Del gas natural al biogas y el metano

Del gas natural al biogas y el metano

En el arduo camino hacia un desarrollo sostenible, la investigación para la obtención de combustibles alternativos a los fósiles se presenta como punto clave. En este marco, dos interesantes actores han surgido para quedarse: el biogás y el biometano.

Antes de entrar en materia, ahondemos un poco en el actual sistema gasístico nacional. El gas natural es uno de los combustibles más utilizados por la sociedad, tanto en la industria como en los hogares. Químicamente, se trata de un gas compuesto principalmente por metano 95-99% (CH4) y por pequeñas proporciones de otros compuestos. De su tratamiento, gestión y consumo en España, debemos conocer dos aspectos importantes:

  • El 99% del gas natural consumido en España el año pasado provino de fuentes no renovables.
  • Es importado en su mayoría desde países como Argelia, Noruega, Nigeria o Catar, bien a través de la red de gaseoductos o mediante el transporte de gas licuado en grandes barcos gasistas.

Si bien es cierto que, en comparación con otros combustibles tradicionales, la utilización de gas natural está mejor vista ya que rebaja las emisiones de CO2, partículas y NOx, no deja de ser un combustible fósil. Actualmente, se estima que quedan unas reservas mundiales de 193 billones de m3, suficientes como para cubrir la demanda durante 52 años.

El biogás y biometano se plantean como una interesante alternativa sostenible en la cadena de suministro de combustibles. Se conoce como biogás al gas combustible resultante de la degradación de compuestos orgánicos mediante un proceso biológico. Dependiendo de los precursores utilizados, la composición en volumen del biogás oscila entre el 50% y 70% de metano y 50% y 30% de CO2. El biogás es un combustible idóneo para generar calor o electricidad, pero, debido a su baja concentración de metano, no puede ser utilizado en su forma original como combustible para el transporte ni se puede inyectar a la red de gas natural. No obstante, puede ser “mejorado” (upgrading) para ser apto para estas dos últimas aplicaciones. A este biogás mejorado se le conoce como biometano. El ratio CH4/CO2 del biometano oscila entre 95/5 y 99/1, composición muy similar a la del gas natural.

La clave para que el biogás y el biometano sean considerados gases sostenibles reside en utilizar como materia prima del proceso residuos que no pueden ser ni reutilizados ni reciclados. No solo hablamos de los típicos residuos urbanos que van al vertedero, también resultan de alto interés residuos agrícolas, ganaderos o provenientes de aguas residuales. Estos residuos, al degradarse, emiten espontáneamente metano a la atmósfera, cuya repercusión en emisiones de efecto invernadero (GEI) es 21 veces superior a la del CO2. De esta manera, este metano es generado de manera controlada y tras combustionar se transforma en CO2, reduciendo así el impacto de emisiones de GEI.

El potencial que tiene España para desarrollar biogás y consecuentemente biometano es muy amplio. La agricultura y la ganadería, dos de los principales motores de la economía nacional, generan una extensa cantidad de residuos de muy buenas características “metanables”. Así mismo, cada español genera al año media tonelada de residuos directos, lo que supone un total nacional de aproximadamente 22 millones de toneladas por año. El hecho de poder convertir estos residuos en un combustible permite reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, así como cubrir parte del consumo de gas natural importado. Las ventajas no son solo ambientales y económicas, pues este nuevo modelo permite además la creación de nuevos puestos de trabajo.

Para la generación del biometano existen múltiples tecnologías, y la digestión anaerobia seguida de un upgrading (mejora) es una de las más conocidas y explotadas. La digestión anaerobia consiste en introducir un residuo en un digestor en ausencia de oxígeno. En este digestor el residuo entra en contacto con un cultivo biológico (sí, bacterias) que será el responsable de ir descomponiendo (hidrólisis) las largas cadenas de carbono, típicas de la materia orgánica, en cadenas más sencillas. Con el paso de los días, estas bacterias prosiguen degradando las cadenas carbonadas más simples en metano. El producto de este proceso es una mezcla de gases, conocida como biogás, principalmente compuesta por metano (60%), CO2 (40%) y una mínima concentración de impurezas como ácido sulfhídrico. En el proceso se genera un residuo líquido llamado digestato, que puede ser reutilizado como fertilizante puesto que es rico en nitrógeno y fósforo.

