En la primera parte de este post, ya describimos la importancia social y económica que tiene la conservación del patrimonio construido, y prometimos que entraríamos en más profundidad a describir los tres principales aspectos que deben vigilarse (en el argot técnico decimos “monitorizarse”) para garantizar esa conservación:
La temperatura y la humedad relativas
La iluminación (luz natural y artificial).
Los contaminantes.
Como lo prometido es deuda, en este post nos vamos a centrar en el primer punto, que nos hace vérnoslas con los más “malos” del lugar. La humedad relativa y la temperatura son muy dañinos en los efectos que pueden causar en los materiales de que están hechos los edificios históricos. Echando mano de la Física, la humedad relativa es un indicador muy útil sobre el contenido de vapor de agua en el aire, y, a su vez, la temperatura indica el nivel de energía cinética (movimiento, para entendernos) de las moléculas de ese aire.
Ambos parámetros varían en función de las condiciones meteorológicas locales, de las acciones del hombre en el medio y de las condiciones de conservación de los edificios históricos. Esto significa que vamos a tener una atmósfera que envuelve a esos inmuebles con una cantidad mayor o menor de vapor de agua a una temperatura determinada, influenciando definitivamente en la estabilidad físico-química de los materiales de que están construidos, o incluso, de que se componen los objetos que atesoran.
En este sentido, no es desdeñable el efecto que causamos las personas, tanto por nuestros cada vez más exigentes requerimientos de confort, como por el número de visitantes. Podemos influir en la humedad relativa y la temperatura de tal forma que se alcancen valores inadecuados. Los efectos de las personas se suman a los del clima local (más o menos húmedo o cálido), a los del lugar (estanqueidad y capacidad de ventilación), a los derivados de la proximidad de fuentes de calor (calefacciones, superficies de vidrio soleadas y sistemas de iluminación artificial antiguos) y de la proximidad de fuentes de frío (muros exteriores o sistemas de aire acondicionado), y también a fuentes de humedad (goteras, fugas e inundaciones).
El factor principal a controlar por el riesgo de deterioro directo que puede originar es la humedad. La cantidad de vapor de agua del aire da lugar a cambios dimensionales como la conocida dilatación y contracción de maderas, que puede desencadenar fracturas y grietas cuando se dan fuertes fluctuaciones. Además, los valores extremos de humedad relativa provocan el reblandecimiento o la desecación de materiales orgánicos como los adhesivos y aglutinantes. Pero también afecta a la estabilidad de materiales inorgánicos, como metales, acelerando los procesos de corrosión, sobre todo en presencia de sales. En condiciones de mala ventilación y suciedad, la alta humedad relativa originará la proliferación de seres vivos causantes de biodeterioro (desde microrganismos hasta roedores… ¡un asco!), e incluso problemas para nuestra salud como vemos en la imagen.
Por su parte la temperatura acelera las reacciones químicas y favorece la actividad biológica. Contribuye al reblandecimiento de ceras y adhesivos y a la pérdida de adherencia entre distintos materiales, como los esmaltes.
Quizá leer todo esto provoque un poco de desazón (y hasta picores…) Entonces, ¿qué podemos hacer para que estos efectos adversos no ocurran? La respuesta es tan sencilla como razonable: evitar los niveles demasiado altos o demasiados bajos de temperatura y humedad relativa, garantizando la mayor estabilidad posible.
Siguiendo las indicaciones del IPCE (Instituto de Patrimonio Cultural de España, dependiente del Ministerio de Cultura) que dispone el Plan Nacional de Conservación Preventiva (PNCP), para la evaluación de riesgos derivados de los factores microclimáticos de que venimos hablando deben vigilarse tres aspectos:
Los niveles extremos de humedad relativa y temperatura del aire.
La magnitud y velocidad de las fluctuaciones de humedad relativa y temperatura del aire.
La proximidad de focos de humedad y de fuentes de emisión de calor y frío.
Toda una gama de sensores está disponible en el mercado para monitorizar la temperatura y la humedad, bien de forma continua, bien de forma puntual (ver imagen). Eso sí, hace falta saber tratar, interpretar e integrar convenientemente los datos que proporcionan.
Lo que no es tan frecuente es usar métodos alternativos para evaluar los efectos de la humedad sobre los materiales del patrimonio construido. Incluso antes de que aparezcan y sea peor el remedio que la enfermedad. CARTIF es pionero en la utilización de escáneres láser para hacer esa evaluación.
