#DíaMundialdelaAlimentación; ¿Cómo puedo ayudar?

#DíaMundialdelaAlimentación; ¿Cómo puedo ayudar?

Cada 16 de octubre celebramos algo que nos une a todos: la alimentación. Este año,  además, conmemoramos el 80º aniversario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una institución que desde 1945 trabaja incansablemente para garantizar el derecho a una vida digna a través de algo tan esencial como los alimentos. Ocho décadas después, el mensaje de la celebración del día Mundial de la Alimentación, sigue buscando la colaboración de todos los que formamos parte de los desafíos del sistema: “Mano a mano por unos alimentos y un futuro mejores”.

Una frase sencilla, pero cargada de responsabilidad compartida. Porque alimentar al mundo, de forma justa, sostenible y saludable, no es solo tarea de los grandes organismos internacionales. También nos implica a nosotros, en cada decisión que tomamos, en cada alimento que elegimos, en cada proceso de innovación. Cada pequeña contribución cuenta. Por eso, me pregunto y debemos preguntarnos: ¿cómo puedo ayudar?

Una mirada hacia la gran transformación de los alimentos

La forma en la que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos define no solo nuestra salud, sino la del planeta. La reciente publicación del informe EAT-Lancet Commission 2.0 (2025), presentado hace unos días en el Stockholm Food Forum, vuelve a poner sobre la mesa la urgencia de la necesidad de una “Gran Transformación de los Alimentos”, basada en tres pilares: salud, sostenibilidad y justicia.

La inclusión del pilar de la justicia no es casual, el contexto global en el que vivimos con una fuerte inestabilidad geopolítica, un encarecimiento de los alimentos, los impactos emergentes del cambio climático y otros efectos siguen agravando el aseguramiento de la alimentación y, por tanto, la salud humana. La injusticia social crece y la resiliencia de las naciones cada vez se tambalea más. Aunque los sistemas alimentarios actuales han logrado, en gran medida, acompañar el crecimiento de la población garantizando una ingesta calórica suficiente para muchos, son el principal factor de transgresión de los límites planetarios y necesitan una acción conjunta y urgente basada en dichos pilares.


El informe EAT-Lancet recuerda que “la adopción global de dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles salvaguardaría nuestro planeta y mejoraría la salud de miles de millones de personas”, y advierte que, si no actuamos, el mundo corre el riesgo de no cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre otras acciones relacionadas con un futuro de la alimentación.

El profesor Johan Rockström, uno de los autores del estudio, lo resumía con claridad: “La producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resistencia del ecosistema. Constituye el mayor impulsor de degradación ambiental”. Sus palabras resuenan con fuerza en este aniversario de la FAO, que lleva ocho décadas recordándonos que los alimentos no solo deben nutrirnos, sino también proteger la tierra que los hace posibles.

Fuente: Twitter Johan Rockström

“La producción mundial de alimentos amenaza la estabilidad climática y la resistencia del ecosistema. Constituye el mayor impulsor de degradación ambiental”


Esta llamada a la acción no se dirige únicamente a gobiernos o instituciones. Nos interpela a todos: investigadores, productores, empresas y consumidores. Porque la alimentación no es un proceso aislado; es un sistema vivo e interconectado, donde lo que decidimos en un extremo tiene consecuencias en otro.

¿Cómo puedo ayudar?

Piensa que cada gesto cuenta. Terminar con el hambre, mantener nuestros ecosistemas, asegurar los alimentos del futuro y el impacto que esto tiene sobre el mundo. Es mucho, ¿no?

Comienza con las elecciones que hacemos cada día. Podemos elegir alimentos locales y de temporada, consumir más alimentos de origen vegetal, optar por agua del grifo o filtrada, comprar lo necesario y reducir el desperdicio alimentario, elegir envases reutilizables, elegir alimentos mínimamente procesados, valorar el esfuerzo detrás de cada producto que llega a nuestra mesa y apoyar prácticas agrícolas sostenibles.

Hacernos conscientes significa entender que la comida que elegimos es también una herramienta de cambio. En nuestras manos está contribuir a un modelo en el que la salud de las personas y la del planeta no sean objetivos contrapuestos, sino dos caras de la misma moneda. Esa conciencia, cuando se multiplica, transforma la acción individual en fuerza colectiva.

