La lámpara de Wood emite luz ultravioleta (UV) y es una herramienta de diagnóstico que se emplea en dermatología para determinar si una persona tiene una patología micótica (producida por hongos) o bacteriana en la piel o en el cuero cabelludo. De ser así, el área iluminada por la lámpara de Wood se volverá fluorescente, haciéndose patentes distintos colores que se asocian con las distintas patologías. Quizá te hayas sometido a esta prueba alguna vez. Te habrán mandado cerrar los ojos para proteger tu vista y habrán apagado la luz de la sala donde te encontrases para resaltar la fluorescencia. Entre otras posibilidades, si te ha salido azul claro es que tienes piel normal y sana; amarillo es piel grasa con acné; marrón indica pigmentaciones y puntos negros; y si aparecen manchas blancas bebe más agua, que tienes la piel deshidratada.
Pero seguro que no te habías parado a pensar que esta técnica también es aplicable para diagnosticar patologías similares en bienes muebles de patrimonio cultural compuestos de materiales orgánicos, por ejemplo, esculturas de madera o resina, o pinturas recubiertas de barnices hechos también de resinas de árboles. El paso de los años, las inadecuadas condiciones de conservación y la suciedad son aspectos definitorios en la aparición de hongos o el amarilleamiento de los barnices, de forma que si iluminamos esculturas o cuadros con una lámpara de Wood, podremos distinguir claramente las afecciones por hongos y la extensión de la suciedad incluso donde no son perceptibles todavía a simple vista, o si ha habido retoques en una pintura porque el amarilleamiento de los barnices antiguos se vuelve fluorescente.
En el proyecto ITEHIS se ha utilizado una lámpara de Wood que emite entorno a los 365nm (UV) y produce una fluorescencia entorno a los 500nm (perceptible por ojo humano) para inspeccionar una talla del Corazón de Jesús de finales del XIX, validándose la afección por hongos (fundamentalmente moho) y conociendo su verdadera extensión.
Una lámpara de Wood se convierte así en un medio absolutamente eficaz, fácil de usar, no invasivo y económicamente admisible incluso para una persona como tú y yo, de cara a ayudar a la limpieza y restauración de nuestro patrimonio. Un auténtico ejemplo de técnica «low-cost» para hacer que siga ahí. Pero aquí no acaba todo, porque se requiere un poco más de I+D para asociar nuevos colores a nuevas patologías ahora que el cambio climático y la globalización humana traen «bichos» que no se corresponden a las latitudes donde aparecen. Pero de eso tranquilo, que ya nos ocupamos nosotros desde CARTIF.
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