¿Qué es generalmente conocido como Inteligencia Artificial – o IA?. Hoy en día es un término universalizado, que aparece no solo en círculos académicos reconditos y oscuros escondidos del resto de la sociedad. La mayoría de nosotros hemos, en cierto nivel, escuchado el término. IA no es otra palabra de moda; está aquí para quedarse. Esto realmente no es noticia: muchos ejemplos de historias de éxito de sistemas basados en IA han sido muy popularizados por los medios de comunicación (AlphaGo, DeepBlue, Chat-GPT, por nombrar algunos). El auge del Deep Learning y su aplicación a un amplisimo espectro de áreas han ayudado a su difusión masiva en años muy recientes. Dado que IA es transversal; la tecnología de IA es, en la mayoría de los casos, independiente de la tarea. Esto significa que los métodos de IA pueden utilizarse para una amplia gama de aplicaciones y problemas muy diferentes.
Y, aunque esto es absolutamente cierto, existe una brecha importante entre lo que significa IA para las personas que trabajan en la investigación de IA y para las personas ajenas a ella (público general, responsables políticos, empresas tecnológicas, diferentes sectores económicos…). Que no se me malinterprete, esa brecha es natural: los especialistas en cualquier área tienen su propia jerga para abordar los temas de una manera específica en comparación con los no especialistas. Pero también creo que 1) los esfuerzos para cerrar esta brecha y desmitificar la IA pueden tener un impacto muy positivo y 2) esto puede fomentar un ecosistema mucho mejor para la investigación y la innovación en todos los sectores económicos y sociales, y a nivel local, nacional e internacional.
Aquí está mi opinión al respecto: una gran parte de la brecha proviene del lenguaje. Cójase esta opinión con pinzas y saque sus conclusiones de los sistemas basados en IA con los que se pueda encontrar.
Apuesto a que probablemente hayas oído, ya sea en las noticias, al hablar con amigos, o en un proyecto relacionado con IA, una afirmación similar a:
"Este sistema es una IA. Esta IA es inteligente. La IA hace esto como lo haría un especialista humano"
Tengo tres problemas con esta afirmación, y los problemas son lingüísticos, no tecnológicos. Los explicaré desde un punto de vista práctico usando un ejemplo de sistema que incluye métodos de IA en un proyecto del área de Salud y Bienestar de CARTIF: un robot del modelo Temi (llamado Matías) en el proyecto EIAROB, que es un robot social que se desplegará en los domicilios de personas mayores durante el proyecto, para ayudar a monitorizarlas y acompañarlas, mejorando así el bienestar de las personas, reduciendo la soledad, y extrayendo información sobre el estado de salud de las personas y su progresión para su personal médico. En este contexto, las capacidades del robot Temi se describen en la siguiente figura.
Los tres problemas que me plantean las afirmaciones anteriores sobre IA son:
Una app o sistema artificial no es una IA o Inteligencia Artificial: la app o sistema puede incluir elementos que usan métodos de IA o que pueden estar basados en IA; la IA es un campo de estudio, como lo es por ejemplo la física, la química o la biología. Por ejemplo, el robot Temi no es una Inteligencia Artificial; incluye elementos que usan métodos de IA (en verde en la imagen, como reconocimiento y generación del habla para una conversación).
Decir que un sistema artificial es inteligente, aunque es absolutamente válido, tenemos que ser conscientes de que es un atajo lingüístico. El sistema puede usar mecanismos de IA, pero no funcionan de la misma manera que una persona de la que se dice que es inteligente. En general, hay que hacer un esfuerzo por intentar evitar poner gratuitamente propiedades humanas en los sistemas artificiales (antropomorfizar). Por ejemplo, decir que el robot Temi es inteligente porque puede mantener conversaciones es un atajo lingüístico; incluye métodos de IA (Procesamiento del Lenguaje Natural) que son capaces de interactuar en lenguaje llano con los humanos, pero estos métodos son en realidad estadísticos, y no son una representación real de cómo los humanos procesan el lenguaje en sus cerebros.