Infografía frutas de temporada. Fuente: https://www.mapa.gob.es/

CARTIF: innovación al servicio de un sistema alimentario justo y sostenible

En CARTIF, creemos firmemente que la ciencia y la tecnología son aliados fundamentales para alcanzar esa transformación. Por eso, trabajamos mano a mano con empresas, administraciones y sociedad para desarrollar soluciones tecnológicas que respondan a los grandes retos alimentarios y medioambientales de nuestro tiempo.

Desde nuestra área de Alimentación, trabajamos en la valorización de alimentos, promoviendo el aprovechamiento eficiente y sostenible de los recursos.
Avanzamos en la descarbonización de los procesos industriales, impulsando tecnologías que reduzcan el impacto ambiental en la generación de nuevos alimentos.
Además, en estos momentos somos parte activa del proyecto Vision4Food que surge para abordar los desafíos asociados a los sistemas alimentarios mediante el desarrollo de herramientas y modelos que nos ayuden a pasar de la estrategia a la acción en los territorios.

Solo me queda decir… ¡gracias por tu ayuda! Y que todos los días sean el feliz Día Mundial de la Alimentación.

👉 Colabora con nuestro equipo y lleva la innovación alimentaria a tu empresa

De residuo a recurso: cómo dar una segunda vida a los subproductos alimentarios.

De residuo a recurso: cómo dar una segunda vida a los subproductos alimentarios.

Se conoce como bagazo al residuo que queda tras triturar, prensar o macerar frutos, semillas o tallos para extraer su jugo. Es un subproducto muy común en la elaboración de alimentos y bebidas como el vino, la cerveza o las bebidas vegetales. Hablamos con naturalidad de “bagazo de avena”, “bagazo de cerveza” o “bagazo de uva”, y sin embargo, en otros casos similares, usamos nombres específicos como okara o magaya. ¿Por qué ocurre esto?

La diferencia está en el contexto cultural y el uso histórico. Magaya es una palabra tradicional del norte de España —especialmente en Asturias y Galicia— donde la producción de sidra forma parte del día a día rural. Por su presencia continua y valor local, este residuo se ganó un nombre propio. Lo mismo ocurre con la okara, término de origen japonés que se refiere al residuo que queda tras elaborar leche de soja o tofu, muy presente en la cocina tradicional de Japón, Corea y China. Cuando un residuo se ha aprovechado históricamente en la alimentación o la vida cotidiana, y ha adquirido un valor social o económico, es común que reciba un nombre específico. Nombrarlo es reconocer su valor y su utilidad.


Existen más ejemplos de subproductos alimentarios con nombre propio que reflejan esa tradición de uso: el orujo, que es el residuo sólido de la uva tras su prensado y se emplea para destilar aguardientes; la harinilla, que resulta del tamizado de la harina y se utiliza en piensos; la salmuera, el líquido agotado tras la fabricación de quesos o encurtidos, rica en sales y nutrientes; la melaza, un subproducto espeso del refinado de caña o remolacha que puede destinarse a fermentación o a la alimentación animal; o los sueros lácteos, líquidos ricos en proteínas que quedan tras elaborar quesos y que se transforman en bebidas o suplementos. Puede que estos nombres suenen raros, pero todos ellos tienen algo en común: son subproductos, los “restos” que quedan después de elaborar algo… y que aún tienen mucho que ofrecer.

Personal de CARTIF en el laboratorio de alimentación haciendo ensayos con productos cárnicos

Darle una segunda vida o una segunda oportunidad a esos restos o residuos se llama valorizar. Se trata de convertir lo que parecía un final en un nuevo comienzo. Es REincorporarlos a la cadena de valor para que vuelvan a tener vida, una Revida. En CARTIF nos gustan los RE: los REtos de la innovación, los REstos de la industria alimentaria, la REcirculación de recursos y la REvalorización de residuos. Porque, para nosotros, tirar no es una opción. Y no solo porque desde este año está en vigor la nueva Ley de prevención de pérdidas y desperdicio alimentario, sino porque lleva 30 años en nuestro ADN innovar en soluciones para devolver este valor a la propia cadena de alimentación.

