Green Manufacturing y Greenwashing

Green Manufacturing y Greenwashing

Más allá de pintar tu fábrica o tus productos de color verde

En la anterior entrada mencionamos dos iniciativas (una de IKEA y otra de Google) respecto a sus programas de sostenibilidad corporativa. Aunque estas dos empresas son casos únicos, no fácilmente extrapolables a otros sectores más relacionados con la “fabricación tradicional”, siguen siendo buenos ejemplos honestos de la tendencia que empieza a extenderse respecto a la preocupación medioambiental.

En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, las preocupaciones medioambientales de los ciudadanos por el futuro de nuestro planeta no siempre son consideradas una prioridad por los legisladores. Afortunadamente, hoy los consumidores empiezan a demandar a las empresas un mayor compromiso con el medio ambiente. Los consumidores rechazan los productos o servicios más contaminantes e, incluso, están dispuestos a pagar más por los menos contaminantes. Ante este nuevo escenario, las compañías se están preocupando por mostrarse ante la comunidad lo más “verdes” posible. Pero no siempre se corresponde con la realidad, sino que se produce lo que los anglosajones llaman “greenwashing” y nosotros deberíamos traducir por “publicidad verde engañosa”.

Según la Wikipedia, el greenwashing es “un término que describe el uso engañoso de marketing verde para promover una percepción errónea de que las políticas o los productos de una compañía son adecuados desde el punto de vista medioambiental”.

Se puede decir que se está ante un caso de greenwashing cuando una compañía o una organización gasta más tiempo y dinero proclamando ser “verde” a través de la publicidad y el marketing que implementando prácticas y cambios de negocio que minimicen su impacto ambiental.

Vale, es otro tipo más de publicidad engañosa, ¿por qué éste representa un problema mayor?

Últimamente parece que todo se ha vuelto “ecológico”: los coches, las aerolíneas, las compañías, los comercios, los restaurantes…  Afortunadamente, en la mayoría de los casos, es una buena noticia. Sin embargo, es malo si es una práctica de greenwashing, y es malo para el medio ambiente, para los consumidores e incluso para el propio negocio que realiza la práctica.

  • Medio Ambiente: En el peor de los casos, esta práctica puede hacer que los consumidores en masa consuman productos o servicios completamente perjudiciales para el medio ambiente. En el mejor de los casos, esta práctica desplazará las ventas hacia referencias que no son ni mejores ni peores que otras para el medio ambiente.
  • Consumidores: A nadie le gusta que se aprovechen de uno, especialmente en temas económicos. La última cosa que desean los consumidores es gastar dinero extra en un producto o servicio pensando que es lo correcto para el medio ambiente, pero en realidad no lo es (o al menos no lo es tanto como la publicidad quiere hacerles creer).
  • Negocio/Mercado: Las compañías más avanzadas  están descubriendo que hacer lo correcto respecto al medio ambiente aumenta su rentabilidad en muchos casos. Es una pena, que a pesar de haber multitud de opciones para reducir el impacto medioambiental o mejorar sus productos y procesos, muchas empresas no hagan nada para ello. Incluso en los casos peores, algunas empresas simplemente emplean sus recursos en disfrazarse como empresas verdes. Sin embargo, a medida que aumenta el “entrenamiento” de los consumidores, estos empiezan a distinguir a las compañías honestas de las tramposas.

Tarde o temprano, la práctica del greenwashing les explotará en las manos, destrozando la reputación de la compañía y consecuentemente también sus ventas.

Vale, problemática entendida, ¿qué podemos hacer para erradicar esta práctica?

En 2008, la Universidad de Oregón creó el sistema GREENWASHING INDEX, en que cualquiera que lo desee puede enviar y valorar los reclamos publicitarios ecológicos . Los usuarios evalúan de forma justificada la veracidad de los anuncios en una escala de 1 a 5 donde el 1 significa sincero y el 5 significa falso.

