Si uno viese (y oliese) los gases procedentes de una combustión y de una digestión anaerobia, no encontraría muchos parecidos aparte del estado de la materia en el que se hallan. En realidad, ambos tienen un componente en común que es inodoro, incoloro e insípido: el dióxido de carbono, compuesto por un átomo de carbono y dos de oxígeno (CO2). Es un componente natural de la atmósfera, con una concentración media de alrededor de 420 mg/L y juega un papel esencial en procesos biológicos como la fotosíntesis y la respiración.
Molécula de dióxido de carbono (CO2) y de oxígeno (O2)
Desde el punto de vista físico-químico, el CO2 presenta propiedades versátiles. A temperatura y presión ambiente se encuentra en estado gaseoso, pero puede licuarse a presiones superiores a 15 bar a -20 °C. El dióxido de carbono (CO₂) presenta una característica peculiar: a presiones atmosféricas normales puede pasar directamente del estado gaseoso al sólido sin pasar por el estado líquido. Este proceso se conoce como sublimación inversa. Gracias a esta propiedad, el CO₂ se utiliza en forma de “hielo seco”, que se encuentra a una temperatura de –78,5 °C, y se emplea ampliamente en refrigeración y transporte de productos sensibles a la temperatura.
Estas transiciones de fase del CO₂ son aprovechadas en diversas industrias, como la alimentaria y la farmacéutica, debido a su eficiencia y seguridad en la conservación de productos.
En términos industriales, el CO2 se utiliza ampliamente en procesos como carbonatación de bebidas, inertización de atmósferas, soldadura, extinción de incendios y como fluido en tecnologías emergentes como la captura y almacenamiento de carbono (CCS por sus siglas en inglés). También es un gas clave en la producción de biocombustibles y en la generación de energía, donde se emplea en estado supercrítico (por encima de 31 °C y 74 bar) gracias a sus propiedades únicas de solubilidad y densidad.
Diferencia entre sólido, líquido y fluido.
Sin embargo, el CO2 es también un gas de efecto invernadero con alto impacto climático, por lo que su gestión adecuada resulta fundamental. Innovaciones en su captura, reutilización y valorización están abriendo nuevas oportunidades para reducir emisiones, convertirlo en productos útiles y avanzar hacia una economía más sostenible y circular.
Por eso, desde CARTIF consideramos que poder atrapar el CO2 en su origen es del más alto interés. En este caso, nos hemos centrado tanto en el CO2 procedente de la formación de biogás, como en el CO2 proveniente de la combustión de biomasa.
En la formación de biogás, el CO2 se produce a través de procesos anaerobios, donde microorganismos descomponen la materia orgánica en ausencia de oxígeno. En esta digestión anaerobia, las bacterias transforman polisacáridos y grasas en una mezcla de metano (CH4) y dióxido de carbono. El biogás típico contiene entre un 30-45% de CO2, el cual no solo es un subproducto inevitable, sino que también influye en el poder calorífico del biogásdebido a que es un gas inerte energéticamente, es decir, no participa en la combustión y, por lo tanto, no aporta energía. Cuanto mayor sea la proporción de CO2 en la mezcla, menor será la concentración de CH4, que es el componente combustible responsable del contenido energético. Un biogás típico con 60-70% de metano tiene un poder calorífico de 20-25 MJ/m³, mientras que, si el contenido de CO₂ aumenta y el metano disminuye, este valor puede reducirse significativamente, afectando la eficiencia en calderas, motores y turbinas.
«Un biogás típico con 60-70% de metano tiene un poder calorífico de 20-25 MJ/m3 «
En la combustión de biomasa, el CO2 se genera a partir de la oxidación del carbono contenido en materiales orgánicos como residuos agrícolas, forestales o pellets. Durante la reacción, el carbono (C) presente en la biomasa se combina con el oxígeno (O2) del aire, liberando energía en forma de calor y produciendo dióxido de carbono (CO2) y vapor de agua (H2O). Este proceso es rápido y ocurre a altas temperaturas, siendo la base de tecnologías como calderas y plantas de cogeneración. En la combustión de biomasa, la concentración típica de CO2 en los gases de combustión suele situarse entre 3% y 15% en volumen, dependiendo del tipo de biomasa, la cantidad de oxígeno disponible y la eficiencia del proceso. Este valor es relativamente bajo porque, además de CO2, los gases contienen una gran cantidad de nitrógeno (N2) procedente del aire de combustión, así como vapor de agua, oxígeno residual y pequeñas trazas de monóxido de carbono (CO) y otros compuestos.
Bienvenido a la solución, tenemos membranas y contactores
La solución propuesta desde CARTIF consiste en el uso de un sistema de contactores de membrana, la cual puede separar el CO2 de una corriente de múltiples gases, siendo capaz de obtener una salida con CO2 de alta pureza.
Un contactor de membranas es una tecnología avanzada utilizada para separar y purificar gases, en este caso, para la captura y concentración de CO2 a partir de corrientes gaseosas. Su funcionamiento se basa en el principio de transferencia de masa a través de una membrana hidrofóbica, que actúa como barrera física entre la corriente gaseosa y un líquido absorbente que reacciona selectivamente con el CO2.