Un sistema basado en IA realiza una función. Es posible que el sistema incluya mecanismos, métodos o algoritmos que se inspiren, imiten o modelen la forma en que los humanos abordarían el problema. Pero, en última instancia, el sistema no usa el mismo proceso que los humanos. Contiene elementos que pueden haber sido diseñados pensando en cómo los humanos abordarían un problema (por ejemplo, basándose en matemáticas, estadística, lógica o cálculos), pero realizan abstracciones y aproximaciones y, como tales, no puede decirse que hagan las cosas como los humanos. Por ejemplo, algunos de los mecanismos que utiliza el robot Temi para hablar con los humanos se basan en redes neuronales artificiales, que es un conjunto de métodos matemáticos y estadísticos de IA que permiten reconocer y generar lenguaje en la conversación. Estos métodos de redes neuronales artificiales, en sus inicios (años 50-70), estaban ligeramente inspirados en cómo funcionan las neuronas en el cerebro biológico, pero no pretenden reproducirlo.
Estos factores no cambiarán la manera en que se crean los sistemas basados en IA, pero podrían cambiar la manera en que pensamos sobre los sistemas basados en IA. Así pues, en lugar de hablar de «inteligencias artificiales» como sistemas, abogo por hablar de «sistemas con métodos de IA» o «sistemas basados en IA», e intentar ser claros y específicos al hablar de IA de manera consciente. No olvidemos que el propósito de cualquier sistema artificial es tener un impacto positivo en la vida de las personas. Las personas deben estar en el centro de todos los esfuerzos de ingeniería; en consecuencia, los sistemas basados en IA deben concebirse como herramientas de ayuda a las personas y entenderse como tal.
En CARTIF, trabajamos en un amplio espectro de proyectos que implican IA aplicada a diferentes fines, y en cada paso de nuestros esfuerzos en I+D+i mantenemos la mirada puesta en el objetivo de crear o mejorar procesos que, en última instancia, sirvan a las personas y a la sociedad. Por ello, los sistemas que creamos y desarrollamos en estos proyectos son sistemas con métodos de IA, o sistemas basados en IA, pero no son «inteligencias artificiales».
Desde el comienzo de los tiempos existen muy pocas cosas que sepamos que van a ocurrir con total seguridad. El mundo está plagado de acontecimientos y eventos aleatorios muy difíciles de predecir, incluso para nuestra compañera la inteligencia artificial que muchas veces parece que es una especie de panacea que todo puede solucionar.
Sin embargo, existe algo que os garantizo que va a ocurrir, y de cierta manera, está ocurriendo en este mismo momento. Nos hacemos mayores. Dentro de nuestro ciclo de vida, el tiempo va pasando a medida que vivimos experiencias, cumplimos etapas y alcanzamos objetivos. Este tiempo, aunque no lo queramos, poco a poco nos conduce a una disminución de habilidades tanto físicas como psicológicas, hasta el punto de que el hecho de realizar las tareas cotidianas dentro del hogar supone un verdadero reto, y a veces incluso algo peligroso. En este momento surge la duda, ¿busco una persona que me ayude o, por el contrario, busco un centro residencial donde vivir?
Para muchas personas, su hogar es su símbolo de independencia. Su casa es ese sitio donde puede imponer sus propias reglas y donde no tiene que rendir cuentas a nadie. Según un estudio realizado en 2020, existen en España alrededor de 4.849.900 personas que viven solas, y dentro de esta cifra, más de 2 millones tienen 65 años o más. Esto supone un 43,6% del total. Sin embargo, lo curioso de esta estadística no es sólo el importante número de gente mayor que vive sola, sino que este porcentaje ha aumentado un 6,1% con respecto al año anterior. Por lo tanto, se entiende que la tendencia de la sociedad es la de vivir en solitario una vez que se superan los 65 años.
Sin embargo, tal y como comencé explicando al principio de este post, llega un momento en el que acordarse de ciertas tareas sencillas, como puede ser tomar las medicinas en el horario correspondiente, puede resultar algo difícil e incluso frustrante, y el hecho de no acordarse puede suponer una situación de peligro. Con todo esto, sería interesante contar con una persona o un sistema que nos recordase tomar las medicinas a tiempo si no lo hemos hecho, o recordarnos que tenemos que comer si se nos ha pasado la hora, pero sin que nos «moleste» mucho en nuestro día a día. Para esto podría entrar en juego un tema que está muy de moda hoy en día, la domótica.
