Hace cuatro años me sumergí por primera vez en el complejo mundo del sistema alimentario. No sabía bien qué esperar. Lo consideraba un campo lejano, con términos técnicos y debates que parecían pertenecer solo a expertos en la materia. Hoy, después de todo este recorrido, cada vez que tengo la oportunidad de pasearme por alguna de las ciudades de FUSILLI y veo los cambios que hemos ayudado a impulsar, me invade una sensación de orgullo difícil de describir.
No es necesario detenerse. Los cambios se reconocen con nuevas iniciativas en marcha, un mercado donde los productores locales con sus productos locales y de temporada son los principales protagonistas, escuchar cómo los ciudadanos han empezado a hablar de alimentación sostenible con naturalidad, o un huerto comunitario floreciendo en un espacio antes desaprovechado. Son pequeñas señales que confirman que algo ha cambiado. Que este esfuerzo ha valido la pena.
Ciudades FUSILLI
No hay que viajar a la ciudades FUSILLI para acordarme del proyecto. Basta con pasearme por Valladolid para recordar que lo que hemos hecho en estos años es visible e importante en muchas otras ciudades. El impulso de alimentos locales. Eso es FUSILLI. La aparición de una estrategia alimentaria. Eso es FUSILLI. El aprovechamiento de residuos alimentarios. Eso es FUSILLI. La concienciación de ciudades hacia una alimentación más saludable y sostenible. Eso es FUSILLI. Las iniciativas de las empresas alimentarias por acercar a productores locales. Eso es FUSILLI. Las iniciativas por hacer más accesibles los alimentos en toda la población. Eso es FUSILLI. Incluso FUSILLI es llevar todo ello a unas políticas que ayuden a integrar todo esto en una comunidad. En una ciudad. En una región.
Al principio, todo parecía un reto enorme. Doce ciudades con realidades distintas, cientos de acciones, múltiples actores implicados. Coordinar esfuerzos y lograr que cada iniciativa tuviera sentido en su contexto fue un desafío. Pero, al final, la clave han sido las personas. La cooperación entre científicos, gobiernos locales, agricultores y consumidores creó una red de aprendizaje que superó las barreras iniciales. Lo más bonito de FUSILLI ha sido esa sinergia inesperada, esas conexiones humanas que hicieron posible lo que en papel parecía imposible.
No todo fue fácil. Recuerdo reuniones interminables tratando de encajar diferentes perspectivas, momentos de frustración cuando los avances no eran tan rápidos como deseábamos, y la incertidumbre de saber si todo esto dejaría una huella real. Pero la huella está ahí. Los resultados no solo se miden en cifras, sino en la transformación de las ciudades y en la mentalidad de las personas.
Personalmente, creo que para CARTIF, FUSILLI ha significado mucho más que un proyecto europeo. Nos ha permitido crecer, entender mejor el papel que podemos jugar en la transformación de los sistemas alimentarios y, sobre todo, fortalecer nuestro compromiso con la sostenibilidad. El sistema alimentario define el bienestar de nuestras comunidades y el equilibrio de nuestro entorno. No se trata solo de lo que comemos, sino de cómo producimos, distribuimos y gestionamos esos alimentos en un mundo cada vez más desafiante.
Además, esta experiencia nos deja una lección valiosa para el sector privado. Las empresas tienen un papel clave en esta transformación. Adaptar modelos de negocio a un enfoque más sostenible no solo es una necesidad ambiental, sino también una oportunidad de innovación y diferenciación. Las soluciones desarrolladas en FUSILLI pueden ser replicadas y escaladas en el ámbito empresarial, desde el aprovechamiento de residuos hasta nuevas formas de distribución y consumo consciente. No es solo responsabilidad de las ciudades y gobiernos, sino también de las compañías que tienen el poder de liderar el cambio de la cadena de valor alimentaria. Son actores fundamentales en este proceso.
FUSILLI cierra un ciclo, pero deja abiertas muchas puertas. Ahora sabemos que la transformación es posible y que cada acción, por pequeña que parezca, suma. Nos ha enseñado que la innovación y la sostenibilidad pueden ir de la mano y que el cambio real sucede cuando se unen visión y compromiso.
Seguiremos apostando por nuevas soluciones, explorando formas innovadoras de integrar la tecnología con la sostenibilidad y facilitando la transición hacia ciudades más resilientes y saludables. Pero este camino no lo podemos recorrer solos. Las empresas de alimentación son aliadas claves en esta transformación. Necesitamos su compromiso, su capacidad de innovación y su voluntad de formar parte del cambio. Porque transformar el sistema alimentario no es solo un reto, es una oportunidad de reinventar la manera en que vivimos, producimos y consumimos.