El sistema está compuesto por un módulo con miles de fibras huecas de material polimérico. El gas que contiene CO₂ mezclado con otros componentes, circula por un lado de la membrana (normalmente el interior de las fibras), mientras que el líquido absorbente fluye en contracorriente por el lado opuesto. Gracias a la naturaleza hidrofóbica de la membrana, esta impide el paso del líquido, pero permite que el CO₂ se difunda a través de sus poros, impulsado por un gradiente de presión parcial. Una vez que el CO2 atraviesa la membrana, es capturado por el absorbente líquido, que en nuestro caso puede variar entre agua destilada o una disolución de NaOH. Este proceso ofrece alta selectividad, ya que otros gases como el metano no atraviesan los poros de la membrana y permanecen en la corriente gaseosa, obteniéndose así un gas purificado con menor concentración de CO2.
Esquema de contactores de membrana. Fuente: https://www.researchgate.net/figure/Schematic-representation-of-the-HFMC-for-CO2-absorption_fig1_379710499
Posteriormente, el líquido saturado con CO2 se dirige a una etapa de regeneración, donde, mediante una bajada de presión, se libera el CO2 puro, mientras que el líquido absorbente se recicla para volver al primer contactor. El CO2 recuperado puede ser almacenado, comprimido o reutilizado en procesos industriales como carbonatación, inertización o producción de combustibles sintéticos.
¿Y el CO2 obtenido?
El sistema de contactores de membranas para la extracción de CO2 de corrientes gaseosas ha sido testeado en el Centro con buenos rendimientos de separación, por lo que a partir de este momento se ha decidido añadir a nuestra planta piloto un sistema de compresión de CO2 para almacenarlo en botellas en forma gaseosa, con el fin de poder utilizarlo en diferentes aplicaciones industriales (carbonatación de bebidas, crecimiento de microalgas, síntesis de otras moléculas, etc.).
Un compresor de CO2 funciona aumentando la presión del gas mediante la reducción progresiva de su volumen a través de una o varias etapas de compresión. En cada etapa, un pistón reduce el espacio ocupado por el CO2, elevando su presión y temperatura. Para evitar sobrecalentamientos, el gas se suele enfriar entre etapas mediante intercambiadores de calor. Este proceso permite llevar el CO2 desde condiciones cercanas a la atmosférica hasta presiones de almacenamiento con el fin de evitar la licuefacción del mismo.
Por ello, el sistema está diseñado para mantener la temperatura y presión en rangos seguros, asegurando que el CO2 permanezca en fase gaseosa durante todo el proceso. Esto permite una operación más estable, segura y económica, especialmente en proyectos piloto o de reutilización de CO2, donde la simplicidad y fiabilidad son clave.
Conclusiones: del residuo climático al recurso estratégico
El dióxido de carbono (CO2) es uno de los principales gases de efecto invernadero, cuya concentración atmosférica ha aumentado significativamente debido a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles y ciertos procesos industriales. Reducir estas emisiones es clave para mitigar el cambio climático y avanzar hacia un modelo productivo más sostenible. Sin embargo, el CO₂ no debe verse únicamente como un residuo, sino como un recurso valioso que puede ser capturado, purificado y reutilizado en diferentes sectores dentro de una economía circular.
En este contexto, la tecnología de contactores de membranas se presenta como una solución innovadora y eficiente para la purificación de CO2. Estos sistemas permiten separar el dióxido de carbono de mezclas gaseosas como el biogás o los gases de combustión mediante un proceso físico-químico basado en membranas hidrofóbicas y un líquido absorbente selectivo. Su diseño modular ofrece una gran superficie de contacto en un espacio reducido, mejorando la eficiencia y reduciendo el consumo energético frente a métodos tradicionales. Gracias a esta técnica, es posible obtener CO₂ de alta pureza mientras otros gases, como el metano, permanecen libres de contaminantes y listos para su aprovechamiento.
Una vez purificado, el CO2 debe almacenarse de manera segura. Para ello, se emplean sistemas de compresión y almacenamiento en botellas de gas, diseñados para mantener el CO2 en fase gaseosa, evitando su licuefacción. Esto implica comprimirlo hasta presiones controladas, generalmente entre 15 y 20 bar, mediante compresores multietapa que aseguran la estabilidad y seguridad del proceso. El gas comprimido se almacena en racks de botellas que permiten su transporte y utilización posterior. Este paso es fundamental no solo para garantizar la integridad del equipo, sino también para cumplir con normativas de seguridad industrial.
El CO2 capturado y almacenado puede tener múltiples aplicaciones industriales, desde la carbonatación de bebidas y la conservación de alimentos, hasta su uso en procesos de soldadura, extinción de incendios o como materia prima en la producción de combustibles sintéticos y productos químicos. De esta manera, lo que antes se consideraba un desecho pasa a convertirse en un insumo con valor añadido. Este enfoque es un claro ejemplo de economía circular, donde se cierran ciclos productivos, se reducen emisiones y se fomenta la eficiencia en el uso de recursos.
En definitiva, la integración de tecnologías de captura como los contactores de membranas, junto con sistemas de compresión y almacenamiento, permite no solo reducir el impacto ambiental del CO2, sino también transformarlo en una oportunidad económica y tecnológica, impulsando la transición hacia industrias más limpias, resilientes y sostenibles.
Co-autor
Jesús Marroquín. Investigador en biogas/biometano/biohidrógeno
Un nuevo paradigma: cuando el residuo se convierte en activo
Imagina que el residuo dejase de ser un problema para las empresas y se convirtiera en una fuente de ingresos. No es una idea futurista, sino una tendencia cada vez más tangible.