En ese mismo año, la asociación británica Carbon Trust, lanzó su certificación Carbon Trust Standard, en la cual se incluyen protocolos de medida de reducción de impacto ambiental que impiden la tentación del greenwashing.

En España, no existen iniciativas similares. Algunas compañías voluntariamente están realizando Declaraciones Ambientales de Producto (o Environmental Product Declaration, EPD) de sus productos bajo la certificación ISO 14025, que obliga a utilizar metodologías certificadas y a publicar los resultados haciendo un verdadero ejercicio de transparencia medioambiental. Desafortunadamente, son casos meramente testimoniales.

En España, como ciudadanos-consumidores, aún no parece que estemos concienciados de que nuestro mayor poder para cambiar el mundo no es nuestro voto, sino nuestra cartera.

Otro posible ejemplo o indicador de dichas diferencias de mentalidad es la comparación de los efectos que el “Dieselgate” ha producido sobre las ventas de vehículos Volkswagen en España y en el Reino Unido.

Y tú, ¿conoces algún caso de greenwashing? ¿Qué porcentaje de sobrecoste estarías dispuesto a pagar por un producto o servicio más respetuoso con el medio ambiente?

Las barreras del Green Manufacturing

Las barreras del Green Manufacturing

El mayor obstáculo no son las barreras tecnológicas sino las psicológicas y organizativas.

En la anterior entrada, explicamos los tres pasos (reducir, recuperar, reemplazar) con los que una fábrica puede reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a su consumo energético.

Supongamos que Pedro es un joven ingeniero recién contratado en una gran fábrica como Responsable Energético para reducir sus emisiones y mejorar su imagen corporativa, siguiendo los pasos del proyecto REEMAIN.

Nuestro nuevo responsable energético, empieza por la primera etapa: reducir, que es la más fácil de llevar a cabo, al menos en lo que respecta a desconectar la maquinaria que no se está utilizando. Estos gestos permiten a la fábrica ahorrar energía y dinero al mismo tiempo y no suelen provocar tensiones dentro de la estructura organizativa de una factoría. Utilizando un símil ciclista, “este tramo es llano y con el viento a favor”.

Sin embargo, el siguiente paso, tarde o temprano pasará por analizar los distintos reglajes energéticos de los sistemas de producción en busca de reglajes energéticos alternativos que permita reducir su consumo energético y aquí, volviendo a los símiles ciclistas, es donde “la carretera se empieza a empinar”.

Los incentivos salariales de los responsables de producción suelen estar basados en el cumplimiento de la producción planificada. Esto se traduce en una presión de arriba a abajo dentro del organigrama de la factoría para que nada impida cumplir las cifras de producción efectiva. A continuación, una vez asegurada la producción, el siguiente parámetro a optimizar, de cara a los incentivos, es el coste económico de dicha producción. Pero estudiado y optimizado de forma agregada o global.

Por ejemplo; los procesos térmicos de fundición suelen especificar un posible rango de temperaturas de trabajo. La temperatura mínima de trabajo será aquella que garantiza que el metal fundido no se solidifica antes de tiempo bajo las condiciones nominales de funcionamiento. La máxima la fijan las características de la propia maquinaria y el producto. Muy ocasionalmente, por paradas de producción, el metal fundido se enfría ligeramente y, provoca defectos por “caldo frío” con el consiguiente rechazo de las piezas producidas y por tanto la no consecución de los objetivos de producción. ¿Cómo se evita este problema en la mayoría de los casos? Pues optando por la solución más fácil, que consiste en subir la temperatura del metal fundido de forma permanente para tener algo más de margen frente a eventuales paradas, se produzcan éstas o no.

Otro ejemplo práctico son los sistemas de aire comprimido de las fábricas. De nuevo, para evitar problemas de falta de suministro y su correspondiente “reprimenda”, los responsables de mantenimiento acaban haciendo funcionar los compresores a la potencia necesaria para suministrar aire comprimido a fábrica y media y se evitan problemas.