A partir de residuos de empresas cárnicas, obtenemos ingredientes de alto valor añadido como heparina, grasas funcionales o proteínas. De la magaya, extraemos pectinas naturales con aplicaciones alimentarias y cosméticas. Con la okara, desarrollamos snacks ricos en proteínas, saludables y sostenibles. ¿Y lo que sobra de todo eso? También lo valorizamos: lo transformamos en bioestimulantes para suelos agrícolas. ¿Y después, cuando ya hemos agotado todas las opciones? Lo seguimos aprovechando para producir biogás, hidrógeno y syngas, generando energía y cerrando así el círculo.

En CARTIF creemos que los residuos no son basura, sino recursos esperando una segunda oportunidad. Con innovación, ciencia y colaboración con la industria, demostramos que un modelo más circular es posible. ¿Te unes al reto de Revalorizar y ayudarnos a ponerle nombre propio a estos «bagazos»?

Valorización de subproductos cárnicos: una receta científica para reducir residuos

Valorización de subproductos cárnicos: una receta científica para reducir residuos

Empiezo adaptando un poco un dicho: “el subproducto de unos es el tesoro de otros”, es decir, podemos aprovechar de formas muy variadas y con gran cantidad de aplicaciones en distintas áreas, los residuos generados durante las etapas del proceso de producción de la industria, en este caso, agroalimentaria.

Y, ¿esto cómo se hace? Pues… en nuestro caso, extraemos (o al menos lo intentamos) distintos componentes de subproductos cárnicos, como las proteínas, aplicando una serie de “trucos” en el laboratorio.

Para ponernos en contexto, primero una pequeña introducción sobre las proteínas. Estas tienen una serie de propiedades, como su estructura, que podemos usar a nuestro favor para extraerlas de la matriz en la que se encuentran. Como sabréis, la organización básica de las proteínas es un “esqueleto” de aminoácidos, conocida como estructura primaria, que, dependiendo de su combinación resulta en una proteína u otra. Pero, aparte de dicha organización básica, vamos a tener otras un poco más complejas: el plegamiento y estructura tridimensional de esa cadena de aminoácidos, conocidas como estructuras secundaria, terciaria y cuaternaria. Esta organización espacial va a ser la que permita a las proteínas realizar sus múltiples funciones, porque es la que da pie a las interacciones fisicoquímicas entre estas y otros componentes, aplicable desde el nivel celular hasta el nivel de componentes dentro de un alimento.

Fuente: Instagram @ifas_publication

Una vez introducido el marco teórico, podemos entrar más en la parte práctica, que es más entretenida, o al menos eso dicen. Si en el laboratorio cambiamos alguna condición en la que se encuentra nuestra proteína de interés, como pueden ser temperatura o pH, podemos molestarla lo suficiente como para que se desnaturalice. Cuando una proteína se desnaturaliza, pierde su estructura tridimensional, a veces siendo un poco más dramático y, por tanto, irreversible. Así, conseguimos extraerlas y que se desenganchen del resto de componentes porque hemos alterado los enlaces químicos que estaban establecidos.

Una de las formas de hacer que las proteínas se desnaturalicen es cambiando los valores de pH a nuestro antojo. Al cambiar el pH de la muestra en la que tenemos proteínas, cambiamos las interacciones entre estas y el medio, alterando su estructura y su comportamiento, por ejemplo, afectando a su solubilidad. Primero, cambiamos el pH haciendo que salgan de la muestra y se solubilicen en agua, y una vez fuera del resto de la muestra, volvemos a cambiar el pH y, así, que dejen de tener cargas disponibles para interactuar con el agua y precipiten. Al final, a base de marearlas, conseguimos aislarlas del resto de componentes de nuestra materia prima para obtener un concentrado de proteínas.

Fuente: https://labster-image-manager.s3.amazonaws.com/v2/PRD/8c2fc0e1-7746-4ae8-a261-37206bc736de/PRD_Denaturation_definition.es_ES.png
Credit: David Baker

Y ahora llega el momento de ponerse creativos, porque después del intrincado proceso de laboratorio, ¡pasamos a la cocina! Estas proteínas que hemos obtenido se pueden utilizar, por ejemplo, como suplemento en nuestra dieta o como ingrediente en alimentos. Esto abre la puerta a infinidad de posibilidades, pero sin olvidarnos de lo más importante: reducimos los residuos derivados de la industria, dando salida a subproductos y entrada a desarrollo y mejora de productos, porque como se suele decir, ¡¡aquí no se tira nada!!