En un mundo donde los recursos naturales son finitos y los residuos aumentan de forma exponencial, la transición hacia una bioeconomía circular se presenta como un pilar esencial para un futuro sostenible, y más aún cuando, cada año, millones de toneladas de subproductos agroindustriales, residuos alimentarios o corrientes orgánicas terminan infrautilizados, pese a su alto contenido en carbono, nutrientes y compuestos de interés.
10% de los alimentos disponibles para el consumo en la UE se desperdician
Tanto es así que se estima que alrededor del 10% de los alimentos disponibles para el consumo en la UE se desperdician en los sectores de suministro y consumo (hogares, restauración y retail), según confirma la Oficina Estadística de la Unión Europea (Eurostat). Pero, ¿y si estos residuos, lejos de ser un problema, pudieran transformarse en una oportunidad y convertirse en la materia prima del futuro?
Cada año, en la UE se generan alrededor de 59 millones de toneladas de desperdicio alimentario, equivalentes a 132 kg por persona, con un valor económico estimado en 132 000 millones de euros (Eurostat, 2022). Detrás de esas cifras se esconde una oportunidad de innovación: transformar estos residuos en bioplásticos, ácidos orgánicos, proteínas o biocombustibles capaces de sustituir a derivados fósiles y reducir la huella de carbono de la industria, pudiendo cubrir hasta el 20% de su demanda de productos químicos básicos con carbono renovable.
El 20% de la demanda de productos químicos básicos de la industria se podría cubrir con carbono renovable
El concepto de bioproceso circular no se limita a reciclar. Implica rediseñar los flujos productivos para que cada molécula de carbono tenga más de una vida. Como subraya la Estrategia Europea de Bioeconomía (2024-2025), el reto está en convertir residuos agrícolas y urbanos en materias primas para nuevos bioproductos, reduciendo el impacto sobre suelos, agua y biodiversidad.
Este impulso se refuerza con la nueva regulación: el Reglamento de Envases y Residuos (PPWR), que será de aplicación general en agosto de 2026, y que obliga a que todos los envases sean reciclables o reutilizables (Design4Recycling). Esta normativa está generando un efecto arrastre en toda la cadena de valor, donde la demanda de materiales biobasados y reciclables crece a un ritmo sin precedentes.
Del residuo al recurso o cómo convertir residuos en moléculas de valor: la tecnología que lo hace posible
La biotecnología industrial es hoy una herramienta esencial para transformar residuos orgánicos, biomasa lignocelulósica o incluso emisiones de CO₂ en moléculas de alto valor añadido. Esta conversión se consigue mediante plataformas que combinan microbiología, catálisis y química verde.En el área de Biotecnología y Química Sostenible (BQS) de CARTIF, el proceso se articula en cuatro etapas principales:
Pretratamiento inteligente: Lo primero es descomponer la estructura compleja de los residuos (biomasa lignocelulósica, melaza, aceites usados) por métodos físicos, químicos o enzimáticos para liberar azúcares y compuestos fermentables.
Fermentación avanzada: Aquí, microorganismos diseñados transforman los sustratos (azúcares, CO₂, syngas) en ácidos orgánicos, biopolímeros, alcoholes o proteínas unicelulares (SCP). Es un paso crítico: la productividad, selectividad y estabilidad definen la viabilidad del proceso.
Biocatálisis selectiva: Para llevar un metabolito intermedio a una molécula final de interés, se recurre a enzimas específicas o rutas de biocatálisis que funcionan bajo condiciones moderadas y elevan la pureza del producto final.
Etapa de separación y purificación (downstream): Membranas, cromatografía, ultrafiltración o spray drying permiten aislar, concentrar y preparar el producto para cumplir exigencias industriales y normativas de calidad.
Cuando todo eso se integra en una biorrefinería —que produce simultáneamente varios bioproductos a partir de una corriente de residuo- se maximiza el uso del carbono, se reducen costes, emisiones y riesgos asociados a materias primas fósiles. En el área de Biotecnología trabajamos con metodologías basadas en el desarrollo de tecnologías a escala de laboratorio para su posterior escalado a planta piloto y fase preindustrial (TRL 2–5), acompañadas de herramientas de análisis tecno-económico y huella de carbono para asegurar que la innovación sea escalable y transferible a la industria y sector productivo.
Tecnologías que crean valor y mercado
No basta con que un proceso funcione: debe generar productos competitivos en volumen, coste y calidad. Los bioprocesos circulares permiten acceder a mercados industriales en crecimiento. Entre los bioproductos con mejor potencial comercial se encuentran:
Ácidos orgánicos (láctico, acético, succínico): bloques de construcción para la industria química, cosmética y de bioplásticos.
Biopolímeros PHA/PHB: alternativas biodegradables con alto potencial en envase sostenible.
Proteínas microbianas: fuente de proteína alternativa para alimentación animal o acuícola.
Antioxidantes naturales y péptidos bioactivos: ingredientes de alto valor para nutracéutica y cosmética.
Bioaceites y biocarbonos: precursores de adhesivos, recubrimientos o materiales porosos.
El mercado europeo ya ha comenzado a traducir interés en cifras: con una tasa de crecimiento elevada, la competencia entre productores biotecnológicos empieza a orientarse a nichos donde la cadena local, la sostenibilidad y la trazabilidad son factores diferenciadores frente al plástico fósil. Por otra parte, en 2024, el sector del envase concentró el 45 % de la demanda de bioplásticos en Europa (European Bioplastics). Las previsiones apuntan a un crecimiento anual del 18 % entre 2025 y 2030, pasando de 0,67 a 1,54 millones de toneladas. A este dinamismo se suman otros segmentos como los ingredientes bioactivos o los biopolímeros técnicos, donde la trazabilidad y el origen renovable se han convertido en ventajas competitivas.