Porque la transformación no es un destino, sino un viaje continuo de aprendizaje, adaptación e innovación.
Cada vez que paso por la estantería del supermercado y la veo, sonrío, no puedo evitarlo. En CARTIF estamos muy orgullosos de compartir con vosotros que el fruto del proyecto KOMFIBRA ha llegado al mercado. De nuevo, un producto en el que ha trabajado CARTIF se ha hecho realidad y está disponible para disfrutarlo. Todo ello gracias al trabajo conjunto realizado con nuestros amigos de KOMVIDA.
Se trata de una kombucha enriquecida en fibra, un té fermentado que contiene probióticos y prebióticos, con un refrescante sabor a lima limón y unas ligeras burbujas naturales, sin pasteurizar. Una bebida saludable y rica de la que todo el mundo habla.
¿Cuál era nuestro reto?
Este proyecto ha sido un auténtico desafío científico y tecnológico, pero cada paso del camino nos ha acercado más a nuestro objetivo: crear un producto funcional que sea saludable, innovador y que esté al alcance de todos.
Durante la primera fase, evaluamos diferentes tipos de fibra en función de su solubilidad y capacidad para mantener las características sensoriales de la kombucha original. También durante esta fase, hicimos diversas pruebas para descubrir cuál era el momento ideal para añadir la fibra a lo largo del proceso de elaboración y garantizar así su estabilidad y sabor.
Con la segunda fase del proyecto llegó la hora de pasar del laboratorio a la planta industrial. El resultado: una bebida con burbujas perfectas, un sabor delicioso y además, pudimos comprobar que la fibra añadida potencia un dulzor natural que hace que sea aún más apetecible.
Por último, el estudio clínico. No solo queríamos que esta kombucha supiera bien, sino también estar seguros de los beneficios que aporta para la salud. En un estudio con 60 voluntarios sanos, se observó:
Una reducción de los niveles de trigliceridos en sangre en comparación con el grupo control.
Las bacterios beneficiosas como Bifidobacterium, esenciales para una microbiota saludable, aumentaron en el grupo estudio.
Una disminución de un microorganismo asociado con problemas intestinales.
Kombucha, un producto para todos
Lo mejor de todo es que esta kombucha es un ejemplo de cómo la innovación puede ir de la mano con el sabor. No solo hemos logrado que sea segura y bien tolerada, sino que también ha superado con creces las expectativas de satisfacción de los consumidores durante el estudio.
Queremos agradecer a KOMVIDA por su confianza en la innovación de CARTIF y por el gran equipo que hemos formado para llevar este reto a las estanterías. Ver, tocar y saborear el fruto de nuestro trabajo es una satisfacción inmensa.
¡Anímate a probarla!
Komvida Fibra es mucho más que una bebidas; es un aliado para tu bienestar. Ya está disponible en el mercado, y estamos seguros de que te encantará tanto como a nosotros.
¡Gracias a todos los que habéis formado parte de este emocionante viaje!
Ha llegado de nuevo el día de celebrar la alimentación, los alimentos y todo aquello que rodea a este derecho humano fundamental.
Cada año, el 16 de octubre se convierte en la celebración mundial y la reivindicación de alguno de los aspectos de algo que atañe a todas las personas, todos los días de nuestra vida; la alimentación. Los alimentos no son solo aquello que comemos, sino la representación de las personas, nuestros entornos y del planeta donde habitamos. Por ello, este día se celebra mediante la realización de distintos eventos en todo el mundo en los que se involucra a todos los actores del sistema; gobiernos, empresas, sociedad en general, investigadores…a ti y a mí que necesitamos alimentarnos cada día. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) quiere, en esta ocasión, recordar algo tan esencial como es el derecho a los alimentos.
La declaración mundial de los derechos humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, reconoce como tales el derecho a la alimentación, la vida, la libertad, el trabajo y la educación.Todas y cada una de las personas del planeta deberíamos poder tener acceso a suficientes alimentos que sean nutritivos, asequibles, seguros y sostenibles.
Se cumplen además, 20 años de las Directrices sobre el derecho a la alimentación en las que se estipuló cómo llevarlo a cabo de una forma adecuada mediante estrategias, programas, políticas y legislación.