Y eso, entre otras muchas cosas, hacemos en CARTIF, intentamos dar la mayor salida posible a los subproductos de la industria agroalimentaria para reducir los residuos que ocasiona, eso sí, siempre de la mano de una dieta saludable.

Del cerdo, hasta sus andares

Del cerdo, hasta sus andares

Cuando vemos un cerdo todos pensamos que se puede aprovechar todo del mismo, sus ricos jamones, torreznos, chorizos, lomos… incluido, como dice el dicho, “hasta sus andares”. Sin embargo, en CARTIF sabemos que hay algo más allá: una gran variedad de subproductos y residuos generados en las etapas previas a la elaboración de todos estos productos.

Algo similar ocurre en el sector ovino. No todo es leche, utilizada para quesos, o carne, como el lechazo, sino que aparecen muchos residuos durante el proceso de elaboración, como es el caso de las pieles, las vísceras o la sangre, y cuyo tratamiento implica, al margen de su impacto medioambiental, un coste adicional para las empresas.

Por su parte, el sector vacuno también comparte desafíos comunes con los anteriores, enfrentándose a la gestión de una larga lista de residuos como el estiércol, los purines, la sangre, los huesos, las vísceras y las pieles, entre otros.

En un contexto actual donde la sostenibilidad y los principios de la economía circular cobran cada vez más relevancia en los procesos industriales, la valorización de los residuos en la industria cárnica se presenta como una estrategia clave para optimizar los recursos y reducir su impacto ambiental. La actividad de los sectores ovino, porcino y vacuno (que representan hasta el 75% de la producción cárnica nacional) ofrece un enorme potencial para el aprovechamiento integral de sus residuos. En definitiva, no solo podemos hablar de buenos productos (leche, quesos, chorizos o jamones), sino de buenas prácticas de las empresas cárnicas y de cerrar un ciclo productivo generando un valor añadido a partir de la valorización de los residuos. Y es que, en la mayoría de los casos, este tipo de residuos son gestionados por gestores externos, con el correspondiente coste para los productores. Por este motivo, todos los subproductos generados en la industria cárnica exigen una gestión eficiente y demandan ideas innovadoras que los conviertan en productos de valor.

Fuente: Plan territorial de ordenación de residuos de Tenerife. Residuos de mataderos, decomisos, subproductos cárnicos y animales muestras.

Un análisis del proceso de obtención de la carne, de acuerdo con Nedgia, considera que, una vaca genera 50 kg de excrementos por día, lo que supone unos 18.250 kg/año (1). Cuando la vaca llega al matadero, aproximadamente entre el 40 y el 50% de su peso son subproductos, como huesos, sangre, cuero, vísceras, grasa no comestible y contenido rumiante, que deben ser gestionados adecuadamente. Además de esto, el procesado de una vaca en el matadero puede demandar entre 500 y 1.000 litros de agua (2), que, tras ello, se convertirá en una corriente de agua residual que también deberá ser gestionada.



Por otro lado, las pieles de los animales ya se valorizan en la industria textil y del calzado, pero actualmente ha bajado su demanda frente a otros tejidos y cueros sintéticos. Por ello, se trabaja en la búsqueda de otras aplicaciones alternativas para su aprovechamiento. De las pieles, así como también de los huesos y los cartílagos, puede extraerse colágeno, un producto muy demandado por la industria cosmética por sus muchos beneficios para la salud. El colágeno nos ayuda a crear una barrera protectora en nuestra piel frente a agentes externos, da firmeza y resistencia, favorece procesos de cicatrización, retarda los efectos del envejecimiento y disminuye las arrugas, entre otros beneficios (3). Además, su uso está asociado a la mejora en el tratamiento de enfermedades comunes, como la osteoporosis, la artritis y/o la artrosis.

