Seis cuestiones más para saberlo todo acerca de los certificados de eficiencia energética
Aunque a primera vista los certificados de eficiencia energética exigidos a la hora de vender o alquilar una propiedad parecen resultar un lastre para el propietario, suponen una gran fuente de información para el futuro arrendatario o comprador de un inmueble. Para elegir un nuevo lugar de residencia o local no sólo debería importarnos el precio, la ubicación o el tamaño, sino también su demanda energética, y, por consiguiente, el gasto que nos generará en un futuro. Si nos preocupan tanto estos temas cuando compramos un coche o un electrodoméstico, ¿por qué no nos vamos a preocupar cuando se trata de un inmueble con una repercusión mucho mayor?
Estas son algunas claves para entender fácilmente qué supone tener o no este certificado:
¿Qué es?
El certificado de eficiencia energética es un informe, redactado por un técnico competente, que recoge una calificación global de nuestro inmueble basada en las emisiones de dióxido de carbono que estemos produciendo a través de la calefacción, agua caliente sanitaria, refrigeración e iluminación. Además, nos aporta información sobre la demanda energética proveniente de calefacción y refrigeración y el consumo de energía primaria. Al final del certificado se nos ofrecen una serie de indicaciones que podemos seguir para mejorar nuestra calificación y, consecuentemente, ahorrar en la factura.
¿Qué significa la calificación energética?
La calificación que obtendremos está graduada en una escala de la A (más eficiente) a la G (menos eficiente), que depende de nuestras emisiones de CO2. Esta graduación no es proporcional y, por ejemplo, la diferencia entre una calificación A y B es muy inferior a la existente entre una E o F, como se puede ver en la imagen.
¿Cómo se realiza?
Un técnico competente realizará una visita a la vivienda o local donde recogerá la información necesaria acerca de los cerramientos, la envolvente, nuestro sistema energético, de producción de agua caliente y, sólo en caso de los locales, la información referente a iluminación. Los datos se introducen en una herramienta validada por el Estado (CEX, CE3X, HULC o CERMA en el caso de España), desde donde se emitirá el certificado. Además deberá incluir por lo menos dos medidas de mejora de nuestra eficiencia energética.
¿Qué son las medidas de mejora de la eficiencia energética?
La herramienta de certificación energética obliga a introducir medidas de mejora, clasificadas en cuatro categorías: aislamiento, huecos, puentes térmicos e instalaciones. El técnico competente tendrá la labor de evaluar, tras los pasos anteriores, cuáles son las medidas más recomendables para aplicar en cada caso. Esto supone una auditoría energética de nuestro inmueble, que aporta información valiosísima para poder llevar a cabo una rehabilitación energética.
Certificación de vivienda frente a certificación de edificio completo, ¿qué es lo obligatorio?
Las certificaciones energéticas se pueden realizar tanto para edificios completos como para locales o viviendas individuales. Para edificios construidos de menos de 50 años de antigüedad (salvo especificación a nivel autonómico o municipal) no es obligatorio hacer certificaciones a nivel de edificio, por lo que lo normal suele ser que el propietario cuando tenga que alquilar o vender su vivienda o local encargue la certificación. Cabe destacar que sale más rentable una certificación conjunta del edificio que las individuales una por una.
Sin embargo, si nuestro edificio tiene más de 50 años o queremos solicitar una subvención, nos obligarán a realizar el IEE (Informe de Evaluación del Edificio) que especifica el estado de conservación, el cumplimiento de la normativa de accesibilidad y el grado de eficiencia energética de la totalidad del edificio. Y es obligatoria la certificación a este nivel en cualquier caso para edificios de nueva construcción.
¿Se pueden consultar los resultados en Internet?
Solamente los datos de la calificación general son accesibles al público. Por ejemplo, para Castilla y León se pueden consultar aquí.
Aunque la expedición de certificados de eficiencia energética no es una actividad de investigación propiamente dicha, se usan mucho para extraer la valiosa información que aportan al realizar auditorías y rehabilitaciones energéticas.
Los centros comerciales se inventaron en Estados Unidos en los años 20 del siglo pasado y son la versión moderna de los mercados históricos, integrando un conjunto de tiendas independientes, diferentes servicios y zonas de aparcamiento.