Finalizada la digestión anaerobia, y como ya mencionamos anteriormente, es necesario mejorar la calidad del biogás para que pueda ser utilizado como combustible de vehículos o inyectado a la red de gas natural. A este proceso se le conoce como upgrading’, y permite que el biogás alcance una concentración cercana al 99%. Existen diferentes tecnologías que permiten realizar este proceso:

  • Absorción con Aminas: las aminas tienen gran selectividad para atraer al CO2. El proceso consiste en “duchar” el biogás con una disolución de aminas, las cuales van a arrastrar el CO2, dejando casi puro el metano. El gran inconveniente de este proceso es que las aminas no son ambientalmente favorables.
  • Adsorción con oscilación de presión: a altas presiones, los gases tienden a ser atraídos a superficies sólidas o «adsorbidos». Cuanto mayor sea la presión, más gas se adsorbe. Una vez se reduce la presión, el gas se libera o se des-adsorbe. Este proceso necesita una inversión inicial muy elevada.
  • Membranas: se trata de una separación física, pues se hace pasar la corriente de biogás a través de una membrana porosa. El CO2 pasa por los poros, mientras que el metano permanece. Para obtener buenos rendimientos de separación es necesario aplicar altas presiones encareciendo el proceso, adicionalmente se suelen producir pérdidas de metano de entorno a un 20% a través de los poros de las membranas, especialmente según se van deteriorando.
  • Contactores de membranas: son los más novedosos de los expuestos. Esta tecnología aglutina numerosas membranas en una misma carcasa, permitiendo hacer pasar el líquido por el interior de las membranas y la corriente gaseosa por la carcasa. De esta manera se combina una separación física y química. Así se puede trabajar a presiones más bajas que en las membranas tradicionales, pues el agua es capaz de disolver parte del CO2, así mismo se reducen las pérdidas de metano.

Una vez purificado el biometano, este estaría casi listo para su utilización final o inyección a la red. El último proceso necesario sería comprimirlo hasta la presión normal de trabajo. Por ejemplo, la red de gas natural se encuentra a una presión de entre 16 y 60 bares, o, si se desea utilizar como combustible, se requiere una presión de aproximadamente 200 bares.

Los esfuerzos en investigación y desarrollo en campo del biogás y biometano son múltiples. Los temas de mayor interés actualmente son la búsqueda de pretratamientos para materias primas, co-digestión de residuos, captura del CO2 del biogás, tratamientos alternativos de upgrading o fermentación de gas de síntesis entre otros.

En algunos países europeos como Alemania o Italia ya existen instalaciones industriales que permiten la producción de biometano, sin embargo, en España el mercado del biometano está aún por explotar. Conociendo el potencial que tenemos para desarrollar la tecnología, son necesarias políticas que hagan que este mercado se vaya abriendo poco a poco y así poder producir nuestro propio biometano. De esta manera, se reducirían las importaciones de gas, la cantidad de residuos producidos y las emisiones de efecto invernadero (y sus correspondientes sanciones de UE), y a la vez se crearían nuevos empleos.

Blockchain. Una oportunidad para los clientes del sector eléctrico

Blockchain. Una oportunidad para los clientes del sector eléctrico

En una entrada anterior intenté explicar qué es y cómo funciona Blockchain o cadena de bloques. En esta entrada voy explicar cómo podrían beneficiarse los clientes de las compañías eléctricas.