Podríamos decir que comenzamos a hablar de domótica en la década de los 70, con distintas pruebas piloto de automatización de edificios, pero no fue hasta la década de los 80 cuando se inició el desarrollo a nivel comercial para distribuirlos por hogares urbanos. A día de hoy, sin entrar mucho en temas de estándares y aspectos tecnológicos, se puede hacer el siguiente desglose dentro de una rama tan grande como es la domótica:
Sensorización y recogida de datos (Si ocurre esto): Se trata de la primera etapa a tener en cuenta dentro de nuestro sistema domótico. Lo que queremos hacer es recoger datos y eventos dentro de nuestro hogar. Queremos saber si se ha abierto la puerta de la calle para saber si nos han entrado a robar, la temperatura de nuestra casa por si hay que encender la calefacción o la presencia en una determinada estancia para que se encienda la luz de forma automática. Todo esto se puede conseguir gracias a la tecnología, que monitoriza los estados de nuestra casa a través de una red de sensores que miden parámetros físicos, como la temperatura, la humedad o la luminosidad.
Actuadores y ejecutores de acción (Entonces haz esto): Una vez que ya sabemos lo que ha ocurrido dentro de casa, entraría en juego esta segunda etapa, le indicamos a un enchufe que encienda un electrodoméstico, por ejemplo, o a un motorcillo que nos abra una puerta o ventana.
Con todo esto, se entiende que una persona realiza sus tareas diarias siguiendo unos patrones más o menos establecidos. Por ejemplo, una persona que entra en su cuarto de baño, cierra la puerta y acto seguido la humedad dentro de esa estancia comienza a elevarse a unos niveles por encima de lo normal, se puede deducir que se está duchando. Otro ejemplo puede ser que sea la hora de comer y que la temperatura en la zona donde se encuentra la vitrocerámica comienza a aumentar, al mismo tiempo que se abre el frigorífico y los cajones donde se encuentran las especias. Entonces se puede deducir que la persona está cocinando. Por lo tanto, es posible realizar el seguimiento de las tareas que realiza una persona mayor que vive sola utilizando una red domótica que recoja los eventos que van ocurriendo por la casa y una inteligencia artificial (como puede ser una red neuronal) que se encargue de procesar estos datos. Una vez que se ha cumplido la etapa de adquisición de datos, sería interesante la integración de esta información con los distintos sistemas de teleasistencia de la región. De esta manera, en función de las actividades diarias que se van detectando (o que, en su defecto, no se han detectado), el sistema de teleasistencia puede brindar sugerencias a la persona o, si se detecta una situación de peligro como puede ser una caída, intervenir de forma presencial.
Desde el área de Bienestar y Salud del Centro Tecnológico CARTIF buscamos ofrecer soluciones para que las personas mayores puedan vivir de una forma plena y autónoma el mayor tiempo posible. Por esta razón, una de nuestras líneas de investigación se está centrando en el contenido de este post para que las personas mayores puedan permanecer en su casa de una forma totalmente operativa y segura. El tema que se ha tratado respecto a la domótica servirá para prestar un apoyo frente a la disminución de habilidades tanto físicas como sensoriales. Sin embargo, también estamos trabajando en soluciones para mejorar la autonomía en los hogares frente al deterioro físico mediante el desarrollo de asistentes tecnológicos para el uso de inodoro y andadores inteligentes.
En resumen, quiero enfatizar que es muy importante cuidar el bienestar de nuestros mayores y proporcionar soluciones que les permitan estar plenamente activos y que gocen de una mente sana. Queramos o no, el tiempo pasa para todos.
Aunque parezca mentira, la vejez es un fenómeno relativamente nuevo en la sociedad occidental. Es a partir del siglo XIX cuando, gracias a los avances del desarrollo industrial y científico, aumenta el número de ancianos y su esperanza de vida, pero a la vez se incrementa el desprestigio de la vejez. Al aumentar considerablemente el número de ancianos en la sociedad, estos alcanzan un nivel de representatividad mayor social que les hace cobrar significado público y político. Y un punto importante es que, si tenemos suerte, ´ y os la deseo a todos los que lean el post` , vamos a vivir una larga vejez.