Un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista Studies in Conservation y los desarrollos que viene realizando para el proyecto de investigación Europeo INCEPTION muestran que a la vez que se documenta en 3D un edificio histórico, se puede saber el nivel de humedad presente en un tipo de material concreto. Todo un 2×1 a tener en cuenta en los tiempos que corren de gasto mínimo en conservación. El claustro de la Catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca) ha sido el lugar para los ensayos.
Permíteme recordarte que Europa es el continente que cuenta con el más diverso, rico y numeroso patrimonio cultural de todo el mundo. 609 millones de turistas visitaron en 2015 el “viejo continente” (29 millones más que en 2014) según la Organización Mundial del Turismo, y, aunque resulte un tanto pretencioso, se sugiere que el 37% de esos turistas son turistas culturales, cifra que crece un 15% cada año. Esta “curiosa especie” que deambula por las ciudades tiene la imperiosa necesidad de visitar el patrimonio cultural construido del lugar y participar en eventos culturales.
Estoy de acuerdo con que hablar de los inmuebles históricos como recursos turísticos tiene un punto “mezquino” al considerarse el Patrimonio como elemento integrador e identificador social totalmente intangible, pero igual de cierto es que es un recurso económico y sólo haciendo caja se asegura su sostenibilidad. De esta manera se fijan y crean miles de empleos, que a su vez refuerzan ese carácter de vertebrador social que tiene y que incluso permite mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Precisamente por esto el sector público viene dando un empujón a la creación de más y más atracciones culturales con el patrimonio construido como escenario. El turismo cultural se percibe como la principal fuente de financiación para la preservación de los inmuebles, al generar los turistas los recursos necesarios para su mantenimiento y restauración. Veremos si esto es realmente así en los próximos años, porque según el informe Richards, ahora mismo existe una oferta muy superior a la demanda.
Asegurar la protección y la preservación de nuestro patrimonio cultural construido es, hoy por hoy, más urgente que nunca. No ya sólo como “presa” del turismo cultural, y no ya sólo también como marca de territorio (incluyendo al ciudadano), sino por su vulnerabilidad a la contaminación, el cambio climático y las presiones socioeconómicas. Todos estamos malos de vez en cuando y sabemos que, aunque no lo hagamos, siempre es mejor prevenir que curar. Pues lo mismo le ocurre al patrimonio cultural construido: es tan deseable como importante disponer de sistemas automáticos que continuamente nos indiquen cómo se encuentran los inmuebles culturales, previniendo males antes de que estos sean tan costosos como irreparables. Como cuando un médico nos ausculta. Ahora bien, ¿qué necesitamos auscultar? En el argot técnico decimos “monitorizar”, y para ello se utilizan sensores de muchos tipos, pero principalmente registran tres aspectos:
La temperatura y la humedad relativa. Ambas siempre están ligadas (de hecho la segunda es inversa de la primera). Cualquier bien cultural tiene una cantidad mayor o menor de vapor de agua a una temperatura determinada, lo que influye decisivamente en la estabilidad físico-química de los materiales de que están hechos. Inadecuadas condiciones de temperatura y humedad producen deformación y rotura; oxidación y corrosión; así como biodeterioro (aparición de microorganismos).
Luz natural y artificial. La iluminación puede ser de origen natural (el sol), o artificial (fuentes eléctricas), pero independientemente de su origen es una radiación electromagnética que cubre fundamentalmente los rangos ultravioleta (UV), visible (VIS) e infrarrojo (IR). En conjunto provocan fotodegradación (decoloración) y aumento de temperatura, sobre todo en materiales orgánicos (pinturas, textiles, libros y documentos).
Contaminantes. La composición y calidad del aire se ven alterados por compuestos que provienen en su mayoría de la utilización de combustibles fósiles (tráfico rodado, calefacciones de los edificios y actividades industriales). Estos compuestos pueden desencadenar reacciones químicas que afectan a los materiales provocando corrosión; manchas y costras; y también biodeterioro.
Iremos desglosando particularmente estos parámetros en posts sucesivos.
En cualquier caso el papel de centros tecnológicos como CARTIF es decisivo para dar un pasito más en los desarrollos técnicos necesarios para hacer que la monitorización pueda hacerse a coste admisible y de forma totalmente compatible con la estética y la funcionalidad del lugar. Proyectos de referencia internacional en este sentido en que CARTIF está jugando un importante papel son:
Tras Italia y China, España es el país del mundo que atesora el mayor número de bienes patrimonio de la humanidad. Además, somos un destino turístico mundial de primer orden, con una componente cultural en alza. Jugando en casa, Castilla y León acapara el 60% del patrimonio español… ¿Nos ponemos las pilas?