Lo que CARTIF aporta: infraestructura y mitigación de riesgo
Convertir una buena idea en un proyecto industrial viable requiere una plataforma tecnológica avanzada, flexibilidad y experiencia en procesos de escalado. Aquí es donde CARTIFaporta la experiencia de su personal técnico cualificado y su infraestructura de equipos de laboratorio y plantas piloto.
El área de Biotecnología y Química Sostenible (BQS) cuenta con una infraestructura completa que permite escalar procesos desde el laboratorio hasta la planta piloto, con fermentadores automatizados (1-200 litros), reactores presurizados capaces de utilizar gases como CO₂ /H₂ / CO, sistemas SCADA y un laboratorio analítico de última generación (HPLC, GC-MS, UPLC-MS, FTIR, SEM, TGA, etc.). Con estas capacidades, podemos simular condiciones industriales, optimizar parámetros clave (rendimientos, productividad, coste enzimático/energético) y validar la viabilidad antes de escalar.
De la idea al proyecto: hoja de ruta recomendada
Para quien trabaja en empresa, clúster o centro tecnológico, esta guía rápida puede servir de ayuda para plantear una estrategia de valorización de beneficio de las corrientes de subproducto y residuos:
Identifica tus corrientes residuales: composición, volumen y variabilidad.
Define tu cartera de productos: elige uno o dos “productos ancla” + posibles coproductos.
Apuesta por una tecnología y desarróllala con criterios de innovación y competitividad desde el laboratorio hasta la escala piloto con KPIs claros: productividad, títulos, rendimiento bruto/neto.
Evalúa económicamente (TEA) y ambientalmente (LCA) bajo escenarios normativos.
Asegura contratos de suministro y off-take con proveedores y distribuidores.
Gracias a su experiencia multidisciplinar y su red de colaboración con empresas, CARTIF acompaña a la industria durante todo el ciclo de desarrollo, desde la caracterización del residuo hasta la validación piloto y la evaluación técnico-económica, aplicando un enfoque integral que reduce el riesgo tecnológico y acelera la transferencia de resultados al mercado.
📩 Contacta con nosotros para desarrollar soluciones biotecnológicas adaptadas a tu industria
En resumen y a modo de conclusión, podemos decir que la valoración biotecnológica de residuos ya dejó de ser una promesa futurista: es una estrategia obligada para empresas que quieren adelantarse a la regulación, reducir costes o reputación ambiental y capturar nuevos nichos. Con normativas estrictas como el PPWR entrando en vigor y objetivos ambiciosos para 2030, quienes integren bioprocesos circulares dispondrán de una ventaja competitiva sólida. Los bioprocesos circulares son una vía real para transformar los retos ambientales en oportunidades de innovación. En CARTIF y, concretamente en el área BQS, trabajamos para que cada molécula cuente, impulsando una industria más sostenible, competitiva y basada en el conocimiento.
En el contexto actual, la agricultura está cada vez más afectada por los efectos del cambio climático. Las variaciones bruscas del clima, como lluvias torrenciales o elevadas temperaturas en épocas atípicas, contribuyen a que plagas y enfermedades desarrollen resistencias frente a los tratamientos químicos convencionales. Por ello, la búsqueda de soluciones naturales y sostenibles es prioritaria. En este escenario, los microorganismos beneficiosos y la vegetación espontánea emergen como grandes aliados en la defensa de los cultivos estratégicos y de nuestras ciudades.
Los suelos agrícolas albergan millones de microorganismos, como bacterias y hongos (Trichoderma spp., Bacillus, Pseudomonas, etc.), que, ya sea actuando por sí solos o en simbiosis con las plantas, desempeñan un papel fundamental en la protección frente a plagas y enfermedades. Dichos microorganismos actúan de maneras muy diversas contra plagas y enfermedades, compitiendo con ellos por nutrientes y espacio, produciendo metabolitos antimicrobianos que inhiben la acción de los patógenos, también pueden inducir los sistemas de defensa de las plantas o mejorar la nutrición y estructura del suelo, reforzando así la resistencia de las plantas allí cultivadas o establecidas, como puedan ser los árboles ornamentales de las ciudades.
Asimismo, la vegetación espontánea, tradicionalmente considerada “mala hierba”, puede ser, si se gestiona adecuadamente, una gran aliada frente a patógenos. Estas plantas, que crecen de manera natural en muchos espacios y que tienen una adaptación total al medio en el que residen, ofrecen una serie de beneficios que resulta necesario aprovechar. Permiten alojar enemigos naturales de las plagas, como insectos depredadores y parasitoides, favorecen la presencia de microorganismos beneficiosos en la rizosfera, ya que crecen de manera natural y ya tienen su propio ecosistema microbiano, pueden actuar como barrera física o biológica frente a patógenos, y por supuesto, contribuyen a biodiversidad funcional del ecosistema.
Por ello la utilización de estas plantas se antoja fundamental para comprender el ecosistema que nos rodea y apoyarnos en él para generar un medio de lucha natural, y a la vez eficaz para combatir patógenos y enfermedades que afectan a los cultivos.
Vegetación espontánea
Interacción entre microbiota y vegetación espontánea
La sinergia entre ambos elementos es fundamental. La vegetación espontánea influye en la composición de la microbiota del suelo a través de exudados radiculares y puede actuar como reservorio de microorganismos protectores. Estudios recientes demuestran que las parcelas con cobertura vegetal diversa presentan mayor resistencia a enfermedades.