A lo largo de Europa podemos encontrarnos miles de espacios comerciales (representan casi un 30% del stock de edificios no residenciales) variando, entre otros criterios, sus funciones, tipologías, formas y tamaños. Actualmente, hay más de 6 millones de empresas representadas dentro de este sector, y alrededor de 30 millones de ciudadanos europeos que trabajan en el sector comercio.
Cada día aparecen nuevos centros comerciales para cubrir las necesidades tanto de los clientes como de los comerciantes. Pero estos nuevos centros no remplazan a los anteriores formatos, sino que se suman a las tiendas y comercios ya existentes.
Según el Consejo Internacional de Centros Comerciales (ICSC), un centro comercial es “un conjunto de unidades y áreas comunes, con una superficie bruta mínima de 5.000 m2 y que está planeado, construido y administrado como una única entidad.”
Los centros comerciales son percibidos, en muchos casos, como iconos de la sociedad de consumo, debido principalmente a su alta demanda energética, sus altas emisiones de CO2 y alta generación de residuos, por lo que es necesario acercar su configuración y funcionamiento a criterios de sostenibilidad para poder ayudar a lograr los objetivos marcados por Europa en términos de consumo energético y emisiones. Se puede decir, en términos generales, que los centros comerciales, debido a sus grandes demandas energéticas, tienen un gran potencial de ahorro energético, así como de reducción de emisiones, además de tener una gran influencia en las tendencias de moda y el estilo de vida de los clientes.
Mientras que en el sector residencial la energía consumida se usa principalmente para calefacción, agua caliente sanitaria y diferentes aparatos electrónicos, en los centros comerciales el consumo de energía proviene de una gran variedad de fuentes entre los que se encuentran la iluminación, ventilación, climatización, refrigeración para la conservación de alimentos y otros usos dependiendo de los servicios ofertados. Esta composición de consumo energético puede variar mucho de unos centros a otros dependiendo de los usos previamente indicados. Por ejemplo, la existencia o no de supermercados en su interior condiciona mucho el consumo relativo a la refrigeración para la conservación de los alimentos. Otro ejemplo claro son las tiendas de electrónica, donde el consumo debido a aparatos electrónicos es bastante superior al de otro tipo de tiendas que son más dependientes de la iluminación como tiendas de ropa o muebles.
La mayoría de los centros comerciales ya construidos tienen un gran potencial de ahorro energético, ofreciendo la posibilidad de mejorar en aspectos como iluminación, ventilación, mejoras en la envolvente, inclusión de sistema de gestión y control, etc. Sin embargo, hay unas barreras identificadas para alcanzar estos objetivos de reducción energética y no todo puede ser resuelto simplemente con la instalación de nuevas soluciones técnicas. Satisfacer a los clientes es la primera premisa en un centro comercial y los clientes no demandan de forma directa una reducción energética, sino variedad de productos y precios bajos, acceso mediante transporte público, parking y buena ubicación. Afortunadamente, la conciencia ambiental está abriéndose paso poco a poco, lo que es un factor muy importante para contar con la aprobación de las acciones asociadas a la eficiencia energética por parte de los clientes y de esta manera ser un factor positivo más a la hora de elegir dónde hacer las compras.
Actualmente existen una gran variedad de tecnologías convencionales e innovadoras y sistemas de control y gestión energética, con los que poder renovar los centros comerciales desde un punto de vista energético. Gracias a este tipo de actuaciones, se puede satisfacer la demanda energética de los centros comerciales con un menor consumo energético, a la par que se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. En CARTIF estamos trabajando en proyectos encaminados a la mejora de la eficiencia energética en edificios, entre los que se encuentran centros comerciales (proyecto CommONEnergy), edificios públicos (proyecto BRICKER) y residenciales y del sector terciario (proyecto INSPIRE).
A través de herramientas de modelado y simulación energética, auditorías energéticas, estrategias avanzadas de instrumentación y control, análisis y estudios detallados en la incorporación de energías renovables, y nuestra experiencia de más de 15 años, somos capaces de reducir los costes económicos y medioambientales de la generación energética.
La tecnología, por tanto, ya está disponible para quien quiera aplicarla. Ahora solo es necesaria una mayor conciencia ambiental para hacer uso de sus ventajas.
El agua es la sustancia más abundante tanto en el cuerpo humano como en la Tierra y es además esencial para la supervivencia de todas las formas de vida conocidas.