Según la Academia Española de Nutrición y Dietética (AEND) a partir de los 25 años, la producción de colágeno en una persona sana empieza a declinar y se calcula que, a partir de los 40 años, el organismo produce la mitad de colágeno que, en la adolescencia, acentuándose este descenso en las mujeres tras la menopausia (4). Además, una de las razones por las que nuestros huesos se debilitan se debe a la falta de colágeno en el cuerpo (5). En la memoria de muchos de nosotros está el recuerdo de ver a nuestras abuelas cociendo huesos de vaca para obtener colágeno, cuyo caldo se colaba para ser consumido; al refrigerar este caldo, se formaba una gelatina muy rica en colágeno. Hoy en día es posible trasladar este proceso al laboratorio con la finalidad de obtener un colágeno concentrado como suplemento nutricional, lo que requiere un proceso de purificación en el que se plantean diversos retos asociados a la obtención de un colágeno puro, libre de grasas y de otras proteínas.

En cuanto a la sangre, esta fracción representa aproximadamente entre el 3-7% del peso del animal vivo, según el animal considerado, y tradicionalmente se ha empleado en la elaboración de productos alimentarios (morcillas y otros). Sin embargo, también es posible su aplicación para la obtención de colorantes alimentarios o para la obtención de hemoglobina y/o proteína que se puede usar en diferentes productos para alimentación humana o animal. Una vez obtenida y tratada la sangre, se puede aislar el plasma de la hemoglobina o secar el conjunto y conseguir un producto rico en proteínas.

Otro subproducto cárnico son los intestinos de los animales que, actualmente, se emplean en la elaboración de embutidos, como pueden ser el salchichón, morcilla, chorizo y salchicha, entre otros, pero el aprovechamiento de esta fracción (y su beneficio asociado) es muy limitada. Desde hace muchos años se sabe que los intestinos constituyen una fuente rica de heparina, que es un medicamento con alta demanda en todo el mundo por su aplicación clínica como anticoagulante. El proceso de obtención de una heparina con alta pureza y estable en el tiempo exige un largo proceso de preparación y tratamiento en laboratorio. Durante su proceso de obtención se plantean muchos retos que superar, como la selección de la vía de extracción y purificación más adecuadas, dado que, además del uso de resinas, hay otras vías que permiten aislar la heparina de otros compuestos (proteínas y otras sustancias contaminantes). También se debe considerar la forma de mantener estable el principio activo, por ello se deberán evaluar si se mantiene en solución o se somete a algún proceso de secado.

El aprovechamiento de los residuos de la industria cárnica está rodeado de muchos interrogantes, pero en este mar de dudas se presenta CARTIF, cuyos investigadores estudian e investigan nuevos procesos para el tratamiento de todos estos subproductos, generando nuevo conocimiento y encontrando soluciones tecnológicas viables y sostenibles a estos problemas, ofreciendo un valor añadido a disposición de la industria cárnica.

CARTIF apuesta firmemente por esta línea de investigación, apoyando a empresas de la industria cárnica a valorizar todos sus residuos, incluyendo los purines, para su transformación en diferentes productos, tanto alimentarios como energéticos (gases renovables) e incluso agronómicos (fertilizantes orgánicos).

Como hemos visto, no sólo del cerdo se puede aprovechar todo, hasta sus andares.


Pedro Acebes. Investigador de la División de Agroalimentación y Procesos


Fuentes

  1. https://www.nedgia.es/blog-gas-natural/vacas-contaminacion-metano/
  2. https://aguasindustriales.es/origen-y-composicion-de-las-aguas-residuales-en-mataderos/
  3. https://joaquimmunoz.com/alimentos-que-ayudan-a-la-produccion-de-colageno-en-la-piel/
  4. https://www.academianutricionydietetica.org/nutricion-deportiva/colageno/
  5. https://www.anamarialajusticiabolivia.com/osteoporosis-y-falta-de-colageno/
  6. https://www.agrodigital.com/2025/03/06/coste-produccion-leche-pais-vasco-2025/
  7. Informe trimestral de indicadores económicos marzo 2025. Sector vacuno de carne. Ministerio de Agricultura, pesca y alimentación. Gobierno de España.
  8. Área de precios. Informe semanal de coyuntura. Precios Coyunturales. Semana 5-2025 del 27 de enero al 2 de febrero. Subsecretaría Subdirección general de análisis, coordinación y estadística.
  9. Plan territorial de Ordenación de residuos de Tenerife. Residuos de mataderos, decomisos, subproductos cárnicos y animales muestras.
  10. Universidad Nacional del Nordeste Comunicaciones Científicas y Tecnológicas 2003. Cedrés, José F.
  11. https://mecanova.eu/desfibrinador-sangre
  12. https://mecanova.eu/por-que-es-importante-el-tratamiento-de-subproductos-en-un-matadero
FUSILLI, mucho más que un proyecto