Estas sinergias están siendo aplicadas con éxito en cultivos estratégicos como la vid, el almendro, el olivo o el pistacho, aportando resiliencia y sostenibilidad frente a las condiciones adversas del cambio climático.
La estrategia a seguir para que esta interacción sea totalmente funcional y eficaz pasa por la búsqueda e inoculación de consorcios microbianos autóctonos, es decir, microorganismos totalmente adaptados al medio y que no generen rechazo, realizar una gestión adecuada de la vegetación espontanea, creando mezclas de semillas seleccionadas de las plantas más adecuadas a cada tipo de cultivo o acción y, por supuesto, reducir el laboreo y las tareas de mantenimiento al mínimo, para así reducir el gasto energético y, con ello, nuestra huella de carbono.
Aplicaciones prácticas de vegetación espontánea en Castilla y León
En Castilla y León, se han identificado numerosas especies de vegetación espontánea que pueden integrarse de forma estratégica en los sistemas de cultivo. Especies como Papaver rhoeas (amapola), Sinapis arvensis (mostaza silvestre), Plantago lanceolata* (llantén), y Stellaria media (pamplina) son comunes en zonas de secano y márgenes agrícolas. Estas plantas no solo compiten con las especies invasoras, sino que también ofrecen hábitats para insectos auxiliares y mejoran la biodiversidad del suelo.
Una de las aplicaciones más sencillas de acometer con estos recursos naturales, es la implantación de estas medidas en nuestras ciudades (Fig. 1), transformando zonas degradadas y de escaso valor, en zonas con alta biodiversidad que aportan un valor fundamental para el desarrollo del eje persona, planta, suelo.
Fig 1. Alcorque degradado (izquierda) y alcorque florido de vegetación espontánea (derecha). 2022. Fuente: El periódico de Aragón
El manejo selectivo de estas especies mediante técnicas como la siega diferenciada o el diseño de bandas de cobertura está demostrando beneficios agronómicos y ecológicos en ensayos de campo recientes en cultivos de cereal, vid y olivo.
Conclusión: naturaleza como aliada para la sostenibilidad agrícola
La integración de microorganismos beneficiosos y vegetación espontánea representa una estrategia efectiva para una agricultura más natural y sostenible. Fomentar estas prácticas no solo ayuda a proteger los cultivos estratégicos y jardines, sino que también mejora la salud del suelo, reduce la dependencia de insumos químicos y nos ayuda a controlar el gasto energético. Es hora de mirar al suelo y al entorno como los verdaderos aliados en la protección agrícola.
– FAO (2022). *Harnessing the potential of soil biodiversity in agroecosystems*. Food and Agriculture Organization of the United Nations. – Poveda, J., & González-Andrés, F. (2021). *Biological control of plant diseases through the rhizosphere microorganisms: Emerging strategies and challenges*. Frontiers in Microbiology, 12, 671495. – European Commission (2020). *Biodiversity Strategy for 2030: Bringing nature back into our lives*. – Martínez-Hernández, C. et al. (2023). *Vegetation management and soil microbiota interactions in Mediterranean agroecosystems*. Agronomy for Sustainable Development, 43(2).
Si a mi abuela le hubieran hablado de marketing verde, habría levantado una ceja diciendo: “Eso suena a que te quieren vender lo de siempre… pero con olor a pino”.
Y si le contara el enredo que tuvo Ursula von der Leyen al tener que reafirmar su apoyo a la Directiva de Alegaciones Verdes, tras días de confusión en su equipo, me diría: “Pues lo típico, Laura… dicen una cosa por la mañana, la contraria por la tarde, y al final no sabes si están hablando de sostenibilidad o de horóscopos”
Y no le faltaría razón.
En los últimos años, la sostenibilidad ambiental se ha convertido en una potente herramienta de marketing, aunque no siempre respaldada por acciones reales. Para poner freno a las prácticas de comunicación engañosas conocidas como “lavado verde” o greenwashing, la Unión Europea ha impulsado dos directivas clave: la Directiva 2024/825 de Empoderamiento de los Consumidores, ya aprobada y pendiente de transposición en España, y la Directiva de Alegaciones Verdes (Green Claims), que establece criterios específicos para evitar afirmaciones ambientales sin fundamento, cuya aplicación estaba prevista a partir del 27 de septiembre de 2026. Y tenemos que decir estaba porque, a pocos días de su aprobación final, la propuesta ha quedado en el aire por falta de consenso político y está ahora a la espera de aclaraciones y de un acuerdo entre los Estados miembros.
Esta directiva pretende poner orden en un ecosistema de etiquetas verdes que ha crecido sin control. Su objetivo: exigir que cualquier alegación ambiental (eso de “100% reciclado” o “carbon neutral”) esté verificada y respaldada con datos sólidos, como un Análisis de Ciclo de Vida (ACV). En su versión más ambiciosa, incluso obligaba al uso de metodologías armonizadas como la Huella Ambiental de Producto (PEF) o de Organización (OEF). Sin embargo, las negociaciones políticas han ido rebajando el tono, y ahora está en riesgo de quedar en papel mojado. Una lástima, porque la ciudadanía necesita protección e información frente al greenwashing y las empresas honestas, reconocimiento. No es una norma pensada para molestarlas. Al contrario.