Y a pesar de su importancia cada día son más las voces que alertan de los peligros que se ciernen sobre “tan preciado elemento”. Por ejemplo, el Foro Económico Mundial, reunido el pasado mes de enero en el monte Davos (Suiza), ha situado la Crisis del agua como el tercer riesgo globalen los próximos 18 meses… y el primer riesgo para el mundo en un horizonte de 10 años.
¿Cuáles son las causas que han llevado a posicionar el agua en este primer puesto del ranking por delante de otros potenciales problemas como el petróleo o la lucha por territorios? El cambio climático, sequías, inundaciones, crecimiento de la población o cambios demográficos son algunos de los desafíos alrededor del agua. Además, debido a su estrecha relación con la agricultura, la idea de que una “guerra por el agua” estalle en África, Medio Oriente o Asia es cada día vista como una posibilidad real en la medida en que estos gobiernos necesiten alimentar a sus poblaciones.
A esta larga lista de peligros de largo alcance queremos llamar hoy tu atención sobre uno “más terrenal”: la falta de conocimiento individual.
Seguro que conoces el precio de 1 L de gasolina pero ¿sabes lo que pagas por 1 L de agua? En primer lugar, es necesario que sepas que en España el abastecimiento de agua es competencia municipal y cada entidad local fija sus propios precios y estructuras tarifarias. Como media, en nuestro país se pagan 1,83 € por 1000 Lde agua potable suministrada a nuestros hogares. Traducido en tareas domésticas que realizamos habitualmente, una ducha de cinco minutos nos cuesta unos 0,10 € y darnos un baño unos 0,55 €.
Sin embargo, la pregunta clave no es lo que se paga por el agua potable, sino lo que cuesta en realidad producirlay si este es un “precio justo y sostenible” de cara al futuro.
Volviendo de nuevo al caso de la gasolina, en los últimos meses hemos asistido a una caída drástica en el precio del barril de crudo. Sin embargo, como consumidores no nos hemos beneficiado de esta caída en su totalidad ya que los carburantes en nuestro país están fuertemente gravados (más de la mitad del coste final está vinculado a impuestos).
Pues bien, el agua se sitúa en el extremo opuesto, es decir, está fuertemente subvencionada. Si bien es cierto que este dinero público procede al final de la caja negra de nuestros impuestos, hay un matiz muy importante de cara al contribuyente. Es difícil que valoremos el agua si desconocemos su coste real y aún más, cuando desperdiciarla sale tan barato. En la elección entre darte una ducha o un baño es evidente que a día de hoy, el dinero no entra en la ecuación. Y es probable que si te decantas por la opción más sostenible sea quizás por esos 100 L de agua que ahorras cuando no llenas la bañera. Pero… ¿y si el dinero empezara a contar?
Aparentemente positiva para el ciudadano, la situación es insostenible y el agua será, en un corto plazo de tiempo, un bien de alto valor que será necesario gestionar de forma más eficiente.
En España, nuestras redes de abastecimiento están en muchos casos obsoletas y las pérdidas debido a fugas son incalculables. ¿Estarías dispuesto a pagar un precio más justo por el agua si eso garantizara el acceso a un agua de mayor calidad y mejorara las infraestructuras?
Conocer es el primer paso para valorar y cuando el ciudadano está informado, actúa de forma responsable. En la provincia de Almería, un estudio promovido por la Diputación en el año 2002 detectó la presencia de radiactividad de origen natural en las aguas subterráneas destinadas al abastecimiento de la población y que, con los tratamientos de potabilización existentes en ese momento, elagua no era apta para consumo humano. Las campañas de información que se pusieron en marcha en algunos municipios permitieron aprobar un aumento en el precio del agua con el respaldo de los ciudadanos. De este modo, se instalaron tratamientos que permitieron abastecer a la población con agua potable de calidad.
En los últimos años, en nuestro país ha descendido el consumo medio de agua por habitante y día. ¿Qué puedes seguir haciendo tú? En primer lugar, usar el sentido común en tus hábitos diarios. Recuerda no dejar correr el agua de los grifos cuando no sea necesario, piensa en cómo usas el inodoro si tienes un mecanismo de doble descarga, o si usas la lavadora y el lavaplatos con cargas completas etc. Además, a la hora de comprar nuevos electrodomésticos, ten en cuenta criterios de eficiencia en el uso del agua, o instala aireadores en los grifos o cabezales de la ducha que permiten reducir el flujo en un 50%. Si te interesa, puedes ampliar esta información en las numerosas páginas dedicadas a este asunto que encontrarás en Internet:
“Es demasiado tarde para ser pesimista”. CARTIF es un centro tecnológico que busca soluciones a los desafíos actuales y el agua es uno de ellos. Uso sostenible del agua, eliminación de micro-contaminantes (disruptores endocrinos, trihalometanos), binomio agua-energía, el agua en el contexto de la economía circular, son para nosotros los retos del agua del siglo XXI. En próximas entradas en este blog, te iremos contando nuestros trabajos en estas líneas.
