Del agua al plato y del enchufe al campo

Del agua al plato y del enchufe al campo

Este año hemos vivido situaciones tan diversas como un apagón generalizado que nos dejó varias horas sin luz y servicios básicos, una época de intensas lluvias que, si bien nos han permitido disponer de agua suficiente, también han provocado DANAs en ciertas regiones, y olas de calor que han llevado a incendios y sequías que afectan a bosques y tierras de cultivo.

Si todos estos eventos nos están suponiendo un gran quebradero de cabeza a nosotros, que vivimos en un país social y tecnológicamente desarrollado, con capacidad de prevención y actuación, es lógico suponer que en otros contextos con muchas menos posibilidades sus impactos serán exponencialmente más dañinos.

Un claro ejemplo de ello es el continente africano, el cual, a pesar de disponer de un vasto abanico de recursos naturales, se enfrenta constantemente a desafíos energéticos, alimenticios y de gestión de recursos. Para más inri, su actual y futuro desarrollo económico y demográfico no hacen sino ahondar más en dichos problemas, pues un mayor crecimiento social implica mayores demandas de electricidad, agua y comida.


Cuando sufrimos una sequía, nuestra mente suele centrarse en la falta de agua para beber o regar los cultivos. Sin embargo, una sequía también puede implicar menos producción hidroeléctrica y, por tanto, más presión sobre la red y los precios de la electricidad. Si se reducen las cosechas por falta de agua o calor extremo, la producción de alimentos se desploma y, consecuentemente, sus precios se disparan. Si un corte de electricidad impide bombear agua o conservar alimentos, el problema se agrava.

Esta red de interdependencias no es casualidad. Agua, energía y alimentación forman un sistema interconectado donde cualquier cambio en uno de los elementos puede desencadenar efectos en los demás. Por eso, desde hace años, se promueve el enfoque conocido como Metodología NEXO Agua-Energía-Alimentos (o WEF Nexus Methodology, por sus siglas en inglés).


El NEXO propone, al igual que múltiples teorías, que la mejor manera de abordar los retos relacionados con los recursos naturales es dejar atrás el pensamiento tradicional de silos (entender cada recurso como un ente individual, separado del resto) y hacerlo de manera integrada, entendiéndolos como sistemas complejos e interconectados en el que actuar sobre uno de ellos va a afectar a otro, ya sea de forma negativa o positiva. Este enfoque metodológico sistémico analiza cómo interactúan entre sí el agua, la energía y los alimentos, incluyendo a su vez la influencia de otros factores asociados como pueden ser la economía, la demografía, el cambio climático, etc.

En vez de pensar “¿cómo mejoramos la agricultura?” o “¿cómo garantizamos el suministro eléctrico?”, el enfoque NEXO nos lleva a preguntarnos cómo podemos garantizar el acceso sostenible a los tres recursos a la vez, sin perjudicar a ninguno y maximizando los beneficios conjuntos. Este enfoque permite anticipar conflictos, optimizar recursos y tomar decisiones más equilibradas en contextos de alta complejidad.


Pero claro, entender y predecir estas relaciones no es fácil. ¿Cómo se mide el impacto de una nueva presa en la producción agrícola? ¿Qué efecto tiene un aumento en el precio del combustible sobre el uso del agua en una región? ¿Cómo influye el crecimiento urbano en la seguridad alimentaria?

Para responder a estas preguntas se necesita estudiar cómo han funcionado dichas relaciones en el pasado, lo cual se consigue mediante datos históricos reales que sirven para alimentar modelos: herramientas que representen digitalmente las relaciones entre los distintos elementos del sistema. Estos modelos se nutren de valores históricos para simular diferentes escenarios futuros que permiten analizar los efectos de distintas decisiones políticas o estratégicas. No buscan ofrecer una única respuesta, sino crear un marco para evaluar alternativas y tomar decisiones informadas.


Bajo este enfoque nace el Proyecto ONEPlanET, del que CARTIF es socio y parte fundamental. Enmarcado en el programa de investigación Horizonte Europa, ONEPlanET comenzó en noviembre de 2022 y tendrá su evento final el próximo mes de octubre en Cabo Verde. Su principal objetivo es contribuir al desarrollo sostenible en África mediante la creación de un marco de modelado WEF Nexus común, el cual permita simular y evaluar diferentes alternativas políticas y de gestión de recursos. Para ello se han elegido como casos de estudio tres cuencas fluviales: la cuenca del Inkomati-Usuthu (Sudáfrica), la cuenca del río Bani (Mali-Costa de Marfil) y la del río Songwe (Tanzania-Malawi).

Las etapas iniciales consistieron en el estudio en profundidad de los casos de estudio, organizando workshops presenciales con actores locales (ONGs, políticos, universidades…). Posteriormente comenzaron los apartados más técnicos que involucraron la caracterización de los modelos específicos para cada piloto, la recogida de datos para alimentarlos, y el desarrollo de los propios modelos y de sus herramientas de visualización. Actualmente, la labor se centra en la presentación y accesibilidad de los resultados. Para ello, se han diseñado dos vías: una herramienta online orientada a usuarios técnicos y un juego de mesa para sensibilizar a públicos más amplios sobre los desafíos del nexo.

CARTIF ha participado en todas las etapas del proyecto: desde los workshops con organizaciones locales y la recopilación de datos, hasta la creación de los modelos y el desarrollo de las dos alternativas de visualización de los resultados.


Aunque ONEPlanET se desarrolla en África, el enfoque NEXO y las herramientas de modelado que promueve son replicables en cualquier parte del mundo y a cualquier escala, siempre que se disponga de los datos requeridos. En un contexto global cada vez más interdependiente, marcado por el cambio climático, la presión sobre los recursos y la creciente incertidumbre, entender cómo interactúan el agua, la energía y la alimentación es más urgente que nunca.