#DíaMundialdelaAlimentación uno de los días más celebrados en el calendario de las actividades de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pretende en esta ocasión, sensibilizar sobre la necesidad de aunar esfuerzos de todos los actores que componen los sistemas alimentarios para lograr el derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejor para todos.
A pesar de esto, la realidad es que queda mucho por hacer para lograr una homogeneidad en resultados. Los conflictos entre países y la violencia son factores predominantes que generan situaciones de hambre. Es realmente dramático saber que el hambre persiste a pesar de que se producen alimentos suficientes para alimentar a más personas de la población mundial existente.
La reducción en la productividad agrícola, la aparición de plagas o la movilización de la calidad de los suelos provocadas por las consecuencias derivadas del cambio climático; el desperdicio alimentario, la sobreexplotación de los recursos, la falta de seguridad alimentaria, los desequilibrios en la disponibilidad de alimentos que llevan al hambre extrema y a una parte importante de la población a sufrir sobrepeso son aún grandes factores sin resolver que desestabilizan el derecho a la alimentación.
Parece algo lógico y sencillo la naturaleza de tener alimentos para todos y que se facilite el acceso a una dieta saludable. Sin embargo, las dietas no saludables siguen siendo la causa principal de todas las formas de malnutrición existentes (desnutrición, carencia de micronutrientes y obesidad) que afectan a 2.800 millones de personas en el mundo sin distinción de clases sociales.
Los sistemas alimentarios son la clave para la transformación hacia una forma de alimentación saludable, sostenible y segura a la vez que son las víctimas de las crisis asociadas a los conflictos, al cambio climático, a la contaminación o la pérdida de biodiversidad. Por ello, es necesario un mayor compromiso mundialcon el derecho a una alimentación adecuada para todos a través de la transformación de los sistemas alimentarios hacia formas más sostenibles, resilientes y justas.
«Es crucial destacar la importancia de la alimentación y de la necesidad de realizar los esfuerzos oportunos para lograr que todas y cada una de las personas del planeta dispongan de una diversidad de alimentos nutritivos, asequibles e inocuos y que esto se haga de una manera sostenible.
Es precisamente esta celebración una forma de reconocimiento de este derecho y la reivindicación de la subsecuente necesidad de conseguir un sistema alimentario que satisfaga las necesidades actuales y proteja las futuras.
Es un día para celebrar la suerte de la diversidad, la importancia de todo lo que rodea a los alimentos y una llamada para pasar a la acción y trabajar de forma conjunta desde todas las perspectivas y con todos los actores de la cadena (gobiernos, sociedad civil, investigadores, empresas…) integrando acciones enfocadas a la necesaria transformación de los sistemas alimentarios y lograr que todas las personas tengamos acceso a dietas saludables.
Nuestra misión en CARTIF, como Centro Tecnológico, está enfocada hacia la generación de soluciones para la transformación de los sistemas alimentarios con el fin de aumentar su sostenibilidad, resiliencia, seguridad y hacerlos más justos. Aplicar nuestro conocimiento y nuestras tecnologías a la innovación para favorecer la presencia de alimentos nutricionalmente elevados, crear soluciones para facilitar la seguridad alimentaria y aprovechar todos los recursos naturales en un ámbito de generación de alimentos sostenibles son nuestra apuesta para esta llamada a crear un futuro sostenible en materia de alimentación.
En un mundo cada vez más globalizado, la tendencia a consumir productos locales y optar por cadenas cortas de distribución se ha vuelto cada vez más relevante. Este enfoque no solo tiene implicaciones económicas, sino también ambientales y sociales, que repercuten positivamente en los ciudadanos y en el planeta. Sin embargo, esta tendencia está lejos de establecerse como nuestra rutina de compra de alimentos.
De acuerdo con los datos publicados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación 2021, los alimentos se distribuyen principalmente a través de supermercados, hipermercados y tiendas de descuento alcanzando un 73% de las ventas1, mientras que la tienda tradicional distribuye un 18% de los alimentos. A nivel europeo, las ventas directas entre agricultores y consumidores solo representan el 2% del mercado de alimentos frescos2.
Algunas formas de venta de productos locales o de proximidad a través de cadenas cortas de distribución son, por ejemplo, los mercados de productores, la venta directa en granja o la agricultura sostenida por la comunidad (CSA, por sus siglas en inglés), un modelo en el que los consumidores compran suscripciones directamente a los agricultores y a cambio reciben regularmente productos frescos, como frutas, verduras y a veces carnes o lácteos, durante la temporada de cosecha.