Habitualmente la concepción que tiene el ciudadano medio sobre el ahorro en la factura energética, dependiendo de los sistemas que tenga instalados, es que suele ser necesario sacrificar parte del bienestar personal (pasar más frío en invierno y más calor en verano) o realizar gastos de importancia (como paneles solares) que se amortizan en un futuro difuso y que pueden generar algo que en términos económicos se llama “pérdida de oportunidad”, o traducido al idioma común, dinero que podríamos haber utilizado en satisfacciones más inmediatas.
Hasta hace no mucho las formas de ahorro, efectivamente, coincidían con esas visiones tan pesimistas a pie de calle, y no resistían las cuentas más sencillas al respecto, salvo por las ayudas puntuales del gobierno de turno. Ahora bien, recientemente han aparecido herramientas que con tecnologías disponibles y asequibles para todo el mundo, permiten conseguir el objetivo buscado de ahorrar dinero, pero sin sacrificar a cambio confort, y sin realizar grandes desembolsos económicos.
Una de las soluciones que actualmente se encuentran en desarrollo son los llamados Sistemas de Gestión Energética de Edificios (más conocidos por sus siglas en inglés BEMS). Los BEMS hacen uso de software que recoge datos de múltiples procedencias (sensores, bases de datos, estaciones meteorológicas, tablas horarias, opiniones y comandos de usuarios, estado de los equipos de calefacción y aire acondicionado, iluminación, etcétera.), y toma unas decisiones en base a unos algoritmos definidos, los cuales ajustan el funcionamiento de los equipos instalados en el edificio para minimizar el gasto energético pero manteniendo siempre los estándares indicados de confort. En otras palabras, el BEMS funciona como un mayordomo doméstico que ajusta continuamente los elementos de la casa para generar confort optimizando el gasto económico.
¿Y qué es lo que el usuario ve de todo esto? Por supuesto, aunque un usuario con buenos conocimientos de equipamiento de edificios y de informática podría montar un BEMS más o menos sencillo, la realidad es que los BEMS exigen una cantidad de trabajo nada despreciable:
Las soluciones comerciales actuales requieren la contratación de unos técnicos para realizar las instalaciones, y la realización previa de un estudio por parte de la empresa que ofrece el producto. Por supuesto, para ajustar al máximo precios y minimizar problemas, los BEMS actuales tienden a ser sistemas cerrados, con componentes predeterminados, redes de marcas propias de las empresas oferentes o del consorcio/asociación respectivo, y soluciones de software propietarias y opacas al usuario y al servicio de mantenimiento (salvo que se contrate a la empresa que lo oferta, obviamente).
Todo lo anterior hace que los sistemas BEMS todavía necesiten de investigación en sistemas abiertos, versátiles pero eficientes, para generar competencia de mercado, mejorar los sistemas ya existentes, y abrir la posibilidad de su uso al mayor número posible de hogares en Europa, dada la preocupación existente al respecto, puesto que el parque de viviendas europeo actual es viejo, ineficiente energéticamente hablando y con unos niveles pobres de confort (según cifras de la propia UE, el 75 % del parque inmobiliario europeo sigue sin poseer eficiencia energética).
CARTIF, a través de la División de Energía, ha trabajado y trabaja actualmente en proyectos europeos como E2VENT, 3ENCULT o BRESAER que incluyen un BEMS entre sus elementos de desarrollo fundamentales, con demostradores en España, Francia, Alemania, Turquía y Polonia, y donde CARTIF lleva el peso principal en el desarrollo de estos sistemas.
Se puede concluir que los BEMS pasarán en breve a ser una parte integral del equipamientode cualquier hogar moderno, de la misma forma que lo han hecho las climatizaciones o las telecomunicaciones, contribuyendo a la mejora en la calidad de vida y de ahorro energético.