¿Alguna vez has pensado en la importancia que tienen los monumentos más allá de su valor histórico? ¿Por casualidad sabes que son realmente un motor de desarrollo local y de empleo? Vamos a darte unas pinceladas que te lo expliquen y para que entiendas también cómo la I+D aplicada está contribuyendo de forma muy efectiva al estudio, la protección, la conservación, la rehabilitación y las nuevas formas de uso del patrimonio cultural.
Desde 1999 -con la Conferencia de Florencia- y posteriormente con los informes del Banco Mundial y la UNESCO, se considera al patrimonio cultural como fuente de desarrollo social y económico de los países. Estamos ante una forma de capital que el economista David Throsby denomina “capital cultural”, es decir, un valor con características muy particulares, porque a su valor económico hemos de asociarle indisolublemente un valor simbólico, intangible (no material).
Europa es el continente que cuenta con el más diverso, rico y numeroso patrimonio de todo el globo. Millones de turistas visitan al año el bien llamado “viejo continente”, contribuyendo a crear miles de empleos, reforzar una identidad común, y mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
Hasta tal punto esto es así, que el Tratado de la Unión Europea, en su Artículo 167, especifica que la salvaguarda del patrimonio cultural (tangible e intangible) debe ser considerada una prioridad, considerándose como la base legal para cualquier iniciativa de protección, entre las que se incluyen las basadas en I+D. Además, la UNESCO dice expresamente que “la protección del patrimonio cultural, como expresión de cultura viva, contribuye al desarrollo de las sociedades y a la construcción de la paz”.
Asegurar la protección y la preservación de nuestro patrimonio es más urgente que nunca. La contaminación, el cambio climático y las presiones socioeconómicas son amenazas tan graves como reales. Teniendo en cuenta diferentes estudios y las opiniones de los especialistas, está más que demostrado que las actividades encaminadas a garantizar la sostenibilidad de los bienes culturalesinciden positiva y directamente en la economía local y atraen capital extranjero por el turismo cultural derivado.
Las siguientes cifras derivadas de la Plataforma EVoCH, de la que CARTIF es miembro fundador, van a ilustrar lo que venimos comentando:
El reconocimiento de estas cifras viene haciendo que el patrimonio cultural sea considerado campo de aplicación de la I+D y la innovación en los últimos programas de investigación de la UE, especialmente en el que ahora estamos, llamado “Horizonte 2020”. Concretamente, desde 1986, la UE ha financiado la investigación orientada a desarrollar métodos, aplicaciones informáticas, aparatos y otros productos destinados a preservar el patrimonio cultural.
En los últimos años se ha puesto en evidencia que la manera más efectiva para dar lugar a servicios innovadores, prácticos y útiles en este sentido es la alianza entre centros tecnológicos y empresas. Los centros se encargarán de los desarrollos técnicos que las empresas incorporarán a su quehacer diario para ofrecer servicios diferenciados de calidad a coste admisible. En CARTIF llevamos trabajando en esta línea 15 años. Algunos de nuestros últimos proyectos, INCEPTION, COST Action i2MHB, SHBUILDINGS, RENERPATH, Restauración virtual de pinturas en 3D han desarrollado las tecnologías más innovadoras del sector.
Y esto, ¿qué significa? Pues es sencillo: sólo las soluciones basadas en nuevas tecnologías son las que complementan debidamente a las técnicas tradicionales o llegan incluso donde éstas ni se lo habían planteado, cubriéndose las demandas existentes en los cinco niveles de intervención sobre el patrimonio cultural: estudio, protección, conservación, restauración y difusión. Sólo así el patrimonio será atendido en el siglo XXI con herramientas del siglo XXI.
Consecuentemente, empleos de alta cualificación, estables y asociados a un recurso no deslocalizable como es el patrimonio cultural vienen lenta, pero certeramente creciendo y complementando a los puestos de trabajo asociados al turismo.
Ahora bien, hemos hablado de Europa, pero ¿en casa cómo andamos?. Una última reflexión. Tras Italia, y ahora China, España es el país del mundo que atesora el mayor número de bienes patrimonio de la Humanidad, y no digamos aquellos que no gozan de esa categoría pero son dignos de mención. Además, nuestro país es un destino turístico mundial de primer orden. Más cerquita, Castilla y León acapara el 60% del patrimonio español en todos sus órdenes. No digo más. Tenemos que aprovechar que, por una vez, somos potencia mundial en algo…