Porque los desafíos del futuro y del presente no vienen en compartimentos estancos. Y tampoco deberían hacerlo las soluciones.

Políticas climáticas y de sostenibilidad, ¿cómo se relacionan y por qué son esenciales para el futuro del planeta?

Políticas climáticas y de sostenibilidad, ¿cómo se relacionan y por qué son esenciales para el futuro del planeta?

El cambio climático es un fenómeno que se ha observado a nivel científico durante décadas, pero no fue hasta los años 80 que este término se popularizó y su relevancia no ha hecho más que crecer desde entonces. A día de hoy, no hay una sola semana en la que no aparezca un titular alarmante que nos indica cómo las temperaturas alcanzan nuevos máximos, las lluvias dejan de regar los campos y los desastres naturales son más frecuentes y dañinos, tanto material como humanamente.

Ante tal situación, la conciencia sobre el cambio climático ha aumentado en los medios y en la opinión pública y, con ella, la presión sobre los gobiernos y las empresas para tomar medidas más significativas. En este contexto es donde surgen las políticas climáticas y de sostenibilidad, medidas y acciones que gobiernos y empresas toman para abordar los desafíos del cambio climático y promover un futuro sostenible.

Aunque fue en 1972 cuando se creó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) durante la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, la preocupación por el medio ambiente no es algo nuevo, sino que existen teorías de que allá por el 1750 a.C. el mesopotámico Código de Hammurabi ya establecía multas y castigos para quienes dañaran el medio ambiente o pusieran en peligro a otros.

Desde esa época hasta la actualidad han cambiado mucho las cosas y, a día de hoy, de forma anual tienen lugar las Conferencias de las Partes (COP) que son cumbres realizadas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en las que las 197 partes integradoras consensuan las medidas climáticas de los años venideros. De las 27 que han tenido lugar, las más relevantes sin duda han sido la COP3 o Protocolo de Kioto y la COP21 o Acuerdo de París.

Las políticas climáticas se centran, principalmente, en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que son la mayor causa del calentamiento global. Con este objetivo se promocionan energías renovables, se busca la mejora de la eficiencia energética y se impulsa la reducción de la dependencia de los combustibles fósiles en los sectores que actúan como grandes motores económicos de nuestra sociedad (véase el transporte, la industria o la construcción).

Las políticas climáticas suelen tener un objetivo claro en el momento de su implementación, pero a veces pueden generar efectos inesperados, tanto positivos (co-beneficios) como negativos («trade-offs»). Estos co-beneficios no solo pueden verse relfejados en la situación medioambiental sino que llegan a generar beneficios económicos y hasta sociales.

Esta interrelación entre economía, sociedad y medio ambiente no se tuvo en cuenta hasta la aparición del concepto de sostenibilidad se enfocan en promover la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS o SDGs por sus siglas en inglés) que son un total de 17 metas específicas que abordan desafíos globales de los tres pilares básicos: protección medioambiental, desarrollo social y crecimiento económico.

Pese a que la aplicación de medidas en los sectores más tradicionales es imprescindible para reducir nuestro impacto ambiental, tanto los dirigentes como la propia sociedad han comprendido que es necesaria una reestructuración desde los pilares más básicos, desde nuestro día a día. Es por ello que nuevos paquetes legislativos aparecen continuamente tratando de modificar hábitos de consumo e incluso la educación con la que las nuevas generaciones se formarán.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y es importante tener en cuenta que la implementación de políticas climáticas y de sostenibilidad puede ser un proceso complejo y que requiere una cuidadosa planificación y evaluación de los efectos esperados. Siendo esto así, ¿cómo es posible tomar una decisión tan relevante si existe la posibilidad de generar un mayor perjuicio? Aquí es donde se introduce el concepto de «Modelos Integrados de Evaluación» o IAMs por sus siglas en inglés.

Los IAMs son herramientas de análisis que permiten estimar y evaluar los efectos de diferentes políticas climáticas en diversos ámbitos como la economía, el medio ambiente y la conciencia social, eligiendo en qué regiones y sectores se quiere hacer especial hincapié. A través de estos modelos, los responsables políticos pueden tomar decisiones sustentadas en datos científicos sobre qué medidas tomar para abordar el cambio climático o pueden utilizarlas como justificación para decisiones polémicas.

La utilidad de los IAMs es gigantesca siempre y cuando sean bien utilizados, pero si no se dan las condiciones oportunas puede convertirse en meras representaciones incompletas del futuro. El correcto funcionamiento de estos modelos pasa por una implicación real de los políticos y demás partes interesadas en la etapa de creación del IAM así como por definir correctamente la política a modelar (cuál es el tema a tratar y el objetivo de su implementación, qué resolución espacial y temporal tiene, etc.)

Una vez cumplidas estas condiciones, es indispensable asegurar que la política y modelo elegido sean compatibles ya que no todos los IAMs tienen las capacidades suficientes para pronosticar el impacto de dicha medida ya sea porque no incluye el sector de aplicación, porque la ubicación geográfica no se puede especificar o porque el horizonte temporal es demasiado amplio y el IAM no lo contempla. En lo que se está trabajando actualmente es en crear IAMs con mayor diversidad y capacidad en cuanto a implementar políticas que no solo estén relacionados con la economía, sino también con los factores sociales y ambientales.

Desde CARTIF, el tema de los IAMs es algo que llevamos tiempo tomándonos muy en serio y, de hecho, hemos desarrollado junto a nuestros colegas de UVA un IAM llamado WILLIAM. Además somos partícipes de varios proyectos europeos orientados hacia la mejora en la capacidad de evaluación, transparencia y consistencia de los modelos como pueden ser IAM COMPACT o NEVERMORE.