«La ciudadanía necesita protección e información frente al greenwashing y las empresas honestas, reconocimiento»
Mientras tanto, la presión social y la vigilancia de organismos como la Organización Europea del Consumo ya están surtiendo efecto. Prueba de ello son los casos recientes de Coca-Cola y Adidas, que han tenido que recular en sus mensajes “verdes” tras investigaciones por publicidad engañosa.
Fuente: Publicación Linkedin de El Empaque Conversión.
En el caso de Coca-Cola, una denuncia colectiva presentada por organizaciones europeas de consumidores y medioambiente llevó a que la Comisión Europea interviniera. El gigante de las bebidas se comprometió a cambiar frases como “hecha con plástico 100% reciclado”, ya que solo aplicaban al cuerpo de la botella, no a la tapa ni a la etiqueta. Por su parte, Adidas tuvo que dejar de promocionar una línea de zapatillas como “más sostenibles” sin explicar con qué criterios lo eran ni aportar evidencia alguna. Ambas situaciones dejan claro que ya no basta con añadir una hoja verde o el símbolo del reciclaje.
Así que, mientras en algunos sitios se confunde sostenibilidad ambiental con decoración, en CARTIF aportamos una base técnica rigurosa para acompañar a las empresas en su transición hacia modelos medioambientalmente más sostenibles y transparentes.
Desde nuestro equipo de sostenibilidad y neutralidad climática, llevamos años colaborando con empresas comprometidas con la mejora continua, que desean fundamentar sus decisiones en datos verificables.
¿Y cómo lo hacemos? Pues ni con bolas de cristal ni con hojas verdes de parra, sino:
Aplicando Análisis de Ciclo de Vida (ACV): porque saber el impacto ambiental de un producto no es cuestión de intuición, sino de cálculos rigurosos según estándares ISO.
Calculando huellas ambientales: empezando por la huella de carbono (la más mediática de la familia) pero sin olvidarnos de las demás: de acidificación, uso del suelo… Para tomar decisiones que pesen lo justo (en impacto, no en excusas).
Fomentando ecoetiquetados y la comunicación ambiental: porque decir la verdad también se entrena.
Ayudando a incorporar estrategias de ecodiseño: porque si el impacto ambiental no se tiene en cuenta desde la fase de diseño, poco puede hacer una etiqueta. Aquí es donde la sostenibilidad se cuela en los planos, en los materiales, en los embalajes… y sí, también en las decisiones con más estilo (y menos residuos).
Combinando todas estas herramientas, nuestra misión es apoyar a las empresas en su camino hacia modelos no solo ambientalmente más sostenibles, sino también más honestos y coherentes. Las acompañamos a medir, mejorar y comunicar (siempre en este orden).Queremos que puedan contar su historia de sostenibilidad con una sonrisa. Que su storytelling tenga coherencia con su storydoing.
Y a Ursula le pedimos una cosa sencilla (pero urgente): que no deje fuera del juego a quienes están haciendo las cosas bien. A esas empresas que apuestan por medir, mejorar y comunicar con transparencia, y que luego tienen que competir con quien vende humo verde.
Porque sí, se puede comunicar sostenibilidad sin caer en el maquillaje verde. Solo hace falta rigor, compromiso y un poquito de sentido común. Como el que tenía mi abuela.
Un problema creciente: montañas de residuos textiles
El consumo de ropa y textiles se ha disparado con la expansión de la denominada “fast fashion”, dando lugar a enormes cantidades de residuos. En Europa, la European Environment Agency (EEA)1 reporta que cada ciudadano de la UE compró en 2022 una de media 19 kg de ropa, calzado y textiles para el hogar, frente a 17 kg en 2019. Además, se generaron alrededor de 6,94 millones de toneladas de residuos textiles en la UE. Sin embargo, la infraestructura de recogida no ha acompañado este crecimiento, y la mayor parte de estos desechos no se recupera, solo alrededor de un 15% de los residuos textiles en Europa se recogen de forma separada o se reciclan, lo que significa que el 85% restante acaba en la basura, incinerado o en vertederos sin ninguna segunda vida útil.
En España la situación es igual de preocupante. Nuestro país supera la media europea en consumo de moda con una generación estimada de cerca de 900.000 toneladas de residuos textiles al año. Según la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER)2 , tan solo un 11% de la ropa usada en España se recoge en contenedores específicos. Esta enorme pérdida de materiales refleja que la gran mayoría de nuestras prendas usadas no encuentran una segunda vida.
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El obstáculo de las mezclas de fibras en el reciclaje tradicional
¿Por qué se recicla tan poco la ropa? Uno de los principales obstáculos es la propia composición de las prendas. Es habitual que estén confeccionadas con mezclas de fibras, por ejemplo, una camiseta con 50% algodón y 50% poliéster, o tejidos que combinan poliéster con viscosa. De hecho, la mayoría de los residuos textiles postconsumo contienen combinaciones de fibras sintéticas y naturales. Estas mezclas, junto con los tintes y aditivos aplicados a los tejidos, dificultan enormemente el reciclaje mecánico tradicional que consiste en triturar las prendas usadas para obtener fibras reutilizables.
Este proceso requiere flujos de residuos bastante puros y uniformes para dar buen resultado. Si introducimos una mezcla de algodón y poliéster en la trituradora, obtendremos una masa de fibras mezcladas de distinta naturaleza que no se pueden hilar fácilmente en un hilo nuevo de calidad. Además, con cada ciclo de reciclaje, las fibras se acortan y se debilitan. Por eso, el reciclaje mecánico suele destinar las fibras recuperadas a productos de menor valor – un proceso conocido como “downcycling”– como rellenos aislantes, relleno de cojines, o materiales para construcción, en lugar de convertirse de nuevo en ropa.