La sociedad en la que vivimos actualmente presiona y margina socialmente a personas con una buena condición física e intelectual basándose en la edad numérica, y sin embargo ensalza a la juventud. Por un lado, exige a los ancianos ser dinámicos, pero al mismo tiempo les demanda un código moral y obligaciones en la vestimenta, la apariencia y represión en el ámbito sexual.
Se han elaborado unos modelos de vida para los ancianos que estos no han asumido por completo y que además no se ha contado con su participación en el momento de diseñarlos.
A pesar de lo que se vive en la sociedad actual a nivel mundial, existen zonas en el planeta en las que ser una persona mayor está considerado como una fuente de sabiduría y el que puede aportar valor a la sociedad. En estas partes del mundo, las personas viven durante más tiempo de forma sencilla, realizando actividades físicas agradables como caminar o cultivar un huerto, despertándose con sentido del propósito vital cada día, eligiendo sabiamente la comida que se llevan a la boca y manteniendo una sólida y estrecha relación tanto con familiares como con amigos. A estas regiones del planeta se las denomina «Zonas Azules», estas regiones fueron identificadas por los científicos y demógrafos que han encontrado que las características específicas locales y las prácticas dan lugar a una alta incidencia de casos de longevidad1.
Las cinco regiones identificadas por cumplir con estos requisitos son:
Cerdeña, Italia (específicamente la provincia de Nuoro y Ogliastra).
La isla de Okinawa, Japón.
Loma Linda, California. Investigadores estudiaron a un grupo de adventistas del séptimo día, que se encuentran entre las más longevas de los Estados Unidos.
Península de Nicoya, Costa Rica.
Icaria, isla de Grecia cerca de la costa turca.
Los investigadores que han estado estudiando estas zonas han resumido en dos los factores que determinan su existencia:
La salud: Los habitantes de estas zonas practican ejercicio moderado con regularidad, se alimentan con una alta cantidad de productos a base de plantas, beben alcohol, pero no excesivamente, y practican el Hara Hachi Bu, concepto japonés que implica comer hasta estar un 80% saciado.
El ámbito social: Los habitantes de las zonas azules realizan rituales para reducir el estrés, rezar, siestas, ceremonias del té. Tienen razones para levantarse cada mañana, participan en actividades colectivas con entornos que propician los hábitos saludables. También, construyen y mantienen vínculos sanos con personas de su entorno familiar y comunitario y desarrollan prácticas colectivas espirituales o religiosas.
Dentro del área de Bienestar y Salud del centro tecnológico de CARTIF, nuestro propósito está en la línea de contribuir a que las personas mayores puedan optar por vivir de una manera plena y autónoma el mayor tiempo posible mientras puedan seguir aportando valor a la comunidad. De esta manera, se pueda dejar de pensar que las personas mayores son una carga, y posibilitar nuevos conceptos en los que las personas mayores sean un activo social. De este propósito surge en CARTIF la participación activa en diferentes entidades en las que trabajamos alineados en estos objetivos, como es la participación en el Clúster de Soluciones Innovadoras para la Vida Independiente (Clúster SIVI), el Clúster de Salud de Castilla y León (Clúster Biotecyl) y la participación activa en el Digital Innovation Hub en Silver Economy de Zamora (DIHSE) que se va a presentar como candidato a formar parte de la red europea de European Digital Innovations Hubs.
Esta iniciativa es importante porque el Centro de Innovación Digital Silver Economy –DIHSE– busca ser la «ventanilla única» a través de la cual, pymes, start-ups y otras entidades públicas y privadas puedan acceder a la información, los servicios e instalaciones que precisen para abordar con éxito sus procesos de Transformación Digital dirigidos a incentivar una economía Silver (ciudadanía en edad superior a 50 años) eficiente.
La misión de DIHSE es ayudar a las PYMEs del sector asistencial, Turismo Silver y agroalimentario, así como a las administraciones públicas locales, de nuestra comunidad castellano-leonesa; en sus procesos de digitalización y brindar acceso a los últimos conocimientos y tecnologías, siendo además un nexo de unión, una puerta a la colaboración entre distintas regiones para la innovación digital.