El título quizá sugiere un escenario clásico de película de terror: unas personas, normalmente un grupo de jóvenes, entran en una casa deshabitada que parece tener vida propia, y que les causa problemas que, dependiendo del guion, pueden terminar bastante mal para ellos.
En el mundo existen esas otras casas que, sin las oscuras intenciones de sus homónimas cinematográficas, se comunican con las personas que las ocupan habitualmente. Estamos hablando de viviendas, centros de trabajo, comercios y lugares de ocio donde los edificios interaccionan con los usuarios, a veces de forma directa, a veces de forma sutil, sin que las personas sean conscientes de ello.
Tradicionalmente, los edificios se comportaban como elementos pasivos, es decir, poseedores de unas características completamente dependientes tanto de los usuarios como de los equipos que se encontraban integrados en los mismos (calefacción y aire acondicionado, corriente eléctrica, fontanería e instalaciones de agua, y en tiempos más recientes telecomunicaciones). Los edificios tradicionales eran concebidos y existían con unas finalidades predeterminadas. Las personas que hacían uso del edificio disfrutaban (y sufrían) de las condiciones de funcionamiento del edificio, y solo ciertos parámetros podían ser variados, pero siempre con la intervención directa del usuario o del administrador/mantenimiento del edificio.
No siempre está claro si el avance de las tecnologías o las ideas para implementarlas van una delante de la otra temporalmente, pero lo cierto es que la mejora en las características de los equipos instalados en los edificios y el hecho de que sus precios hayan evolucionado hacia valores razonables para el usuario medio, han conseguido que se pueda llevar a cabo, a nivel global, el paso de la vivienda tradicional pasiva a una vivienda activa. Pero ¿qué se puede considerar como una vivienda activa?
Antes que nada, hay que aclarar que, a nivel energético, existen los conceptos de “vivienda activa” y “vivienda pasiva” (PassivHaus). En el primer caso se refiere a la vivienda tradicional, y en el segundo a la vivienda que, sin apoyo de dispositivos que consumen energía, es capaz de mantener unas condiciones climáticas y de confort adecuadas para el usuario. Nosotros nos referimos con vivienda activa a nivel energético hablando del campo interactivo, cuando la vivienda “habla” con el usuario:recibe las solicitudes y necesidades de las personas que usan el edificio, y realiza una gestión inteligente de sus propios recursos y mecanismos (calefacción, luces, etcétera) para satisfacer esas solicitudes y necesidades, generando un nivel de confort apropiado para cada caso.
Actualmente, existen soluciones para estas viviendas activas (o como hemos visto, mejor viviendas interactivas) que combinan tres elementos fundamentales en el funcionamiento de este tipo de viviendas: sensores e interfaces, redes de control, e instalaciones. Los primeros son los ojos y oídos del sistema, y captan los datos actuales del entorno y las necesidades del usuario. Luego las redes unen, como el sistema circulatorio del cuerpo humano, todos los elementos del sistema, incluyendo las comunicaciones entre ellos. Y finalmente, las propias instalaciones, que realizan las acciones necesarias para llevarlos a cabo.
Los sensores han evolucionado en precio y prestaciones hasta poder ser utilizados en las viviendas actuales, y su futuro pasa por más mejoras y reducciones en los costes, además de facilitar su instalación y mantenimiento.
En las redes, existen diversos fabricantes y consorcios con sus propios protocolos, y la tendencia en estos casos es a que sobrevivan únicamente unos pocos, con lo que el proceso de generar la red de control del edificio se simplifica, así como sus costes y mantenimiento.
Sobre las instalaciones, éstas se van adaptando poco a poco a las necesidades actuales, ofreciendo nuevas posibilidades de confort, y mejorando la eficiencia energética de los edificios.
Se podría hablar además de un concepto relativamente nuevo llamado BEMS (Building Energy Management System), en el que CARTIF trabaja actualmente, y que englobaría parte de todo lo anterior. Este sistema gestiona estos “edificios activos” como un todo, incluyendo conceptos como el internet de las cosas (IoT), las redes neuronales y la lógica difusa para predicción de modelos y toma de decisiones.
Como conclusión, se puede decir que el paradigma de la vivienda ha evolucionado hasta convertirla en un elemento vivo que se comunica con nosotros, y que nos facilita, de forma inteligente, el confort y gestión energética que necesitamos.