Cuando una prenda lleva varios tipos de fibra pegados o incluye tratamientos químicos complejos, a menudo la ruta mecánica no puede reciclarla en absoluto y esa prenda mixta acaba directamente en el vertedero. En resumen, nuestras prendas actuales están llenas de mezclas y acabados que el reciclaje tradicional no sabe separar y terminan desperdiciados.
Reciclaje químico: descomponer las prendas para recuperar materiales
Frente a este problema, el reciclaje químico se posiciona como una solución prometedora. A través de procesos como la disolución selectiva o la despolimerización, permite descomponer los tejidos a nivel molecular y recuperar sus componentes básicos: celulosa, monómeros plásticos o nuevas fibras regeneradas. En lugar de triturar o fundir, se “rebobina” la materia prima para “volver a empezar”.
Algunos ejemplos recientes muestran que esta tecnología ya está dando pasos hacia la realidad industrial. La startup alemana Eeden, por ejemplo, está construyendo una planta piloto para reciclar mezclas de algodón y poliéster. Su proceso permite recuperar celulosa de alta pureza a partir del algodón y monómeros del poliéster (como el ácido tereftálico), que pueden reutilizarse en la fabricación de nuevas fibras.
Por su parte, BASF e Inditex han desarrollado loopamid®, el primer nailon 6 reciclado por completo a partir de residuos textiles. Gracias a un proceso químico de despolimerización y repolimerización, es posible obtener un nuevo polímero con calidad comparable al original, que ya ha sido usado para fabricar prototipos de prendas.
Aunque todavía es una tecnología emergente, el reciclaje químico está demostrando su capacidad para cerrar el ciclo textil incluso en los casos más complejos, y será clave para avanzar hacia una moda verdaderamente circular.
Descomposición de tejidos
Hacia la economía circular en la moda
En resumen, el reciclaje químico de residuos textiles se perfila como una solución necesaria y complementaria al reciclaje mecánico para hacer frente a la crisis de residuos de la moda. Ante un volumen cada vez mayor de ropa desechada –y, especialmente, el desafío que suponen las prendas de fibras mezcladas, omnipresentes en nuestro armario-, las tecnologías químicas ofrecen la posibilidad de recuperar materiales con calidad de origen, superando las limitaciones de los métodos tradicionales. Aunque todavía deben escalarse industrialmente y abaratar costos, ya se ha demostrado que es técnicamente viable convertir una prenda usada en una nueva, separando polímeros y eliminando impurezas en el proceso.
En el futuro, combinar mejores diseños (prendas más duraderas y reciclables), consumo responsable, sistemas eficientes de recogida y clasificación, y todas las formas de reciclaje disponibles, será clave para lograr una verdadera economía circular en el sector textil. En ese panorama, el reciclaje químico se convertirá en un aliado imprescindible para que esa camiseta usada que hoy consideramos un desecho pueda “nacer de nuevo” convertida en materia prima de alta calidad, reduciendo la carga ambiental de la moda y cerrando el círculo de los textiles.
En un contexto donde la salinidad del suelo compromete la productividad agrícola global, la ciencia busca aliados invisibles pero poderosos bajo nuestros pies: los microorganismos del suelo.
La salinidad del suelo se ha convertido en uno de los principales desafíos para la agricultura, afectando a más del 20% de las tierras agrícolas, según la FAO. Este fenómeno, que implica la acumulación de sales solubles como sodio, magnesio y calcio en el suelo, restringe la capacidad de las plantas para absorber agua y nutrientes esenciales para su desarrollo. Además, prácticas inadecuadas en el manejo de los suelos agrícolas, como el riego excesivo sin un control apropiado, la deforestación y la urbanización, agravan esta problemática. Investigaciones científicas han demostrado que una irrigación incorrecta puede conducir a la concentración de sales en el suelo debido a la evaporación del agua, lo que, a su vez, impacta negativamente en la productividad de los cultivos.
Con el cambio climático alterando los patrones de precipitación y elevando las temperaturas, la salinidad está en expansión, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria mundial y afectando cultivos fundamentales en diversas regiones. Este contexto de sobreexplotación y manejo inadecuado de los recursos hídricos no solo intensifica el estrés salino, sino que también contribuye a la degradación del suelo, un fenómeno ampliamente documentado que compromete su capacidad de regeneración y tiene repercusiones directas en la biodiversidad y los ecosistemas1.
Impacto de la sal en el desarrollo de las plantas. Fuente: Global map of salt-affected soils. GSASmap v1.0. 2021 Roma. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El aumento de la salinidad representa uno de los retos más apremiantes en la agricultura contemporánea. Sin embargo, la comunidad científica está enfrentando este problema de manera proactiva, desarrollando soluciones innovadoras. En este contexto, la secuenciación de nueva generación (NGS, por sus siglas en inglés) se destaca como una tecnología prometedora. Los avances en NGS han permitido a los investigadores examinar los genomas de las plantas con una precisión notable, facilitando la identificación de genes clave relacionados con la resistencia al estrés salino. La combinación de NGS con estudios genéticos ha impulsado el progreso en la mejora de cultivos a través de la ingeniería genética, con el objetivo de transferir características de tolerancia a la sal desde plantas halófilas, resistentes a altas concentraciones de sal, hacia cultivos más sensibles2. Este enfoque representa una vía estratégica clave para desarrollar cultivos más resilientes al estrés salino, contribuyendo así a mejorar la productividad agrícola en suelos afectados y a garantizar la seguridad alimentaria en el futuro.