Lo que los ejemplos anteriores pretenden mostrar es el hecho de que, a veces se sobredimensionan los reglajes energéticos de los procesos con el consiguiente aumento del consumo energético. Esto es así porque los actores involucrados en la producción y mantenimiento perciben que no hacerlo podría perjudicarles en otros indicadores como el cumplimiento de la producción y coste total planificados. En la medida que estos dos indicadores clave sean los únicos o principales criterios de evaluación del desempeño de los trabajadores de producción y mantenimiento, siempre habrá resistencias internas a la implantación de los cambios necesarios para conseguir una fabricación más limpia.

En el pasado, otros indicadores secundarios no considerados importantes como la seguridad en el trabajo o el respeto de los derechos laborales, ganaron importancia y se convirtieron también en indicadores clave a la hora de evaluar el desempeño de una fábrica. Ya existen empresas como Google (iniciativa Google Green) o IKEA (iniciativa People and Planet Positive) que han emprendido reestructuraciones internas con el único fin de reducir las emisiones asociadas aún a costa de empeorar alguno de los KPI económicos.

En la próxima entrada hablaremos de ejemplos de iniciativas de fabricación más limpia.

¿La inteligencia artificial pone en riesgo tu trabajo?

¿La inteligencia artificial pone en riesgo tu trabajo?

Hay una inquietud creciente generada por los efectos que en la vida de las personas podría tener la inteligencia artificial. Recientemente ha sido el Foro de Davos, el que ha abordado el tema, pero ya en enero de 2014 The Economist  hablaba de los empleos que se perderán cuando se generalice esta tecnología.

Todo el mundo está familiarizado con la inteligencia artificial gracias al cine. Lo hemos visto desde Colossus: el proyecto prohibido, en el que un ordenador no sólo llegaba a dominar el mundo, sino que incluso le quitaba la novia a su diseñador, hasta Ex machina, en la que una inteligencia artificial despiadada se abre camino sin ningún tipo de escrúpulo moral para lograr su objetivo, pasando por HAL 9000, la máquina con prioridades morales confundidas. Casi siempre retratada de manera negativa. Sin embargo, la inteligencia artificial que viene no tomará la forma de un androide inquietante, como Ava en Ex Machina, sino que será algo más parecido a HAL 9000. Puede que lo primero que veamos sea la computación cognitiva, materializada en Watson de IBM.

Watson es una máquina que responde preguntas hechas en lenguaje natural capaz de procesar grandes cantidades de información para buscar una respuesta correcta. Se hizo famosa en el año 2008 cuando ganó a dos oponentes humanos en Jeopardy! , un concurso de televisión en el que gana el primero que responda correctamente a una pregunta. Una de sus primeras aplicaciones prácticas, ya comercial, es decidir la mejor combinación de fármacos para el tratamiento del cáncer de pulmón. Otra aplicación que se está gestando es la atención de llamadas telefónicas en call centres. La empresa Genesys, que desarrolla este tipo de sistemas, quiere incorporar Watson a su catálogo. El resultado será que Watson atenderá las llamadas y en algún momento de la conversación decidirá a qué operador humano ha de transferirlas. La experiencia se parecerá a la actual, pero podríamos no llegar a hablar con una persona porque una máquina hará su trabajo, trabajo para el que se requieren habilidades intelectuales.

Capacidades como la de Watson son las que hacen temer la desaparición de todos los puestos de trabajo en los que se realizan actividades intelectuales repetitivas, incluso algunas para las que se requiere cualificación, tales como las que desempeñan contables, ayudantes de abogados, las personas que redactan memorias técnicas o los conductores. Esta situación es comparable a la que se dio cuando apareció la fuerza artificial: máquinas cuya fuerza les permite hacer el trabajo de una docena de hombres pero que son manejadas por uno solo.