FUSILLI, mucho más que un proyecto

Hace cuatro años me sumergí por primera vez en el complejo mundo del sistema alimentario. No sabía bien qué esperar. Lo consideraba un campo lejano, con términos técnicos y debates que parecían pertenecer solo a expertos en la materia. Hoy, después de todo este recorrido, cada vez que tengo la oportunidad de pasearme por alguna de las ciudades de FUSILLI y veo los cambios que hemos ayudado a impulsar, me invade una sensación de orgullo difícil de describir.

No es necesario detenerse. Los cambios se reconocen con nuevas iniciativas en marcha, un mercado donde los productores locales con sus productos locales y de temporada son los principales protagonistas, escuchar cómo los ciudadanos han empezado a hablar de alimentación sostenible con naturalidad, o un huerto comunitario floreciendo en un espacio antes desaprovechado. Son pequeñas señales que confirman que algo ha cambiado. Que este esfuerzo ha valido la pena.


Mapa de ciudades participantes en el proyecto FUSILLI
Ciudades FUSILLI

No hay que viajar a la ciudades FUSILLI para acordarme del proyecto. Basta con pasearme por Valladolid para recordar que lo que hemos hecho en estos años es visible e importante en muchas otras ciudades. El impulso de alimentos locales. Eso es FUSILLI. La aparición de una estrategia alimentaria. Eso es FUSILLI. El aprovechamiento de residuos alimentarios. Eso es FUSILLI. La concienciación de ciudades hacia una alimentación más saludable y sostenible. Eso es FUSILLI. Las iniciativas de las empresas alimentarias por acercar a productores locales. Eso es FUSILLI. Las iniciativas por hacer más accesibles los alimentos en toda la población. Eso es FUSILLI. Incluso FUSILLI es llevar todo ello a unas políticas que ayuden a integrar todo esto en una comunidad. En una ciudad. En una región.


Al principio, todo parecía un reto enorme. Doce ciudades con realidades distintas, cientos de acciones, múltiples actores implicados. Coordinar esfuerzos y lograr que cada iniciativa tuviera sentido en su contexto fue un desafío. Pero, al final, la clave han sido las personas. La cooperación entre científicos, gobiernos locales, agricultores y consumidores creó una red de aprendizaje que superó las barreras iniciales. Lo más bonito de FUSILLI ha sido esa sinergia inesperada, esas conexiones humanas que hicieron posible lo que en papel parecía imposible.

No todo fue fácil. Recuerdo reuniones interminables tratando de encajar diferentes perspectivas, momentos de frustración cuando los avances no eran tan rápidos como deseábamos, y la incertidumbre de saber si todo esto dejaría una huella real. Pero la huella está ahí. Los resultados no solo se miden en cifras, sino en la transformación de las ciudades y en la mentalidad de las personas.

Personalmente, creo que para CARTIF, FUSILLI ha significado mucho más que un proyecto europeo. Nos ha permitido crecer, entender mejor el papel que podemos jugar en la transformación de los sistemas alimentarios y, sobre todo, fortalecer nuestro compromiso con la sostenibilidad. El sistema alimentario define el bienestar de nuestras comunidades y el equilibrio de nuestro entorno. No se trata solo de lo que comemos, sino de cómo producimos, distribuimos y gestionamos esos alimentos en un mundo cada vez más desafiante.

Además, esta experiencia nos deja una lección valiosa para el sector privado. Las empresas tienen un papel clave en esta transformación. Adaptar modelos de negocio a un enfoque más sostenible no solo es una necesidad ambiental, sino también una oportunidad de innovación y diferenciación. Las soluciones desarrolladas en FUSILLI pueden ser replicadas y escaladas en el ámbito empresarial, desde el aprovechamiento de residuos hasta nuevas formas de distribución y consumo consciente. No es solo responsabilidad de las ciudades y gobiernos, sino también de las compañías que tienen el poder de liderar el cambio de la cadena de valor alimentaria. Son actores fundamentales en este proceso.