Consumir productos locales fortalece la economía de nuestra región. Al comprar directamente a productores y agricultores locales, se fomenta el crecimiento de pequeñas y medianas empresas, generando empleo y manteniendo los recursos dentro de la comunidad. Este ciclo de consumo y producción local ayuda a crear una economía más resiliente y menos dependiente de fluctuaciones globales.
Las cadenas cortas de distribución, caracterizadas por la mínima cantidad de intermediarios entre el productor y el consumidor, tienen un impacto directo en la frescura y calidad de los productos. Al reducir el tiempo y la distancia de transporte, los alimentos llegan más frescos y nutritivos a nuestras mesas. Además, esta reducción en el transporte disminuye las emisiones de carbono y la huella ecológica, contribuyendo significativamente a la lucha contra el cambio climático.
Desde una perspectiva social, el consumo local fortalece los lazos sociales. Conocer a los productores y entender el origen de los productos que consumimos crea una conexión más profunda y un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia nuestra comunidad. Esta relación directa también permite un comercio más justo, donde los productores reciben una remuneración adecuada por su trabajo, evitando la explotación y promoviendo condiciones laborales dignas.
En términos de sostenibilidad, las cadenas cortas de distribución fomentan prácticas agrícolas y de producción más responsables y sostenibles. Los productores locales suelen adoptar métodos de cultivo más respetuosos con el medio ambiente, como la agricultura orgánica o regenerativa, que preservan la biodiversidad y mejoran la salud del suelo. Esto contrasta con las prácticas intensivas y a gran escala de las industrias alimentarias globales, que a menudo resultan en la degradación ambiental y pérdida de recursos naturales.
Sin embargo, existen barreras que no están permitiendo el despegue de este tipo de distribución. Las principales limitaciones son los pequeños volúmenes y limitada variedad de producción que no siempre son capaces de satisfacer la demanda de grandes compradores como en el caso de las compras públicas para hospitales, colegios, etc. También, el tiempo y la falta de conocimientos de los productores en áreas determinadas se pueden considerar barreras pues, además de dedicarse a las tareas de producción, deben realizar tareas de marketing, publicidad, venta, gestión, etc. Por otro lado, el mayor precio y la menor conveniencia, es decir, menos variedad de tamaños, formatos, pre-procesados etc. de este tipo de productos hace que no se adapten tanto al estilo de vida de muchas personas como lo hacen algunos productos vendidos en grandes cadenas de distribución. Así como la menor disponibilidad de horario o cercanía que estos mercados pueden ofrecer al consumidor
Trabajar en encontrar soluciones para minimizar estas barreras es clave para equilibrar la balanza hacia un modelo de producción y consumo más responsable y sostenible a largo plazo. Una mayor concienciación del consumidor junto con un mayor apoyo por parte de los organismos públicos para generar y mantener estrategias y acciones que apoyen el consumo local son fundamentales.
Son muchas las ciudades y regiones que están poniendo en marcha estrategias múltiples e integradas para promover el acortamiento de las cadenas de suministros y la estimulación de la demanda de alimentos de producción local y sostenible. Suponen una apuesta firme por el desarrollo de sistemas alimentarios bajos en carbono, resilientes y diversificados. Algunos ejemplos son el Plan Estratégico de Alimentación de Cataluña 2021-2026, El Plan de Acción Municipal de la Estrategia Alimentaria de Vitoria Gasteiz 2017-2025 o la Estrategia Food Corridors en Coimbra (Portugal).
Algunas de las acciones que forman parte de estas estrategias son el impulso de una red de venta en línea de productos de proximidad, la potenciación de la comercialización de productos locales a través del aumento y mejora de las infraestructuras de mercados de productores, ferias de comercio justo, etc., crear una red de distribución de productos locales y facilitar la adhesión de productores locales a la misma, legislar y formar a los técnicos públicos para mejorar el acceso de los productores locales a la compra pública en general pero especialmente en las licitaciones dirigidas a comedores escolares, entre otras.
Estas estrategias y acciones están siendo desarrolladas con la participación de muchos actores involucrados, desde productores hasta asociaciones de consumidores pasando por distribuidores, empresas de alimentación, representantes de organismos públicos, etc. y están dotadas de mecanismos de seguimiento y evaluación sólidos.
CARTIF a través del proyecto FUSILLI está trabajando en 12 ciudades europeas con el objetivo de acortar las cadenas de distribución de alimentos y contribuyendo a la transición hacia un sistema alimentario más sostenible. Este conjunto de buenas prácticas y experiencias están disponibles para ser trasladadas de una forma adaptada a cualquier otro contexto involucrado con el consumo local y la sostenibilidad de sus gentes y su planeta.