La fuerza artificial se ha ido perfeccionando con el desarrollo de la tecnología. Si al principio fue la fuerza del vapor, en la actualidad es la automatización y la robotización de los procesos industriales. La incorporación de la fuerza artificial desplazó a muchos trabajadores, hizo desaparecer oficios pero, a la vez, hizo que aparecieran nuevos puestos de trabajo caracterizados por un nivel formativo mucho más alto. Los trabajadores tuvieron que hacer una transición en la que el cerebro reemplazó al músculo.

Con la llegada de esta inteligencia artificial capaz de realizar las tareas intelectuales repetitivas, ¿cómo tendrá que ser la nueva transición que tendrán que hacer los trabajadores? Tendrá que dirigirse hacia lo que las máquinas, por lo menos hasta que llegue la hard artificial intelligence, no podrán hacer: los trabajos marcados por lo creativo y lo emocional. Sin embargo, es de esperar una etapa de transición compleja, dado que alcanzar el nivel formativo necesario en esta nueva etapa podría no estar al alcance de todo el mundo y, además, las máquinas podrían resultar más baratas para una empresa que la contratación de personas. Todo dependerá del coste de la nueva tecnología. De momento, sólo el hardware de Watson cuesta unos tres millones de dólares, a lo que hay que añadir el software y el mantenimiento.

En cualquier caso, tendremos que hacer la elección de siempre: dejar que otros desarrollen la tecnología y convertirnos en meros usuarios, o adelantarnos al futuro y convertirnos en protagonistas de su desarrollo, bien sea científico, tecnológico o comercial. Una decisión hamletiana que en este país casi siempre hemos tomado mal.

Robótica de servicios: de la ficción a la realidad

Robótica de servicios: de la ficción a la realidad

La robótica, principalmente la robótica de servicios, ha sido durante años únicamente objeto de la ciencia ficción. Droides de protocolo diseñados para servir a los seres humanos como el C3PO de “La Guerra de las Galaxias”, robots con fines militares como el Johnny 5 de “Cortocircuito,” robots de limpieza como Wall-E, o asistentes del hogar como la Rosie de Los Supersónicos.

Sin embargo, los robots de servicios finalmente han dado el salto desde la ciencia ficción a nuestra vida cotidiana. Tanto para uso personal, liderados por el robot aspirador Roomba de iRobot, como en el ámbito profesional en multitud de áreas de aplicación: robots de limpieza en lugares públicos, robots logísticos en industria u hospitales, robots de rehabilitación y cirugía en hospitales, robots asistentes

¿Cuál es la diferencia entre robots de servicios y robots industriales?
La Federación Internacional de Robótica (IFR) define la robótica de servicios como «robot o equipamiento que realiza tareas útiles para el ser humano excluyendo aplicaciones para automatización industrial». En general, los robots industriales se refieren a los brazos robóticos utilizados en la fabricación. Suelen ser de gran tamaño, con funcionalidades similares entre sí y desempeñan tareas repetitivas. Sin embargo, la definición de los robots de servicios no es tan clara debido a su amplio rango de utilidad.  Tienden a ser más pequeños y móviles pero sus funcionalidades varían dependiendo de su aplicación final. Además, contrariamente a sus homólogos industriales, los robots de servicio no tienen que ser completamente autónomos; en muchos casos, pueden ser equipamiento de apoyo al ser humano o máquinas tele-operadas.

La Robótica en el mercado
Desde 2010,  IFR divide su Informe Anual Mundial de Robótica en dos secciones, una para la robótica industrial y otro para la robótica de servicios. Hasta ahora, la robótica industrial ha sido el sector dominante para los robots, especialmente en la electrónica de consumo y la industria de automoción. El sector de la robótica industrial supone más de 29 M€ en ventas, software y mantenimiento, a pesar de que hay “sólo” 1,5 millones de robots industriales en el mundo (en comparación con más de 10 millones de Roombas). En los últimos cinco años ha habido un crecimiento constante en la robótica industrial y esta tendencia no muestra signos de desaceleración.