Somos conscientes de que actualmente las necesidades biológicas básicas de las personas mayores están en su gran mayoría satisfechas gracias a los avances en la ciencia y la medicina y con esta labor podemos estar ciertamente orgullosos, pero para dar sentido a la vida las necesidades biológicas no son suficiente.
Ayudar a la proliferación de las zonas azules a otras partes del planeta debe de ser uno de los objetivos a tener en cuenta por la sociedad, a investigación básica y la investigación aplicada pueden aportar su granito de arena a este propósito.
Desde CARTIF estamos trabajando en desarrollar soluciones que aporten valor en la calidad de vida de las personas a la vez que se integran en los procesos socio- sanitarios en los que intervienen los profesionales. Un nuevo desarrollo tecnológico que no está integrado en los procesos de una manera funcional o que interopera digitalmente con otras soluciones es una isla que aporta un valor reducido o no es sostenible en el tiempo.
Por concretar un poquito más, el área de Bienestar y Salud, cuenta con dos líneas de investigación que persiguen mejorar diferentes aspectos de la calidad en el soporte a la decisión clínica y otras líneas que se centran en robótica con diferentes finalidades:
Soporte a la decisión Socio-Asistencial de los profesionales y de los usuarios mediante (Procesamiento de señales biomédicas, Machine Learning así como Soporte a la decisión de Gestión (interoperabilidad basada en estándares, modelado discreto de procesos o Gemelo Digital) con proyectos como ISA (estudio de un marco de interoperabilidad socio-asistencial), IDEALNET (Red transfronteriza de innovación en diagnóstico precoz de Leucemia para un envejecimiento saludable).
Robótica Interacción Social, en proyectos como el AIROSO y UNO MÁS que están en ejecución. Estamos trabajando en el desarrollo de la robótica de compañía. En interacción de fuerzas hombre-robot (rehabilitación, tonificación) con proyectos como THERMES (estudio de tecnologías para desarrollar robots de rehabilitación). SHAREM (desarrollo de soluciones mecatrónicas modulares de coste accesible para rehabilitación y tonificación) e IDET (desarrollo de un entorno de desarrollo de terapias para profesionales terapeutas sin un alto conocimiento de desarrollo de software).
Desarrollo de soluciones técnicas que permitan mejorar las capacidades de autonomía de las personas en su domicilio. En el proyecto PROCURA desarrollamos un Andador Inteligente y un asistente tecnológico para el uso del inodoro.
Nuestro compromiso es firme y esperamos en algún momento conseguir replicar las zonas azules para el bienestar de nuestros ancianos.
Las nuevas tecnologías traen cambios importantes en todos los sentidos de la vida de la humanidad. Concretamente la inteligencia artificial (IA), va a cambiar el propio sentido del concepto de “ser humano” e incluso el del trabajo, que siempre ha estado tan vinculado a nosotros.
La episteme es un término reformulado por Michel Focault en siglo XX y consiste en el conocimiento vinculado a “una verdad” temporal, impuesta por el poder propio de la época en la que se genera. Por tanto, las personas que se encuentran fuera de este marco temporal de conocimiento, tendrán serias dificultades para entenderlo o concebirlo.
El concepto de humanidad que se tenía en la visión teocéntrica del mundo durante la gran parte de la Edad Media, en la que todo giraba en torno a Dios, era totalmente diferente al antropocentrismo surgido a partir del humanismo renacentista del siglo XV. En el primer caso, el hombre es una herramienta para la gloria de Dios que es la medida de todo en el universo, pero a partir del humanismo el hombre va a ser el centro del todo y va a ser a partir de él desde el que va a clasificar, medir y evaluar el universo. Desde entonces todos los fenómenos y elementos que aparecen y dejan de aparecer guardan relación con nosotros.