Y para ejemplo de nuestro compromiso, CARTIF en colaboración con la Asociación de productores de producto ecológico Vallaecolid pone a disposición de sus trabajadores la posibilidad de comprar semanalmente productos locales y de temporada y recibirlos en su puesto de trabajo. ¡Así de fácil! ¿Te animas a formar parte de una iniciativa similar?
¿Y si tuviéramos una herramienta que pudiéramos llevar en el bolsillo y que nos permitiera controlar la calidad de los productos alimenticios en cualquier punto de su producción?
Pues muy señor@s mi@s, ¡¡¡la tenemos!!! Parece un anuncio vendiendo la panacea, lo sé, pero es que no voy más allá de la realidad… hablo de la tecnología de Espectroscopia de infrarrojo cercano, conocida como NIRS (Near Infrared Spectroscopy, por sus siglas en inglés), que lleva en nuestras vidas más de 30 años y, por fin, estamos apuntando bien aplicándola en lugares y momentos que nos pueden sacar de muchos aprietos en nuestro día a día dentro del sector agroalimentario, ¡pues démosle el trato que se merece!
NIRS portátil con muestra del proyecto CARNIQUS
Bueno, siendo rigurosos con esta tecnología, el análisis de infrarrojo cercano es una técnica instrumental en el campo de la espectroscopia molecular, que necesita del tratamiento quimiométrico de los datos obtenidos, debido a que la señal obtenida en el infrarrojo cercano es tan compleja que las bandas del espectro son difíciles de interpretar. Y aquí empezamos con los términos complicados… ¿¿quimiometría?? Pues sencillamente, técnicas estadísticas a las que hay que aplicar la lógica, un buen sentido común y mucha química!!!
La metodología seguida empleando la espectroscopía NIR nos conduce a través de análisis dirigidos a la caracterización de los productos mediante la cuantificación de parámetros analíticos que nos resulten de interés o que sean críticos para llevar un control de calidad tanto de las materias primas como de los productos durante su procesado o del producto final.
Además, otra de las aplicaciones de esta técnica es que es capaz de discriminar los productos siguiendo los estándares de calidad marcados por la propia empresa en cada momento del procesado. En este caso, se trata de modelos de clasificación (no dirigidos) que te permiten identificar o detectar que algo ha cambiado en el producto, pudiendo deberse a algún cambio en las materias primas (diferencias en la composición nutricional), cambios entre lotes (que pueden afectar al producto final), problemas en producción (dosificaciones de los ingredientes) e incluso si hay alguna adulteración en algún ingrediente empleado o una posible contaminación en su elaboración.
La verificación de un proceso productivo depende generalmente de los resultados obtenidos en un laboratorio a través de métodos analíticos largos y costosos, lo que implica tiempos de respuesta “no inmediatos”. La tecnología NIRS es una herramienta de análisis que nos permite llevar la trazabilidad en cualquier punto y a lo largo de toda la cadena de producción y, por tanto, nos proporciona importantes ventajas en la toma de decisiones o detección de problemas in situ.
Hoy en día, ya se dispone de equipos portátiles no mucho mayores que un smartphone, capaces de analizar multitud de productos con solo seleccionar el modelo adecuado en cada momento. Aunque, todo hay que decirlo, estos modelos han de ser meticulosamente desarrollados por personal experto en la tecnología y para eso estamos aquí los centros de investigación, como CARTIF.
Ya son casi 15 años desde que me crucé con esta tecnología gracias a una colega que trabajaba con ella y fue por puro convencimiento que tomé el testigo de esta gran técnica con la que sigo avanzando, aprendiendo y trabajando, para que las empresas, especialmente el sector agroalimentario, la conozcan y se aprovechen de todas sus bondades.
En los años 60, el biólogo americano Norman Borlaug creó, mediante técnicas de mejora vegetal selectiva, una variedad enana de trigo que emplea la mayor parte de su energía en producir granos en vez de tallos. Este trabajo le llevaría a ganar el premio Nobel de la Paz en 1970, y junto con el de otros muchos científicos, forma parte de lo que hoy conocemos como la primera Revolución Verde. En la revolución verde se utilizaron varios tipos de tecnologías que incluyen modernos proyectos de irrigación, pesticidas, fertilizantes sintéticos nitrogenados y otras técnicas de mejora genética vegetal. Los resultados fueron obvios: desde la década de 1960 hasta la de 1990, el rendimiento del arroz y el trigo en Asia se duplicó. Aunque la población del continente aumentó un 60%, los precios de los cereales bajaron, el asiático medio consumió casi un tercio más de calorías y la tasa de pobreza se redujo a la mitad. Actualmente, las Naciones Unidas prevén que en 2050 la población mundial crecerá en más de 2.000 millones de personas. La mitad nacerá en el África subsahariana, y otro 30% en el sur y sudeste asiático.