Por su parte, la robótica de servicios ha seguido un crecimiento anual global en torno al 11,5%, y se estima un crecimiento anual de más del 20%. En el último año, algunas áreas ya han demostrado un crecimiento de entre el 150% (plataformas móviles) y el 650% (tecnología de asistencia).

Las principales áreas de mercado de robots de servicio hasta ahora han sido defensa, agricultura, logística y aplicaciones médicas, pero continuamente van apareciendo nuevas categorías. Una de las que ha cobrado gran importancia en el último año es el ayudante humanoide o robot asistente.

Países dominantes
El mayor fabricante de robots industriales es Japón, con gigantes como Fanuc, Yaskawa – Motoman, Kawasaki y OTC Daihen. Europa también tiene empresas dominantes, sobre todo con ABB, Kuka y Universal Robots. Mientras que en los Estado Unidos, se encuentra Adept y otros que no son tan importantes en el mercado global.

Con respecto a la robótica de servicios, la situación es la opuesta, donde los EE.UU. guían claramente el camino. Su enfoque no es construir robots humanoides, sino más bien robots dedicados a una sola aplicación y lo han conseguido formando grupos industriales en torno a las universidades MIT, Stanford y Carnegie Mellon de las cuales han surgido muchas empresas de nueva creación. De hecho, análisis del IFR revelan que de todas las empresas dedicadas a la robótica de servicios en la actualidad, más del 15% son de nueva creación.

Robótica en Europa
Según SPARC (Asociación para la robótica en Europa), Europa se encuentra en una buena posición en robótica copando un 32% del mercado mundial actual. La robótica industrial supone alrededor de un tercio del mercado mundial, mientras que en el mercado de los robots de servicios profesionales los fabricantes europeos producen el 63% de los robots no militares. La posición europea en robots de servicios domésticos representa una cuota de mercado del 14%.

La Comisión Europea sostiene que la Robótica en Europa es un campo en rápido desarrollo, con un alto potencial para apoyar el crecimiento, la creación de puestos de trabajo y la solución de los retos sociales. La robótica de servicios también está aportando soluciones únicas a los principales retos sociales de la salud y el envejecimiento de la sociedad, por lo que su objetivo es dar forma a los futuros desarrollos de forma activa en esta área y permitir que nuestras empresas y ciudadanos se beneficien de los resultados.

CARTIF y la Robótica de Servicios
CARTIF tiene una amplia experiencia en el desarrollo de proyectos de investigación aplicada en robótica de servicios. Se han desarrollado diferentes robots móviles con distintos grados de autonomía incluyendo plataformas teleoperadas para la inspección, limpieza y mantenimiento de tuberías y depósitos de agua, además de otros robots autónomos más complejos como robots logísticos, un guía de museo, un botones para entornos hoteleros, una cabeza mecatrónica con apariencia realista o un robot todo terreno para ayudar a los equipos de emergencia en diferentes situaciones.

El rol del trabajador en la Fábrica del Futuro

El rol del trabajador en la Fábrica del Futuro

Con el advenimiento de la Cuarta Revolución Industrial, algunos pronostican un negro futuro para el trabajador en una fábrica donde los robots y las máquinas de producción inteligentes reemplazarán a un hombre que se limitará a supervisar o vigilar el funcionamiento de la fábrica del futuro. En la actualidad ya están sucediendo a pequeña escala las transformaciones o tendencias que definirán esta Fábrica, en la que las evoluciones tecnológicas y tendencias del mercado definirán su aspecto y funcionamiento. En la siguiente tabla se muestran alguna de estas tendencias para las que ya se puede intuir su impacto positivo o negativo para el rol (o ausencia del mismo) del trabajador del futuro.

El impacto negativo de algunas tendencias se debe principalmente a que es necesario alcanzar unas elevadas cotas de automatización de la producción para que pueda alcanzarse el objetivo perseguido.