Pongámonos en la tesitura de la existencia de una raza alienígena. Si esta raza se hubiera manifestado ante nosotros en la Edad Media, hubiéramos relacionado su existencia con algún designio divino, los hubiéramos incluido en la categoría de ángeles o demonios. Actualmente, el mismo hecho sería interpretado por y para nosotros. ¿Qué beneficios aportaría la llegada de estos vecinos estelares a la tierra? ¿Qué amenaza supondría para nosotros? ¿Se parecerían a nosotros? ¿Podríamos aprovecharnos de ellos o establecer relaciones de paz? Siendo nosotros la cúspide de la pirámide intelectual, ¿repetirán nuestro comportamiento y nos someterán en caso de contar con una tecnología superior?
Con el concepto de “trabajo” pasa algo parecido. El trabajo ha pasado de ser “el castigo de Dios al hombre por el pecado original”, a “una forma de honrar a Dios “, y actualmente el trabajo se vincula teóricamente con términos como “pasión o vocación”.
Actualmente, vemos como muchas actividades legales humanas remuneradas cuesta que sean considerada como trabajo, creador de contenidos en YouTube, Social media manager, influencer, etc. Y ni que decir de los debates éticos y morales surgidos con respecto a la consideración de un clon como ser humano o no. La episteme está cambiando, pero como ya ha pasado a lo largo de la historia, nos estamos resistiendo a la evidencia, dos conceptos que para nosotros llevan siendo fundamentales hace ya unos cuantos siglos, y que empiezan su declive. La humanidad ya no es solo la inteligencia superior, cuatro extremidades y un cerebro, un clon también puede tener cuatro extremidades, y la inteligencia, tal y como la medimos actualmente, es muy superada por un ordenador.
Con el trabajo pasa más de lo mismo, no solo debe estar en sintonía con unos valores de las personas, sino que además debe existir una motivación continua, con incentivos que van mucho más allá de la mera retribución económica, todo apunta a que el nuevo concepto de trabajo no va a estar vinculado a un lugar concreto, sino más bien a unos objetivos a cumplir. Hasta ahora el desafío del mundo laboral consiste en que las personas mediante una serie de pasos formativos, (bachillerato, grados, cursos, masters, etc.) se intenten amoldar a lo que ofrece el mercado laboral, ¿pero y si en el futuro la personas se forman para ellos mismos mediante sus talentos naturales genera riqueza? ¿Quién sabe? No pasarán muchos años antes de que veamos la nueva episteme del trabajo.
Las ideas cambian según la época de las personas que las elaboran, así que cabe preguntarse si vamos a participar en esos cambios que eventualmente terminaran imponiéndose, o si por el contrario nos quedaremos observando como meros espectadores viendo como el mundo sigue su curso mientras nos aferramos a la nostalgia del pasado, de cuando la humanidad y el trabajo nos definían como personas.
Es curioso cómo, en el momento en el que nos encontramos, nuestro sentido del tiempo se ha visto tan trastocado debido al confinamiento al que se ve sometida toda la población.
La humanidad ha ideado todo tipo de herramientas que le permitan sentir que tiene todo bajo control. Es por ello que lo más común para corroborar el transcurso del tiempo sea el uso del reloj. Pero en estos momentos, ¿es realmente tan fiable el reloj? Y, si es así ¿porque parece que el tiempo pasa tan despacio? ¿Y si el reloj no es más que otra de las ilusiones inventadas por la humanidad para aparentar control sobre algo tan intangible como el tiempo?
El tiempo es mucho más que un número, el tiempo se debe vivir y sentir para poder experimentar su paso. Nuestra percepción del tiempo es muy subjetiva y mantiene una relación estrecha con la situación emocional que ahora soportamos. La mayoría de las personas hemos notado en algún momento de nuestras vidas cómo la celeridad del tiempo es un factor variable vinculado a nuestras emociones. En situaciones agradables, se nos pasa volando, cuando realizamos alguna actividad placentera o nueva, cuando nos encontramos motivados o cuando estamos hasta arriba de tareas. Pasa todo lo contrario con el tiempo cuando lo estamos pasando mal, cuando somos impacientes o en cualquier situación incómoda, como pueden ser estar en peligro o cuando nos aburrimos. También, mención especial a la lentitud del tiempo cuando le estamos prestando atención, es decir, cuando estamos pendientes del transcurso de los minutos, por ejemplo, al hacer deportes o acudir al gimnasio.
