Habitualmente la concepción que tiene el ciudadano medio sobre el ahorro en la factura energética, dependiendo de los sistemas que tenga instalados, es que suele ser necesario sacrificar parte del bienestar personal (pasar más frío en invierno y más calor en verano) o realizar gastos de importancia (como paneles solares) que se amortizan en un futuro difuso y que pueden generar algo que en términos económicos se llama “pérdida de oportunidad”, o traducido al idioma común, dinero que podríamos haber utilizado en satisfacciones más inmediatas.
Hasta hace no mucho las formas de ahorro, efectivamente, coincidían con esas visiones tan pesimistas a pie de calle, y no resistían las cuentas más sencillas al respecto, salvo por las ayudas puntuales del gobierno de turno. Ahora bien, recientemente han aparecido herramientas que con tecnologías disponibles y asequibles para todo el mundo, permiten conseguir el objetivo buscado de ahorrar dinero, pero sin sacrificar a cambio confort, y sin realizar grandes desembolsos económicos.
Una de las soluciones que actualmente se encuentran en desarrollo son los llamados Sistemas de Gestión Energética de Edificios (más conocidos por sus siglas en inglés BEMS). Los BEMS hacen uso de software que recoge datos de múltiples procedencias (sensores, bases de datos, estaciones meteorológicas, tablas horarias, opiniones y comandos de usuarios, estado de los equipos de calefacción y aire acondicionado, iluminación, etcétera.), y toma unas decisiones en base a unos algoritmos definidos, los cuales ajustan el funcionamiento de los equipos instalados en el edificio para minimizar el gasto energético pero manteniendo siempre los estándares indicados de confort. En otras palabras, el BEMS funciona como un mayordomo doméstico que ajusta continuamente los elementos de la casa para generar confort optimizando el gasto económico.
¿Y qué es lo que el usuario ve de todo esto? Por supuesto, aunque un usuario con buenos conocimientos de equipamiento de edificios y de informática podría montar un BEMS más o menos sencillo, la realidad es que los BEMS exigen una cantidad de trabajo nada despreciable:
Las soluciones comerciales actuales requieren la contratación de unos técnicos para realizar las instalaciones, y la realización previa de un estudio por parte de la empresa que ofrece el producto. Por supuesto, para ajustar al máximo precios y minimizar problemas, los BEMS actuales tienden a ser sistemas cerrados, con componentes predeterminados, redes de marcas propias de las empresas oferentes o del consorcio/asociación respectivo, y soluciones de software propietarias y opacas al usuario y al servicio de mantenimiento (salvo que se contrate a la empresa que lo oferta, obviamente).
Todo lo anterior hace que los sistemas BEMS todavía necesiten de investigación en sistemas abiertos, versátiles pero eficientes, para generar competencia de mercado, mejorar los sistemas ya existentes, y abrir la posibilidad de su uso al mayor número posible de hogares en Europa, dada la preocupación existente al respecto, puesto que el parque de viviendas europeo actual es viejo, ineficiente energéticamente hablando y con unos niveles pobres de confort (según cifras de la propia UE, el 75 % del parque inmobiliario europeo sigue sin poseer eficiencia energética).
CARTIF, a través de la División de Energía, ha trabajado y trabaja actualmente en proyectos europeos como E2VENT, 3ENCULT o BRESAER que incluyen un BEMS entre sus elementos de desarrollo fundamentales, con demostradores en España, Francia, Alemania, Turquía y Polonia, y donde CARTIF lleva el peso principal en el desarrollo de estos sistemas.
Se puede concluir que los BEMS pasarán en breve a ser una parte integral del equipamiento de cualquier hogar moderno, de la misma forma que lo han hecho las climatizaciones o las telecomunicaciones, contribuyendo a la mejora en la calidad de vida y de ahorro energético.
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