Uno de las aplicaciones más interesantes de la cadena de bloques son los contratos inteligentes (smart contracts). Mientras que un contrato tradicional se limita a recoger el acuerdo entre las partes, un contrato inteligente va un paso más allá y hace que se cumpla lo acordado ejecutando él mismo los pagos, reembolsos o transferencia de bienes acordados. Para ello, el contrato se convierte en un programa de ordenador que de manera automática verifica el cumplimiento de las condiciones del contrato y automáticamente ejecuta lo que se haya estipulado. Los contratos inteligentes suelen estar limitados a acuerdos muy específicos y concretos y la tecnología de cadenas de bloques asegura su cumplimiento sin que haya confusiones ni oportunidad para posteriores litigios. Los contratos inteligentes abaratan los costes al no necesitar de intermediarios supervisores (notarios o abogados), agilizan el proceso y permiten una auditoria inmediata. Una plataforma de cadenas de bloques que permite la gestión de contratos inteligentes es Ethereum.

Los contratos inteligentes aplicados a la distribución de energía podrían desempeñar las funciones de los algoritmos de control que se encargan, por ejemplo, de desviar el exceso de energía hacia los recursos de almacenamiento o de tomar energía de ellos cuando haya necesidad. Una primera aproximación a los contratos inteligentes en el ámbito energético es POWR de la start-up Oneup. Se trata de un prototipo que funciona en un vecindario cuyas casas disponen de paneles fotovoltaicos. La energía que no es consumida en la propia casa se ofrece a los vecinos y es facturada mediante un sistema basado en la cadena de bloques. El contador de cada casa está conectado a un pequeño ordenador (un Rasperry Pi) con acceso a la red de datos. Cada Rasperry Pi alberga una copia del contrato inteligente que continuamente comprueba si se dan las condiciones estipuladas en el contrato. En cuanto se cumplen, bien sea para suministrar energía, bien sea para recibir energía, el contrato inicia la transferencia de energía de manera automática y realiza los pagos o cobros correspondientes en su propia criptomoneda.

Otro ejemplo lo encontramos en Nueva York. El proyecto Brooklyn Microgrid consiste en crear una microrred entre vecinos del barrio. Estos instalan paneles solares en sus tejados con la intención de autoabastecerse de energía y asegurarse el suministro en caso de apagón. Sin embargo, también pueden vender a sus vecinos la que les sobra o comprarles a ellos su excedente en caso de necesidad. Este mercado entre pares es posible gracias a la tecnología de TransActive Grid, un proyecto de LO3 Energy y ConsenSys basado en Blockchain, concretamente en Ethereum. El proyecto estudia cómo podría llegar a ser una red de distribución gestionada autónomamente por una comunidad de usuarios. En el futuro podría llegar a ser una cooperativa formada por los vecinos y que fuera la dueña de la microrred.

Pero mientras los contratos inteligentes en la distribución de energía se hacen realidad, ya hay en marcha proyectos demostrativos de las posibilidades de la cadena de bloques en el sector energético. El primer ejemplo lo encontramos en Sharge. Se trata de facilitar la recarga de un coche eléctrico en cualquier enchufe particular, de manera que podamos recargar nuestro coche en una casa ajena. Las personas en la red instalan en su casa un pequeño aparato llamado Sharger al que se enchufa el coche. Este aparato contiene la electrónica que ejecuta Blockchain. Una idea muy similar se está desarrollando en el marco del proyecto BlockCharge, que involucra a las empresas Slock.it y RWE. En ambos casos el objetivo es desarrollar un sistema de pagos para la recarga de vehículos eléctricos que incluye una moneda virtual, no necesita contrato y tampoco intermediarios.

También hay iniciativas que utilizan una criptomoneda para recompensar a los productores de energía solar, como “solarcoin”. Otras iniciativas se acercan al Internet de las Cosas al facilitar el intercambio de energía entre máquinas, como es el caso de Solether.

Blockchain es una tecnología que podría beneficiar a los usuarios de energía eléctrica y podría fomentar el uso de las energías renovables. También daría más importancia al consumidor en el sistema eléctrico. A la vez que la tecnología se prueba y desarrolla, habría que ir pensado en las normas legales que frenarían la adopción de esta tecnología y que deberían ser modificadas.