Las observaciones anteriores nos llevan a entender la importancia que tiene el cómo la valoración subjetiva que hacemos de la percepción del tiempo influye esto en nuestras vidas. Ramón Bayés (El reloj emocional; Barcelona: Alienta Ed. 2007), nos anima a examinar los elementos que influyen en esa percepción, dado que resulta importante para nuestra salud mental, ‘gestionar el tiempo interior, es decir, el que apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para conseguir bienestar’. Estamos en constante guerra con el tiempo, unas veces deseando que vaya más deprisa y otras más lento. Lo que nos tenemos que plantear en estos casos es qué factores subjetivos nos motivan a tener una expectativa sobre cómo debería transcurrir el tiempo. Es decir, preguntarnos ¿cuáles son las emociones que nos llevan a pensar que el tiempo está pasando muy lento o muy rápido?, y una vez inidentificadas, centrarnos en estas porque es lo que poseemos, el tiempo nunca va a estar en nuestras manos. Así además ayudamos a controlar las alarmas emocionales del cerebro que nos pueden generar un estado de estrés que puede perjudicar gravemente a nuestra salud. Recordemos que el estrés libera hormonas como el cortisol y una de las consecuencias de esto es la depresión del sistema inmunológico, un sistema que hoy más que nunca nos conviene mantener todo lo saludable posible.
El 7 de abril es el día Mundial de la Salud. Resulta paradójico que este año lo vayamos a celebrar confinados debido a una pandemia mundial. Sin embargo, aunque #yomequedoencasa, la vida sigue y no podemos bajar la guardia en lo que a la salud se refiere.
Cada uno de nosotros asociamos el hecho de estar en casa con unos hábitos diferentes: unos a tranquilidad y descanso, otros a tareas domésticas, otros a familia. Sea cual sea tu situación, no hay excusas para hacerlo de una forma saludable y activa.
Pongámonos en situación con algunos datos procedentes del perfil sanitario de 2019 en España publicado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos):
España es el país de la UE con mayor esperanza de vida: 83,4 años en 2017, lo que supone 2,5 años por encima de la media de la UE. Los españoles hoy en día pueden esperar vivir unos 21,5 años más una vez alcanzada la edad de 65 años, 1,5 años más que la media de la UE. Este aumento de la esperanza de vida se produjo principalmente por una considerable reducción de las tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares, aunque la mortalidad por la enfermedad de Alzheimer se incrementó como consecuencia del aumento de la esperanza de vida.
España cuenta con unas de las tasas de mortalidad más bajas por causas evitables y tratables, lo que indica que las intervenciones de salud pública y asistencia sanitaria son, en algunos casos, eficaces. Sin embargo, aún queda mucho por hacer ya que las estimaciones sugieren que más de un tercio de las muertes en España pueden atribuirse a factores de riesgo asociado a hábitos de comportamiento, entre los que se incluyen el consumo de tabaco, una mala alimentación, el consumo de alcohol y la vida sedentaria (ver figura).
En el caso del tabaquismo, en 2005 se adoptó una ley antitabaco que se reforzó en 2010. La ley de 2010 fortalecía las normas relativas a la venta al por menor y a la publicidad de productos del tabaco; aumentaba la protección de los menores y de los no fumadores mediante la ampliación de las zonas sin humo a todos los lugares públicos; y promovía la aplicación de programas para dejar de fumar, especialmente en atención primaria. Al mismo tiempo, se incrementaron los impuestos sobre los cigarrillos, en un 3 % por paquete de cigarrillos en 2013 y en un 2,5 % más en 2017, junto con un 6,8 % de aumento en los impuestos sobre el tabaco para liar. Todas estas medidas han contribuido a que las tasas de tabaquismo hayan disminuido en los últimos quince años. Sin embargo, más de uno de cada cinco adultos españoles (22 %) seguía fumando a diario en 2017, lo que representa una proporción superior a la media de la UE (19 %).