FUSILLI cierra un ciclo, pero deja abiertas muchas puertas. Ahora sabemos que la transformación es posible y que cada acción, por pequeña que parezca, suma. Nos ha enseñado que la innovación y la sostenibilidad pueden ir de la mano y que el cambio real sucede cuando se unen visión y compromiso.


Seguiremos apostando por nuevas soluciones, explorando formas innovadoras de integrar la tecnología con la sostenibilidad y facilitando la transición hacia ciudades más resilientes y saludables. Pero este camino no lo podemos recorrer solos. Las empresas de alimentación son aliadas claves en esta transformación. Necesitamos su compromiso, su capacidad de innovación y su voluntad de formar parte del cambio. Porque transformar el sistema alimentario no es solo un reto, es una oportunidad de reinventar la manera en que vivimos, producimos y consumimos.

Porque la transformación no es un destino, sino un viaje continuo de aprendizaje, adaptación e innovación.

¡Lo hemos vuelto a hacer, nuevo producto en el mercado!

¡Lo hemos vuelto a hacer, nuevo producto en el mercado!

Cada vez que paso por la estantería del supermercado y la veo, sonrío, no puedo evitarlo. En CARTIF estamos muy orgullosos de compartir con vosotros que el fruto del proyecto KOMFIBRA ha llegado al mercado. De nuevo, un producto en el que ha trabajado CARTIF se ha hecho realidad y está disponible para disfrutarlo. Todo ello gracias al trabajo conjunto realizado con nuestros amigos de KOMVIDA.

Se trata de una kombucha enriquecida en fibra, un té fermentado que contiene probióticos y prebióticos, con un refrescante sabor a lima limón y unas ligeras burbujas naturales, sin pasteurizar. Una bebida saludable y rica de la que todo el mundo habla.

Este proyecto ha sido un auténtico desafío científico y tecnológico, pero cada paso del camino nos ha acercado más a nuestro objetivo: crear un producto funcional que sea saludable, innovador y que esté al alcance de todos.

Durante la primera fase, evaluamos diferentes tipos de fibra en función de su solubilidad y capacidad para mantener las características sensoriales de la kombucha original. También durante esta fase, hicimos diversas pruebas para descubrir cuál era el momento ideal para añadir la fibra a lo largo del proceso de elaboración y garantizar así su estabilidad y sabor.

Con la segunda fase del proyecto llegó la hora de pasar del laboratorio a la planta industrial. El resultado: una bebida con burbujas perfectas, un sabor delicioso y además, pudimos comprobar que la fibra añadida potencia un dulzor natural que hace que sea aún más apetecible.

Por último, el estudio clínico. No solo queríamos que esta kombucha supiera bien, sino también estar seguros de los beneficios que aporta para la salud. En un estudio con 60 voluntarios sanos, se observó:

  • Una reducción de los niveles de trigliceridos en sangre en comparación con el grupo control.
  • Las bacterios beneficiosas como Bifidobacterium, esenciales para una microbiota saludable, aumentaron en el grupo estudio.
  • Una disminución de un microorganismo asociado con problemas intestinales.
Beneficios de la Kombucha fibra de Komvida

Lo mejor de todo es que esta kombucha es un ejemplo de cómo la innovación puede ir de la mano con el sabor. No solo hemos logrado que sea segura y bien tolerada, sino que también ha superado con creces las expectativas de satisfacción de los consumidores durante el estudio.

Queremos agradecer a KOMVIDA por su confianza en la innovación de CARTIF y por el gran equipo que hemos formado para llevar este reto a las estanterías. Ver, tocar y saborear el fruto de nuestro trabajo es una satisfacción inmensa.

Komvida Fibra es mucho más que una bebidas; es un aliado para tu bienestar. Ya está disponible en el mercado, y estamos seguros de que te encantará tanto como a nosotros.

¡Gracias a todos los que habéis formado parte de este emocionante viaje!