¿Qué podemos hacer para adaptarnos a estos cambios y evitar que esta revolución nos pase por encima? La reacción natural es la preocupación y recurrir a estrategias inmovilistas que frenen a toda costa esta tendencia. Con cualquier cambio tecnológico siempre ha habido un miedo a la pérdida de puestos de trabajo. Por ejemplo, la imprenta trajo consigo la desaparición del amanuense en favor del tipógrafo y la invención del ordenador personal puso la autoedición en manos de cualquier persona. En otros casos, los avances tecnológicos han traído consigo la creación de puestos de trabajo como por ejemplo los asociados a la aviación comercial.

Durante las diferentes revoluciones industriales, el papel del trabajador ha sido bastante pasivo en cuanto a cómo ha asimilado e influido en la transformación de su trabajo. Con la Primera Revolución Industrial, el trabajo del artesano (manual y personalizado) se transformó en un trabajo impulsado por una energía basada en el carbón y el vapor. Con la Segunda, el trabajo se dividió en operaciones sencillas y repetitivas que permitieron la producción en masa de productos idénticos. Con la Tercera y la sucesiva digitalización de la fabricación (ordenadores, PLC, CAD/CAM …), la obsesión por la calidad y la eliminación o reducción de defectos introdujo nuevos conceptos organizativos como el lean manufacturing o el TPM que trataban de reforzar el rol activo del trabajador como responsable del producto y no como un engranaje más de un complicado mecanismo de relojería. Sin embargo, en este momento de desarrollo de la denominada Cuarta Revolución Industrial, los avances en tecnologías de la información y la globalización nos permiten asistir a estos cambios de una forma más reactiva.

¿Cuál debe ser entonces la evolución del puesto trabajo en la fábrica del futuro? En muchos aspectos, el papel del trabajador no ha cambiado desde que Adam Smith postuló que, mientras el trabajo se divida en operaciones y se paguen de forma adecuada, el asunto está arreglado. Sin embargo, las estadísticas no lo confirman.

Las evaluaciones de la satisfacción en el trabajo como la realizada periódicamente por la firma estadounidense Gallup revela los niveles más bajos de satisfacción precisamente en los puestos de producción en USA (23%) mientras que puestos de más alto nivel llegan a un 38%. Alguien podría pensar que los salarios productivos en este país no son lo suficientemente elevados (si seguimos los postulados de Smith al pie de la letra). Bueno, pues en la próspera Alemania, la situación es aún peor. Solo el 15% de los empleados están satisfechos con el trabajo realizado.

Entonces, ¿cuál es la receta para crear entornos más productivos y saludables? Parece que los gestores de equipos tienen una gran parte de responsabilidad en esto: reconocer el trabajo bien hecho, mostrar que sus contribuciones tienen un valor, proporcionar herramientas adecuadas, escucharlos e incluirlos en la resolución de problemas. En definitiva: crear un entorno de confianza en el que poder discutir abiertamente. ¿Sencillo, no?

No tanto, porque no puede caerse en la trampa de tratar al trabajador de forma condescendiente. Tiene que haber un compromiso propio y un cambio de actitud. Incluso en los trabajos más aparentemente monótonos se encuentran ejemplos de trabajadores motivados y comprometidos. En estos casos existe un denominador común: gente que no se conforma con realizar las tareas que vienen recogidas en la descripción de su puesto. Empleados de limpieza en hospitales que interaccionan y dan apoyo a los familiares del enfermo, peluqueros que escuchan al cliente o trabajadores que se esfuerzan en ser más eficientes y aportar mejoras que tengan como efecto una reducción del impacto ambiental de sus actividades. El aumento de autonomía y capacidad de toma de decisiones redunda en el aumento de la satisfacción del trabajador. ¿Cómo aumentar pues esa autonomía en una línea productiva? Precisamente los avances tecnológicos deben ayudar y dar respuesta a este reto.

