¿Alguna vez te has preguntado cómo eran los bosques en el pasado? Si de repente un templario que viaja a lomos de su caballo a través de un bosque cruzara una grieta en el tiempo y apareciera en el mismo bosque en la actualidad ¿notaría la diferencia? ¿vería algo extraño? Seguramente sí. Y es que la gestión de nuestros montes y la relación que establecemos con ellos ha ido evolucionando u cambiando a lo largo del tiempo.
Al comienzo de la película «El reino de los Cielos» de Ridley Scott, hay una escena que está rodada en los bosques segovianos de Valsaín. En una pelea que tiene lugar a la orilla de un río, el escenario de fondo es un bosque casi monoespecífico de pino albar (Pinus sylvestris) ¿Sería extraño encontrar templarios del siglo XII en un bosque de esta especie? En absoluto. De hecho, sabemos que es una especie ampliamente distribuida por el hemisferio norte a lo largo del tiempo y bastante abundante. Pero, pese a ser una especie autóctona, no es un monte natural, ya que la distribución de los árboles parece guardar un cierto «orden». Hay una relativa abundancia de ejemplares bastante jóvenes (el tronco no tiene mucho diámetro) y que crecen muy juntos, con el espacio muy reducido entre ellos. Detrás de esta distribución está la mano del ser humano, y es que, en un sistema productivo como son los Montes de Valsaín, los árboles se plantan de forma que crezcan altos, rectos y lo más rápidamente posible. Además, la escena tiene lugar cerca de un río, donde podríamos esperar un bosque de ribera, pero en su lugar, este tipo de bosque zonal ha sido desplazado al favorecerse el crecimiento de las coníferas. Es un bosque, por tanto, sometido a manejo forestal.
Pero este manejo no es algo relativamente actual en estos momentos segovianos. Existen, de hecho, documentos que acreditan políticas de gestión que datan del siglo XVI: en una orden emitida por la corona, se especificaba que
«se allanara todo lo cavado y que se echara estiércol de caballerizas, y que desarraigaran y sacaran todos los troncos de los pinos y robles cortados (…) allanando los hoyos resultantes» 1
Podemos decir que, desde hace varios siglos, en determinados montes de nuestro país, se aplicaban estrategias de gestión encaminadas a la conservación de suelos, gestión de plagas y obtención de materias primas.
Las dehesas son otro buen ejemplo de bosque «artificial» que responde a la gestión humana a lo largo de la historia. Y en este caso, es aún más antiguo: nuestro paisaje más emblemático y que ocupa unos 4 millones de hectáreas en la Península Ibérica data del Paleolítico 2.
Pero ha sido en etapas más recientes de nuestra historia, en la que tienen lugar los cambios más drásticos en cuanto a manejo forestal. Tradicionalmente, el bosque ha sido fuente de riqueza, alimento y energía para los pueblos y ciudades, lo que suponía per se una gestión sostenible. Y es que en muchas ocasiones la necesidad genera dependencia, y la dependencia es lo que mueve la conservación. Sin embargo, el éxodo rural hacia las ciudades, la aparición de nuevos materiales alternativos al uso de la madera, las nuevas formas de energía, o la introducción de especies exóticas para explotación industrial, supusieron un cambio en la gestión del monte y tierras agrícolas, que ha ido contribuyendo así al deterioro del paisaje rural, la salud de los montes y la desprotección del suelo.
Llega un momento, por tanto, en el que surge la necesidad de planificar la gestión forestal de forma organizada, una estrategia común sustentada en base al conocimiento forestal, la economía verde y la sostenibilidad. Para dar respuesta a este desafío, a mediados del siglo XIX surgen los primeros organismos y herramientas de gobernanza forestal. Durante esta etapa, por ejemplo, se crean algunas figuras como el Catálogo de Montes (1862), la primera Ley de Montes (1865) o los Montes Públicos (1989) 3.
Algunas de estas herramientas siguen vigentes hoy en día. Pero los montes ibéricos se enfrentan a un nuevo desafío que está motivando la necesidad de un cambio de calado en las estrategias de gestión de los bosques. Y es que el cambio climático está poniendo a prueba la supervivencia de nuestras masas forestales y en entredicho la gestión forestal que de ellas se hace.
Los incendios forestales de grandes dimensiones son cada vez más frecuentes y virulentos. La acumulación de combustible más seco, la continuidad vertical y horizontal, y unas condiciones climáticas de baja humedad y calor intenso persistentes, hacen que la propagación del fuego se intensifique y convierta el incendio en inextinguible. Por otro lado, las plagas y enfermedades forestales proliferan con mayor facilidad en individuos debilitados por el calor y la sequía (o los incendios) y se propagan hacia nuevas áreas geográficas debido al cambio climático.
¿ Y cómo afrontamos el futuro? Necesitamos hacer cambios en la gestión y estrategias de manejo que sean capaces de dar respuesta al desafío climático del presente y del futuro. Gracias a los avances tecnológicos contamos con herramientas muy poderosas para tomar datos, hacer modelos y realizar predicciones con las que llevar a un nivel «virtual» el manejo forestal adaptativo. Satélites, drones o sensores son las nuevas herramientas de trabajo en la Ingeniería forestal con las que se pueden obtener datos detallados y casi en tiempo real sobre el comportamiento del monte. Pero también necesitamos echar la vista atrás y recuperar usos tradicionales del monte que nos permitan no sólo protegerlo, sino también generar una economía verde local sostenible como lo hacía el monte en el pasado, pero con la ventaja de poder aplicar las tecnologías y conocimientos actuales.
Para ello, es imprescindible avanzar en la investigación y conocimiento de la ciencia forestal y otras ciencias afines, para que nuestros bosques perduren en el tiempo y que ese bosque que fue escenario de rodajes históricos no lo sea de un futuro distópico.
En CARTIF, trabajamos en proyectos que hacen que nuestros bosques estén mejor preparados y adaptados para afrontar un futuro marcado por el cambio climático. Ejemplo de ellos es el proyecto FIREPOCTEP, que trabaja por el desarrollo de estrategias de gestión de los bosques para lograr una mayor resiliencia frente a los incendios forestales, generando a la vez recursos que sustenten una economía verde local. También trabajamos en la detección temprana y control de enfermedades emergentes, como es el caso de la Phytophthora spp. en proyectos como SUPERA y ForT-HiS.
1 https://www.miteco.gob.es/es/parques-nacionales-oapn/centros-fincas/valsain/estudio_historico_tcm30-81782.pdf
4 John McColgan. Forest Service, an agency of the U.S. Department of Agriculture.
- Un viaje en el tiempo a través de los bosques - 30 septiembre 2022