta vez reforzada con la nueva subdirección general, recordando lo que somos: el agente que responde a las llamadas, y no calls, del mercado.
Porque los CCTT somos el agente que actúa de bisagra entre la ciencia y el mercado, tenemos que frenar la tendencia errónea de generar y luego transferir, propia de un organismo de investigación. Los centros tecnológicos debemos de interiorizar nuestro rol como agentes de innovación, haciendo que los investigadores se conviertan en tecnólogos, piensen en el mercado y se sientan orgullosos y felices de ayudar así al tejido empresarial y también como extensión natural a la sociedad.