Las mejoras en automatización, la inclusión de más robots para realizar tareas de apoyo (logística interna), la robótica colaborativa que permitirá compartir el espacio de forma segura entre robots y trabajadores y los sistemas de análisis de datos que facilitan una toma de decisiones más efectiva, pueden verse como amenazas a la supervivencia del papel del trabajador o como oportunidades para que este rol evolucione hacia una posición más activa.

Durante una reciente reunión en la que he podido participar, donde se buscaba establecer una visión y prioridades de la factoría del futuro, diferentes expertos internacionales llegaron a la conclusión de que el rol de los trabajadores deberá evolucionar desde unas habilidades fundamentadas en la maquinaria que utilizan (que cada vez será más autónoma e inteligente) a convertirse en expertos en el proceso de fabricación en el que están trabajando. Quién sabe. En el futuro cada trabajador podría ir a trabajar con su propio robot como si fuese su herramienta. Así, los trabajadores que tendrían garantizado su puesto serán aquellos que mejor «entrenen» o programen a su robot ayudante.

¿Cómo proteger los puestos de trabajo en la fábrica del futuro? Una de las recetas será proporcionar herramientas al trabajador que redunden en un aumento de su autonomía y capacidad de decisión que los convierta en artesanos tecnológicos que disfruten con su trabajo.

¿Cómo puedo optimizar mi fábrica?

¿Cómo puedo optimizar mi fábrica?

El éxito en la modificación o implantación de un proceso productivo suele estar vinculado a los criterios de calidad, tiempo y costes de producción. A menudo, es muy difícil encontrar soluciones óptimas para todos los criterios. Por ejemplo, una calidad superior conduce normalmente a mayores costes. Por lo tanto, un nuevo proyecto de mejora de la fabricación, para tener éxito, debe partir de un análisis bien elaborado de la nueva organización de trabajo, que tenga un flujo de trabajo equilibrado y la capacidad de utilización eficiente de todos los recursos. La alta competencia y amplia experiencia del equipo desarrollador del proyecto se consideran esenciales.

Las herramientas de simulación de producción son posiblemente los mejores apoyos en relación con la introducción de mejoras en el proceso de producción. Con el fin de lograr un diseño óptimo en el proceso productivo, es necesario modelar no sólo el producto, sino también las instalaciones de las fábricas e integrarlos en un único modelo de simulación. La simulación permite encontrar la mejor secuencia de diseño y fabricación de acuerdo con la estrategia de fabricación del producto.

En CARTIF tenemos experiencia en crear modelos de simulación de instalaciones de producción complejas, usando herramientas de simulación discretas de altas prestaciones (Witness). Los modelos creados con estas herramientas nos permiten asegurar la optimización, analizando la influencia de muchas variables con el fin de reducir los costes de producción. Hemos creado modelos para plantas de gran tamaño (por ejemplo, una fábrica de coches completa: factoría de Renault en Palencia), pero también lo hemos aplicado con éxito a procesos productivos en PYMEs.

Por nuestra experiencia, los mejores modelos son aquellos que se construyen evaluando primero si se deben tener en cuenta muchas variables o no, es decir, el sistema de producción debe ser modelado teniendo en cuenta únicamente las variables necesarias para lo que queremos evaluar. Podemos destacar entre estas variables:

Estas variables pueden tener un origen estocástico (más o menos aleatorio) o un valor determinista. Por ejemplo, un calendario de trabajo puede ser considerado como un valor determinístico, mientras que el tiempo medio entre fallos es un valor estocástico.

Las principales variables de salida, las que nos interesa evaluar como resultados, las obtenemos a partir de la simulación, y destacan:

Nuestro consejo para aquellos que quieran mejorar su proceso productivo, sobre todo si conlleva una inversión importante, es que la simulación discreta es la herramienta ideal para valorar si obtenemos los resultados esperados.