Necesitamos otra revolución verde.
Sin embargo, si algo hemos aprendido en las últimas décadas es que las técnicas que tanto éxito tuvieron en su momento no han sido precisamente lo mejor para el planeta. El uso intensivo de fertilizantes y pesticidas ha contribuido a la degradación del suelo y la contaminación del agua. La adopción de monocultivos, centrados en unas pocas variedades de alto rendimiento, y la erosión genética asociada a los procesos de selección de los cultivos, han provocado la pérdida de biodiversidad y una mayor susceptibilidad a plagas y enfermedades.
Ejemplares de chopo Lombardo (P. nigra cv ´Italica`) resistentes (izquierda) y susceptibles (derecha) a la infección por Melamsora sp (roya del chopo), un patógeno común en el género.Fuente: Bárbara Díez Rodríguez
La revolución también exarcebó las desigualdades sociales, ya que los pequeños agricultores tuvieron dificultades para acceder a las nuevas tecnologías, lo que creó disparidades en las prácticas agrícolas. La expansión de las tierras agrícolas para aumentar la producción ha contribuido a la deforestación y a cambios en el uso de la tierra. La Segunda Revolución Verde representa un esfuerzo contemporáneo por mejorar aún más la productividad, la sostenibilidad y la resistencia de la agricultura mediante la integración de tecnologías avanzadas, innovaciones científicas y prácticas sostenibles. Y aquí es donde entra en juego la agrigenómica.
En términos sencillos, la agrigenómica es un campo de investigación aplicada que se centra en la comprensión y aplicación de la información genética para mejorar diversos aspectos de la producción agroforestal y ganadera. Los macrodatos y la tecnología desempeñan un papel crucial, ya que proporcionan las herramientas y la infraestructura necesarias para gestionar, analizar y extraer información de grandes cantidades de datos genéticos, agrícolas y forestales. Con la llegada de las tecnologías de secuenciación del ADN de alto rendimiento (high-throughout DNA sequencing), la capacidad de descifrar toda la composición genética de los cultivos está a nuestro alcance.
Sistema de secuenciación de nueva generación (NGS) ubicado en los laboratorios de CARTIF, que combina la tecnología de semiconductor complementario de óxido metálico (CMOS) con la exactitud del proceso químico de secuenciación por síntesis (SBS) de Illumina. Fuente: Raúl Sánchez Francés
Esta afluencia de datos genómicos, combinada con herramientas bioinformáticas avanzadas (por ejemplo, pipelines de análisis de datos), permite a los investigadores identificar genes clave asociados a rasgos deseables como el rendimiento, la resistencia a enfermedades y la tolerancia al estrés. Además, las tecnologías de agricultura de precisión, que incluyen sensores, drones e imágenes por satélite, permiten recopilar datos en tiempo real sobre la salud de los cultivos, las condiciones del suelo y los factores medioambientales. Toda esta información nos permite optimizar las prácticas agroforestales, incluido el uso preciso y selectivo de fertilizantes, pesticidas y recursos hídricos en función de las características genéticas de los cultivos. También podemos investigar el papel de microorganismos como las bacterias y los hongos del suelo, para promover la salud del suelo, el ciclo de los nutrientes y las interacciones planta-microbio; o utilizar técnicas tradicionales de mejora genética, junto con herramientas modernas como la selección asistida por marcadores, para desarrollar cultivos con características mejoradas como un mayor rendimiento, mejor contenido nutricional y mayor resistencia a enfermedades.
En definitiva, la agrigenómica se alinea con los principios agroecológicos al proporcionar herramientas para comprender y aprovechar la diversidad genética y la adaptabilidad de los cultivos y el ganado. Estos conocimientos contribuyen al desarrollo de sistemas agrícolas resilientes, eficientes en el uso de los recursos naturales y sostenibles desde el punto de vista medioambiental, que dan prioridad a la biodiversidad, la adaptación local y la reducción de la dependencia de productos químicos nocivos.