En cuanto al sobrepeso y la obesidad, los datos son aún más alarmantes. En 2005, la Estrategia NAOS, gestionada por la Agencia española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición, tuvo por objeto frenar el aumento de la obesidad en la población española. Ésta se reforzó mediante la Ley de seguridad alimentaria y nutrición adoptada en 2011, también con el objetivo de reducir el sobrepeso y la obesidad en los niños, prohibiendo en las escuelas los alimentos y bebidas con un alto contenido de ácidos grasos saturados, sal y azúcar, y, de forma más amplia, endureciendo la normativa sobre menús infantiles. Recientemente se ha trabajado para establecer un conjunto de indicadores que permitan evaluar el progreso en su aplicación y para la ejecución de actividades de promoción de la salud en materia de nutrición, actividad física y prevención de la obesidad (AECOSAN, 2019). En 2018, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social anunció nuevas medidas para reforzar la Estrategia NAOS y, entre ellas, una iniciativa sobre un nuevo etiquetado en la parte frontal de los paquetes utilizando el modelo Nutriscore. Mediante el uso de un código de colores fácil de entender (basado en un enfoque «semafórico»), esta iniciativa pretende ofrecer a los ciudadanos información más precisa sobre la calidad nutricional de los alimentos, si bien esta medida todavía no se ha aplicado. A comienzos de 2019, el Ministerio firmó también un acuerdo con casi cuatrocientas empresas alimentarias que se comprometieron a reducir el contenido de ácidos grasos saturados, sal y azúcares añadidos en sus productos. Sin embargo, los efectos hasta ahora parecen modestos. De hecho, la tasa de obesidad ha aumentado entre los adultos, lo que puede entorpecer los avances en la reducción de la mortalidad cardiovascular y otras causas de muerte relacionadas con ella: uno de cada seis españoles sufría obesidad en 2017 (17%), un incremento con respecto a la cifra de uno de cada ocho en 2001, también por encima de la media de la UE (15 %). Este aumento está relacionado con la escasa actividad física entre los adultos, así como con hábitos nutricionales poco sanos: únicamente alrededor del 35 % de los adultos afirmaba comer al menos una verdura al día. Lo misma situación nos encontramos en la población infanto-juvenil. Según el estudio PASOS (2019) un 14,2 % de la población infanto-juvenil padece sobrepeso y obesidad medida según el IMC y un 24,5 % presenta obesidad abdominal. La prevalencia de obesidad infantil ha crecido en las dos últimas décadas: un 1,6 % según IMC y un 8,3 % según obesidad abdominal.
No podemos hacer caso omiso a los datos. Un estilo de vida saludable y activo contribuye a que nuestra esperanza de vida sea de calidad. Algunas recomendaciones básicas:
Muévete, lleva una vida activa: sube por las escaleras, ve a trabajar andando o en bici siempre que sea posible, elige juegos que impliquen movimiento para hacer con tus hijos, baila, etc.
Come tranquilo: sigue tu sensación de saciedad y no tus emociones (evita comer por aburrimiento, ansiedad, etc.). Limita los ultraprocesados (puedes leer más al respecto en el post Realfooding, ¿una moda pasajera o ha llegado para quedarse?). Incluye frutas y verduras en todas tus ingestas. Dale prioridad a los hidratos de carbono integrales frente a los refinados. Varía los alimentos cada día. Come tranquilo y si puede ser, en compañía.
Hidrátate de forma regular durante todo el día.
Haz ejercicio diariamente: dedícale al menos 30 minutos al día a la actividad física que más te guste y varíala.
Descansa y duerme entre 6 y 8 horas diarias.
Dedícale tiempo a actividades que te gusten: leer, caminar, escribir, bailar, pintar, la fotografía, el cine, meditar, hablar con alguien que te inspire, etc.
Mantener unos hábitos de vida saludables debería ser un lema siempre presente en nuestras vidas, pero se convierte en esencial en situaciones difíciles como la que estamos viviendo. Es en estos momentos cuando iniciativas como #AlimentActivos de FIAB (Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas) cobran una especial relevancia. Se trata de una web en la que nos dan trucos e ideas, nos plantean retos y nos facilitan datos e información científica para llevar un estilo de vida saludable y activo.
No olvides que, a través de las redes sociales puedes seguir multitud de perfiles que nos inspiran en materia de alimentación y cocina saludable, ejercicio físico en casa, cómo mantener una buena salud mental, así como mantenernos positivos y relajados.