Permíteme recordarte que Europa es el continente que cuenta con el más diverso, rico y numeroso patrimonio cultural de todo el mundo. 609 millones de turistas visitaron en 2015 el “viejo continente” (29 millones más que en 2014) según la Organización Mundial del Turismo, y, aunque resulte un tanto pretencioso, se sugiere que el 37% de esos turistas son turistas culturales, cifra que crece un 15% cada año. Esta “curiosa especie” que deambula por las ciudades tiene la imperiosa necesidad de visitar el patrimonio cultural construido del lugar y participar en eventos culturales.

Estoy de acuerdo con que hablar de los inmuebles históricos como recursos turísticos tiene un punto “mezquino” al considerarse el Patrimonio como elemento integrador e identificador social totalmente intangible, pero igual de cierto es que es un recurso económico y sólo haciendo caja se asegura su sostenibilidad. De esta manera se fijan y crean miles de empleos, que a su vez refuerzan ese carácter de vertebrador social que tiene y que incluso permite mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Precisamente por esto el sector público viene dando un empujón a la creación de más y más atracciones culturales con el patrimonio construido como escenario. El turismo cultural se percibe como la principal fuente de financiación para la preservación de los inmuebles, al generar los turistas los recursos necesarios para su mantenimiento y restauración. Veremos si esto es realmente así en los próximos años, porque según el informe Richards, ahora mismo existe una oferta muy superior a la demanda.

Asegurar la protección y la preservación de nuestro patrimonio cultural construido es, hoy por hoy, más urgente que nunca. No ya sólo como “presa” del turismo cultural, y no ya sólo también como marca de territorio (incluyendo al ciudadano), sino por su vulnerabilidad a la contaminación, el cambio climático y las presiones socioeconómicas. Todos estamos malos de vez en cuando y sabemos que, aunque no lo hagamos, siempre es mejor prevenir que curar. Pues lo mismo le ocurre al patrimonio cultural construido: es tan deseable como importante disponer de sistemas automáticos que continuamente nos indiquen cómo se encuentran los inmuebles culturales, previniendo males antes de que estos sean tan costosos como irreparables. Como cuando un médico nos ausculta. Ahora bien, ¿qué necesitamos auscultar? En el argot técnico decimos “monitorizar”, y para ello se utilizan sensores de muchos tipos, pero principalmente registran tres aspectos:

  • La temperatura y la humedad relativa. Ambas siempre están ligadas (de hecho la segunda es inversa de la primera). Cualquier bien cultural tiene una cantidad mayor o menor de vapor de agua a una temperatura determinada, lo que influye decisivamente en la estabilidad físico-química de los materiales de que están hechos. Inadecuadas condiciones de temperatura y humedad producen deformación y rotura; oxidación y corrosión; así como biodeterioro (aparición de microorganismos).
  • Luz natural y artificial. La iluminación puede ser de origen natural (el sol), o artificial (fuentes eléctricas), pero independientemente de su origen es una radiación electromagnética que cubre fundamentalmente los rangos ultravioleta (UV), visible (VIS) e infrarrojo (IR). En conjunto provocan fotodegradación (decoloración) y aumento de temperatura, sobre todo en materiales orgánicos (pinturas, textiles, libros y documentos).
  • Contaminantes. La composición y calidad del aire se ven alterados por compuestos que provienen en su mayoría de la utilización de combustibles fósiles (tráfico rodado, calefacciones de los edificios y actividades industriales). Estos compuestos pueden desencadenar reacciones químicas que afectan a los materiales provocando corrosión; manchas y costras; y también biodeterioro.

Iremos desglosando particularmente estos parámetros en posts sucesivos.

En cualquier caso el papel de centros tecnológicos como CARTIF es decisivo para dar un pasito más en los desarrollos técnicos necesarios para hacer que la monitorización pueda hacerse a coste admisible y de forma totalmente compatible con la estética y la funcionalidad del lugar. Proyectos de referencia internacional en este sentido en que CARTIF está jugando un importante papel son:

Tras Italia y China, España es el país del mundo que atesora el mayor número de bienes patrimonio de la humanidad. Además, somos un destino turístico mundial de primer orden, con una componente cultural en alza. Jugando en casa, Castilla y León acapara el 60% del patrimonio español… ¿Nos ponemos las pilas?

Pedro Martín Lerones
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