Es curioso cómo, en el momento en el que nos encontramos, nuestro sentido del tiempo se ha visto tan trastocado debido al confinamiento al que se ve sometida toda la población.
La humanidad ha ideado todo tipo de herramientas que le permitan sentir que tiene todo bajo control. Es por ello que lo más común para corroborar el transcurso del tiempo sea el uso del reloj. Pero en estos momentos, ¿es realmente tan fiable el reloj? Y, si es así ¿porque parece que el tiempo pasa tan despacio? ¿Y si el reloj no es más que otra de las ilusiones inventadas por la humanidad para aparentar control sobre algo tan intangible como el tiempo?
El tiempo es mucho más que un número, el tiempo se debe vivir y sentir para poder experimentar su paso. Nuestra percepción del tiempo es muy subjetiva y mantiene una relación estrecha con la situación emocional que ahora soportamos. La mayoría de las personas hemos notado en algún momento de nuestras vidas cómo la celeridad del tiempo es un factor variable vinculado a nuestras emociones. En situaciones agradables, se nos pasa volando, cuando realizamos alguna actividad placentera o nueva, cuando nos encontramos motivados o cuando estamos hasta arriba de tareas. Pasa todo lo contrario con el tiempo cuando lo estamos pasando mal, cuando somos impacientes o en cualquier situación incómoda, como pueden ser estar en peligro o cuando nos aburrimos. También, mención especial a la lentitud del tiempo cuando le estamos prestando atención, es decir, cuando estamos pendientes del transcurso de los minutos, por ejemplo, al hacer deportes o acudir al gimnasio.
Las observaciones anteriores nos llevan a entender la importancia que tiene el cómo la valoración subjetiva que hacemos de la percepción del tiempo influye esto en nuestras vidas. Ramón Bayés (El reloj emocional; Barcelona: Alienta Ed. 2007), nos anima a examinar los elementos que influyen en esa percepción, dado que resulta importante para nuestra salud mental, ‘gestionar el tiempo interior, es decir, el que apreciamos subjetivamente, es algo muy importante para conseguir bienestar’. Estamos en constante guerra con el tiempo, unas veces deseando que vaya más deprisa y otras más lento. Lo que nos tenemos que plantear en estos casos es qué factores subjetivos nos motivan a tener una expectativa sobre cómo debería transcurrir el tiempo. Es decir, preguntarnos ¿cuáles son las emociones que nos llevan a pensar que el tiempo está pasando muy lento o muy rápido?, y una vez inidentificadas, centrarnos en estas porque es lo que poseemos, el tiempo nunca va a estar en nuestras manos. Así además ayudamos a controlar las alarmas emocionales del cerebro que nos pueden generar un estado de estrés que puede perjudicar gravemente a nuestra salud. Recordemos que el estrés libera hormonas como el cortisol y una de las consecuencias de esto es la depresión del sistema inmunológico, un sistema que hoy más que nunca nos conviene mantener todo lo saludable posible.
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