Construir, medir, aprender y repetir

Construir, medir, aprender y repetir

Isaac Newton, desde una base eminentemente matemática, dejó claro hace más de 300 años que la manera más sólida de comprender el mundo es formular hipótesis y someterlas a experimentación y observación, para concluir empíricamente si se sostienen o no. Gracias a ese método hemos logrado hitos impensables: prevenir y curar enfermedades que antes arrasaban, pisar la Luna o, incluso, permitir que estés leyendo esto desde cualquier lugar del planeta.

A los ingenieros del siglo XXI esta historia puede sonarnos repetida. Sin embargo, hoy es más necesario que nunca no solo oírla, sino escucharla y reflexionar sobre ella. Nuestra profesión consiste en diseñar y desarrollar productos y servicios —en el sentido más amplio— que resuelvan problemas reales de las personas. Es evidente que lo intentamos, pero con algo de perspectiva aparecen demasiados casos en los que invertimos nuestros recursos más valiosos (tiempo, dinero y energía) en soluciones quizá brillantes… que nadie quería.

El resultado, con frecuencia, es desperdicio, desmotivación y, en el mejor de los casos, aprendizaje. Un aprendizaje muy caro. ¿No existe una forma más barata de llegar a la misma lección? Sí: el ciclo Build–Measure–Learn (Construir–Medir–Aprender). Este enfoque, popularizado por Eric Ries en su libro The Lean Startup, resulta igual de aplicable al ámbito de la ingeniería, donde la validación temprana de hipótesis puede ahorrar enormes cantidades de recursos. La dinámica es simple: partimos de una hipótesis (ese punto de convergencia entre la visión del creador y lo que el cliente podría aceptar) y diseñamos una forma empírica y frugal de obtener observaciones tangibles que validen o refuten esa hipótesis.

Infografía ciclo Construir-Medir-Aprender. Creación propia

La secuencia es: Idea; Construir (producto); Medir; Datos; Aprender; Nueva idea. El objetivo no es “acertar a la primera”, sino minimizar los recursos necesarios para alcanzar aprendizaje útil. La hºerramienta que mejor optimiza ese ciclo es el MVP (Producto Mínimo Viable): un producto lo bastante simple para generar resultados medibles lo antes posible, convertirlos en datos, extraer de ellos un aprendizaje claro y, con ello, validar o descartar la hipótesis inicial.

Para que funcione, hace falta algo más que método. Hace falta humildad intelectual. A veces la “idea brillante” no era más que una fantasía y toca pivotar. Igual que el empirismo nos ayudó a abandonar el geocentrismo, la generación espontánea, la teoría de los humores o la brujería, quizá sea momento de volver a ese mismo enfoque para testar las hipótesis sobre las que construimos no solo nuestra profesión, sino también nuestra sociedad.

En definitiva: menos fe en nuestras suposiciones y más respeto por la evidencia. Construyamos pequeño, midamos pronto, aprendamos rápido. Y, si es necesario, cambiemos de rumbo antes de seguir invirtiendo en algo que nadie está esperando.