Asimismo, la secuenciación de ADN de nueva generación ha permitido avances significativos en el estudio de la microbiota del suelo, un conjunto de microorganismos (bacterias, hongos, actinobacterias y otros microorganismos) que habitan en él y que desempeñan un papel crucial en la salud del suelo y en el desarrollo de las plantas3, 4. Los estudios de metagenómica y bioinformática están brindando una perspectiva más clara y profunda sobre la diversidad microbiana presente en los suelos, especialmente en aquellos afectados por salinidad, y de cómo esta microbiota puede influir en la capacidad de las plantas para tolerar condiciones adversas. Un suelo equilibrado y rico en biodiversidad microbiana favorece la resiliencia de las plantas frente a diversas condiciones de estrés, mejorando así la productividad agrícola. Por lo tanto, la comprensión y gestión adecuada de la microbiota del suelo, especialmente en suelos salinos, se presentan como herramientas clave para promover prácticas agrícolas más sostenibles y eficientes.
Proceso de secuenciación de nueva generación a partir de muestras de suelos (NGS)6. Fuente: DeFord, L., Yoon, JY. Soil microbiome characterization and its future directions with biosensing. J Biol Eng 18, 50 (2024). doi: 10.1186/s13036-024-00444-1.
La microbiota halófila de los suelos salinos juega un papel crucial en la capacidad de las plantas para gestionar el estrés salino. A través de la NGS, se pueden identificar y caracterizar detalladamente los microorganismos presentes en estos suelos, en particular aquellos adaptados a condiciones de alta salinidad. La NGS permite «mapear» la diversidad microbiana, facilitando la identificación de bacterias y hongos específicos que aportan beneficios a las plantas, así como su potencial metabólico. Existen microorganismos, incluyendo ciertos hongos y bacterias, capaces de producir compuestos bioactivos que actúan como barreras protectoras para las raíces de las plantas, atenuando los efectos adversos de la salinidad5, 6. Este enfoque molecular ofrece nuevas oportunidades para el desarrollo de inoculantes microbianos basados en estos microorganismos beneficiosos, que podrían aplicarse directamente en suelos salinos con el fin de aumentar la productividad agrícola de manera más sostenible y resiliente. De este modo, el uso de estas tecnologías permite minimizar la dependencia de productos químicos que, aunque efectivos en algunos casos, pueden tener repercusiones negativas en los ecosistemas y la salud humana.
«La NGS permite «mapear» la diversidad microbiana, facilitando la identificación de bacterias y hongos específicos que aportan beneficios a las plantas, así como su potencial metabólico»
Este enfoque, que combina el estudio de la microbiota del suelo con tecnología NGS, no solo ofrece una estrategia más eficiente para abordar la salinidad, sino que también promueve prácticas agrícolas sostenibles al fomentar la salud del suelo a largo plazo y minimizar el impacto ambiental. En este sentido, la microbiota del suelo se presenta como un aliado crucial para afrontar uno de los mayores retos agrícolas del siglo XXI.
Desde nuestro laboratorio en CARTIF, contamos con las capacidades tecnológicas y el conocimiento necesario para estudiar y caracterizar tanto la microbiota del suelo como su interacción con las plantas bajo condiciones de estrés salino. A través del uso de herramientas de secuenciación de nueva generación (NGS), análisis bioinformáticos y ensayos moleculares, podemos identificar microorganismos beneficiosos que favorezcan la salud del suelo y la resiliencia de los cultivos, contribuyendo así al desarrollo de prácticas agrícolas más sostenibles y adaptadas a los desafíos ambientales actuales.
1Global status of salt-affected soils, Foro Internacional del Suelo y el Agua. 2024 Bangkok. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
2 Singh AK, Pal P, Sahoo UK, Sharma L, Pandey B, Prakash A, Sarangi PK, Prus P, Pașcalău R, Imbrea F. Enhancing Crop Resilience: The Role of Plant Genetics, Transcription Factors, and Next-Generation Sequencing in Addressing Salt Stress. Int J Mol Sci. 2024 Nov 22;25(23):12537. doi: 10.3390/ijms252312537.
3 Frąc M, Hannula SE, Bełka M, Jędryczka M. Fungal Biodiversity and Their Role in Soil Health. Front Microbiol. 2018 Apr 13;9:707. doi: 10.3389/fmicb.2018.00707.
4 Mishra A, Singh L, Singh D. Unboxing the black box-one step forward to understand the soil microbiome: A systematic review. Microb Ecol. 2023 Feb;85(2):669-683. doi: 10.1007/s00248-022-01962-5.
5 Pérez-Inocencio J, Iturriaga G, Aguirre-Mancilla CL, Vásquez-Murrieta MS, Lastiri-Hernández MA, Álvarez-Bernal D. Reduction in Salt Stress Due to the Action of Halophilic Bacteria That Promote Plant Growth in Solanum lycopersicum. Microorganisms. 2023; 11(11):2625. doi:10.3390/microorganisms11112625.
6 Adomako MO, Roiloa S, Yu FH. Potential Roles of Soil Microorganisms in Regulating the Effect of Soil Nutrient Heterogeneity on Plant Performance. Microorganisms. 2022 Dec 3;10(12):2399. doi: 10.3390/microorganisms10122399.